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Capítulo 7: Una aventura nos aguarda

En ocasiones debemos quedarnos quietos un momento, cuestionar nuestras futuras acciones, como afectaran a nuestro entorno y luego actuar.



Porsha:


La mochila con los empaques necesarios esperaba lista, recostada en el armario de Sebastián.

Las cortinas verdes de la ventana impedían que la luz se colara, dándole un toque melancólico al ambiente.

El cuerpo de mi hermano descansaba arropado por las sábanas. Su aspecto se percibía deteriorado. Unas ojeras violáceas surcaban su rostro y los marcados pómulos comenzaban a hacer acta de presencia.

- En un rato debo irme. - Mi voz salió en un susurro. Habían muchos temas por debatir y verle postrado en la cama me quitaban los deseos de hacer preguntas incomodas.

- El chico de cabello oscuro, con el que me topé en la entrada. - Habló pausado, tomando una respiración corta para cada palabra. Se le notaba exhausto, con el interés puesto en los objetos de la habitación. - Y la supuesta enfermera que me trajo, son demonios ¿No es así?

Mencionó lo último con un atisbo de molestia.

- Se sobre el pacto que estableciste con Ipeck. - Usé el mismo tono de antes, no quería que se sintiera acusado.

- Entonces estás al tanto de que las cosas no acaban con un final feliz. - Esta vez sí me observó. Fue demandante, exigiendo que acabara con esa locura.

Me senté en el borde de la cama, buscando su mano para retenerla y tener un contacto íntimo.

- Ambos cometimos errores, y es mi turno de enmendarlo.

- Sé que esto es mi culpa. - El mar de sus ojos pronosticaba una tormenta, y no tardo mucho para que comenzara a llover. - Quería ser fuerte, ser aquel mástil del cual pudieras agarrarte. Y funcionó al inicio. Ahora mírame, estoy peor que en el comienzo.

Los comentarios fueron ahogados por un nudo en la garganta. La muerte de nuestros padres causó estragos emocionales en ambos. Durante esa etapa divagaba con una sonrisa vacía en el rostro. Verlo tan optimista y seguro en ese entonces, me reconfortaba. Sus abrazos se convirtieron en la fortaleza que necesitaba.

Sebastián trataba de manipular un océano de lágrimas incontrolables. No lo soporté más. Me uní en su sentimiento, envolviéndolo contra mis brazos. Liberó parte de su tristeza contra mi hombro, notando el tacto las gotas que humedecían parte de la ropa.

- No es tu culpa. - Mis dedos acariciaron los mechones castaños de su cabello. - Saldremos de esta, te pondrás bien y dejaré este trabajo.

Una tos de su parte interrumpió el momento. Mi hermano se estremecía, recuperándose hasta donde la enfermedad se lo permitiera. Al acabar, sus manos buscaron apoyo en mis hombros, observándome.

-¿Confías en mí? - Le dije. Una sonrisa de boca cerrada me sirvió como confirmación.

- Hay una misión. - Hice una pausa. Lo que le iba a decir no sería fácil. - Con ella comenzaré a pagar tu tratamiento. Queda algo lejos, pero regresaré pronto.

- ¿Cuánto demorarías en volver?

- No más de 6 días.

Entendió sin que le explicara con otro detalle. Y su cara me dejo saber que la idea le desagradaba. Quedarse con un demonio no era precisamente su anhelo.

- Es difícil de entender ahora. Ellos... - Hice una breve pausa, soltando la respiración en un suspiro.

- Son un tanto diferentes.

- Solo te quieren hacer creer eso. - Refutó con convicción.

- Ignóralo, no debes tenerles confianza. - Regrese mi vista a la mochila. Dejé de sujetar su mano, y fui a por ella. - Rebusqué entre mis pertenencias, hasta hallar el objeto indicado. - Pero si en mí, escóndelo.

Le entregué una daga, envuelta en un pañuelo blanco. Haciéndola pasar desapercibida.

- El arma de mamá. - Susurró.

