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Capítulo 5: Aún hay tratos por hacer

~Los buenos tratos tienen su escala de grises.~


Porsha:



- Si tardabas un poco más en trasladarlo al hospital, no se hubiera podido detener la hemorragia. Su enfermedad ha avanzado más de lo esperado. - las palabras del doctor hicieron eco entre la laguna de mis pensamientos.

Sostengo la mano de mi hermano, aún inconsciente. Hago varias caricias con mi dedo pulgar, en una desesperada forma de darle consuelo.

La situación no fue fácil de asimilar. Desconocía el estado completo de Sebastian y que el virus se estuviera expandiendo a una mayor velocidad.

- ¿Algún tratamiento para evitar el avance? - Mis palabras salieron lo menos afligida posible.

- El elixir. Es lo único que podría curarlo...

- Tuve mi primera misión de reconocimiento ayer. Ni siquiera me he inscrito en el gremio como una cazadora oficial. - Exigí en tono de súplica.

El doctor entendió mis palabras sin más explicaciones.

El trabajo con el mejor sueldo es el de Cazador, por sus altos riesgos y la pequeña cantidad que somos. Es el único modo de conseguir los ingresos suficientes para tratar su enfermedad.

Pero aún no los tenía.

Ese pensamiento indagó mi mente, perturbando la poca estabilidad emocional que trataba por mantener. Apenas había empezado.

El médico volvió a hablar luego de mi prolongado silencio:

- Señorita, no se preocupe. - Se acercó y me dio algunas palmadas de alivio en la espalda. - Tendrá trabajo suficiente en el futuro. Me han informado de que eres una nueva cazdora de élite, por lo que será bien recompensada. Todo lo que puedo hacer por ahora es suministrar medicamentos que evitaran el sufrimiento del paciente.

Fue alentador en cierta medida, recobrando la poca esperanza que había perdido.

- ¿Cuánto tiempo le queda?

Si contaba con el tiempo suficiente un rayo de luz se iluminaría en el camino.

- Aproximadamente 5 meses, tal vez menos... - Susurro en una frase arrastrada.

Escuchar su respuesta derrumbó el muro que me hacia inquebrantable ante los eventos del exterior. Las lágrimas salieron silenciosas y rodaron por mis mejillas.

¿Acaso lograré ser capaz de conseguir el dinero a tiempo?

¿Y si su periodo de vida de acorta? ¿Ya no lo volvería a ver?

De pronto el aire en mis pulmones pareció ser escaso.
Respiré hondo, exhalando e inhalando en repeticiones continuas, calmando la furia de emociones y dudas que comenzaban a comerme la cabeza.

Debía pensar con claridad y tomar una decisión. Limpié mi rostro para despejar la húmedad y luego de tener un veredicto, le dije las indicaciones al doctor.

- Conseguiré el dinero antes de lo anticipado. Por ahora me gustaría que sufra lo menos posible.

- Le mantendremos informada. - Dirigió la mirada a su paciente y luego otra vez enfocó sus ojos en los míos.- Se te enviará un recibo con los gastos del hospital. Luego del primer pago comenzaremos su tratamiento con el elixir.

- De acuerdo. ¿Tomará mucho tiempo traer el elixir?

- No se preocupe, le encargaremos la misión a un grupo, entre ellos uno de élite. Por lo que no debería de tomar más de dos meses.

Asentí con la cabeza, en gesto de aprobación.

Analicé a profundidad la gran responsabilidad que cargaba sobre mis hombros. Si tan solo hubiera cumplido la mayoría de edad antes, podría haber evitado que estuviera en contra reloj.

- Deberías irte a descansar a la casa. Puede regresar más tarde si lo desea. Le avisaremos si despierta.

Abandonar el hospital se hallaba muy lejos de mis prioridades. Quería estar para él en el momento que despertase. Sin embargo la urgencia de salvarle la vida me hizo entender que había asuntos pendientes por
resolver.

- Avíseme de cualquier cosa, por mínima que sea - Puntualicé

- Entendido.

Cambié el sentido de mi mirada para visualizar a mi hermano de nuevo. Aún sostenía su mano, dándome cuenta que la apretaba con fuerza. Suavicé el agarre hasta soltarle. Me levanté de la silla metálica para acercarme a la camilla y
depositar un beso en su frente.

Odiaba verlo en aquel estado. Inconsciente, con los pómulos marcados, ojeroso y con la piel pálida. Un suero por vía intravenosa colocado en su brazo derecho y con la vata de hospital puesta.

