Capítulo catorce
—Johnny, ¿podrías, por favor, dejar de untar tu maldito pene contra mi muslo?
—Mmm, no —gime y muerde el hombro delgado del Omega.
—Tu celo fue hace dos días.
—¿Y?
Mark ríe, apretando el miembro del azabache, él gime.
—Haz eso otra vez.
—¡No seas asqueroso! —le pega. —Párate o suéltame. Debemos ir a la escuela. Hoy es nuestro último día.
—Ve tú. Yo estoy harto de toda esa gente —se acomoda, soltando a Mark y abrazando su almohada.
—Vamos, Johnny —lo mueve—. Por favor.
—No.
—Voy a contar hasta tres.
—Hasta mil, si deseas. No iré.
—Uno.
—Lárgate.
—Dos.
—Eres insoportable —se levanta, caminando al baño, con la risa de Mark siguiéndole por la espalda.
—Tres —el Omega cierra la puerta detrás de él.
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Después de una larga ducha -compartida-, ambos salen y se visten para su último día de preparatoria.
—Estoy feliz y triste a la vez —Mark junta sus manos, caminando por los pasillos, mirando a todos lados.
—Odio a todos, así que estoy feliz —a su lado, Johnny dice.
—No puedes ser tan agrio, Johnny —le da su mochila porque su espalda ha comenzado a doler—. Deberías apreciar a la gente que el destino pone en tu camino.
—Aprecio más a la que me quita —abre su casillero, masticando el chicle que el rubio le dio en el autobús.
—Ugh, no seas así —hace un puchero.
—Soy así, lo siento, no puedo cambiar.
—Bueno —encoge sus hombros, sacando un chocolate de su mochila—. ¿Irás al trabajo hoy?
—Me quedaré en casa —le quita el chocolate a Mark y se lo come, de un solo bocado.
—¡Oye!
—Mucho azúcar.
Cada uno va a su clase correspondiente, según la clase que le tocaba. Mark compartía esa con Ten. El tailandés era una gran compañía y más aún cuando no había nada qué hacer. Como era el último día, los maestros no podían marcar tareas o hacer alguna actividad. Las calificaciones ya estaban dadas, o al menos la mayoría. Mark sentía frío por más que no hubiera, pero quería sentir el calor de Johnny cerca. El maestro dice que pueden salir y hacer lo que sea, siempre y cuando no saliesen del colegio.
Mark, junto con Ten van al comedor. La mayoría de los alumnos de último año están ahí, todos lucen felices de por fin haber terminado la escuela.
—¿Es ahora cuando todos se ponen a bailar? —Yuta llega, sonriendo—. We're all in this together.
Canta, tratando de hacer el baile final en High school musical.
—No seas idiota, Yuta —Mark ríe—. ¿Irás al baile esta noche?
—Claro que sí, mis padres me dieron permiso porque pasé álgebra —abraza al Omega—. Muchas gracias, Markie.
—De nada —le devuelve el abrazo.
—Te quiero lejos de mi Omega ahora mismo.
—Como digas, primito —el Alfa menor se aleja. Revuelve el cabello de Mark sólo para molestar al azabache.
—¿Irás con alguien? —Ten le pregunta.
—Nahh.
—Ven, Mark, vamos a conseguirte algo de comer.
—¡Yaay! —Aplaude, siguiendo a Johnny.
Johnny le compra a Mark un poco de fruta con miel y un yogurt para beber. El rubio no se refería a eso, pero bueno, comida era comida. En su último día no hicieron nada más que platicar y recordar viejos momentos. Mark sentía nostalgia, Jaehyun, Ten y Doyoung tenían planes de ir a la Universidad y no eran precisamente en Seúl.
—Entonces... ¿Se irán? —El Omega limpia sus mocos con la servilleta que Johnny le da—. ¿Nos van a dejar? ¿Mi bebé no tendrá tíos?
—Dios, Mark. Eres un llorón de lo peor —Johnny niega, divertido.
—Lo siento, es que esto me pone muy sentimental.
—Jaehyun, recuérdame nunca quedar embarazado —Doyoung dice.
—A mí también —ahora es Ten.
—Tú no puedes —Yuta le recuerda.
—Pero sí puedo dejar a alguien —guiña el ojo.
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Por la tarde, Mark ha tomado otra ducha. Su cuerpo ha decidido cambiar de temperatura cuando quiera, de nuevo. Con su cabello húmedo, vistiendo unos bóxers y una camiseta vieja -de Johnny-, comienza a buscar su mochila. Una que llevó hace poco y donde guardaba su ropa bonita. No se pondría un traje esa noche, con su barriga así, se vería ridículo. La encuentra, en la parte de arriba del armario. Odia que Johnny sea más alto que él y la haya puesto ahí.
