Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6: Sin capucha

A veces, el concepto entre lo que es bueno y malo puede volverse tan confuso. Que podrías acabar loco si le buscas sentido.


                           Porsha:


     Aún nos encontrábamos encerrados en aquel cuadrilátero de paredes blancas, desolado y sin ningún objeto o decoración alrededor.

     Necesitaba tomar asiento. Pues la noticia me pego fuerte y de imprevisto.

- No puede ser. Sebastián me habría dicho. - Desconfíe, negando con la cabeza.

- Es la verdad. Desconozco los términos del trato, pero puedo sentirlo.

     Erick continuaba con una postura ergida y embuelto en sombras. Hablando en su habitual tono enigmático y falta de carisma. Ambos intercambiamos miradadas y él la desvío al instante.

- ¿Cómo vas a romper el pacto? Tú no puedes hacer eso si no eres... - Y justo antes de pronunciar el nombre, el chico avanzó y cubrió mis labios con una de sus sombras.

- Nunca. - Apretó aún más su mano contra mis labios - Nunca vuelvas a llamar a un demonio por su nombre.

    Retiré su miembro de mi rostro en tono urgente, desplazandome a una distancia segura y más apartada de él.

- ¿Por qué no?

- Para los humanos es como una especie de invocación. - Chasqueó los dedos, haciendo que las paredes blancas del lugar desaparecieran. Estábamos en mi habitación todo este tiempo. - Mataré a Ipéck. Así se cancela el acuerdo.

Tenía sentido.

Si encuentro una forma de asesinarlo ¿Nuestro pacto se rompería?

    Aquel pensamiento revoloteo en mi cabeza hasta llegar al borde de mi cama y sentarme ahí.

     Por otro lado, no era un mal trato el que me proponía. Tan solo debía tenerlo como compañero, aunque no entendía como.

- Esta bien. Hablaré con los del gremio mañana. Pero solo si cumples tu parte.

- Ya me encargue de todo. - Sonrió y se paseo por mi cuarto, observándome.

- ¿Para que preguntas entonces? Al final haces lo que te salga en ganas. - Crucé los brazos sobre mi pecho. - Lo de Sebastián es enserió.

     Siempre se salía con la suya, sea de una manera u otra.

- Lo sé. Hasta ahora he cumplido con tus condiciones, esta no será la excepción. - Detuvo su lento caminar, hasta quedar parado a mitad de la habitación, mirando hacia la entrada. Luego sus ojos se posaron nuevamente en mí.

- ¿No te gusta como te estoy tratando ahora? Creía que una aparición más normal y menos depravada sería de tu agrado.

    Aparte los ojos de su semblante. Que el escuchara sobre eso se me hacia vergonzoso.

- No está mal, deberías hacerlo siempre. - Respondí en un aparente tono de indiferencia.

- ¿Y quedarme sin el placer de ver tu cara constorsionarse del miedo? Nunca. - Otra vez, esa sonrisa recubierta de colmillos.

     La puerta de la habitación retumbó de pronto contra la pared, haciendo un ruido enorme al impactar contra el concreto.

    Erick no se inmuto. Permaneció tranquilo sobre sus pies, como si hubiera esperado que esto sucediera. Mientras que yo me estremecí en un brinco sobre la cama, colocando mi mano en el pecho por el susto.

     Kev entro desorbitado y extendiendo sus brazos con una sonrisa en el rostro. En cuestión de segundos se encontraba a mitad de la habitación.

- ¡Enano! - Soltó Kev en un gritito emocionado. Tomó a Erick y lo abrazó, apretándolo contra su pecho y levantándolo del suelo en el proceso. - Pensé que me ibas a abandonar y dejarme de niñera por el resto de la eternidad.

     La sombra no respondió al afecto, se quedo callado y entonando lo único que se distinguía de él: sus ojos rojos.

    Observé por un rato la escena, hasta que me pareció extraña la larga duración de ese abrazo.

- Ya puedes soltarme. - Bufó la sombra.

    Kev suspiró y de un momento a otro se escuchó un crujir. El estruendo de algo rompiéndose, como las ramas secas que dejaban los árboles y pisabas sin querer en el parque. Fue un sonido seco y horrible.

