las cosas no siempre son en blanco y negro; casi siempre son grises ♡ 3 de 3.
advertencia;
homofobia, lime +15
No logró conciliar el sueño desde el comienzo de las vacaciones de septiembre, gracias a lo que había sucedido. Su cabeza le atormentaba en pensamientos que no dejaban de mermar, logrando que la tensión se acumulara en todas sus venas. Sentía todo el cuerpo en constantes escalofríos, como si despertase en una fría mañana con los brazos y manos calientes a más no poder. Tenía ganas de comer harina tostada con agua y mucho azúcar rubia, pero en su casa no le dejaban comer cosas muy pesadas para su ahora delicado estómago.
Ignacia le había hablado la noche anterior, sí, y él había pasado por alto su chat porque no se creía con la valentía necesaria para afrontar sus preguntas. Al fin y al cabo, se había metido con su ex novio cuando no era ex. Era para avergonzarse y mucho más, y se guardaba esa vergüenza porque no serviría de nada. Por su propia reputación, y por la de JeongGuk (como si fuera algo por valorar en primer lugar, pero eso no lo pensaba bien). Sin embargo, de repente se venció a sí mismo y tomó su teléfono móvil para desbloquearlo y abrir la aplicación de WhatsApp Messenger.
ignacia colegio
en línea
jimin, tenemos que hablar
urgente
nos juntamos mañana en el doggis?
23.37
Se lo pensó por varios minutos, porque no tenía ganas de hablar con nadie últimamente. Bueno, desde siempre había tenido aquella particular característica, pero a comienzos de aquel año se había agravado de una manera impresionante. Era increíble lo que la culpa y el estar enamorado podían causar en sólo una noche de su vida. Dejó el teléfono de lado y miró el blanco y lejano techo de su habitación, oscuro a medias por las cortinas gruesas y de color claro que la decoraban. Unas líneas de luz clamaban presencia y pasaban por todo el sitio.
No tenía ganas de salir de su casa y darse cuenta de lo mucho que detestaba el espacio a su alrededor. No tenía ganas de estar ahí afuera y encontrarse con JeongGuk, paseando como si nada hubiera pasado, como si no le diera vergüenza seguir con sus mentiras y sus intentos de parecer valiente. Lo hacía todo el tiempo y le parecía de todo menos agradable. De hecho, comenzaba a saturarle la conciencia lentamente, y en aquel punto era ya insoportable. Tenía que terminar ya con eso, y el hecho de hablar con Ignacia era algo que en el fondo sabía le ayudaría en eso.
ok.
hoy a las 13.30.
06.55
☆
Si no hay nadie a quien quieras hablar
Por esta noche llamame
No te quedes quieta ni un segundo
Tras mi puerta otra vez...
☆
JiMin fue quien llegó tarde, pero al menos pudo avisarlo con anticipación. Fue una media hora tardía en la que atinó a darse ánimos y caminar por cuenta propia al sitio en vez de usar el monótono autobús que tanto se tardaba en llegar a su paradero. Con los ánimos por los suelos pero las respuestas en la punta de sus dedos, llegó al patio de comidas del Mall Plaza Norte y se sentó frente al local Doggis, serio, rígido, pensando que tal vez debería ponerse la capucha de la sudadera azul encima de su cabello rubio.
Todo con tal de no llamar el atención, era una forma de consolarse a sí mismo aunque la verdad no parecía ser realmente efectivo. Al menos era una temporada en la cual no muchas personas (o no la cantidad habitual) se quedaban en la capital del país. Preferían pasar fiestas patrias en el litoral, y bueno, la familia Park era una excepción a la regla. Al parecer la familia de Ignacia tampoco, porque la vio llegar y sentarse frente a él siete minutos más tarde, tan seria como él y con los ojos hinchados, las mejillas resecas como cartón y los dedos temblorosos sosteniendo su bolso de tela blanca.
— Hola. — saludó torpe ella, mirando la mesa con timidez. ¿Por qué sentía culpa?
JiMin respondió con un movimiento de cabeza y un leve 'hm'.