Tenía suerte después de todo. Wastenlands luego de surgir entre la situación apocalíptica, se volvió la ciudad con más recursos del mundo.

- Volveré pronto, te lo prometo. - Le hablé cerca de su oído. Acariciando por última vez los mechones de su cabello castaño corto.

Con la cabeza hecha un lío de tantas preocupaciones, salí del centro. La determinación de salvarle la vida ocupaba cada rincón de mis pensamientos. Y sin
cambiar de rumbo, fui directo a Gremio de Cazadores.


...



Las manos se deslizaron por la perilla de la puerta. Esta cedió sin problemas, permitiéndome libre acceso al lugar. El gran salón se disponía ante mis pies. Era un edificio viejo y casi consumido por la humedad. Las paredes pintadas de blanco enmascaraban las grietas y aquellos lugares donde se perdió parte del techo. Lo que antes habría sido la recepción de un hotel en el pasado, ahora realizaba la misma función. Con la evidente diferencia de que los servicios no eran los mismos.

Divisé el muro donde se colocaban las misiones de alto riesgo. Aquellas donde la mayoría que se atrevía a tomarlas no volvía a regresar.

Aparté la vista de los carteles y continué con el paso entre las mesas y sillones de la antigua decoración, sin prestar atención a las personas que ocupaban esos lugares.

Arribé en la mesa registradora, apoyando con desdén los codos en la desgastada madera. Estudié a la chica frente a mi. Una coleta alta y apretada le sujetaba de forma elegante cada mechón de su cabello negro. La ropa formal le quedaba ceñida al cuerpo y sus facciones caucásicas la hacían resaltar desde que entrabas por la puerta.

Ella atendía a otras personas que no me esmeré en detallar, hasta levantar mi mano en un gesto que capto su atención.

Fui directo al grano. Destacando los puntos relevantes de la misión de reconocimiento y de mi necesidad por inscribirme. Ella contestó amable y con mucha energía:

-¡Ah! Claro. Eres la nueva cazadora de élite... - Se detuvo unos instantes para registrar entre lo que supuse serían archivos y papeles debajo del escritorio. Levantó una carpeta para proceder a mirar su contenido. - Porsha Wickens, ¿cierto?

- Sí, se es mi nombre. - Mencioné con algo de entusiasmo. Al menos no tuve una larga espera.

La joven me dedicó una sonrisa de boca cerrada. Rebuscó en el mostrador una pluma y puntualizó los últimos detalles de lo que sería mi expediente.

-¡Listo! - Pronunció con vigor - A partir de mañana comenzaras a tener encargos. Como eres una novata todavía, se te asignara un compañero y un supervisor.

¿Compañero? ¿Supervisor?

- Podría informarme sobre quiénes son. -Me apresuré en decir. Nadie me comentó sobre eso.

- Su supervisor va a ser Ethan. Lo conoce pues fue quién la guío en la misión de reconocimiento. Es quien se encarga de revisar si el trabajo fue hecho con el requerimiento debido. Por otro lado,
todavía no se le ha asignado un compañero.

- Entonces, ¿que sucederá con mis trabajos a futuro?

-Realizará encargos menores.

Esa idea no me agradaba en lo absoluto y bufé de mala gana. Necesitaba encontrar a un compañero pronto si deseaba mejores trabajos.

- Esta bien, gracias. -Pronuncié ya con el ánimo hasta el suelo.

Regresé sobre mis pasos a la salida del edificio. El cielo amenazaba con iniciar una llovizna, por lo que apresure mis pasos hacia la casa. Pensando en cuales serían los siguientes cosas que debía de hacer.

Mientras mantenía la caminata en dirección a mi hogar, una presencia femenina capto mi atención. Me sobresalté al reconocer de quién se trataba y aceleré mis pasos hacia ella, furiosa.

Kesea al lograr encontrarme con la mirada, entorno una enorme sonrisa y saludó con uno de sus brazos.

La tomé de mala gana por la muñeca y la guíe a la entrada de un callejón, adentrándonos a este. Su apariencia albina llamaba demasiado la atención y no deseaba que el pensamientos de los demás se centrará en la llegada de una forastera.

- ¿Qué haces aquí? - La pregunta casi me sale en un grito.