Nuestra madre, Athena, trabajó como cazadora. Esta fue una pieza clave en su vida laboral. Es un arma capaz de asesinar Oscuros, gracias a la gran energía de luz que posee.

- Prométeme que te cuidarás.

- Lo haré. - Recogió la daga, depositándola debajo de su almohada.

Mis labios depositaron un beso en su frente, dirigiéndome a la entrada de la habitación. Ahí lo observé por última vez, antes de partir.



...




Los bancos frente al gremio estaban vacíos, lo que me hacía sentir insegura. Había llegado media hora antes de lo acordado.

El aire frío del ambiente provocaba que los árboles revolotearan y sus hojas salieran dispersas por el lugar. Las calles de los alrededores se encontraban un poco vacías, sin embargo el gremio si resobaba en personas. Muchas de ellas entraban, o algunos grupos salían conversando entre ellos.

El nerviosismo caló mis huesos ya estremecidos por el viento gélido. Abracé mis brazos, esperando que la fricción dejara calor en estos.

Un toque inesperado me obligó a voltear. Y la sorpresa me abordó al no encontrarme a Erick y su semblante de indiferencia.

- Hace mucho que no te veo. ¿Puedo sentarme? -Habló Nikolai. Su aspecto cambió mucho en tan solo un par de semanas. Su porte de niño desapareció por completo, reflejando madurez en sus facciones. El cabello lacio y rubio recogido en una coleta, y los ojos marrones con un atisbo de alegría.

- Sí, claro. - Me aparte un poco, ofreciéndole el resto del banco.

Nikolai acepto, estirando las piernas en el proceso.

- Al final te volviste cazadora. - La sonrisa no dejaba sus labios, era algo muy característico suyo.

- No me quejo. - Decidí no darle importancia, encogiendo los hombros en el proceso. - Nick, ¿Cuál es el punto? - Le pregunté sin rodeos. Hacía menos de dos meses desde la última interacción, y fue solo para saludarnos. La ruptura de la relación por un malentendido, nos había dejado sin temas de conversación desde entonces.

Él no tenía motivo para buscarme y sentarnos a charlar, como ahora.

Liberó una carcajada. Conocía mejor que nadie lo tajante que podía llegar a ser.

- He mejorado mis fuentes, y me entero de la gran mayoría de las cosas que suceden dentro y fuera del gremio. - Comenzó, desentrañando el objetivo de su conversación conmigo. -Me sorprendió saber el rango que alcanzaste, uno que yo no podría lograr ni estando 3 años más en la organización.

- ¿Entonces...? - Lo motivé a que continuará.

- Ayer me llegó una noticia. Y quería confirmar si era cierta.

-¿Tan poco confías en tus informantes?

- ¿Eres la compañera de Akai? - Ignoró mi pregunta con la suya, expectante a la respuesta. El color marrón de sus pupilas se posó sobre mí con seriedad.

- ¿Qué tiene de malo el serlo? - Nikolai nunca hacia preguntas sin conocer a fondo las cosas, y su rostro reflejaba preocupación.

- Hubo un tiempo en que le seguí el rastro, esperando encontrar información. Y al cabo de un año me di cuenta de que no valió la pena el esfuerzo.

La curiosidad abrió el cajón de dudas sin respuestas, por lo que no me negué a seguir escuchando. Me acerque a su cuerpo, atenta a sus palabras.

- No encontré nada, Porsha. No hay registros sobre Akai en ningún gremio. Se reportan apariciones en cortos períodos de tiempo, acaba con algunos demonios y luego vuelve a desaparecer sin dejar pistas. Es un cazador al que muchos le temen, no por el misterio, si no por los Oscuros de alto rango a los que enfrenta.

Akai era un hombre del que no se hablaba mucho, y ahora entendía el porqué.

- Ya estaba al tanto de eso. - Las miradas entre ambos no duraron mucho. Un silencio incomodo enfrió la situación.

No quería continuar sentada, así que agarré la mochila por un haza, colgándola sobre la espalda.

