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Capítulo doce

     Después del beso, Johnny no dijo mucho, nada en realidad. Sólo había sonreído a medias para Mark, le tomó la mano y lo encaminó a su casa. Para el rubio estuvo bien, ese era un pequeño gran avance, sabe que tampoco Johnny va a estar besándolo a cada rato. El Alfa necesitaba acostumbrarse a la idea de que eran Alfa-Omega.

     Para el miércoles, Johnny estaba más pegajoso que nunca. En el receso se pasaba con la cabeza enterrada en su cuello, olfateando. Gruñía cada vez que alguien le hablaba al más bajo, no importaba si era Beta o un Omega como él. Mark no se quejaba, por él estaba perfecto así.

     Ahora están sentados en las mesas de la cafetería, Yuta también está, porque dijo que ahora eran sus nuevos amigos. Johnny no lo soportaba, él era el que más le hablaba a Mark y lo estaba provocando.

     —Ehh, Johnny —Mark acaricia la mejilla del Alfa, llamando su atención, también hace que el azabache ronronee—, ¿puedes ir a comprarme una malteada?

     —Que vaya Yuta —aspira fuerte.

     —Pero no creo que quieras que otro Alfa me compre cosas...

     —Está bien —molesto de tener que dejar el calor del Omega, se levanta, yendo a la caja.

     Mark voltea hacia Jaehyun, alzando su ceja.

     —Es su celo —dice obvio—. Se está acercando y necesita olerte para que a la hora de, bueno ya sabes, hacerlo, su Alfa te reconozca y no te haga daño.

     —Oh —asiente en compresión—. ¿Crees que Johnny lo quiera pasar conmigo? ¿O llamará a alguien?

     —Pienso que primero te dirá que no porque tendrá miedo de lastimarte. Pero si tú quieres pasarlo con él y lo convences de que no te hará nada... tal vez lo logres.

     —Y si no pasa, ¿llamará a alguien?

     Jaehyun niega.

     —No lo creo —toma un chocolate, de esos que Johnny le regaló a Mark y el rubio le da un manotazo, pero el Alfa aun así no lo soltó—. Su Alfa se volvería loco de oler a otro Omega que no seas tú. Así que, si no eres tú, no es nadie.

     Jaehyun termina de comer el chocolate y a Mark ya no le importa. Muerde sus uñas, pensando; el hecho que Johnny no llame a nadie más lo calmaba un poco, pero sabiendo el dolor que iba a sufrir, lo alteraba de nuevo. Tenía que convencerlo.

     —Toma —el Alfa azabache deja la malteada de vainilla en la mesa, sentándose a su lado y poniendo su cabeza sobre su hombro.

     —Gracias, Johnny. ¿Cómo sabías que ésta era mi favorita?

     El azabache gruñe.

     —Era la única que había.

     Mark ríe por lo bajo, sabía que era muy bueno para ser verdad.

.

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     Empaca sus pantalones nuevos en su mochila, esos que tienen el elástico. Y también unas cuántas camisas y suéteres más.

     —Estoy listo, má —grita, bajando las escaleras.

     Su madre está en la sala, leyendo una revista de chismes. Cuando lo ve, sonríe y se acerca para besar su mejilla.

     —Mi bebé está creciendo.

     —Gracias, má. Yo-

     —No tú, Markie—pone las manos sobre el estómago del Omega—, este bebé.

     Mark rueda los ojos.

     —Tranquilo, Markie. Tú siempre vas a ser mi bebé número uno —ayuda a su hijo con las cosas que carga—. Vamos, tengo que llevarte.

     Ellos se van, ambos con sonrisas en sus rostros. Sooyoung estaba feliz de que su hijo arreglara las cosas con el Alfa. Ahora se veía feliz y mejor, eso a la Beta le hacía bien.

     —Cuídate mucho, amor. Cualquier cosa, estamos para ti —acaricia los cabellos rubios de su hijo.

     —Gracias, mamá —como puede, la abraza, o al menos lo intenta.

     Mark camina a la entrada y espera a que su madre se vaya para tocar la puerta.

     —¿Se te perdió algo, niño? —Johnny pregunta, apoyando su cuerpo en el umbral y cruzando sus brazos.

     —Ehh, sí. Un Alfa de cabello azabache, alto y que es algo estúpido. Nunca piensa lo que dice y es un idiota, ¿sabe dónde puedo encontrarlo?

     Johnny sonríe, asintiendo y haciéndose a un lado para que Mark entrara.

     —Justo iba a ir a tu casa —dice y toma las mochilas de Mark, llevándolas a la habitación.

     —¿A qué?

     —A verte, ¿a qué más? —Las deja sobre la cama.

     Mark sonríe en grande, arrugando su nariz.

     —¡Oh, Johnny! —Chilla—. ¡Éste sí debes sentirlo!

     Pone sus manos en la panza del Omega, ahora si siente los movimientos de su bebé. Están por todos lados y él apenas los siente como roces.

     —¡Ouch! —Se queja Mark, tocando donde fue el último golpe—. ¡Ese si dolió! Espero que no seas igual de animal que tu papá.

     Y Johnny se permite reír en alto.

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.

.

     —No quiero ir, Johnny. No así —lloriquea, tirándole una camiseta en la cara al Alfa.

     —Entonces no vamos y ya.

     —¡P-Pero es mi amigo! Y se sentirá mal si no voy —hace un berrinche y, por último, cruza sus brazos sobre su pecho con un puchero.