- Un "hola, ¿Cómo estás?" no estaría mal. - Demandó en tono sarcástico. Se deshizo de mi agarre de mala gana y me dedicó la misma mirada de molestia que le tenía
puesta encima, cruzando sus brazos sobre el pecho.

- No estoy de humor para esto, Kev - Hice énfasis en su nombre. - ¿Por qué no estás en la casa?

Descruzo sus extremidades y estaba por hablar, hasta que la interrumpo.

- O mejor dicho ¡¿Dónde diablos estabas cuando te pedí que cuidarás de mi hermano?! - Corté de cuajo sus intenciones por explicarme. Alzando la voz más de lo esperado.

La mirada de Kesea se torno turbia. El color de su iris agarró una tonalidad de un intenso violeta y la expresión facial le cambio por uno más oscuro e intimidante. La seriedad que reflejaba y lo amenazante que se veía en esos momentos hicieron que flaqueara mi postura, retrocediendo unos pasos.

Eso me hizo recordar un punto muy importante. Algo que había pasado desapercibido por su apariencia humana:

Él es un demonio. Uno muy peligroso.

- Porsha, - Su voz cambio a la de un hombre, fuerte y de un tono grave. - Primero que nada, tu hermano se lo
buscó al echarme de la casa. - Una sola zancada bastó para posicionarse a centímetros de mi cuerpo. - Y segundo, yo no recibo ordenes de ti, solo de mi amo. Que sea la última vez que Sebastián o tú me despojan del que también es mi hogar, no lo olvides.

Y con eso la expresión facial volvió a la de hace unos momentos. Sonriente y con su típica expresión de burla. Sostuvo esa mirada centellante por unos segundos, hasta retomar su matiz grisáceo.

- Tratemos de llevarnos mejor en el futuro. - Volvió a digerirme la palabra, esta vez en un acento relajado.

Aprovechó la cercanía de ambas y me proporcionó un apretado abrazo que me dejo sin aliento.

Quedé algo confundida por el cambio drástico de personalidad. Asentí con la cabeza a sus últimas palabras. Miré hacia los alrededores, buscando a alguna persona.

Al parecer nadie se percató de la escena.

Kesea se fue unos pasos por delante de mí, caminando mientras tarareaba una canción. Me coloqué a su lado, siguiéndole el ritmo.

¿Qué Sebastián lo echó de la casa? ¿Por qué?

Y el motivo de que Kev tenga tanta paciencia conmigo, su amo. ¿Quién era exactamente?

Le preguntaría en cuanto llegáramos a nuestro destino. Esta vez sin ánimos de pelea. Por suerte mi casa no quedaba tan lejos del gremio, aunque si a una distancia mayor a la del hospital.

Saludé con la mano e intercambié unas cortas palabras con algunos conocidos. Y en cada intercepción por parte de un vecino me di cuenta de que no se fijaban tanto en ella. Lo cual fue extraño.

La chica poseía una belleza exótica. Con solo mirarla de reojo podías percibir que no era de por aquí. Al menos una persona se debió de cautivar por ella. Pero tan solo le echaban un vistazo y continuaban con su camino.

Muy bien, otra duda que resolver.

Ambas entramos a la vivienda luego de que pasara la llave. Por suerte accedimos justo a tiempo, pues la tormenta prevista se abrió paso a las afueras del hogar.

La sala nos recibió en una vacía soledad. En cuanto cerré la puerta mi compañera soltó un resoplido, dió algunos pasos hasta lanzarse en el sofá y luego cambió a su aspecto al masculino.

Recobró aquella altura exagerada, preguntándome cuanto llegaba a medir. ¿Dos metros quizás? Si se colocaba de pie seguro mi cara le llegaría a los inicios del pecho. El vestido fue cambiando a un abrigo blanco y unos pantalones cortos de mezclilla.

Dejó lucir a su otro par de brazos, los cuales salieron por debajo de los superiores, haciendo que las mangas del abrigo se duplicaran. El cuerpo de Kev sin dudas llamaba mucho la atención, no solo por las extremidades de más, si no por lo bien definido que estaba. Y por no olvidar su rostro y su larga melena blanca. Los adjetivos como hermoso le quedaban cortos. Daba esa sensación de que aquello era una belleza fuera de lo natural. Y lo era.

- ¿Te vas a quedar todo el día apreciando mi indiscutible perfección? - anunció, orgullosos de sí mismo.

Sentí como las mejillas se ruborizaron.

¿Por qué lo había observado de esa forma tan descarada?

