07
Abre sus ojos, centrándolos en la nada. Aún es temprano y oscuro. Suspira, alargando su brazo al otro lado de la cama, sintiéndolo vacío y frío. Agradece que el aroma a coco y vainilla siguiera presente en su almohada después de haber transcurrido una semana y le fuera reconfortante, porque cada momento donde la soledad lo agobiaba y el fantasma de su presencia lo perseguía por cada rincón de la casa, sentía que su lobo y él por igual enloquecerian ante la falta del omega.
Aspira fuerte, llenado sus pulmones con el tenue olor para luego pararse y comenzar su día. Era día de clases y debía asistir.
Prepara su desayuno, en silencio, sin aquella voz aterciopelada a sus espaldas preguntándole cosas inecesarias y sin sentido. Tampoco hay suaves murmuros de canciones olvidadas, ni muchos menos caricias inconscientes en estómagos hinchados. Se había acostumbrado a tener al castaño siempre cerca de él, aunque le costara aceptarlo.
Empaca todo y lo mete a su mochila. Después, se asea y se viste, con unos pantalones ceñidos, un suéter ligero y los tenis que siempre usa. Camina hasta la escuela, nunca toma el autobús porque ahí desperdicia dinero, y lo necesita. Llega temprano, como siempre, pero tiene suerte de que kai también lo hace. En su salón, el castaño está sentando en su lugar, quien cuando ve entrar al alfa, le sonríe.
―Buenos días, Soobin.
—Hola, kai —le revuelve el cabello y se sienta a su lado.
El beta bufa.
―Odio que hagas eso.
―Lo sé —le sonríe.
―Y... ¿Has hablado con Yeonjun?
Su sonrisa cae y hace una mueca, negando con la cabeza.
―No he podido, todo el tiempo está acompañado.
―Deberías intentarlo, Yeonjun es bueno y apuesto a que te escuchará.
―Aún así, ¿qué le diría?
―Podrías empezar disculpándote. Deberías tratarle con cuidado. Es un omega embarazado y siente mucho las cosas. Además, hoy debes hablarle si o si, ¿para cuándo está programada la cita que pediste?
―Hoy.
―Entonces, ¿qué esperas?
⋆ ✧ ⋆ ✧ ⋆
Es el receso y sale caminando, con su mochila en el hombro y su desayuno en la mano. Entra a la cafetería y lo primero que nota es a las omegas voltear a verlo, sonriendo y saludando de manera coqueta con las hormonas alborotadas a flor de piel, pero como siempre, las ignora. Mira por sobre todas las cabezas, buscando una especial, una con leves ondas y de color castaño claro tan conocida por el alfa. El sonido de su risa se escucha no muy lejos de donde se mantiene de pie y sin mucho esfuerzo lo localiza. Está a una corta distancia sentado en una mesa junto a Félix, su primo, y una joven alfa, no conoce su nombre pero sabe que es alfa, es mejor amiga de su primo y ha asistido a varias de sus fiestas "familiares".
Quiere ir y alejar al omega de ellos dos y gritarles en la cara que no volvieran a hablarle nunca, pero se calma, necesita hacer las cosas bien y hablar con Yeonjun. Así que, vacilante, camina hasta la mesa, quedándose parado a un lado del castaño. Puede observar los músculos de su espalda tensarse y quedarse rígido al sentir su presencia. Sus carcajadas cesan y aclara su garganta, poniéndose serio.
―¿Qué buscas, Soobin? ―Felix pregunta, rompiendo la fina capa de tensión que se había formado.
―Quiero hablar con Yeonjun, ¿puedes irte?
―Se amable ―pide el alfa contrario en tono aburrido.
―¿Podrías, por favor, largarte?
―Bueno... pudo haber sido peor ―recoge sus pertenecias mientras suspira―. Nos vemos después, hyung. Mañana tenemos la asesoría después de clases.
―No lo olvido. Adiós, Félix. Nos vemos después, Eunhee.
Los dos alfas se despiden y caminan en dirección a los basureros. Soobin toma el antiguo asiento de su primo, dejando su mochila en el suelo y su desayuno frente a él.
―Y... ¿cómo estás? ―Soobin se aventura a preguntar luego de unos segundos.
Yeonjun encoge sus hombros, con los ojos fijos en sus papas fritas.
―Bien, supongo ―se mete una papa a la boca y la mastica.
―Mmh.
―Soobin, mira, si estás aquí porque te sientes obligado por lo que te dijo tu padre, de una vez te digo que así no va a funcionar ―dice, sincero―. Preferiría que te vayas.
―No, está bien. No es por lo de mi padre, lo juro ―contesta de manera rápida y desesperada.
Yeonjun no responde, sólo sigue comiendo lo que sería su desyuno lentamente.
―Yo... he pintado la pared ya ―el omega no dice nada, sólo mira a otro lado, arrugando su nariz―. ¿No vas a hablarme más?
El de hebras castañas encoge sus hombros, mirando a su estómago y quitando una pelusa que tenía ahí.
―Mira, lo siento, ¿bien?, lo hago y mucho. De verdad estoy arrepentido, no me acuerdo de nada de lo que pasó ese día, lo juro.
Yeonjun suelta una risa sarcástica.
―¿Qué fácil, no? Así yo también podría ir por la vida, cagándola y después pidiendo disculpas. No es así, Soobin. No funciona así.
―¡Ya lo sé, mierda! Pero lo estoy intentando.
―Yo también intenté aguantarte, pero no pude. No puedo, eres mucho Soobin. Eres demasiado pesado y... no sé ni como eres.
―¿Piensas volver?
―¿A dónde?
―A... ¿Casa?
