
las peleas a veces ayudan a resolver problemas ♡ 2 de 3.
Ignacia era una chica calmada, tierna, y bastante inteligente. Poseía el don del habla y un cabello largo e impresionantemente suave y brillante, aparte de rasgos finos y pecas que le otorgaban una apariencia bastante relajada. Nunca se metía en problemas, usaba el uniforme de la manera correcta, y podría decirse que era la alumna favorita de todo profesor que tuviera el honor de enseñarle de su materia. Incluso su forma de reír, delicada y bonita, podría decir sin palabras que ella era una buena persona, honesta y sincera. Porque ella era amable y amistosa con todo aquel que se le acercara, y eso la hacía excepcional.
Por eso, todo el mundo pareció asustarse cuando a fines de tercero medio aceptó a JeongGuk como su pareja.
Y es que JeongGuk era un desastre: histriónico, desordenado, una catástrofe. Sus notas iban mucho más abajo del promedio del curso, pero pasaba siempre al siguiente porque de vez en cuando se esforzaba en lo suyo. A finales de tercero medio tenía seis hojas de comportamiento llenas de anotaciones negativas. Incluso su apariencia daba a entender que su forma de desenvolverse como alumno no era la mejor: tal vez su cuerpo bien formado podía salvarlo por buen desempeño en deportes, pero su expresión de estar oliendo mierda no se la quitaba nadie. Tampoco su afán por llevar el uniforme desordenado ni el hecho de llevar sólo un cuaderno a clases, en el cual no existían muchos apuntes que digamos.
Era difícil ser el chico coreano del colegio: de vez en cuando llegaban prejuicios, otras veces las fanáticas del kpop que no se calmaban se le lanzaban encima. Y más veces de las que podría contar, pronunciaban mal su nombre. Era entendible pero, tras años de andar explicando... no se terminaba de acostumbrar.
- Deja de pasearte por acá, maricón culiao. - exclamó Óscar, apoyado en la reja gris de la cancha del colegio. A su lado, JeongGuk observaba al aludido, ese chico rubio que poseía su misma nacionalidad por mucho que sus costumbres fueran más chilenas que otra cosa. El resto del grupo se rió de la mirada triste de JiMin, a excepción de Macarena, la cual simplemente masticaba su chicle de frutilla con un molesto sonido. Al menos a JeongGuk le molestaba demasiado.
Casi tanto como la presencia de JiMin.
La verdad era que él, como persona, no le molestaba; más bien, era el sentimiento que le provocaba, más molesto que el sonido de la goma de mascar siendo aplastada repetidas veces por los babosos dientes de Macarena. Era un sentimiento extraño, ajeno, pero igualmente muy propio e innegablemente suyo. Óscar solía comenzar una retahíla de insultos hacia JiMin para que JeongGuk las siguiera, y después Bastián, y así seguía Tomás, y seguían, seguían, seguían. Sin dejar de lado que JeongGuk decía las palabras más venenosas e hirientes, despreciando cada retazo de sentimiento provocado por el de menor estatura. Pero aquel día, JeongGuk no abrió la boca. Sólo observó a JiMin caminar hacia la entrada de la cancha, con su teléfono móvil en la mano y un paquete de Morochas en la otra. La mirada gacha y sin atreverse a detener sus pasos por más que la voz de Óscar fuera subiendo su decibel, bajando de tono.
- ¿No me escuchaste o estai sordo? De más que el agua oxigenada se te metió a la cagá de cerebro que tenís.
Bastián se rió con estruendo y Tomás, aprovechando que Macarena se sacaba el chicle de la boca, lo tomó con agresividad, lanzándolo hacia el cabello de JiMin, y así dando de lleno en su nuca. Todo el grupito, menos Macarena y JeongGuk, rieron y felicitaron al más alto y delgado de todos, mientras que el rubio se alejaba, dentro de la cancha de pasto sintético. Silencioso, cabizbajo. Claramente derrotado.
- Oye, Tomás reculiao, ¿quién te dio permiso pa' quitarme el chicle? - exclamó Macarena con los humos por la cabeza y los brazos cruzados, demostrando así que no quería uns respuesta, si no que sacarle unos cuantos dientes. Tomás se intentó disculpar, pero Macarena parecía decidida a dejarlo inconsciente en el suelo.
- Jeon. - era lo único que la gente del colegio podía decir bien: su apellido. Y era la forma que Óscar usaba para referirse a él.- ¿Por qué no seguiste el juego como siempre? Ehh... ¿Pasó algo, perrito?
