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Capítulo dieciocho

Maratón 3/3

Lisa salió del hospital una semana después del nacimiento de Suji. Ambos estaban bien y Lisa comenzaba a recuperarse muy bien gracias a los cuidados que su alfa le daba.

Ahora han pasado dos meses. El cabello de Suji es castaño oscuro y algunas hebras llegan a ser más claras. La gente siempre hacía comentarios acerca de cuánto cabello tenía el bebé. Sus ojos aun van tomando color, y porque lo que Jennie y Lisa notan, el derecho es marrón y el izquierdo es miel. Lisa no sabe si eso es bueno o malo, pero hacen ver a su bebé muy lindo.

La alfa de Jennie ha estado muy sobreprotectora estos días. Todo el tiempo se mantiene cerca de su familia, alerta de cualquier amenaza. A Lisa le encantaba.

—¡No me voy a volver vegetariana! —la omega grita, vestida en pijamas y caminando a la habitación para ver a Suji, quien había comenzado a llorar.

—¡No estoy pidiéndote eso! —Jennie dice, de igual manera—. Sólo creo que debes comer más vegetales.

—No me gustan —de la cuna, alza al bebé, pegándoselo al pecho y arrullándolo.

—A mi tampoco me encanta. Pero dberías comerlos, Lili. El doctor dijo que eran buenos para ti y Suji.

—Suji no puede comer aún.

La castaña rueda los ojos.

—Lo que quiero decir, es que todos tus putos nutrientes se los pasas al niño a través de la estúpida lactancia.

—Ew, no digas eso.

—¿Decir qué?

—Lactancia. Suena muy ew.

—Okay, no lo vuelvo a decir, pero promete que comerás más vegetales y menos dulces.

—Me gustan los dulces.

—Lo sé, Lili. Pero no es sano, no siquiera para ti.

—Okay, lo haré —se sienta en la cama, alzando su camiseta para darle de comer a Suji.

—Entonces iré a comprar cosas para el almuerzo —besa la cabeza de Lisa y aprieta, suavemente, la mejilla del bebé—. No me extrañes.

—No lo haré —la menor dice, riéndose.

Cuando cree que su bebé ha tenido suficiente, lo acomoda sobre su hombro, escuchando los quejidos bajitos de Suji, pidiendo más.

—No seas así. Eres un glotón —palmea la espalda del bebé para hacerlo eructa—. Has tenido suficiente, amor —Suji suelta un gran aire y Lisa se ríe—. Ew.

Vuelve a ponerlo en la posición original, entre sus brazos. En estos dos meses había aumentado bastante de peso y crecido unos 2 centímetros.

—No crezcas muy rápido —le dice a su bebé, y él sólo bosteza, chupando sus puños—. Vamos, Suji. Verás un poco de televisión conmigo.

Lisa siempre hablaba con su hijo cuando estaban solos, ella creía que era bueno, para que así pudiera identificar su voz y reconocerla fácilmente.

—¿Qué crees que debería de ver? —se sienta en el sillón, con cuidado de no lastimarse ni a su pequeño bebé—. ¿Una película o un documental? —Suji estornuda—. Película será.

Comienza a pasar los canales, buscando algo bueno. Cuando al fin encuentra una que llama su atención, la puerta es tocada con insistencia. Debía ser Jennie, últimamente olvidaba las llaves y su celular en casa. Acomoda a Suji, poniendo su rostro en su cuello.

De puntas, checa por la mirilla de la puerta y frunce su ceño.

—¿Si? —abre la puerta.

Fuera está un hombre regordete y de piel oscura, viste un traje y tiene gafas sobre su nariz.

—Buenas tardes, ¿es aquí el domicilio de la señorita Jennie Kim?

—Dígame que no golpeó a nadie ésta vez —ruega, cerrando los ojos.

El mes pasado, en una visita al super, un alfa se le quedó mirando a Lisa más tiempo de lo debido, haciendo molestar a Jennie, tanto que le soltó un puñetazo en la mandíbula. La castaña había ido a la comisaría por un día entero.

—Gracias a Dios no —el hombre aclara su garganta—. ¿Se encuentra ella en casa?

—Salió a comprar unas cosas, pero si gusta puede pasar, por favor.

Lisa se hace a un lado, apretando a su bebé, protectoramente.

Él agradece, sentándose en los sillones. Parecía amable, incluso elogió a su bebé, diciendo que era muy bonito.

—¿Sus ojos son diferentes? —pregunta, desde su lugar.

—Sí, eso parece... ¿Se le ofrece algo de tomar?

—Agua estaría bien.

—Espere un momento.

La omega nota a su bebé dormido, así que primero lo lleva a su cuna y después va a la cocina por el vaso de agua. Volviendo, la puerta se abre y Jennie entra, con bolsas en sus manos, alzando lo más que puede los brazos.

—¡Juro que no golpeé a nadie ésta vez!

Lisa rueda los ojos, dándole el vaso al hombre. Él bebe un sorbo y se ríe.

—Tranquila, chica. No estás en problemas.

Jennie expulsa aire contenido. Se disculpa, diciendo que volverá pronto.

—Ahora si, ¿qué pasa? —toma asiento, a un lado a su omega y frente al señor.

—Okay —de un pequeño bolso, saca una foto de tamaño considerable—. ¿Conoce a ésta chica?

Lisa frunce el ceño, viendo la foto. Ya la había visto en algún lado, nunca olvidaría esa estatura tan bajita, pero... ¿de dónde?

—Oh —la rubia habla—. Yo una vez la vi en el super mercado.

—¿Qué? —Jennie voltea a verla.

—Fue hace mucho tiempo.

—Debió serlo —el hombre guarda la foto—. Kim Yerim, 19 años de edad, omega —ella dice—. Hace una semana la encontraron muerta en su departamento en Busan.

—Y... ¿yo qué tengo que ver? —la alfa comienza a desesperarse.

Lisa aprieta su mano, buscando calmarla.

—Ella firmó, en una carta de suicidio, que dejaba la custodia total de la pequeña Huiyeon en manos de usted.

—¿Quién es ella?

—Kim Huiyeon. Hija única de Kim Yerim —del mismo bolso, saca una hoja papel, parece ser arrancando de un cuadernillo de notas—. Ahí mismo dice que usted es la otra madre y la única manera de salvar a la niña era así. Vivían con una alfa que las maltrataba.

—Ella no es mía —le devuelve la carta, enojada y con los ojos húmedos—. Ella tuvo un aborto.

—Al parecer no, señorita Kim.

—Yeri tiene padres, que se la den a ellos —suelta con rudeza.

—Jen, calma —Lisa posa una mano en su pecho, sintiendo como su corazón latía acelerado.

—Eso es posible, sí. Después de hacer pruebas de maternidad, a las cual usted está obligada.

—No pueden hacer eso. Es mi cuerpo.

—Mire, señorita, joven, lo que sea. Veo que usted y su omega tiene un bebé, ¿vale? —Jennie asiente—. Imagino que los quiere, más que a nada en el mundo —la alfa asiente nuevamente—. Imagine, que la pequeña Huiyeon no es ella, sino el bebé. Usted no sabe cuanto ha sufrido, total, si las pruebas salen negativas, usted no habrá perdido ni ganado nada.

Jennie voltea a ver a Lisa, quien le sonríe y asiente.

—Está bien.

—Perfecto —el moreno sonríe, ahora, sacando otros papeles para que la alfa firmara.

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