— Sé que es atrasado de mi parte, pero he terminado con el Jeon. — siguió ella sin rodeos. Jugaba con sus pulgares y ni siquiera encontraba un orden en sus palabras, o mejor dicho, el cómo expresarlas. Temía que todo fuera tan rápido como para quedarse pegada con la idea de que... debió de ser más duradero. JiMin levantó la mirada un tanto temeroso, pero para su sorpresa la chica no dejaba de temblar. Supuso lo peor de su parte, y aun así jamás imaginó lo que realmente se le venía encima.— Sé también que tienes claro que lo hai hecho mal, y te entiendo. Te entiendo porque he visto tu... forma de mirarno' desde un inicio. Y no necesito escuchar tus disculpas porque tengo claro que lo sientes desde el fondo. Y yo también. Muchísimo. — ahora ambos se miraban a los ojos, desesperados por alguna frase que JiMin soltara, o que siguiera a las cortas y necesarias palabras de Ignacia.— Sólo te advierto... que... Ya sabrás, pero... el Jeon es bien cobarde.
Más silencio. Ésta vez fue tan abrumador sentir las voces de la gente pasar a sus lados, rápidas, sin excusas, sin más que historias por contar a la espera de ser escritas. Cosas que si sólo se plasmaban sobre papel quedarían en memoria de quien pudiera leerlo. De quien pudiera apreciarlo en primer lugar.
— El Jeon es gay.
— Entonces yo... eh...
— Sí, le gustas mucho.
— Qué saco weas más grande.
Ignacia sonrió al ver que JiMin comprendía su punto, uno que valía más que sentimientos pasados y llenos de amargura. No dudó en que lo captaría de una vez, el chico era muy inteligente, pero a veces lo que sientes por alguien te nubla por completo de la realidad y te vuelve un idiota de primera. Y la muchacha sabía que todos aquellos años el rubio había sido víctima de sus propios sentimientos, de su subjetividad, de las agresiones que aceptaba sin mayores reclamos ni inconvenientes verbalizados, en un acto de enamoramiento juvenil, casi infantil, devoto, tóxico.
— Sólo quería advertirte de eso. — murmuró la chica mientras observaba los menús del local de comida rápida.— ¿Quieres uno? Yo invito.
— Está bien. — accedió el coreano con timidez, aún pensativo, lo suficiente como para no reaccionar de buena manera ante la deliciosa propuesta que le hacían. No importaba, al fin y al cabo. De alguna forma terminaría llegando a la misma incógnita de siempre, la que le atormentaba desde el primer momento en que la ideó. La que podría llegar a ser realidad, porque ya lo era algo a medias.
¿Podría hacer cambiar a JeongGuk?
☆
No hay muchas razones para hablar
De lo que pueda suceder esta vez
Sé que te has cansado de planear
Siempre tu vida sin querer...
Sin querer...
☆
Eran casi las tres de la tarde cuando Ignacia se despidió de él con una sonrisa cansada, triste, algo fingida, y luego cada uno emprendió rumbo a sus casas. Recuerdan muy bien ésa tarde, porque el calor del momento de repente bajó de golpe sin razón aparente. Ignacia llegó a casa a llorar, y JiMin llegó a ver las universidades que le podrían interesar. Era de los más estresados en el curso respecto a su futuro. En ése sentido, sus formas de ser parecieron intercambiarse.
JeongGuk recuerda esa misma tarde porque no aguantó más y soltó en la mesa de almuerzo, cerveza en mano y mirada al techo, que le gustaba un chico de su clase y que le importaba poco menos que una mierda lo que pensaran de él a partir de ese momento, ese momento de valor que al final no sirvió de nada. Terminó con una mochila en la vereda y dándole un dedo medio a su padre, quien le gritaba en la puerta de su casa, al otro lado de la calle.
Caminaba por la caliente vereda, observando el cielo naranja de primavera y las nubes que lo manchaban como si fuera crema. Su fachada de serio e inexpresivo se vio rota nada más se dio cuenta de lo que había pasado, al lado del primer semáforo en el cual tuvo que detenerse, y apoyado en el mismo, presionando sin querer el típido e inservible botón amarillo (¡úsame si quieres cruzar luego!), comenzó a llorar, por fin, dejando de ser cobarde un poquito más.