El chico hizo lo mismo, deteniendo mis
intenciones de dar un pequeño paseo. Y a pesar de su cercanía, no me detuve hasta sentir su mano sosteniendo mi muñeca.

- Ese tipo es peligroso, deberías....

- Dejar de llenarle la cabeza con ideas estúpidas. - Le interrumpió Erick, dejándonos con el desconcierto.

Akai posaba relajado, con las manos descansando en los bolsillos. Vestía el mismo atuendo de por la mañana. Esta vez la capucha cubría parte de su cabello, mientras que el pañuelo azul oscuro no permitía ver más allá de sus cejas pobladas y ojos grises. Los cuales analizaban a Nikolai con una pizca de molestia.

Ese punto me llevo a darme cuenta que eso los hacía indetectables. Mientras los ojos de un demonio se mantengan grises, no están haciendo uso de sus poderes, y por lo tanto su aura permanece dormida.

- Vámonos. - Esta vez se fijó en mí. Sus manos salieron de los bolsillos, percatándome de que usaba guantes.

- Tengo que irme. - Divisé al chico frente a mí, alternando la vista. - Gracias por la información.

- Mantén vigilada tu espalda. Nick se retiró en silencio, dirigiéndose al interior del gremio. Dudé si continuar después de haber escuchado la advertencia de Nikolai.

Alcancé a mi compañero luego de darle un par de vueltas al asunto en un trote, adentrándonos en aquella zona de casas consumidas por la naturaleza.

Las raíces con su gran voluntad, lograron romper parte del concreto de la calle bajo mis pies. Y unos pocos postes de luz en mal estado se mantenían sin doblegarse.

El demonio caminaba a unos pasos por delante. Apresuré mí caminar, reuniéndome a su lado. No se inmuto, ni siquiera volteo a verme.

El trayecto fue silencio e incómodo. Y al parecer el ambiente tampoco se atrevía a romper con algún sonido. Seguíamos la ruta que llevaba a la vieja mansión donde interactuamos por primera vez. Al menos de forma normal.

Faltaba bastante tramo por recorrer antes de llegar, así que decidí romper el bloque de hielo.

- ¿Con que nombre debería de dirigirme hacia ti? - Me atreví a preguntar, echándole una ojeada en el proceso.

- Erick. - Su voz salió grave, con la vista aún en el camino.

- Entonces, "Erick". - Entrecerré los parpados e hice un gesto con mis dedos para colocarle comillas a su supuesto nombre. - ¿Porqué no sucede nada
cuando lo menciono?

- No te diré mi nombre de demonio.

- Da igual que me lo digas. Si funciona para invocar al Oscuro en sí, no tiene sentido que pase algo estando a mi lado.

Esperé por la respuesta. Una que claramente nunca llego. Tomé eso como un nuevo secreto en la lista de espera de cosas por descubrir.

Su comportamiento estaba empezando a desesperarme. Las pocas veces que habíamos conversado no era tan evasivo.

- A este paso de caracol no vamos a llegar ni en un mes a Redland. - Me adelante a sus pasos, deteniéndome. Estando cara a cara si se atrevió a mirarme.

- Conozco un atajo. - Podía reflejarme en sus pupilas, sin reconocer el brillo en ellas. Redland es una de las pocas naciones surgidas luego de la catástrofe, así como Eiko y Wastenlands, mi hogar.

- Apresurémonos... - Erick colocó su dedo índice sobre el pañuelo, cerca de la zona donde estarían sus labios. Un gesto que indicaba silencio. - ¡No me calles! Esto es serio, debo regresar pronto.

En menos de dos zancadas ya estaba a centímetros de mi rostro, cubriéndolo con el guante de cuero.

Con la inquietud sobre mis dedos, utilicé el coraje para apartarlo y retroceder. El no intentó detenerme o disminuir la distancia, se mantuvo con una mirada sostenida y sofocante. Imponiendo la orden antes gesticulada.

El aire frío de septiembre estremeció la piel debajo de la ropa. Mi vista cayó en las hojas que este elemento llevaba consigo, en un arrastre anormal.