- No te "apreciaba" como tú dices. Es solo que tú aspecto es extravagante. - Negué ante sus palabras. Nunca admitiría tal cosa.

Pasé a su lado y tomé asiento en la butaca adyacente a su asiento.

- O sea, que no soy atractivo. - Hizo una mirada sugestiva, levantando las cejas con flirteo. Colocó par de sus brazos detrás de la cabeza y los otros los dejo reposando en su regazo.

- No. Eres la criatura más fea de toda la creación. - Continué con la negación y le miré indignada. Kev expulsó una carcajada exagerada. Haciendo gestos de que le faltaba el aire y limpiando falsas lágrimas sobre su cara.

- Eres un payaso. - Descarté la cara de mal humor en mi rostro y recordé las preguntas de hace unos momentos atrás.

- Un payaso con encanto - Dijo como si fuera lo obvio.

- Kev, lamento el incidente de hace un rato. - Y para mi sorpresa, esa mera disculpa me costo bastante.

Inhale profundo y seguí.

- Me gustaría saber que sucedió entre ustedes.

Su ambiente divertido se disipó, aunque solo por un corto periodo de tiempo. Relajó su cuerpo y se acomodó en el asiento. Entendió a la perfección de quien hablaba.

- Si te soy sincero desconozco el motivo. - Apoyó la cara en su mano echa un puño. - Todo iba bien, hasta que cayó
la tarde y él simplemente comenzó a comportarse hostil. Después me pidió que me fuera y no regresara.

- Eso no tiene sentido. Sé que mi hermano tiene sus días de malas pulgas, pero el comportamiento que describes no es usual.

No dijo nada más, y por algún motivo desconfíe de la sinceridad de su respuesta.

Sé quedó pensativo. Analizando algo en las profundidades de su mente.

- Así que... - Cuestioné, buscando las palabras indicadas.

Y estás no salieron. Desconocía la manera correcta de preguntar quién era esa persona a la que él llamaba Amo.

-¿Así que? - Pronunció, curioso y a la espera. Al notar que nada saldría de mi boca se reacomodo en el sillón. Nuestras miradas se conectaron y noté como sus ojos cambiaban de tono. Aparté el rostro de inmediato.

Su risa se contagio en la sala.

- Así que la curiosa Porsha desea saber más de Erick.

¿Cómo podría saber eso?

La única respuesta fue pensar en las habilidades de sus poderes. Los cuales desconocía y cualquier cuidado era mínimo de ahora en adelante.

- Sí. - Murmuré, con la desconfianza a flor de piel.

- ¿Por qué no le preguntas tú misma?

La interrogante carecía de sentido.

El único propósito de ese tal Erick, es infundir miedo. Sus apariciones son escalofriantes y no hay comunicación. Él solo quiere matarme a causa de un infarto.

- Dudo que entre sus necesidades este dialogar. Siempre se manifiesta intimidante y con esa estúpida neblina negra envolviendo su cuerpo. - Vociferé sin contar con las consecuencias.

- Ajá, ¿y qué más? - Animó a que continuara y apareció una sonrisa en la comisura de sus labios.

Luego de escuchar su pequeña súplica de curiosidad, me fue imposible evitar no contestarle. Como si de pronto sintiera la necesidad de comentar todo lo que él deseara.

- Me gustaría que me respetará. - Exigí, muy confiada. - ¡Se me apareció en el baño!Es un pervertido y yo casi me cago encima. No voy a poder dormir tranquila luego de eso. Es perturbador. - Rechisté, liberando todo lo que pensaba. La sonrisa de Kev se ensanchó, revelando sus perfectos dientes.

-¿Por qué esa cara? Lo que te estoy contando no es gracioso ¡Es en serio! No tengo privacidad.

Levantó sus manos inferiores en señal de paz.

- Entonces, déjame ver si entendí - Entusiasmado, se revolvió en el sillón. - ¿Estás diciendo que mi Amo es un estúpida aparición de neblina oscura y depravación sexual?

¡Oh, mierda! Hablé de más...

- Sí - Susurré.

Sin embargo, su reacción fue inesperada. Creí que me regañaría por alardear de una persona (si es que le puedo decir asi), que admira.

Empezó a reir en fuertes carcajadas, esta vez sujetándose el estómago y dándose palmaditas en el muslo. Aquello si que era una alegría genuina. Una que no pude imitar de la misma manera.