    Entendí que el "agradable afecto" causó que los huesos se rompieran y me alarme de sobre manera, levantándome, pero sin ser capaz de acercarme.

    Y entonces Erick respondió de la misma manera. La neblina de su mano tomó la forma de unas zarpas, las cuales atravesaron sin problema el abdomen de Kev. Algunas gotas se sangre cayeron al suelo y otras se deslizaron por la pelvis, sim embargo, no hubo quejidos de dolor por parte de ninguno de los dos.

¿Qué coño estaba pasando?

- Te extrañe. - Pronunció el albino en tono nostálgico y sin molestarse en retitar nada. Separó ambos cuerpos. Sus brazos inferiores quitaron la mano de su compañero con brusquedad, haciendo que la sangre saliera con más fuerza de su cuerpo. Mientras que el otro chico, en un gesto normal, estiró su espalda y lo que alguna vez estuvo fracturado, regreso a su lugar.

Olvidaré lo que es tener sueños lindos por un largo tiempo.

- Yo no - Respondió sin más.

- No finjas, se que sin mi serias incapaz de vivir.

    Ambos demonios voltearon a verme. Y yo no pude devolverles la mirada. No quería ver la herida de Kev en el abdomen, por lo que aparte mi vista a los ventanales del cuarto.

- La cena ya esta lista. Además te tengo una sorpresa. - Tarareo, contento.

    Esta vez mis ojos cayeron en su semblante, tratando de mantener la vista en el pálido rostro. Y mientras intentaba divisar a Erick, este ya formó parte de la oscuridad de la habitación.

No tenía caso buscarlo.

- Gracias. - Hice una pequeña pausa para tomar aire. - Dame un momento, bajare pronto.

- No te preocupes por mí. Tengo un metabolismo rápido. - Acto seguido indicó con el dedo índice el lugar donde momentos antes estuvo la lesión.

    Me sorprendió. Es como si nunca hubiera pasado. Incluso las pequeñas salpicaduras de sangre qué una vez cubrieron el suelo, desaparecieron.

- Tu también debes de curarte rápido. - Habló de nuevo. - No como yo, pero puede que un día lo logres. - Giñó su ojo.

    No pude evitar hecharle un vistazo a mi mano, aquella que había sido herida en la misión de reconocimiento. No quedaba ni una cicatriz.

    El chico ya se estaba dando la vuelta para avanzar a la salida. Manipuló la perilla de la puerta, cuando toda la estructura quedó en su mano. La levanto como si fuera peso pluma y se volteo a verme.

    La expresión de su cara me habría causado gracia si no hubiera arrancado la puerta de mi cuarto.

- Prometo repararla mañana. Y también la pared. - dió un pasito a la derecha, dejándome ver las grietas qué dejo su entrada épica.

- ¡Rompiste mi puerta! ¡Y la maldita pared! - Señalé ambas cosas mencionadas, con enojo.

- Es que a veces no mido mi fuerza.

   Me deje caer sobre el colchón, implorando por calma. Tome una gran bocanada de aire y luego de retenerla por un minuto, la deje salir de a poco.

    Kev colocaba en el suelo el objeto que cargaba en su mano, lo más sigiloso posible. Luego escuché sus pasos pesados al bajar por la escalera.

- Espérame aunque sea. - le avise en voz alta, esta vez controlando mi humor.

    Agarré impulso con mis piernas y halze el torso, quedando de pie y di un trote hasta alcanzarlo en los primos escalones.

- Procura tener todo arreglado para mañana.

- Como ordenes. - Hizo un porte militar para luego bajar a toda prisa las escaleras, evitando escalones de por medio.

    Procuré seguirle el paso, pero mis piernas no eran tan largas como las suyas.

- ¿Cual es tu altura? - La pregunta salió antes de tan siquiera pensarla.

- La última vez media dos con quince.

    Abrí mucho los ojos. La confirmación de que su altura es enorme me seguía sorprendiendo.