Indicando un camino.

- Esta cerca. - El tono firme de mi compañero capto mi atención. El también ojeaba entre los arboles el sendero señalado. Y a pesar de que la mitad de su rostro estuviera cubierta, su expresión reflejaba molestia. Sus manos formaron puños, y las pupilas antes grises e inexpresivas, tomaron un color carmín.

Desconocía de a quién se refería. Y por su reacción prefería no saberlo.

Erick retomó el rumbo de nuestro viaje, dando pasos apresurados. Le seguí el ritmo, caminando a su lado en silencio.

En cuestión de minutos llegamos a lo que antes fue la arreglada entrada de una residencia. La fuente enmohecida y agrietada se imponía a nuestro paso, rodeándola para llegar a los escalones.

La mansión de mi primera encomienda. Su deterioro continuaba en el mismo nivel: ventanas de cristales rotos, ramas irrumpiendo en la propiedad y la puerta de caoba carcomida por el tiempo abierta de par en par, mostrándonos el salón.

Para mi sorpresa entramos al lugar, recordando el primer encuentro que tuvimos, aún sin saber lo que era realmente. Los estantes de libros tirados en el suelo, muebles cubiertos por gruesas capas de polvo y una chimenea con cenizas viejas.

Un par de escaleras revestidas de una alfombra roja, o lo que quedaba de ella, formaban escalones ascendentes hasta encontrarse en la parte superior.

Ambos subimos en silencio. Erick distante, guiando los siguientes movimientos que haría. Por mi parte, fantaseaba con cada detalle del lugar, el cómo se vería antes y el tipo de personas que habitaron el lugar.

- ¿Qué hacemos aquí? - Me atreví en comenzar una conversación. No le miraba, prefería escudriñar alrededor. Deslice la muñeca por la barandilla de la escalera, subiendo cada escalón con una curiosidad explosiva.

No contesto a la solicitud de inmediato. Al llegar al piso superior unos estantes de madera decoraban el pasillo que ordenaba las siguientes habitaciones. El barniz que en su momento protegía el objeto, termino consumido por las termitas. Sin embargo, encima de este se hallaba un búcaro.

La porcelana blanca se mantenía intacta, con algunos detalles dibujados de vivos colores. En este reposaban unas flores. Los esteres son comunes en
esta región, puedes encontrar la planta en casi cualquier sitio, menos en este.

¿Quién colocaría flores en un lugar abandonado?

- Escondí algo en este sitio. - Se dignó a responder. A pocos centímetros del recipiente con las flores. Agarró el florero, vertiendo lo que contenía. Una pequeña pieza cilíndrica salió, cayendo al suelo en conjunto con lo demás derramado.

Erick dejo salir un suspiro en protesta, recogiendo la pieza. Sus dedos rozaron el tallo de una de las flores en el proceso, sin que se marchitara.

- Eso es imposible. - Declaré por ese asunto. El encapuchado se irguió, pasando por mi lado para descender otra vez. - Las plantas en contacto directo con los demonios, mueren.

- Depende de si el demonio sabe manejar su energía oscura, y de qué manera la proyecta al medio ambiente. - Sus botas negras pisaron el primer peldaño. - Ya podemos irnos.

Estuve a punto de bajar, cuando un ruido retiene mis movimientos, buscando la procedencia. Largos pasillos amenazaban con perderte si te decidías en adentrarte a ellos y la oscuridad en algunos se tornaba misteriosa.

De nuevo escucho el sonido, unos pasitos cortos y rápidos caminando entre las sombras.

Centre mis sentidos en hallar el causante de los pasos. Un poco más y me distraigo en dirigirme hasta esa dirección. Lo antes raro se transformó en
perturbador, martillando mis nervios con un susto y la sensación de incomodidad.

Una muñeca recostada al lado del búcaro. Tenía un tejido peculiar y llamativo. Traía una ropita de un vestido azul, cabellos rizados rubios y un rubor rosa muy tierno en el rostro. Sus ojos hechos de botones parecían observarme, y en algún punto pude jurar que las costuras de su boca se alzaban en una sonrisa.