Acompañaba su risotada sin expresar lo mismo. Reía por nerviosismo y por no saber cómo reaccionar. Un rato incómodo se prolongó. Las ganas de salir corriendo casi se apoderan del control de mis piernas. Y cuando visualicé una oportunidad para irme entre las
risas de mi acompañante, me sujeto del brazo.
La piel se me erizo. El miedo acopló cada uno mis sentidos. En ese momento me esforcé por aparentar seguridad ante cualquier cosa.

- ¿Puedes soltarme? - Sugerí calmada, no quería reflejar mi confusión.

- ¡Ah!, perdón. - Se levantó del sofá y estiró los cuatro miembros a la vez, rompiendo el contacto. - Es solo que me causó gracia tus palabras.

- Fue la verdad.

- Lo sé, nadie me miente - Señaló a sus ojos con gesto juguetón. El matiz de su iris iluminó con intensidad.

Una señal de peligro se transmitió por todo mi cuerpo. Los poderes que posee son Increíbles y a la vez, causan pavor. Después de todo, la mente es el lugar en el que resguardamos nuestra esencia. Es aquel almacén de tus más profundos secretos y deseos. Que alguien sea capaz de manipularlos te hace sentir esa intranquilidad e incesante hormigueo por las extremidades.

- Sal de mi mente. Lo menos que quiero es tenerte registrando en lugares que no te incumben.

- No estoy dentro de tu mente. - Movió su cabeza en gesto de negación. - Pero si puedo ver tus deseos, ya sean de gustos por cosas triviales o fetiches. - Tomé lugar a su lado, dejando atrás la sala y trasladándome a la cocina.

Las ganas de pegarle un puñetazo me hicieron apretar los puños. Pues aunque no entrará de forma directa a mis pensamientos, era capaz de ver cosas que podían ponerme en una situación vulnerable.

- Puedo ayudarte a preparar algo para que comas. - Kev se asomó por el pasillo.

<<Respira... Tienes que hablar sobre el asunto de tu intimidad como la persona civilizada que eres. >>

Un resoplido escapó de mis labios, hallando una pizca de calma.

- Wow, tus impulsos por pegarme son fuertes. - Se acercó al refrigerador, sacando una pequeña variedad de alimentos. Y sin importar mi malas vibras reanudó la conversación. - ¡Oh vamos! Deja atrás esa mala leche. Ni que tu lujuria fuera interesante. El hecho de que hayas follado con un solo hombre lo dice todo.

La calma y la paciencia que tanto me había esmerado en sostener se fueron al caño y mis poderes salieron a relucir con su feroz encanto, envolviendo mis cabellos en una llamarada.

- ¡Mi vida sexual no es de tu incumbencia! - Eliminé la distancia entre nosotros, echa una bola de fuego. El albino me desafío con una expresión socarrona.

¿Para este tipo todo es un juego?

- Está bien, relájate. - Caminó en mi dirección, pasando junto a mí. Acomodó la comida seleccionada sobre la repisa. Luego buscó los utensilios de cocina en las gavetas - Hagamos una tregua de paz. Yo no me meto en tus asuntos, ni tú en los míos.

Relajé mi postura a pesar de que las ansias de proporcionarle un puñetazo seguían vigentes.

- Trato hecho - Estiré mi mano en su dirección. Él la tomó de inmediato.

- Muy bien. - Suspiró, cambiando de tema. - Supongo que con tantas preocupaciones desde ayer, no has comido nada.

La verdad es que no. Luego del incidente, mi hermano se convirtió en la prioridad, pasando mis necesidades a segundo plano.

- Te voy ayudar - Enmangue la camisa que traía puesta hasta el codo.

- Ve a descansar. Además, tengo cuatro brazos. - Se señaló a sí mismo. - Más ayuda no puedo necesitar.

Buen punto. Sería un estorbo intentar cocinar junto a el.

- Me voy a mi cuarto. - Me retiré del sitio, no sin antes agradecerle por hacer la cena.

El cansancio se me hizo notorio. Me pesaban los brazos y piernas, y el dolor de espalda por estar sentada por mucho tiempo me imploraban para que me recostara encima de la cama. Al abrir la puerta me despojé las prendas ahí mismo y agarré la primera muda de ropa en el armario. En cuanto mi figura toco las sábanas, caí rendida en un profundo sueño.

Un sueño muy extraño, igual al de ese día.