     —Eres un dramático —le devuelve la camisa y lo ayuda a ponérsela. —Apuesto que Yuta entenderá que no quieres ir.

     —Es que, si quiero ir, pero no así —seca sus lágrimas.

     —Oh, bueno, tampoco es como si pudieras dejar de estar embarazado unas horas.

     —Me duelen los pies y la espalda me mata —se sienta en la cama, alzando su pierna lo más que puede para que el más alto le pusiera los tenis—. No puedo ni ponerme los zapatos yo solo, soy un desastre.

     —Un desastre con un bebé dentro.

     —¡John Suh! Eso sonó mal.

     El azabache termina su trabajo de amarrar los cordones. Estando listos, ayuda a Mark a pararse y éste gime.

     —No tardaremos tanto, ¿sí? —Johnny lo pega a su pecho, escuchando como el Omega dejaba un beso ahí.

     —¿Lo prometes?

     Inseguro, el Alfa besa la cabeza del más bajo.

     —Claro, ahora tenemos que irnos.

     Esta vez, Sunmi hizo el préstamo de su auto para que fueran más cómodos y seguros a la fiesta de su sobrino. En el camino, Mark cantó, lloró y rio por todo lo que decían en la radio. Johnny sólo sobaba sus sienes, calmándose y diciéndose que pronto acabaría. Las hormonas del Omega estaban más disparadas que nunca.

     —¿Escuchaste eso, Johnny? —Mark solloza—. El señor dijo que pudieron salvar a los gatitos.

     —Mark, era un comercial del gobierno.

     —Estoy tan orgulloso de nuestro presidente.

     —Es candidato a serlo.

     —Bueno, ¿me vas a dejar llorar o no? —Ahora suena molesto.

     Johnny apaga la radio y estaciona el auto donde lo cree más seguro. La fiesta era una casa rentada, no podía ser en la del Alfa del cumpleaños porque ahí estaban sus padres.

     Entrando, Mark se tapa los oídos por la música, tenía que caminar entre toda la gente para llegar hasta el patio trasero, donde Yuta les dijo que estarían. Johnny les gruñe a todos los que chocan con el Omega, y ellos se alejan, pidiendo perdón. Y cuando llegan al lugar, el azabache es el primero en tomar asiento.

     —Hola, chicos —Mark ondea su mano—. Ay —se queja, cayendo sobre el firme regazo de Johnny.

     —Entonces... —Doyoung comienza—. Nunca nos dijeron que iba a ser el lobito.

     —Oh, sí. Es un niño —Mark sonríe.

     —¡Mierda, sí! —Ten celebra—. Soy tan bueno en esto de las apuestas, debería dedicarme a eso. Vamos, Doyoung, págame.

     —No te daré nada, Ten —bebe de su vaso—. Ahora no tengo dinero.

     —Iré a buscar más de beber, ¿alguien quiere? —Jaehyun ofrece y todos comienzan a pedir. —¿Johnny?

     —Voy contigo.

     Mark se levanta, dejando que el Alfa se vaya con su amigo.

     —¿Cómo están las cosas con Johnny desde que volviste?

     —Normales... ya no es grosero como antes y ahora ayuda a hacer las cosas en la casa.

     —Eso se oye bien, Markie —Doyoung lo abraza por los hombros—. Me alegra saber que las cosas están yendo mejor para ti.

     —Gracias, Doyoung.

     Dentro de la casa, Johnny y Jaehyun están en la barra, esperando su turno para pedir sus bebidas.

     —Estás perdido de nuevo, amigo.

     —Lo sé —asiente, lentamente—. Mi celo es mañana.

     —Está bien, Johnny. Sólo tienes que decirle a Mark.

     —Tengo miedo, Jaehyun. Tiene 6 meses, no quiero lastimarlo y arruinarlo.

     —Tranquilo, no le harás nada.

     —Pero-

     —Ya basta. Tienes que aceptar que Mark es tu Omega.

     Johnny parece pensarlo un momento, pero al final, con la cabeza gacha dice que sí.

     —Entonces confía en ti y en que no le harás daño.

     Pero no confiaba ni un poco en sí mismo.

.

.

.

     Johnny y Mark dejaron la casa cerca de la 1 a.m., porque comenzó a hacer frío y eso podía hacerle mal al Omega. Ahora están en la cama, durmiendo. Bueno, Mark lo hace, el azabache se mantiene despierto. Su cuerpo ha comenzado a sentirse caliente y no sabe cómo despertar a Mark para decirle que lo llevará a casa.

     —Mark... Mark —lo remueve, parándose de la cama.

     —¿Qué pasa? ¿Qué hora es? —Refriega sus ojos, también poniéndose de pie.

     —Son las cinco con cinco. Te llevaré a casa, abrígate.

     —¿Por qué, hice algo mal?

     —No, no. Es mi celo.

     —Oh, bueno. Si quieres-

     —Quiero estar solo, Mark.

     —¿Por qué? —Toma las mejillas del Alfa, acercando sus rostros.

     —No quiero lastimar al bebé o a ti.

     —No lo harás.

     —¿Cómo puedes estar tan seguro? —Gime, sintiendo la cercanía del Omega.

     Mío. Su Alfa también gime.

     —Porque tú eres mi Alfa —roza sus narices—. Y los Alfas no lastiman a sus Omegas.

     Nuestro. Johnny le contesta.

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