- ¿Piensas quedarte sembrada en el segundo piso? -Llamó Erick desde el primero.

Con un escalofrió recorriendo mi columna y sin mirar atrás baje los peldaños a toda prisa. No me tomo mucho tiempo llegar a su lado.

- Vámonos.

- ¿Paso algo allá arriba? - Sus pupilas me analizaron por completo, al llegar a mi rostro se quedó sin parpadear por un segundo. No apartó la vista en ningún momento.

- Una muñeca. - Casi me quedo sin aliento tras la presión de su mirada.

- ¿Hablaste con ella? - la pregunta fue serie, y a mi me parecía fuera de lugar.

- No... - Lo mencioné con dudas. ¿De que derivaba ese comportamiento?

Erick sacó el objeto circular de sus bolsillos. Parecía una piedra caliza de color gris y en el medio tenía una runa escrita. Desabrochó uno de los guantes, quitándoselo y rebelando el propósito de traerlos puestos.

En el instante en que su mano terminó desnuda, los rasgos distintivos que lo hacían un Oscuro se revelaron.

Una cola larga que tocaba el suelo, moviéndose de un lado a otro con inquietud. Estaba segura de que sus cuernos también estaban ahí, cubriendolos con la capucha.

Con sus propias uñas se lastimo así mismo, sangrando al instante en el dedo pulgar. Paso este por la roca, dejando un rastro de sangre sobre la runa, empezando a resplandecer. Volvió a colocare el guante, escondiendo su esencia y extendió la mano para que la tomara.

- Esto nos llevara al lugar. Tenemos que salir de este sitio lo antes posible.

Mi mano sostuvo la suya, y antes de volver abrir los ojos una brisa distinta golpeo mi rostro. Los rayos de sol dejo caricias radiantes en mis mejillas y los
sentidos abordaron componentes de la naturaleza.

Al visualizar el panorama quede paralizada. Estábamos en otro sitio, un campo abierto como el de mi primera misión. Con la diferencia de que este rebosaba de diversas flores que le daban un toque de vida, una paleta de colores que ningún lienzo podría copiar. Las mariposas revoloteaban por doquier, disfrutando del basto néctar. A nuestra izquierda un lago cubierto por nenúfares y a lo lejos un bosque de árboles frondosos.

Quede embobada, este tipo de sitios me dejaban sin aliento. Contemplarlos traía paz al desorden de mis pensamientos.

Un ligero apretón me trajo de vuelta a la realidad. El roce de nuestros dedos casi entrelazados transmitía cierto calor. Y al inspeccionar sus facciones, noté una chispa de emociones en sus ojos que me cautivo.

Él apreciaba de la misma manera el paisaje que nos rodeaba. Al separar nuestras manos, sus ojos me buscaron. Ambos conectamos miradas. En su expresión descifré aquellas palabras que no había pronunciado, pero sabía a la perfección lo que quería transmitir.

- Es hermoso. - Pronuncié sin dejar de mirarle. Era la primera vez que encontraba un nudo de conexiónen su mirada.

Erick frunció el ceño, y de un momento a otro el brillo que antes capté se transformó en la opacidad habitual.

Cambió su perspectiva, señalando los árboles en la lejanía.

- La presencia del demonio que estamos buscando viene de ahí. - Luego se encamino al lago, hablando sin detenerse:

- En el agua hay otra presencia. Tenemos que acabar con el primero, así evitamos complicaciones.

- Bien. ¿Es un demonio elemental, no? Del tipo agua, rango B.

Los demonios elementales no provocaban daños a su ecosistema, usaban su entorno como camuflaje y siempre resultaban ser de rangos bajos de A o B.

- Me alegra saber que al menos sabes identificar los tipos de energía oscura. - Su voz salió burlona, acción que me ofendió.

Le demostraría que no es el único con conocimientos.