Sus labios almidonados parecían un sueño. Eran nubes que no se cansaban de acariciar su piel, dándole fuerzas para creer que sí podía, sí podía dejar de mentir y hacerle daño a su joven alma, pobre alma sin experiencia ni camino fijo que tomar, la joven alma de un adolescente perdido en planearse siempre, obligado a tomar la senda de sus cerrados padres. Las manos eran pequeñitas y suaves, tomaban sus hombros para dar torpes saltos mientras la voz se le escapaba a pedazos de sus pulmones. Sus piernas temblaban, tal vez era la razón de por qué sus movimientos no eran los más acertados en aquel momento. Era parte de su encanto, pensó, junto a una sonrisa y un hipido que a ambos les sacó una animada y corta risita.
Parecían estar conectados a través de los latidos de sus fuertes corazones.
— No puedo. — gimió el más bajo, en un susurro que nuevamente hinchó el corazón de JeongGuk. Sus brazos fuertes y anchos le rodearon para que sus labios alcoholizados tocaran en húmedos besos la piel de su cuello, y el movimiento de sus caderas le dirigió de manera inconsciente, lenta y pausada, llevando con ellos el mar de placer que desde ése momento fue su perdición.
— ¿Viste? Podí'. — se rió con una grave voz. JiMin le siguió torpe, y un jadeo le interrumpió, dando a entender lo bien que se sentía. JeongGuk pensó en lo mucho que le agradecía a las quince cervezas Escudo por haberlo emborrachado, haberle dado ese empujón que necesitaba desde hacía mucho tiempo, desde que comenzó a descubrirse. Desde que comenzó aquel cliché literario, televisivo, de pantalla grande.
Si había algo que pudiera igualar a JiMin, sería aquel lejano y simple poema de Gabriela Mistral, ¿o eran versos sueltos? 'Flor, flor de la raza mía, sombra in...' ¿Cómo seguía? No, no podía concentrarse, lo único que tenía delante suyo era su todo, lo único que le daba fuerzas para seguir en todo. ¡Qué irónico! Haberlo tratado como la mierda cuando no se lo merecía, cuando en realidad lo deseaba tratar con todo el amor del mundo. Sólo no poder porque tenía miedo del qué dirán, de lo que su familia, sus amigos y comunidad pensaran de él. De lo mucho que le afectaría, por consecuencia, al mismo JiMin, su propia tristeza. Porque lo conocía, sabía que era sensible.
Por consiguiente, sabía el daño que le estaba provocando.
¡Pero no lo pensaba en aquel momento! Claro que no. Estaba tan concentrado en hacerle sentir bien, en la gloria, en mover sus caderas, en tocarle, en abrazarle, en hacer chocar sus palpitantes corazones rojos... Que se sintieran más en alma, porque sabía que no tendrían otra oportunidad. Porque no se la merecía, porque él no tenía la certeza de nada.
Mordió la piel del más bajo con devoción y suavidad, dejando una marca superficial que ya no estaría cuando ambos despertasen en la cama de su amigo, con los fuertes rayos de sol golpeando sus cansados rostros. Mirándose a los ojos y jurando en silencio que secretos de a dos... 'no son de Dios'.
— Me gustan mucho tus labios, JiMin. — dijo tan bajito que pudo jurar compararse con los latidos de su corazón, guturales y malaprovechados.— Ven aquí.
JiMin hizo caso y cerró sus ojos mientras inclinaba su cabeza hacia adelante y a su izquierda. JeongGuk repitió su ademán y le besó con tanta devoción que creyó luego no poder ponerse de nuevo una máscara de mentiras débiles y una cobardía tan grande como sus ganas de terminar con todo lo malo que le hacía el ocultar una importante parte de él.
El beso fue lento, porque mientras sus lenguas se acariciaban, sus cuerpos debían de seguir moviéndose. JiMin rodeó el cuello de JeongGuk con sus brazos delgados, sus cejas alzadas como quién disfruta de lo que hace, relajado. Sus respiraciones parecían jugar a chocar entre ellas, apartándose por unos segundos para recobrar oxígeno en sus pulmones, y luego inclinando sus cabezas hacia el otro para seguir con su danza íntima del querer.
— Olís demasiado a cerveza. — rió JiMin cuando el beso terminó, siempre ignorando que sobrio, el chico frente a él era otra persona.
— Me gustai mucho, JiMin.