JeongGuk se mantuvo en silencio, viendo a la lejanía a JiMin sentarse en el pasto, cerca de un árbol, y manosear su cabello en busca de la goma de mascar. Temblaba un poco, como siempre que le molestaban: solían decir que era poco hombre y que por eso no soportaba nada, pero en el fondo, JeongGuk se sentía un poco... un poco culpable. Sabía que tenía relación con el extraño sentimiento que ahondaba su pecho, pero no decía absolutamente nada, mirando, ahogando las emociones en risas estruendosas y falsas.
- No. - respondió con el ceño fruncido, molesto porque sabía que la respuesta era otra cosa, algo completamente contrario a su monosílabo carente de honestidad.
☆
Serena, tranquila yo hacía mi vida antes que llegaras tú
A tentarme y no te veo mirarme, a ti quiero entregarme
Quiero que me quieras de una vez, de una vez, de una vez.
Y aunque tengas a otra pendiente,
Quiero verte más
Y aunque sea físicamente,
Quiero verte más
Aunque por una vez tenerte,
Quiero verte más, más, más, más.
( Quiero Verte Más - Francisca Valenzuela ).
☆
Sólo dos personas quedaban en el salón de clases del cuarto año B, dos personas alejadas la una de la otra y cada una en su mundo. Deslumbrantes miradas esporádicas que se camuflaban con la luz blanca y artificial del espacio, una tarde nublada cualquiera. Se notaba la llegada del otoño, y con ello mismo, los pensamientos melancólicos de los más atrevidos a divagar por su propio subconsciente. A JiMin siempre le había atraído aquella idea, mirando a los pájaros de nombres desconocidos en los alféizares de las ventanas hasta llegar a posarse en sus marcos.
¿Por qué te vas, por qué te vas? Isabel cantaba la melosa canción popular mientras leía el quinto libro de Harry Potter, perdida en el problemático mundo de Rowling. JiMin, por su parte, se hallaba sentado en el lugar de JeongGuk, un tanto atrás hacia la derecha contra la pared de madera. Y escuchaba su playlist personal desde su móvil, la cual entonaba en aquellos momentos una canción que le encantaba: Ven Aquí de Los Bunkers. Creía que la letra representaba algo en su vida que calmaba el triste corazón del que se veía poseedor, pero no sabía qué era ese algo. Se suponía que estaba ahí con Isabel para ordenar la sala porque lo debían hacer durante aquella semana, pero no hubo mucho que hacer desde un principio así que decidieron quedarse para hacer tiempo.
La tarde era aburrida, pero de alguna manera, tararear esa canción fría le había enviado un tanto de calma en su cuerpo esbelto, más delgado de lo que él se veía. Lamió sus labios al darse cuenta de que habían personas acercándose desde el pasillo, qué delirio, qué tortura. Todo olía a menta incluso desde aquella distancia, porque su risa le daba esa impresión: fresca, natural, liviana... todo lo que, según él mismo, no podía ser.
Isabel alzó el flequillo negro y recto, junto a su mirada, hacia la puerta del salón de clases, la que cinco segundos después decidió por abrirse fuertemente, el sonido retumbando en las paredes de concreto del espacio amplio y madera clara. La chica bufó al darse cuenta de quienes estaban ahí, las dos personas que menos quería ver en el mundo en ése momento.
- ¿Podrían irse de acá, por la chucha? - espetó la morena de ojos profundos, sin cerrar su enorme tomo de la saga de Rowling. Parecía más cansada que nunca, y su voz grave, femenina pero bastante rasposa por culpa del tabaco químico, sonó como una amenaza.- Lo que menos necesitamos es a un weon comiéndose a una mina en la sala.
- Ya, de seguro vo' no te hai comido al JiMin. - fue la brillante respuesta por parte de JeongGuk, quien entraba con Isidora al salón de clases. JiMin observó al castaño con nervios, luego a Ignacia, que con cara de terror se aferraba a su pareja. Nuevamente quiso vomitar, como cada vez que recordaba el primer día de clases, ya lejano en el tiempo pero cercano en su memoria confundida. A aquel paso, todos los días eran iguales y a veces se mezclaban peligrosamente. Su tono de voz no era el más acomodado, pero incluso molesto le resultaba atractivo al escucharlo embelesado. Él, de aquella forma tan descuidada, parecía estar haciendo cero esfuerzo al ser tan guapo, pero a la vez le quedaba demasiado bien a ojos y corazón de JiMin.