- En Wastenlands nos enseñaron sobre demonios como algo primordial. - Erick le restó importancia a mis palabras, haciendo un gesto con la mano. Eso me molesto, destacando las cosas que sabía hasta el momento:

- Kev es un demonio de la lujuria. No me ha dejado contemplar su aura completa, pero su nivel de transformación y rapidez indican un rango M, tal vez hasta X. - Contrarresté.

Ahí si presto interés a mis palabras.

- Y tú - Me desplacé hasta la cercanía de su cuerpo, hundiendo mi dedo índice en su pecho - Eres un pecador de la Gula. Desconozco todas tus habilidades, pero se con certeza que eso te hace peligroso.

Una sonrisa se marcó debajo del pañuelo y sus ojos centellaron de emoción. Sin aviso previo disipó la distancia ente nuestros rostros, depositando sus labios cerca de mi oído.

- Ya veo que no solo eres una cara bonita. - Habló despacio y la piel se me puso de gallina.

Empujé su cuerpo y en reflejo una de mis manos cubrió mi oreja, recordando la calidez de su respiración.

- Como eres todo un erudito, me imagino y no tendrás problemas en hacerlo salir. - Ladeó la cabeza en dirección al estanque. Nuestra plática nos había llevado al borde del lago, lugar donde Erick se arrodillaba para entrar en contacto con el agua.

- Con atraerlo bastara- Recuperé la compostura, acercándome. Una vez en la orilla relajé el cuerpo y me concentré en buscar el aura.

Una vez hallada, solo me quedo actuar. Dentro de la mochila guardaba unas cuantas herramientas, la daga que le entregué a mi hermano era una de ellas.

Rebusqué entre las cosas empacadas, moviendo mis prendas y desorganizándolas.

Empuñé una navaja de mango corto, y sin pensarlo dos veces hice un corte vertical en la palma de mi mano.

Las gotas de sangre se esparcieron por el agua, creando ondas expansivas que atraerían al demonio.

Erick reaccionó ante la sangre, quejándose y apartando la vista.

Él no fue el único, pues justo como lo planeado, emergió de las profundidades del lago en busca de su presa.

La criatura no poseía extremidades más que una simple cola de pez y un prolongado cuerpo semejante al de las serpientes. La cabeza agitaba las aletas frontales que sobresalían en amenaza, al igual que su lengua bífida y enormes colmillos. Llegaba a mediar alrededor de 8 metros.

Se desprendió veloz en mi dirección, con el desespero de clavar sus dientes en la carne. Y antes de llegar hasta nosotros me prepare para golpearla con mis puños. La serpiente cambio de rumbo al notar las llamas sin perder velocidad.

- Hay que sacarla del lago. - Un aura despertó a su alrededor, abriendo heridas en todo su cuerpo. El líquido brotaba de las cortadas, saliendo a través de su ropa y reuniéndose en la punta de sus dedos. La sangre reunida se cristalizó en un arco.

El mango del arma tenía un tamaño considerable, al igual que la flecha, creada también a base de sí mismo.

Apunto en un instante, siguiendo con exactitud los movimientos de nuestro objetivo y disparó en el momento indicado. La flecha salió con tal energía, que despeinó mi cabello, amortiguando las llamas en este.

No fallo el tiro, atravesando lado a lado al elemental. Erick con un movimiento de sus dedos atrajo a la criatura fuera del agua, a una distancia considerable. Aproveche la oportunidad, lanzando una llamarada al animal malherido.

El demonio se retorció, buscando cobijo en su habitad, sin embargo la flecha que atravesaba sus escamas no le permitían escarpar.

Cuando quedo consumido por las llamas y no representaba un riesgo, el objeto punzante regreso a su estado normal.

- Tienes mejor control. - Felicitó, acercándose a las cenizas. - Pero aún no controlas tu cabello.

El fuego de mi pelo se iba disipando. Contralaba mejor ese aspecto, aunque no lo consideraba un problema.

- No veo la razón para ocultarlo. - Regresé a la normalidad.

- El motivo de que no te atacará ese oscuro directamente fue por el fuego que desprendías. Es como un aviso de tu poder. En este caso podría ayudarte, pero un demonio de un rango superior reconocerá que no tienes un control completo.