    Al llegar al pasillo para cruzar a la cocina, el olor hizo que se abriera el apetito. Kev ya se había adentrado al lugar y para cuando le alcancé, estaba haciendo el gesto de correr la silla para que me sentará.

Y correspondí a su gesto

    La mesa se encontraba lista. El plato y los cubiertos colocados de manera simétrica alrededor. Y lo que más llamaba la atención: la comida.

    No era nada elaborado. Algo que yo misma ya había preparado cientos de veces: Pollo al horno con papas.

¿Cual era la diferencia de su plato y el mío?

    Cualquier cosa que preparase terminaba quemado, salado o desabrido. Y el plato que tenia en frente presentaba una pinta buenísima. El pollo con una textura crujiente y tostada, y las papas suaves rebosadas en salsa.

    No me tome mucho tiempo para darle el primer bocado y comprobar que su sabor era estupendo. Cada textura en su punto, ni más ni menos.

    Al segundo observé a Kev, quien se recostaba en la encimera con una sonrisa. Me di cuenta en ese momento que traía su larga cabellera recogida en una coleta alta. Algunos mechones no fueron bien ajustados y el moño presentaba un amarre flojo.

- Al menos dime algo. ¿Quedo buena? - Se adelanto en decir.

    Observé de nuevo mi plato y casi no tuve tiempo de contestarle antes de colocar otra cucharada en mi boca.

- Esta buenísima.

- Tampoco esperaba otra respuesta.

    Le escuché hablar por un rato, sobre la preparación del pollo, que ingredientes uso y se quejo de la falta de condimentos en la casa.

    No hablé nada con él, pues estaba centrada degustando algo más. Tanto que cuando se acercó a la mesa me sobresalte un poco.

Mis ojos casi se salen al ver el objeto.

- Esta era la sorpresa que te hable. Supongo y sabes que es.

- Claro que se que es. - Hable. Aún con la boca llena. Trague el alimento y tomé la lata de refresco. - ¿De donde coño sacaste esto?

- Es complicado de explicar ahora mismo. - Se cruzo de brazos. - Será mejor que lo disfrutes y no hagas preguntas.

- ¿Lo encontraste no? No me voy a tomar algo caducado. - Registre la lata, buscando la etiqueta que decía su fecha de vencimiento, y justo como pensé. Estaba caducado hace más de 40 años.
Y a pesar de su antigüedad, se me hizo extraño la calidad y lo bien cuidada que estaba el latón. Sin un rasguño y con el grabado aun legible.

- Se que te sonará raro. Pero la lata es nueva. Hace menos de un mes que la compre en la tienda.

- No, eso no suena raro. - Me detuve en decir, perpleja. -Se escucha como lo que diría una persona senil. ¿Cuantos años tienes Kev? Creo que son los suficientes para saber que el mundo se fue al carajo y no hay tiendas de comestibles por ahí.

    En el año 2030 fue cuando todo comenzó. Los demonios aparecieron sin razón aparente, como si siempre hubieran estado ahí. Acabaron con la mitad del mundo en menos de 24 horas, y para cuando pasaron dos días, no quedaba casi nada.

    Las guerras por la supervivencia de la humanidad arrimaron contra la nueva especie, pero sin poder controlar la situación. Las armas hacían daño, pero no el suficiente para erradicar el problema.

    Las grandes naciones cayeron primero por su gran número de población, y en unos años, lo que antes eran las divisiones políticas de países ya no existían.

    Los sobrevivientes comenzaron a juntarse y crearon bandos que luchaban entre sí. Intentando ganar los escasos recursos que quedaban dispersados en el planeta.

    Hasta la llegada de los ángeles una décadas después, quienes se apoderaron de la antigua nación rusa. Crearon y fortificaron cinco ciudades, donde reunieron a las almas humanas que consideraron dignas. Luego de eso "purificaron" el mundo, acto que acabó con el 80% de los demonios.

    Después de eso, no se volvió a saber de los llamados ángeles. Solo que habitaban las ciudades doradas.

      Las personas que quedaron fuera de ellas tuvieron que reconstruir la sociedad.