Estaba enamorado de la persona que jamás le podría corresponder, por más que ésa lejana noche de fiesta le dijera lo contrario. Ojalá pudiera cambiar esa sombría mirada por los orbes cargados de... lujuris y pasión, brillantes como ónices contra la luz del sol. De verdad quería creer que esos ojos guardaban cariño hacia él, pero mierda, todo era tortuoso. No quería pensar en ello más de la cuenta, y siempr terminaba haciéndolo. El estómago le pesó de nuevo, se mareó sintiendo la cabeza caer debido a que sus ojos se cerraban con debilidad, incapacidad de mantener su cuerpo erguido como sus amigos lo tenían.
Palabras venenosas saliendo de la boca de quién se había apropiado de su corazón sin siquiera quererlo. Y ahora no podía evitar enredarse en ellas, dejando que su cuello fuera ahorcado por su mortalidad en fieras sílabas de desprecio.
- ¿Cómo chucha voy a hacerlo? A él le gustan los minos. - exclamó Isabel con voz alterada; y luego dándose cuenta de lo que acababa de decir. Hablar de aquel tema con JeongGuk era como lanzarle piedras a un perro rabioso, listo para atacar. La novia del chico sorbió su nariz, estaba segura de que ese aspecto de JeongGuk era de las pocas cosas que no le agradaban de él, y era algo serio que no lograba superar.- Conche...
- Pensé que ya lo habríai corregido al weon. - contestó agresivo el más alto, sin siquiera mirar de reojo a JiMin. Las palabras fueron como una estocada a mas tripas, fuertes, seguras y rápidas para matar mientras ocasionaba fuertes dolores. Ignacia apretó sus labios, ella sí miraba al rubio y parecía compadecerse de él, parecía arremeter con la mirada las crueles palabras del que las hablaba.- Vo' tenís cara de andar maraqueando con los tipos, hasta con los retorci'os éstos.
La novia de JeongGuk alzó su menuda mirada hacia el mismo y se apartó de su cuerpo, claramente disgustada con sus palabras. Lo había hecho sólo porque JiMin, en silencio, apretaba su mandíbula y se aferraba a su silla y mesa con terror. Y porque Isabel se había levantado de su puesto para avanzar con siete pasos decididos hacia el más alto, quien crispaba su mirada ante la visión de la que acababa de soltar su libro.
- Ándate a la chucha, basura conchetumare. - fue lo que ella respondió con la voz más grave que nunca y los ojos amenazantes, cristalizados. JiMin tragó saliva, necesitaba llorar, pegarle a una pared, no quería ver lo que suponía estaba a punto de pasar. Sabía que después del silencio de JeongGuk vendría algo fuerte, pero no lo necesitaba, no: sabía que se lo merecía, pero no quería.
Ignacia tiró de la camisa de su pareja, queriendo decirle 'tenemos que irnos', pero el castaño avanzó un paso hasta quedar a centímetros de Isabel, quien mantenía su semblante de amenaza a pesar de que el chico le doblaba en tamaño y fuerza. Era una escena extraña para un colegio cualquiera, pero la verdad era que la más baja de los dos siempre se metía en peleas físicas, por lo que tenía experiencia y no se veía realmente intimidada por la masa muscular que JeongGuk poseía.
- Cálmate... Oye, amor... - murmuró Ignacia con una voz dulce y temerosa al mirarlo.
La chica lectora vio a su izquierda, luego a su derecha: no habían muchas cosas con las cuales defenderse. ¿Las mesas llenas de libros, cuadernos? ¿La mochila olvidada de José? ¿El lejano borrador de pizarra? No, lo más cercano era el cuaderno Torre a su izquierda, debajo de la mesa de al lado en la rejilla. Lo tomó sin advertir de quién fuera y si fuera flexible o de tapa dura.
- ¡Isa! ¡No hagai éso! - exclamó nervioso JiMin, inhalando aire para no vomitar ahí mismo. La chica ignoró aquella advertencia, y con ambas manos, fuerza e inercia, golpeó a JeongGuk en plena cara usando el cuaderno. ¡Paf! Fue un sonido estremecedor, de esos que logran asustar hasta al más valiente de los caballeros. El silencio que vino luego fue impresionante, parecía tragarse los torsos de todos los presentes con la avidez de miles de balas agujereando los cuerpos de soldados enemigos.
JeongGuk no dudó en lanzar un puñetazo a su rival, pero ella lo evadió con cierta gracia. Así comenzó una batalla entre los dos chicos, que se basó en lanzar golpes y evadirlos, logrando los cometidos en reiteradas ocasiones. Insultos iban y venían, Ignacia observaba aterrorizada... No comprendía la razón de por qué su novio se comportaba de ésa manera cuando se trataba de JiMin. Perpleja, observó al chico: él parecía comprenderlo todo, con ésa mirada enfermiza, la soledad de siempre, un secreto que nadie había parecido captar. Soltaba dolorosas lágrimas con el pesar de mil piedras y en silencio se tragaba los más fuertes sollozos, agarrando su estómago con ambas manos.