Va a la cocina por una silla, la arrastra hasta la habitación y con cuidado, sube. Jala la mochila, haciendo que caiga al suelo junto con una bolsa negra de super. Extrañado, Mark se baja de la silla, agachándose para recoger sus pertenencias y la bolsa esa. Se sienta en la cama y la abre, dentro hay dinero, bastante. Johnny tenía dinero y mucho. Mark podía contar 110 mil wones, al menos.
—¡Mark! —Oye la voz del Alfa entrar a la casa—. Ya llegué. ¿Dónde mierda estás? —Su voz se va acercando hasta llegar a la habitación.
—¿Para qué tienes tanto dinero? —Es lo primero que pregunta.
Johnny le quita la bolsa de su regazo, la amarra de nuevo y la tira a donde estaba.
—Creí que no tenías.
—Iba a servir para algo.
—¿Para qué? Exactamente.
—Quería pagarte el viaje de graduación, pero cuando al fin tenía todo el dinero ya estaban cerrados los cupos y el último día de pago había pasado. Así que decidí seguir ahorrando para el bebé.
—Oh... eso es lindo.
—Lo sé.
—Egocéntrico.
—Tengo mis razones.
—Entonces... —Mark avanza, quedando frente a él, picando su estómago—. Ibas a hacer algo romántico para mí.
—¿Qué le ves de romántico a eso, Mark?
—Déjame soñar.
—Sí, sí —besa los labios del Omega—. Pero no sueñes tanto porque tenemos que ir a ese estúpido baile.
—Cierto, ¿a dónde fuiste?
—Por ahí —entra al baño para ducharse.
Mark come un poco de frituras en la sala, mirando la televisión y oyendo la regadera correr. Cuando su bolsa de papitas se acaba -lo cual le pone triste- se lava las manos y comienza a buscar la ropa que se pondría para el baile.
—¿Sabes? Para ir al baile tienes que vestirte mucho —horas después, Johnny dice, viéndose al espejo y abrochando su cinturón—. Y para quedarnos en casa no hay que usar nada, sí entiendes lo que digo, ¿cierto?
—Lastimosamente lo hago —Mark acomoda su camiseta, empujando al Alfa para ver como lucía, frente al espejo—. ¿Crees que es mejor ésta o la negra?
—¿Qué negra? Casi todas tus camisas son negras.
—Me hacen ver delgado.
—Eres delgado normalmente, ahora sólo estás embarazado.
—Como digas, señor vientre marcado.
—Está en mi naturaleza, Mark. En la tuya está ser relleno, lo sabes.
—¿Qué hay de Ten? Él tampoco es Alfa, come mucho y es delgado.
—Es Beta. Los Betas pueden hacer lo que quieran, esa es su naturaleza.
—Entonces odio la mía —cruza sus brazos y frunce su ceño.
—Oh, que lástima —Johnny besa sus rosados labios, largamente, sacando suspiros en el más bajo—. A mí me encanta.
Antes del famoso baile, hay una ceremonia, una a la cual asisten los familiares de los graduados. Los padres de Mark y Johnny se están conociendo y parecen caerse bien. El Alfa se pavonea, orgulloso, cuando a su Omega le entregan un reconocimiento y diploma con uno de los mejores promedios. Mark sube al escenario con ayuda del Alfa. Sus maestros lo felicitan por sus logros y el bebé. Algo tarde, sí.
—Te tengo algo —Johnny dice, buscando en los bolsillos de su pantalón.
—¿Es por lo que saliste hoy en la tarde?
—Ajá.
Saca una cajita transparente y de plástico. Dentro hay una flor azul con brillos y destellos verdes, artificial. Mark abre la boca, llevándose las manos al pecho. Era una costumbre entregarle una flor y amarrársela al Omega en la muñeca, ya sea mujer u hombre, para hacerlo el emparejamiento oficial.
—Johnny, yo-
—¿Me vas a dejar ponértela? —Alza una ceja, viendo al Omega asentir repetidas veces.
—Mierda, sí, sí.
Extiende su brazo derecho, dejando al Alfa amarrar el listón negro.
—Listo.
Mark abraza al más alto con pequeñas lágrimas en sus ojos y su vientre entre ellos.
—Está pateando mucho —Mark dice, riendo.
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