    Y aquí estoy yo, viviendo en la que antiguamente fue considerado un país. Ahora, en el centro de lo quedo de las construcciones se llama Wastenlands.

    Otras naciones también surgieron con el paso del tiempo. Y aunque muchas de ellas aún no están reconstruidas por completo, si han logrado conseguir un avance con nuestra ayuda.

    Y de un momento a otro. Recordé de nuevo quien era y en que contexto histórico había nacido. Observé la lata de refresco qué aun sostenía en mi mano, y me parecía tan irreal.
    No quería beberla. Era algo que solo había visto en esas revistas viejas en las casas más abandonas de la ciudad.

- Llevo muchos años viviendo en la tierra. - Comenzó a hablar Kev. Despojandome del pensamiento. -Desde que llegué aquí, no pude evitar pensar en todo lo que ustedes perderían... así como nosotros lo perdimos todo al ser condenados como demonios. Se que piensas que también soy un monstruo. Que debí haber asesinado a miles. Y puede que tengas razón. Pero nunca lastimaría a alguien que es miembro de mi familia.

    La lata de refresco y la comida dejo de ser mi punto de inflexión en ese instante. Pase a mirarle e intentar descifrar qué quiso decir con sus palabras.

- ¿Familia? No tenemos nada que ver.

- Puede que lo veas así ahora. Y que no lo entiendas. - Se levantó el abrigo negro con sus brazos inferiores, mientras los otros se apoyaban en la encimera. Su pecho expuesto me permitió ver una marca. Era el mismo sello que poseía. Solo cambiaban algunos símbolos extraños, que a mi parecer formaban palabras. - Esto indica que estamos unidos por un lazo. Erick, tú y yo somos como una familia. - Dijo eso último con una sonrisa y un tono nostálgico.

    Recordé cuando vi la marca por primera vez. Creía que se trataba de algún extraño efecto luego de la transformación. Pero en el fondo sabía que era algo más, como un vínculo después del pacto. Lo que no sabía que aquello también incluía a Kev.

    Mire la comida sobre la mesa. Aún quedaban algunos bocados, por lo que tomé la cuchara y me dispuse a terminar lo que empecé. Habían algunas cosas que ciertamente no entendía. La lata frente a mi goteaba, y estás de deslizaba hasta tocar fondo.

    No lo dude más. Agarré el refresco y luego la chapa. Cuando revele su contenido, acerque el objeto a mis labios. Las burbujas producidas por el gas salpicaban mi rostro y me hacían lagrimar los ojos, cerrándolos para darle el primer sorbo.

    Su sabor fue estupendo. Nunca antes había bebido algo igual. Me pareció tan único y especial, que empecé a beberlo de a poco y ahorrar el contenido.

    Kev se aproximo al refrigerador, sacando otra lata, esta de un sabor diferente. Se sentó a mi lado, abriendo y bebiendo al mismo tiempo.

- Puedes terminarte el refresco. Traje unos cuantos más.

- Gracias por el gesto. - Hablé con toda sinceridad.

- No me agradezcas a mi, yo solo te las hice llegar. Erick fue el de la idea.

    Aquello fue una sorpresa para mí. No podía crear una imagen mental de una criatura que siempre se muestra hostil, obsequiando cosas.

    La bebida fue aún más extraña. Por lo que llegue a sospechar sobre la veracidad de lo que decía Kev. Tal vez lo dijo con el objetivo de hacer quedar a Eick con una pizca de humanidad.

- ¿Puedes darme a probar del tuyo?-Declaré sin pensarlo dos veces.

- Claro. - Se levantó del asiento y busco uno de los vasos guardados en los estantes de madera, vertió el líquido en el recipiente y me lo ofreció.

    Deje el mío de lado y probé un poco.
No estaba tan bueno como creía. Su sabor fue amargo y me dejaba una sensación extraña en la garganta. Intenté terminar, pero me apetecía más continuar con mi bebida.

- Por la expresión de tu rostro al probarlo, puedo deducir que te ha desagradado. - Mencionó Kev, volviendo a la silla.

-¿Te gusta esa cosa? - Señalé lo referido.