La oscuridad impregnaba el ambiente, uno silencioso y del que los sonidos emitidos por ti mismo son los únicos en ser escuchados. El suelo cubierto por un manto negro desplazaba el sonido de mis pasos en ecos lejanos.

- ¿Hola? - La pregunta salió de mis labios sin poder detenerla. Una corta respiración en la nuca erizo los bellos de mi piel. Giré sobre mis talones, buscándolo.

Pues sabía que por el ambiente desalmado y tétrico era él.

- Sé que estas ahí, en alguna parte. - Mi contextura se irguió, mostrando ni un ápice de temor.

- En eso tienes razón. Estoy en todas partes. - Decretó con un tono de voz gélido.

- Si con eso te refieres a presentarte en lugares inconvenientes, te creo.

Una corta carcajada se escuchó en un susurrante eco por las paredes. Mis ojos buscaron curiosos entre la espesura de la noche.

- No lo entiendes. - La oscuridad parecía desprenderse de los muros y acoplarse en el centro, formando una figura que asemejaba a la humana.

La luz revistió el lugar de color blanco, dándome una mejor visión. La habitación se comprendía de su estructura cuadrada y amplia. Carecía de ventanas para divisar el exterior, o de alguna salida. Al detallar la mirada al frente, quedé algo impresionada.

Erick poseía una apariencia reveladora, o al menos fuera de lo usual. Esta vez fue diferente. Comprobé que era mucho más alto. Se veía como una especie de sombra a la que no se le distinguían rasgos faciales, solo sus ojos rojos. El cabello lo tenía corto, usaba una especie de abrigo con capucha y unos pantalones. O eso al menos pude definir por la silueta.
Igual a Kev, tenía ese algo que le diferenciaba de una típica apariencia humana: una cola, como esas con la que representaban a los diablillos en los libros. De gran longitud, delgada y al final puntiaguda.

- ¿Qué es lo que no entiendo? - Actué natural, como si el descubrir una nueva apariencia no fuera de mi asombro.

- Tú y yo estamos conectados. - Pronunció con sequedad. Fue extraño hablar con él.

- ¿Lo dices por el pacto? Eso ya lo sabía. - Crucé los brazos sobre mi pecho. Visualicé el entorno de nuevo y luego a mí misma.

Estaba hablando con un demonio con la ropa de dormir.

El chico no respondió a mi pregunta. Sin embargo me alarmé de verdad cuando sacó una especie de navaja del bolsillo trasero de su pantalón. Mis pies me llevaron hacia atrás, inquieta. Intenté hacer uso de mis poderes, pero estos no respondieron.

- Quédate quieta. - Me ordenó, desmangando su muñeca. - Tienes que beber.

Acto seguido rasgo su propia piel con el arma que portaba. La sangre broto de su muñeca hacia el suelo y extendió su brazo en mi dirección. Quede atónita por su acto y la idea de volver a beber sangre me revolvió el estómago.

- Ni que estuviera loca. - Rechacé su propuesta de inmediato.

Bufó, riendo por lo bajo. Mostró esa sonrisa de dientes afilados, haciéndome entender de qué agotaba su paciencia.

- Hazlo, o te obligaré a hacerlo. - Dió un paso al frente, y luego otro. Su caminar fue calculador.

- ¿Por qué tengo que hacer algo tan asqueroso? - Negué de nuevo, retrocediendo.

- Lo necesitas. Recuerda, tú eres parte de mí. ¿O acaso quieres volver a ser débil como en el inicio? - Sus largas piernas me interceptaron contra la pared, el fin del camino para mí.
Guardó la navaja en su bolsillo trasero y empuñó esa misma mano contra la pared, al lado de mi cabeza. Su cuerpo se encontraba muy pegado al mío. Transmitía calor y un olor agradable, como lo haría cualquier ser vivo. Su lenta respiración contra mi rostro me dejo sin aliento y su mirada no se perdía de la mía.

- Entonces, ¿será por las malas, o por las buenas? - Estiró su brazo herido, quedando cerca de mi rostro. La sangre aún brotaba de la apertura, una muy profunda donde los pliegues de piel se hacían a un lado dejando ver la carne y la sangre salir.

Mi mirada se centró en eso y las ganas de vomitar resurgieron. No me creía capaz de juntar mis labios sobre el corte y succionar desde ahí.

- No puedo. - Aparté el rostro, girando la cabeza hacia el otro lado. Erick seguía recostado en la pared, hasta pasados un minuto que se retractó. Al quedar separados le eche un vistazo.

