Capítulo diecisiete
Maratón 2/3
La sala de espera está llena, al parecer su hijo no era el único en llegar hoy. Tiene la mochila del bebé, aplastada contra su pecho, sus padres y los de Lisa estaban en camino. Antes de que metieran a la rubia para la operación, el doctor prometió hacer todo lo posible para no complicar las cosas en cuestión con la marca que Lisa no tenía.
—Jennie, ¿está todo bien? —su madre entra, tomada de la mano de Sehun. Ella se acerca y acaricia su cabello.
—Jen, mira como traes tus brazos —su padre los acaricia. Estan rojos y llenos de marcas.
—Perdón.
—Está bien —besa su cabeza y se sienta a su lado—. ¿Cómo está?
—No me han dicho nada.
—¿Lleva mucho ahí?
—Como una hora.
—No te preocupes —el omega le acaricia la espalda con cariño—. Yo tampoco estaba marcado cuando te tuve y aquí estamos.
Si eso debería tranquilizar a la alfa, entonces no lo hace. Los papás de Lisa llegan unos pocos minutos después, luciendo felices y preocupados a la vez.
—Buenas tardes —dicen, sentándose en las bancas de en frente.
—Está bien y tranquilo. Al principio su ritmo cardíaco se aceleró pero logramos mantenerlo. El bebé está en revisión, en poco lo llevarán a la habitación —el doctor le informa—. La omega está descansando, espere un rato al horario de visitas para poder pasar.
—Okay, muchas gracias. ¿A qué era es?
El doctor revisa su reloj.
—Oh, ahora. El tiempo se me pasó volando, sólo llene unas cosas con la enfermera de ahí —apunta—. Y podrá pasar.
Jennie va hasta ahí y le preguntan cosas sencillas como su nombre y que relación tenía con la paciente. Poco tiempo después ya la están llevando con su omega.
—¿Lili? —entra, con cuidado.
Las luces están apagadas, sólo la lámpara a un lado de la camilla está prendida.
—Está dormida aún —la enfermera habla susurrando—. No debe tardar en despertar.
Kim asiente y ella se va, cerrando la puerta con cuidado. Acerca sus pasos hasta llegar a Lisa, acaricia su cabello suavemente, sonriendo. A pesar de estar dormida, luce cansada. La tailandesa comienza a reaccionar a las caricias de la alfa, ronroneando y buscando más contacto.
—¿Nini? —su voz parece ronca y gastada.
—Hola, amor.
—¿Y nuestro bebé?
—Están revisándolo, pronto vendrá.
—¿Está mal? —se ve preocupada.
—No, está bien. No te preocupes.
—Quiero verlo.
—Yo también, Lili. Pero, ¿cómo te sientes?
—Cansada, adolorida y con ganas de ver a mi bebé.
—¿Se puede? —la puerta se abre y la misma enfermera aparece, con un bulto amarillo entre sus brazos.
Ambas asienten. Jennie ayuda a Lisa a sentarse, con mucho cuidado. La mujer prende la luz, haciendo que cierren sus ojos por la claridad.
—También odio esos focos.
—Es muy pequeño —Lisa recibe a su hijo, siendo acomodado entre sus brazos.
—Está totalmente saludable. 57 centímetros, 7 libras. Su ritmo cardíaco está bien y... No parece tener problemas respiratorios. Como dije, saludable —la alfa de Jennie se hincha en su pecho, orgullosa de su cachorrito recién nacido—. Esperen un momento, iré a ver unas cosas y volveré con ustedes para que el bebé coma.
Ella sale algo apurada, pero siempre sonriente.
—No quiero que me veas hacerlo —Lisa acaricia la piel de su hijo, mientras se sonroja y baja la cabeza.
—Pero yo quiero estar.
—No, Jen. Es vergonzoso.
—Para ti todo es vergonzoso —gruñe—. Estarás alimentando a nuestro hijo, no le veo nada de vergüenza.
—Pero-
—No saldré, Manoban.
—No te vayas a burlar.
—¿Por qué lo haría? —se acerca a ellos, abrazándolos juntos—. ¿Estás feliz?
—Sí, mucho —recarga su rubia cabeza sobra el pecho de su alfa—. ¿Y tú?
—Más que nunca.
La mujer, al parecer beta, vuelve, lista para instruir a Lisa sobre como alimentar a su hijo.
En todo momento, Lisa estuvo sonrojada, viendo de reojo que la alfa nunca le quito la mirada de encima y también estuvo sonriendo. La beta le dijo a la omega como debía acomodar al bebé para que los dos estuviesen cómodos, ella estuvo muy agradecida con eso, porque sola no hubiese podido. Cuando está lista, el mismo bebé comienza a olfatear y lloriquear, buscando algo para succionar.
—Ay —Lisa se queja, cuando el recién nacido comienza a comer.
—¿Cómo le vamos a poner? —Jennie pregunta horas después, cuando su hijo se encuentra durmiendo en una cuna del hospital, a un de la cama de Lisa.
—Ugh. Es la parte difícil.
—Veamos... papá me dijo algunos.
—A ver...
—Dijo que a mi me iban a poner Mika.
—No tienes cara de Mika.
—Lo sé.
—Jaebum. ¿No es lindo?
—Mamá dijo Suji.
—Es lindo, me gusta.
—Okay, queda bien.
Lisa sonríe, complacida con el bonito nombre de su bebé. Su sonrisa se ve arruinada cuando los labios de su alfa se unen a los suyos.
—Cuando salgamos de aquí y estés recuperada —la coreana habla cerca de su oído—. Te haré la marca más bonita.
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