- Para ti es fácil decirlo. Manejar el fuego es complicado.

- Lo sé, es un elemento volátil. - Gesticuló en un medio círculo, despertando una única llama sobre la palma del guante. - Es cuestión de domarlo.

- Eres una caja de sorpresas. ¿Cuántos poderes tienes?

Ese aspecto lo hacía peculiar y único. Cuando despiertas tu energía por primera vez se te otorga una habilidad. Pero Erick destrozaba la lógica de todo eso.

- Más importante que eso, debo aclarar un par de cosas. - Se acercó, disipando la llama que me sirvió de ejemplo. - Voy a decirte el plan que seguiremos para asesinar al demonio de la misión.Di un asentamiento de cabeza, recogiendo la mochila del suelo para colgarla en mi espalda.

- El demonio en cuestión es un pecador del orgullo. Liberaré una parte de mi aura como demonio, eso lo provocará y vendrá a buscarme. No me queda mucha energía. Tengo lo suficiente para crear una dimensión y guardarla aquí. - Rebuscó en su pantalón, sacando la piedra circular de antes. - En cuanto toque el talismán quedará atrapado y será más fácil que lo asesine.

- Me parece genial tu plan. Solo que no entiendo ¿Cuándo participó yo? - Entrecerré los ojos, sabía que me estaba subestimando.

- Claro que si sales. - Comenzó a caminar en dirección al bosque. - Te quedarás en este lugar, apreciaras las lindas mariposas y esperarás a que regrese.

- No me voy a quedar quieta como damisela en aprietos. - Crucé los brazos sobre él pecho.

- Esa es la petición amable. Puedo amarrarte a un árbol si te reúsas. - No miró hacia atrás. Faltaba un buen tramo hasta llegar a la entrada del bosque. Si pensaba que me quedaría quieta, le faltaban varias tuercas en el cerebro. Esperé con paciencia. Su silueta desapareció al cabo de un tiempo entre las sombras de las plantas. Medité sobre lo que haría:

Buscar la localización de ambos, esconderme y en la situación oportuna ayudar en la pelea.

Con sigilo me encaminé hacia mi próximo destino, dejando atrás el campo de flores. Centre mis sentidos y en pocos segundos encontré la primera presencia. Fui en dirección contraria, tratando de cerrar distancia desde otro ángulo. La segunda energía apareció a varios metros de la primera, al parecer trasladándose a esta. Por precaución me mantuve alerta mientras me adentraba entre los árboles.

Un camino empinado me dificultó el paso, alcanzando la cima al comienzo de una fatiga. Odiaba subir a lugares empinados.

Agache mi cuerpo al instante, pues bajando la colina se encontraba Erick. Desprendía un aura intimidante y parecía como si simplemente estuviera de pie. El otro demonio se aproximaba a pasos apresurados. En cualquier instante saldría de la maleza que estaba en su frente.

De pronto, las cosas a mi alrededor sucedieron de una forma rápida y violenta. Erick volteo al lugar donde estaba escondida, en sus ojos podía ver la preocupación.
De entre los arbustos emergió una pequeña criatura, temblorosa y con un trozo de piel ensangrentado colgando de su espalda, desprendiendo la energía que se emitía antes.

¿El demonio nos había engañado?

- ¡Corré! - Gritó Erick, realizando la misma acción que acababa de ordenarme, en mi dirección.

No entendía el porqué, hasta sentir una respiración pesada en la nuca. La bestia detrás de mí me impidió girar a verla o intentar defenderme.

Me elevó con brusquedad del suelo, siendo agarrada desde la cintura por una enorme mano con pelaje gris y zarpas negras. Apretó más de lo debido y mi cuerpo se asfixio. Un dolor punzante atravesó mis costillas luego del sonido quebradizo. Me dejo sin fuerzas para intentar liberarme, usando mis llamas como último recurso para quemarle.