―Mamá quiere que me quede con ellos un tiempo, y no sé... no creo.
―¿No?
Yeonjun niega, y su omega se remueve inquieto en su interior al notar el ligero cambio en el aroma del alfa, casi puede asegurar sentir tristeza, pero es Soobin, y viniendo del él, lo cree imposible.
―Está bien ―asiente, lentamente―. Yo... saqué una cita para ti con el médico, es hoy.
―No estoy enfermo.
―Es por el cachorro.
Del bolsillo exterior de su mochila, saca un paquete pequeño de chicles de menta y se los pasa al omega.
―¿Tu celo es éste sábado? ―Encarna una ceja con una sonrisa mientras mueve la caja, oyendo las gomas chocar entre si.
―¿Qué? No. Sé que te gustan.
―Y... ¿a qué hora es la cita? ―Pregunta, metiendo dos chicles de color verde a su boca.
―Debemos estar ahí antes de las 2.
―¿Debemos?
―Si prefieres ir solo está bien.
―No, está bien. Tú también eres el padre ―El omega le sonríe tiernamente, acariciando su pancita. Soobin muerda su labio inferior, mirando hacia otro lado; sintiendo como su alfa aullaba en su interior, emocionado como cada vez que ve al omega hacer eso.
⋆ ✧ ⋆ ✧ ⋆
Caminan por la acera, con el sol chocando contra sus cuerpos. Yeonjun va adelante, observando en silencio el panorama solitario que los rodean. Soobin lo sigue un par de pasos detrás de él, cargando las mochilas de ambos. Tienen suerte de que el consultorio donde sería la cita no estuviese a más de tres cuadras lejos de la escuela. El médico que los atendería era amigo de los padres del azabache, así que Soobin supuso que es alguien de confianza, su misma madre se lo había recomendado.
―Es aquí ―el alfa dice, indicando una entrada de color blanco.
Yeonjun asiente y entra, empujando la puerta de cristal. Dentro del reducido lugar, está adornado con cosas para bebés, sillas para esperar y un escritorio donde se encuentra una secretaria. Hay niños pequeños, bebés en brazos de sus madres o padres y gente embarazada. El castaño toma asiento en una silla y Soobin se sienta a su lado, pero en el suelo, porque no había otro lugar disponible.
15 minutos después ya están entrando a la sala, donde un hombre canoso y de baja estatura les recibe. Parece ser beta, ya que no perciben ningún aroma además del característico de los consultorios.
―Buenas tardes, chicos. Me presento, soy el doctor Shin y antes que nada, soy beta ―aclara―. Tengo que decirlo, a veces los alfas son muy celosos y creen que soy otro alfa tocando a su omega. Como sea, por favor, recuéstate aquí.
El doctor le señala la camilla a Yeonjun y él obedece. Soobin se abstiene a gruñir cuando el doctor sube la camiseta del omega hasta la altura de su pecho. La barriga de Yeonjun es saltona, su tez acanelada luce estirada y suave a simple vista. Los dedos del alfa pican por posarse ahí y acariciar toda la piel expuesta.
―Empecemos ―el hombre mayor unta un gel en la panza del omega, oyendo como éste suelta un pequeño quejido poniendo al lobo de Soobin en alerta―. Lo lamento, olvidé decirle que estaba frío, mi culpa.
Soobin toma su labio inferior entre sus dientes y lo aprieta, mirando la pantalla y tratando de entender algo. ¿Eso servía o está averiada?
―Aquí está ―el doctor dice―. Veamos... diecisiete semanas, ¿bien? ―El omega asiente en acuerdo―. Parece medir unos... 13 centímetros, muy buenos, pero se ve algo delgado, ¿te has alimentado bien? Parece que no ―se contesta solo.
Aún así, Yeonjun niega. En el tiempo que vivió con Soobin, nunca tuvo una comida buena o nutritiva.
―¿Lo has sentido moverse? ―vuelve a negar―. Está bien, apuesto que en estos días deberás empezar a sentirlo.
El doctor siguió explicándole un par de cosas a Yeonjun sobre cambios, síntomas y cuidados, pero sinceramente, Soobin no prestó mucha atención, estaba muy ocupado mirando la grande sonrisa en el rostro de Yeonjun y sus ojos brillando de alegría de al fin "ver" a su bebé. El señor Shin le recetó unas vitaminas al omega para reforzar la salud y peso del bebé.
―¿Ahora qué? ―Yeonjun pregunta, jugando con el borde de su camisa y mirando al suelo. Hacía sólo instantes que había terminado la consulta y ahora se encontraban fuera del lugar, sin saber que hacer.
―¿Tienes hambre? ―Soobin patea una piedra.
―Si, un poco.
―Quieres... ¿quieres ir a comer algo?, tengo algo de dinero y-
―No, tranquilo. En casa de mi madre puedo comer bien, ¿quieres venir? ―Le sonríe, tomando un sorbo de la botella de agua que le regalaron ahí dentro.
―¿Seguro?, pensé que estabas molesto.
―Ah, sí. Lo estoy, pero mamá dice que un plato de comida no se le niega a nadie.
—Está bien, entonces —acepta, mirando su reloj, su hora de trabajo ha pasado ya y sabe que cuando vaya, su jefe le gritaría como muchas veces ocurrió.
Antes de tomar el autobús, pasan por una farmacia a comprar las vitaminas para Yeonjun, él lo agradece, olvidando su enojo y abrazando a Soobin, su aroma saliendo más dulce embriagando al contrario. El alfa no se queja, es más, se deja abrazar por cuanto el omega quiere. Después de soltarse, tomaron camino a casa del castaño.
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