- Podría tomarme una caja de cerveza yo solo. - Una sonrisa surco sus labios, y regreso el líquido a estos.

    Si tan solo probé un poco y casi lo escupo, por nada podría con una caja.

    Sonreí un poco. Era la primera vez que estábamos cerca sin sentirme incomoda.

    Ese tipo situaciones se tornaban incomprensibles para mí. Los demonios son nuestro mayor enemigo. He visto a muchos de ellos logrando entrar a
nuestra ciudad y destruyendo todo a su paso. Tenía un concepto de ellos, que ahora con Kev a mi lado, estoy
vacilando de ello.

Se muestra tan amigable, y por sobre
cualquier cualidad, humano.

    Mis pupilas reconocieron el moño torcido que una vez visualicé al entrar a la cocina. Y con algo de nerviosismo, me levanté decidida a recogerle bien el cabello.

- Tu pelo está un poco desaliñado. - Me acerque, esperando una confirmación.

- Puedes arreglarlo. Mientras no quede peor que el desastre que hice. - Afirmó, tomando de su ''cerveza''.

    Las piernas tambaleaban mientras detenía los pies en su retaguardia, y las manos a la par de mis otras extremidades.

    Tocarlo directamente parecía irreal. Como si rompiera el esquema de lo que debería de hacer.

    Primero deshice la coleta, sacando la liga. Su sedoso cabello cayó sobre la espalda en una cascada lechosa. Con mis dedos, fui peinando las hebras desorganizadas, dándoles una forma hasta el centro. Ahí sujete el peinado en una coleta alta y bien recogida. El brillo y el bien cuidado representaba el interés de Kev en mantener. La sorpresa llego obvia al notar su falta de práctica en realizar peinados.

- Ya está. - Sonreí.

    Antes poseía una melena igual de larga. Empeñaba el tiempo frente al espejo para hacerme peinados. Desde que lo corté, tan siquiera me molesto en organizarlo de alguna manera.

- ¿Terminaron la sesión de peluquería? - Pronunció una voz en la entrada de la cocina.

    Erick se recostó con parsimonia sobre la entrada, sin mencionar nada más. Luego sus ojos dejaron de captarme, y
como si de un mensaje telepático se tratara, Kev asintió con la cabeza, agradeció por el peinado, le dio un último sorbo a su lata y cambio de forma.

    Nunca dejaría de sorprenderme la rapidez en la que cambiaba Kev. Es como si nunca hubiera visto a él hombre albino que comenzaba a conocer.

    Una enfermera de castaña y larga cabellera surgió en su lugar. La que una vez acuse de ser un demonio en el hospital luego de la FASE 1.

    Momentos después de su transformación abandonó el recinto, en dirección a un lugar desconocido para mí.

- Espero y disfrutarás de la comida. Será mejor que descanses, mañana nos vamos.

    Ver solo la silueta de una persona causaba cierta intriga. Las sombras negras se disponían a cubrirlo de tal manera que no me permitían indagar más sobre cómo se veía. ¿Por qué no me permitía verlo?

- Sí, vamos al gremio. - Puntualicé, pues su propuesta me llevaba a entender que iríamos a otro lado.

- Iremos al gremio para tomar una misión y luego nos iremos. No podemos perder tiempo. - Movió su cuerpo de la pared en
la que descansaba.

    Sus palabras me hicieron cruzar los brazos en respuesta.

- Kev fue a por tu hermano. Lo atenderá hasta la mañana, así evitaremos que Ipéck se le acerque.

- Eso no responde a mi duda. ¿A dónde iremos?

- Hay una misión de alto rango fuera de la ciudad. El costo por asesinar al demonio en cuestión es alto. - Su voz tenue al explicar me hicieron retirar la pose defensiva.

- ¿Cuántos días? - No aceptaría algo que me tomara más de dos semanas. La condición de mi hermano no me lo permitía

- Seis días.

    Una mirada incomoda nos abordó a ambos. Intentaba encontrar una pizca de emociones en el reflejo de sus pupilas, pero solo divisaba a un barco vacío navegando en un mar de sangre.