El fuego cubrió su pelaje, pero sin avanzar a mayor gravedad y dejando tan solo olor a chamusquina. El demonio se defendió ante mi ataque, rugiendo con una frecuencia alta y aguda. Mis tímpanos reventaron en agonía, provocando una punzada intensa y un mareo incontrolable. Volteó mi cuerpo, obligándome a ver su cara. Si es que así podría referirse.
La piel arrugada te daba a entender que alguna vez fue un rostro humano. Los ojos eran grandes, inyectados en oscuridad y de pupilas amarrillas. Al instante la habilidad de estos me indujo el miedo. En un simple vistazo hizo estremecer cada parte de mi ser. Aparte la mirada, detallando que no poseía nariz, orejas o labios que cubrieran sus caninos.

- Suéltala. - Su tono salió afilado y con una exigencia que no había escuchado nunca.

La expresión de mi captor fue de una diversión perturbadora. Realzó su sonrisa y relamió su cara con diversión.

- No. - Río con burla. Los pasos de Erick se acercaron a nosotros y su aura resurgió con fuerza.

La bestia retrocedió. Intentaba liberarme y evadir el poder de sus ojos. El me giró, agitándome como un trofeo.

- Si das otro paso la mataré. - Sus garras se adentraron en mi muslo, rasgando la piel y los músculos en su paso lento y descuidado. Un grito de dolor escapó de mi garganta, sin poder contenerlo. Una acción que advertía de lo que era capaz.

- Pretendes asesinarla de todas formas. - Erick se detuvo delante del demonio. Sus facciones reflejan una furia temeraria. Las pupilas carmín brillaron con intensidad. No llevaba puesto la capucha ni el pañuelo, liberando su cabello negro y la cicatriz tan característica a ambos lados de su boca.

- Prometo devorarla sin alargar su sufrimiento, si te arrodillas ante mí. - El aliento fétido acaricio con calidez mi espalda, logrando que me estremeciera.

- Jodete. - Alcancé a decir, y el demonio respondió apretando mi cuerpo.

Una risa socarrona salió de los labios de Erick. Se marcaron hoyuelos a ambos lados, destilando sarcasmo en su sonrisa.

- Tú... eres un tipo divertido. - Chasqueo los dedos, y de su cuerpo brotaron heridas recién rasguñadas.

Mostrando el mismo poder de la vez anterior. No permitió que el oscuro actuara, transformado su sangre en un grupo de cadenas de inicio punzante.

Atravesó cada una de sus extremidades con fiereza, obligando que el dolor de la mano que me sujetaba lograra soltarme. Creí que caería al suelo y me preparé para el impacto. Sin embargo Erick me recogió entre sus brazos, evitando lastimarme.

El demonio gritó con molestia, reaccionando con violencia y revolviéndose para intentar liberarse de las cadenas que lo oprimían. De pronto la sangre cambió su estructura en crecientes púas, adentrándose en el cuerpo de la criatura, quién se doblegaba de dolor.

- Arrodíllate. - Desde mi punto de vista Erick se veía imponente, con un semblante sereno.

- Nunca. - Protestó, escupiendo el líquido vital.Más cadenas brotaron e irrumpieron en el pelaje. Una de estas giró el brazo, dislocando y rompiendo a su paso. El m sonido de cada ataque fue grotesco y
despiadado.

- ¿Cambiaste de opinión? ¿O tal vez deba arrancarte las extremidades una por una?

No hubo respuesta, tan sol quejidos de lamentos.

Erick me bajó con delicadeza hasta el suelo y se paseó juguetón hacia su víctima. Tiró de las patas del animal, sin darle otra opción más que caer al suelo, inclinándose.

El cansancio y el dolor consumieron las pocas energías que me quedaban. En cualquier instante caería rendida. La vista se nubló, y aun así me forcé para detallar la escena.

La cabeza de ambos en el mismo nivel. Uno de ellos con el control total del otro. La cicatriz de Erick sé descoció, otorgándole un aspecto temible. Y para mi suerte el desmayo llegó antes de que pudiera presenciar como el demonio gritaba de sufrimiento al ser devorado.








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