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Capítulo diecisiete

     La sala de espera está llena, al parecer su hijo no era el único en llegar hoy. Tiene la mochila del bebé, aplastada contra su pecho; sus padres y los de Mark estaban en camino. Antes de que metieran al Omega para la operación, el doctor prometió hacer todo lo posible para no complicar las cosas en cuestión a la marca que Mark no tiene.

     —Johnny, ¿está todo bien? —Su madre entra, tomada de la mano de Kibum. Ella se acerca y acaricia su cabello.

     —Johnny, mira como traes tus brazos —su padre los acaricia. Están rojos y llenos de marcas.

     —Perdón.

     —Está bien —besa su cabeza y se sienta a su lado—. ¿Cómo está?

     —No me han dicho nada.

     —¿Lleva mucho ahí?

     —Como una hora.

     —No te preocupes, Johnny —el Omega acaricia su espalda con cariño—. Yo tampoco estaba marcado cuando te tuve y aquí estamos.

     Si eso debiese tranquilizar al Alfa, entonces no lo hace. Los padres de Mark llegan unos pocos minutos después, luciendo felices y preocupados a la vez.

     —Buenas tardes —dicen, sentándose en las bancas de enfrente.

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     —Está bien y tranquilo. Al principio su ritmo cardíaco se aceleró, pero logramos mantenerlo. El bebé está en revisión, en poco lo llevarán a la habitación —el doctor-Beta, le informa—. El Omega está descansando, espere un rato al horario de visitas para poder pasar.

     —Está bien, muchas gracias. ¿A qué hora es?

     El doctor revisa su reloj.

     —Oh, ahora. El tiempo se me pasó volando, sólo llene unas cosas con la enfermera de ahí —apunta—, y así podrá pasar.

     Johnny va hasta ahí y le preguntan cosas sencillas como su nombre y qué relación tenía con el paciente. Poco tiempo después ya lo están llevando con su Omega.

     —¿Mark? —Entra con cuidado.

     Las luces están apagadas, sólo la lámpara a un lado de la camilla está encendida.

     —Está dormido aún —la enfermera habla, susurrando—. No debe tardar en despertar.

     Johnny asiente y ella se va cerrando la puerta con cuidado. Camina despacio hasta llegar a Mark, acaricia su cabello suavemente, sonriendo. A pesar de estar dormido, luce cansado. El rubio comienza a reaccionar a las caricias del Alfa, ronroneando y buscando más contacto.

     —¿Johnny? —Su voz parece ronca y gastada.

     —Hola, amor.

     —¿Y nuestro bebé?

     —Están revisándolo, pronto vendrá.

     —¿Está mal? —Se ve preocupado.

     —No, está bien. No te preocupes.

     —Quiero verlo.

     —Yo también, Markie. Pero ¿cómo te sientes?

     —Cansado, adolorido y con ganas de ver a mi bebé.

     —¿Se puede? —La puerta se abre y la misma enfermera aparece, con un bulto amarillo entre sus brazos.

     Ambos asienten. Johnny ayuda a Mark a sentarse, con mucho cuidado. La mujer prende la luz, haciendo que todos cierren sus ojos por la claridad.

     —También odio esos focos.

     —Es muy pequeño —Mark recibe a su hijo, siendo acomodado en sus brazos.

     —Está totalmente saludable. Cincuenta y siete centímetros, siete libras. Su ritmo cardíaco está bien y... no parece tener problemas respiratorios. Como dije, saludable.

     El Alfa de Johnny aúlla en su pecho, orgulloso de su cachorrito recién nacido.

     —Esperen un momento, iré a ver unas cosas y volveré con ustedes para que el bebé coma.

     Ella sale algo apurada, pero siempre sonriente.

     —No quiero que me veas hacerlo —Mark acaricia la piel de su hijo, mientras se sonroja y baja la cabeza.

     —Pero yo quiero estar.

     —No, Johnny. Es vergonzoso.

     —Para ti todo es vergonzoso —gruñe—. Estarás alimentando a nuestro hijo, no le veo nada de vergüenza.

     —Pero-

     —No saldré, Mark.

     —No te vayas a burlar.

     —¿Por qué lo haría? —Se acerca a ellos, abrazándolos—. ¿Estás feliz?

     —Sí, mucho —recarga su cabeza sobre el pecho de su Alfa—. ¿Y tú?

     —Más que nunca.

     La mujer, al parecer Beta también, vuelve -lista para instruir a Mark sobre como alimentar a su hijo-.

     En todo momento, Mark estuvo sonrojado, viendo de reojo que el Alfa nunca le quitó la mirada de encima y también estuvo sonriendo. La Beta le dijo al Omega como debía acomodar al bebé para que los dos estuviesen cómodos, él estuvo muy agradecido con eso, porque sólo no hubiese podido. Cuando está listo, el mismo bebé comienza a olfatear y lloriquear, buscando algo para succionar.

     —Ay —Mark se queja, cuando el recién nacido comienza a comer.

     Una imagen que Johnny atesorará para toda su vida.

     —¿Cómo le vamos a poner? —Johnny pregunta horas después, cuando su hijo se encuentra durmiendo en una cuna del hospital, a un lado de la cama de Mark.

     —Ugh. Es la parte difícil.

     —Veamos... Papá me dijo algunos —Johnny suspira y toma asiento en la cama, a un lado del Omega—. Dijo que me iban a poner Hwan.

     —No tienes cara de Hwan.

     —Lo sé.

     —¿Qué tal Sungchan? Porque es un Ángel, ¿verdad que sí? —Johnny sonríe, al ver como el Omega acaricia con la punta de su nariz la cabecita de su cachorro.

     —Mamá también me dijo el mismo.

     —¿En serio? —sorprendido, ve a Johnny con su mirada brillante.

     —Sí, creo le queda bien ese nombre.

     Mark sonríe, complacido con el bonito nombre de su bebé; pero su sonrisa se ve arruinada cuando los labios de su Alfa se unen a los suyos

     —Cuando salgamos de aquí y estés recuperado —el azabache habla cerca de su oído—, te haré la marca más bonita.

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