- Me iré a dormir. Estaré lista a primera hora de la mañana. -Opaqué el silencio, dada por concluida la reunión.

    Erick se desvaneció, dejándome con un sentimiento extraño cada vez que lo hacía. Porque a pesar de que no podía verlo, sabía que estaba ahí.

    Subí las escaleras apagando el hilo de mis pensamientos, no sin antes lavar la loza y depositarla en el sitio correspondiente.

    La costumbre de abrir la puerta de la habitación me dejó descolocada. Recordé lo sucedido y solo pude suspirar por que mañana fuera un día mejor.

    Caí rendida, quedando soñolienta entre la comodidad de las almohadas.




                                  ...

    La marea traía consigo las olas que morían en los pies descalzos. El salitre se colaba por las fosas nasales y el viento empujaba las chispas de sal atrapadas en el rostro.

    El cielo nocturno rebozado de estrellas parpadeantes hizo que el cuerpo se estremeciera. Un espectáculo inigualable para aquellos espectadores sensibles.

    Una mujer llama desde el punto más incontrito del horizonte. Busca llamar tu atención y darte una advertencia
inequívoca. Él ambiente distrae tus movimientos y centras los sentidos en disfrutar del panorama.

    Otra vez, el mismo timbre te advierte. La arena se dispone vacía en ambos laterales, estas sola y no hay nadie a tu lado. El llamado genera que las olas se agiten y la luz de la luna deslumbre el océano.

    Ella te está avisando. ''No confíes en él'', pronunció tranquila. El viento se paralizó y el mar cayó en coma. De
pronto logras ver las facciones de un rostro irreconocible, con un porte familiar. ''No permitas que posea tu alma, la cabeza doraba debe caer''.

                                 ...



    La sudoración por el sueño me levantó antes de lo previsto. Estiré el brazo y apagué un viejo reloj, el cual avisaba siempre a la hora programada.
    Las sabanas se entrelazaron entre mis
piernas, reteniéndome en la cama.

    Agitada, el cuerpo me condujo al baño, bajando con la mente media despierta.
La melena enmarañada era indicativo del movimiento incesante mientras dormía. El cansancio en mi rostro se reflejaba a simple vista. Lleve las manos a la pila del lavamanos, abriendo y enjuagando la cara. Pase varios minutos frente al espejo, viendo las gotas correr por las mejillas para acabar muriendo en el mentón.

    Noté que mi cabello se había tornado castaño, con algunos mechones rojos. Regresando a ser lo que era antes.

    El intrusivo resplandor del amanecer se colaba por la pequeña ventana del baño. Un nuevo día comenzó y el momento de prepararme para salir.

- ¿Qué haces despierta? - Su voz interrumpió la tranquilidad del ambiente, dejándome con el sobresalto.

- ¿Podrías dejar de intentar provocarme un infarto? -Contesté con un atisbo de molestia. Al darme la vuelta, las intenciones de regañarlo por su mal hábito casi salen de mis labios. Pero la
sorpresa me dejó sin aliento.

No estaba envuelto en sombras.

Y ya lo había visto antes.

    Aquel hombre a quién reconocían en los gremios como cazador de elite experto. Akai, el chico que me dio su pañuelo al salir herida.

    Tenerlo tan de cerca y con una vestimenta jovial, me hicieron apreciarlo mejor.

    Su pelo negruzco había sido cortado. Por la poca longevidad de su cabello se divisaban pequeños cuernos negros. Poseía cejas pobladas con un ángulo pronunciado y ojos rasgados, de pestañas largas y pupilas grandes sin el tornasol carmín. Nariz respingona, con labios carnosos, pero delgados en forma de corazón. A ambos lados de estos, se trazaba una tenue cicatriz en líneas
horizontales. Su rostro era alargado y de mandíbula cuadrada. Aparentaba menos de 28 años, pero la fiereza de
su mirada indicaba una edad superior.

Poseía una belleza que olía a peligro.

    Las prendas que lo arropaban eran holgadas. Un abrigo ancho con capucha de color negro, un pantalón deportivo del mismo color, y andaba descalzo.