☆
Poder haber vivido por ti alguna vez
Y no saber que hacer
Antes del amanecer
Y yo no se perder...
☆
La última fiesta del año fue en el departamento de Macarena. Los tres cuartos medios estuvieron invitados, y el invitado especial era el pisco. No era un espacio muy grande, pero los cursos eran tan reducidos que no era problema alguno. Ignacia y Óscar brillaban por su ausencia, el trap reinaba entre los presentes, con sus versos poco pensados y el flow de las palabras que no concordaban. Saltaban fumados, sonreían, conversaban en voz alta y algunos gritaban porque sí y porque no, recorriendo toda la extensión del pequeño departamento humilde de piso de cerámica rota y paredes con pintura descascarada.
JiMin se sentía extraño, mirando a todos desde el sillón de la casa, solo y con un vaso de roncola en su pequeña mano. Bebió un poco, el dulzor de la bebida de fantasía bajaba un poco lo fuerte del alcohol del ron. Recordaba una canción bastante buena respecto a ello, perdido en el alfombra de la casa.
— Yo controlo la calle sin ser bichote, un melón y pico entre el pote. — cantaba de repente, a su lado y completamente borracho, JeongGuk. Tenía una lata de cerveza en la mano, ésta vez de la marca Cristal, y sonreía de oreja a oreja. Eran las doce de la noche, así que a JiMin no le hubiera sorprendido si el chico hubiera estado borracho. Isabel estaba un tanto lejos, intentando socializar, así que no podía pedir por mucha ayuda cuando JeongGuk ponía su brazo sobre sus hombros y sonreía cada vez más.
Oh, no.
— ¿Qué mierda estai haciendo? — atacó por fin.
Sabía que JeongGuk no vivía ya con sus padres, porque había salido del clóset. Sabía que ya no era tan popular entre todos, sabía que era cada vez más feliz, se le notaba en su mirada. Pero no podía decirle que saliera de ahí, porque vivía con Macarena y literalmente estaba en su casa.
— Sabí que hice mal todo, pero... porfa... Dame otra oportunidad, JiMin... — hizo un puchero, alzando sus cejas... Mierda. No, ¡claro que no! ¿Cómo mierda le iba a dar otra oportunidad? No, era como si nada, era como... ¿absolutamente todo?
— Ni cagando. — le golpeó el costado, intentando levantarse. Pero JeongGuk le tomó de la mano, y borracho y todo, le miró a los ojos, una súplica en forma de lágimas arrepentidas iluminando sus orbes grandes y oscuros, más vulnerables que nunca. Al rubio se le encogió el corazón, pero no demostró signos de arrepentimiento a diferencia del chico frente a él.— ¿Qué chucha querís, JeongGuk? Aparte de la oportunidad que ni loco te doy.
Ambos corazones se quebraron al mismo tiempo.
Y el silencio terminó por responder cuando JiMin apartó la mano y lo mandó al sur, bien lejos, con palabras cortas que nadie más que ellos escucharon bajo el fuerte y potente bajo del tema de trap. Odiaban sentirse así, tan lejos el uno del otro, pero no había opción. No hasta que JeongGuk madurase y JiMin superara su tristeza constante. Mientras el más bajo se acercaba a Isabel, JeongGuk se levantó con paso torpe y desviado hacia el balcón. Unas plantas mustias, un par de quiebres en la loza del piso y aroma a marihuana le recibieron.
El reloj dio las doce y dos de la mañana cuando el alto y fornido chico dejó a un lado su lata de cerveza barata y mala, y comenzó a llorar desgarradamente, sabiendo que los errores no se cometen dos veces, pero JiMin fue su intento de convertir ése error en su más amado acierto.
☆
Ven aquí, no sabes cuanto te espere
Por las noches que no me dormí
No sabes qué es morir después
O de estar borracho y solo por tí...
( Ven Aquí - Los Bunkers ).
☆
objetos usados
lata de cerveza marca escudo
cuaderno marca torre color verde de lenguaje electivo
boleto de tren al sur
horas importantes
23.37
07.29
14.52
17.06
06.55
×12.49
00.02
jamás se volvieron a ver, pero se recordaron toda la vida.
escrito febrero 2018
editado marzo 2021
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