- ¿JiMin?
- No puedo.
Otra vez comenzó Ven Aquí en sus audífonos, y dio una arcada, realmente nervioso, al recordar la letra antes de que Álvaro López alcanzase a comenzar con su canto. También consiguió tomar su mochila antes de levantarse e irse, rápido y ligero, lo máximo que su cuerpo sin fuerzas le permitía. Corría sin parar, y antes de saberlo, ya estaba en la calle, agachado con las manos pequeñas en el rostro hinchado y sollozando con brío, sin poder aguantarse más la pena que lo embargaba, terminando de ahogarlo.
☆
Recién me dí cuenta
Que hoy es sábado en la noche y no
No tengo donde emborracharme sin pedir perdón
No tengo ganas de que me rompan la boca
Aunque no me vendría mal algo de sangre
Las horas espero se aseguren de matarme
Porque tarde o temprano volveré a vengarme
Y el plato frío me lo comeré en su cara.
( Let's Get It Down - Gonzalo Yáñez ).
☆
Con el frío apabullante de otoño, JiMin alcanzó a llegar a casa sin romperse el alma más allá de la coraza. Sus mejillas surcadas de la humedad salada que últimamente le caracterizaba le avisaron a su madre que otra vez su estadía en aquel establecimiento no había sido la mejor, precisamente. Más de una vez le había ofrecido el cambiarse, pero el muchacho se negaba, alegando que necesitaba terminar en ese lugar para superarse. Entonces, como siempre, lo dejaba hundirse solo en su mierda sin saber cómo ayudarlo, preocupada pero inexperta en los saberes del corazón joven, el corazón de un joven que le había guardado tantos secretos sin pies ni cabeza. No, necesitaba estar ahí.
Para avanzar como persona.
Lo que él deseaba era no arrastrarse como lo hubiera hecho alguien más. Deseaba escuchar música sin que el recuerdo de JeongGuk le azotara como si fuera un látigo sobre su espalda, dándole heridas de muerte y tocando su carne vive una y otra vez. Deseaba no tener en frente a alguien y literalmente vomitar por el momento que se le venía a la cabeza de nuevo (tu piel es tan suave, me dan ganas de comerte a besos). Deseaba recuperar un poco su cordura y llegar a la universidad con todas las de ganar, sintiéndose ya parte del sistema de los adultos y los que sobreviven por cuenta propia.
Aquella tarde, como muchas otras, se encerró en su habitación. Pero pronto volvió a su salón de clases, las mañanas siempre siendo duras y complejas para su pequeña cabeza. Isabel se había vuelto cercana a él en poco tiempo: su compañía era necesaria, aunque no hablaban más de la cuenta, ni tampoco se mirasen mucho. Era una cercanía basada en gustos musicales, películas y la necesidad de afrontar junto a alguien el inicio de una sociedad poco avanzada mental y humanamente.
Ellos eran los que sobraban según muchos, y los que faltaban según muchos más. Se unían sin necesidad de mucho y se apegaban fácilmente a las personas, por error. Sin embargo, en aquella instancia, no era más que un acierto necesario para no morir de soledad extrema. Mientras Isabel se hundía en sus historias de fantasía, sus parejas liberales y las canciones revolucionarias, JiMin escribía las historias de fantasía, soñaba con ser parte de una pareja liberal, e ignoraba la revolución para no sentirse parte de algo que violentaban con frecuencia.
Ignacia terminó con JeongGuk antes de que las vacaciones de septiembre comenzaran, y lo odió desde ese entonces: nadie supo por qué, pero JiMin sospechaba la principal razón. Sin embargo, éste hecho no hizo más que agravar una situación dolorosa tanto para el violentador como el violentado. La presión en el corazón de los dos se hacía inevitablemente... insoportable.
☆
No te pares frente a mí
con esa mirada tan hiriente
puedo entender estrechez de mente
soportar la falta de experiencia
pero no voy aguantar
¡Estrechez de corazón!
( Estrechez de Corazón - Los Prisioneros ).
☆
objetos usados
lata de cerveza marca escudo
cuaderno marca torre color verde de lenguaje electivo
boleto de tren al sur
horas importantes
23.37
07.29
14.52
17.06
06.55
12.49
00.02
las personas cambian constantemente.
escrito febrero 2018
editado marzo 2021
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