La lesión goteaba, pero esta vez cayendo sobre un vaso. Uno que apareció por un movimiento de gracia de la mano del chico. Cuando estuvo llena me la entrego. Recogí el recipiente con ambas manos y detalle el contenido.

El líquido vital resplandecía en tonalidades oscuras carmín, denotando su espesura. Levanté la vista del vaso, contemplando el mal temperamento de Erick. El matiz de su iris se tornó igual de intenso que los fluidos depositados en el objeto.

Comprendí que no me daría otro chance. Y cerrando los ojos lo bebí sin detenerme. Me centré en tragarlo y no en lo que bajaba por la garganta, aún caliente. Al terminar dejé caer el vaso al suelo y dispuse ambas manos en la boca, aguantando las ganas de expulsarlo todo.

Un ardor recorrió entre mis pechos y al observar en el interior de la blusa, lo ví. La marca de esa zona resplandeció y algunos símbolos cambiaron de posición.

- Bien hecho. - Felicitó y recogió el objeto del piso, haciéndolo desaparecer.

Estaba indispuesta para hablar, por lo que un extenso silencio nos abordó, y gacias a esos segundos lo analicé mejor. Aquella marca no había aparecido por completar la trasformación. Es un sello del pacto. Un tatuaje que representaba que le pertenecía.

- Toma asiento. Hay algo que debo pedirte. - Pronuncio neutral, y de la misma forma que hizo aparecer el vaso, dos sillas de refinado acabado se dispusieron al lado de cada uno. Justo lo que requería, porque el mareo estaba por consumirme y acaté su propuesta.

-¿Qué...- Me contuve y tragué con disgusto el sabor metálico del paladar. - ¿Qué necesitas? Porque si debo lastimar o causar cualquier tipo de daño, me niego.

- No es nada de eso. - El también tomo asiento.

Me preguntaba como él podía manipular las cosas que sucedian en el cuarto. Desde objetos hasta la claridad o forma del sitio.

- Es un favor que no solo me convendría a mí. Te aportará beneficios a ti también. - Prosiguió con la charla. - No tienes un compañero para las misiones, y quiero que me elijas como el tuyo.

Perpleja fue poco. De seguro mi cara reflejaba la gran confusión.

- ¿Cómo sabes? - Cuestioné.

- Siempre estoy vigilando, Porsha.

El malestar se disipó y fue escalando a un leve sentimiento de enojo. ¿Acaso era muy difícil conseguir privacidad?

- Pues deja de hacerlo. Soy lo bastante grande ya y se cuidarme sola. Además, no tienes derecho de acosarme.

- ¿Aceptas o no? - Ignoró mi reclamó.

No tenía sentido cambiar de tema si el no se desviaba.

- No. A saber Dios que locura descabellada se te pasa por la cabeza.

- Esta bien. - Hizo un gesto con los hombros de que le restaba importancia. Se alzó de su asiento, haciendo desaparecer el mío y el suyo, cayendo de culo al suelo. - Ya veo que las ansias de salvar a tu hermano no son tan fuertes.

¿Qué?

- Espera un momento. - Me acomodé hasta quedar parada, limpiando mis prendas de la suciedad. - A mi hermano no lo metas en nada de esto.

- Voy a explicártelo de manera sencilla. - Se encaminó hasta llegar a mí. - Me dejas ser tu compañero, y yo destruyo el pacto que tiene tu hermano con Ipéck.

Ni siquiera medite sus palabras un segundo.

- ¡¿De que carajos estas hablando?! - Repliqué con histeria, apretando los puños a ambos lados de mi cuerpo. - Sebastián está enfermo.

Aquello que contaba no podia ser cierto, sino al menos estaria enterada.

Erick se quedó pensando hasta retomar la conversación.

- Tu... No sabes. ¿El no te lo dijo? - Su tono de voz reflejaba duda.

- ¿Decirme que? - Bramé de mala gana.

- Tú hermano Sebastián realizó un pacto con el demonio Ipéck. En cinco meses estará muerto.









Nota de la autora:

Llevaba un tiempo sin actualizar :'3 lo siento por eso. Cambié el nombre del kev femenino. Ya no es Keisy, es Kesea. Lo siento por el error.
PD: mi mejora me obligó a cambiarlo.

Nos vemos pronto. Y gracias a los que leen y se quedan. <3

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