    Me hizo retroceder, sin dejar de observarle. Fue imposible ocultar la fascinación en mi rostro al descubrir finalmente los rasgos de su físico.

- Apenas son las seis de la mañana. - Repitió, buscando la respuesta a su pregunta con otras palabras.

    Desvíe la atención y me centre en otro punto. Tragando saliva antes de contestar.

- Me dijiste que me levantara temprano. -Recorrí nuevamente sus ojos, intentando mostrar seguridad.

- Eso me parece perfecto. Pero no explica la razón de que tu ritmo cardíaco aumentará mientras dormías.

- Solo fue un sueño. - deje salir una corta respiración. No me sorprendía que se diera cuenta de eso, después de todo, las
habilidades de su raza se lo permiten. - Además ¿Qué te interesa?

    Caminé hacia el umbral, pasando a su lado.

- Sebastián llegará en cualquier momento. Te espero a las 8:30 en la recepción del gremio. Procura ir a tiempo esta vez.

- ¿Mi hermano vendrá?

    No era posible, tan siquiera había despertado como para darle de alta.

- Ayer Kev fue a verle. Necesitamos sacarlo del hospital.

    Giré sobre mis pies, con la duda a flor de piel. Y él dio una respuesta antes de gesticular.

- Si se queda ahí, no tendrá protección. En la casa recibirá seguridad y los cuidados médicos que necesite, Kev está
preparado para eso.

    Aquello apaciguó la llama de preguntas. Y antes de poder seguir indagando, Erick pasó por mi lado, atravesando el pasillo. Desapareció al doblar en dirección a la sala. La terminación de una larga cola, se transformó en lo último que pude apreciar en mi campo de visión.





                        Sebastián:



    Los recuerdos que consideraba perdidos, regresaron como burbujas de espuma, reventando con un ''pop'' que hacía estremecer mi sien.

    El dolor de una gran pérdida. La impotencia de ser un títere, manejado por los hilos de la enfermedad. La mentira acumulada, que se retuerce como una serpiente sobre la conciencia, causándome arrepentimiento.

    La depresión me alcanzó luego del recuerdo: Observar la tumba vacía de los que fueron mis progenitores. Pues el
demonio responsable no dejó rastro de ellos. La rabia de no haber podido hacer nada. La sonrisa apagada de mi hermana en las mañanas, y su llanto silencioso en las noches.

    Un alma rota, con una familia incompleta. Un chico ingenuo
que cayó en las garras de una hermosa mujer. Aquella que le prometió sanar su corazón, y en cambio, consumió su cuerpo.

    Ipéck cumplió con su parte del trueco. Pues durante 5 años mantuvo las emociones de esos días oscuros donde no pudieran tener contacto conmigo. Pero desconocía el precio tan caro que debía de pagar.

    Cada nuevo amanecer, el cuerpo respondía menos a mis llamados, y de a poco consumió mi salud. La voluntad de
moverme.

    Las lágrimas navegaban mejillas abajo. Estaba despierto desde hace un tiempo, pero no me atrevía a abrir los ojos y tener que enfrentar el humor triste de Porsha.

    Una cálida mano sostuvo la mía, dándome el consuelo y el coraje que necesitaba en ese instante. Debía enfrentarla, decirle sobre mi error por buscar ayuda en un Oscuro.

    Las extremidades dolían a sobremanera y sentía como mis órganos internos latían punzantes. El cansancio consumía parte de mi conciencia y antes de caer rendido, me apoye sobre aquella mano, despertando del confinamiento.

    El enfoque me costó más de lo esperado. Los objetos a mi alrededor eran difuminados y las luces centellantes me hicieron parpadear. Por lo que no pude distinguir la silueta borrosa del acompañante.

- Acaba de despertar - Le escuché decir. - Hagan lo chequeos previos. Si todo sale bien le daremos de alta.

   ¿Dar de alta? Acaso no es muy pronto. O lo que creía haber dormido horas, en realidad fueron días.

- No te preocupes, lo tengo todo bajo control. - Canturreó la persona a mi lado. Por su voz debía de ser una mujer. - Muy pronto estaremos en casa.











Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro