Capítulo 4: Misión número Uno
Ver es creer, pero SENTIR es estar seguro.
Porsha
La claridad se esparcía por la habitación, atravesando el cristal de la ventana y las cortinas de un claro celeste. Con la ayuda de las paredes blancas, la luz fue más eficiente en detallar los objetos que componían el cuarto. A la vez que esa luminiscencia me despertaba del sueño profundo, abría los ojos para contemplar el techo, preguntándome quien era y porque mi cama estaba cubierta de pelo.
Me levanté del colchón estirando mi cuerpo. Ordené la cama en cuanto me espabilé, sacudiendo y doblando las sábanas. Quería terminar rápido para bajar y preparar el desayuno. Había amanecido con un hambre feroz, más de lo normal.
Y mientras colocaba las colchas en su lugar, la imagen residual de un recuerdo llegó a mi:
¡Hoy es el primer día de trabajo!
- ¡Mierda! ¡Me quedé dormida! - apresure los movimientos. Dirigiéndome al clóset.
Indagué entre los percheros, descartando las ropas que no son adecuadas. Cuando por fin encontré la vestimenta perfecta, la cargué bajo el brazo y salí pitando del dormitorio.
Ya en el pasillo, llegué desesperada a la puerta del baño. Al girar la perilla me di cuenta de que tenía seguro, así que le di unos toquecitos a la madera.
-¡Ocupado! - gritaron del otro lado.
- Ya se. ¿Pero te demoras mucho? Voy llegando tarde.
- Si te hubieras bañado anoche no estarías en este lío. ¡Sucia! - se oyó un clic y la puerta del baño se abrió, revelando a Sebastián despeinado y con la marca de las sábanas en el rostro.
- Me quedé dormida. - pase por su lado. Cerrando la puerta.
- Por cierto, bonito look.
¿Que look? ¿A mí hermano se le olvidó que corte mi cabello hace poco?
Entre en un reluciente baño, cada aspecto tenía limpieza en el cuarto. Es extraño encontrarme tal organización por lo desordenado que es mi compañero. Le preguntaría luego, porque ahora necesitaba darme una ducha caliente y vestirme lo más rápido posible.
Despojé mi cuerpo de las prendas, quedando desnuda frente al espejo del lavamanos. En mi habitación no tenía algún espejo, y es cierto que no había ido al baño.
Casi pego un grito cuando mire mi imagen, pero lo sostuve en la garganta. No podía creer lo mucho que mi cuerpo había cambiado con la transformación.
Mi tez se volvió pálida, mientras que los labios y las pupilas se tornaron de un matiz rojizo. Mis cabellos antes castaños, ahora eran de color cobrizo, haciendo juego con mis cejas.
Acaricié la punta de las hebras, apreciando las nuevas modificaciones.
A pesar de lo sorprendida que quedé, no se comparaba con las marcas entre mis pechos. Detalle con más impetu, imposible de creer. Yo no tenía ningún tipo de tatuaje antes, porque de pronto tenía esos símbolos tan raros.
Está mañana estaba siendo muy rara. El baño impecable y una marca extraña en el medio del pecho.
Entre a la ducha, dejando que las gotas corrieran libres sobre la piel. Mojé mi melena, restregando la sien con los dedos. Necesitaba relajarme por lo descubierto.
Salí de la regadera unos minutos después, no quería llegar más tarde de lo que ya era. Retiré el agua con la toalla, pasando a vestirme con las prendas seleccionadas: una blusa blanca y una chaqueta de mezclilla, short corto de la misma tela, un par de medias, las botas de combate negras, y por último, los guantes.
Crucé por el pasillo, llegando a la cocina dispuesta a prepararme algo rápido y salir de la casa. Lo que no esperaba es que el desayuno ya estuviera servido en la mesa. O al menos el de mi hermano, quien comía muy a gusto.
Frente a la estufa había una chica, friendo un par de huevos. Volteó a verme y sonrió con dulzura.
- ¡Oh! Porsha. Buenos días. Te estoy preparando el desayuno.
Quedé perpleja. Era una copia exacta de Kev, una femenina. Su cabellera atada a una alta coleta, solo un par de brazos, estatura baja y todas sus otras características blanquecinas. Llevaba puesto un vestido rosa pastel, que le hacía ver adorable.
Miré a Sebastián, pero el tenía los ojos puestos en alguien más. Había terminado con su comida y se dispuso a observar a la Kev mujer.
¿Este día podría ser más raro?
Me senté en la silla junto a la mesa y le dí una patada a la persona que estaba sentada al frente. Mi hermano se asustó y cuando notó que fue descubierto sus mejillas se tornaron rojas.
Kev me sirvió el desayuno: unas tostadas con huevo frito y un vaso de jugo guanabana. Eso último me asombro aún más. ¿Cómo sabía que me gustaba esa fruta?
- ¿Te gustó el desayuno que te prepare, Seba? - le sonrió coqueta.
- Sí. ¿Cómo sabías lo que quería desayunar? - le devolvió la sonrisa al terminar la pregunta.
En ese instante Kev paso a verme, se acercó y apoyo su mano en uno de mis hombros.
- Tu hermana y yo nos conocemos desde hace un buen tiempo. Habla mucho sobre ti.
Maldita mentirosa.
Estuve a punto de hablar y decir que era mentira. Pero entonces como explicaría de dónde la conozco. Así que no me quedo de otra que guardar mis palabras y darle una buena mordida a una de mis tostadas.
- Porsha, porque nunca me dijiste que tenías una amiga tan linda. - habló el don juan, encantado por la belleza de la albina.
La chica rio tímidamente, incluso la cara se le torno rojiza. ¿Dónde aprendió a actuar?
Terminé con la comida y me fui de nuevo al baño, ignorando la escena romántica. Hablaría muy serio con Kev, no le quiero cerca de mi hermano y menos intentando algo con él.
Cepillé mis dientes y regresé a la cocina.
Kev no se encontraba allí, así que le pregunté a la otra persona en el lugar:
-¿A dónde fue?
- Llamaron a Kesea afuera. Fue a ver quién era.
¿Kesea? ¿Y quién la estaría buscando?
- Está bien. Debo irme pronto, pero cualquier cosa Keisi - hice enfasis en su nombre, irritada. - te ayudará.
Me acerqué a él y le planté un beso en la frente. Ambos nos despedimos con las manos y luego caminé hasta la sala, a punto de salir.
Kev/ Kesea, o lo que fuera, me estaba esperando en la puerta, arrecostada a ella y sonriendo.
Se apartó del camino, permitiendo que pudiera pasar. Ya a punto de salir, la jale del brazo y la lleve afuera de la casa. Ella me siguió sin rechistar.
-¿Quién te buscaba? - le solté el brazo.
- No te importa.
Vale, con que quería hacerse la dura. No tenía tiempo para eso, necesitaba llegar rápido a la zona donde estarían los demás cazadores.
Si es que alguien aún se encontraba ahí. Ya tenía una hora de retraso.
- Muy bien. ¿Sabes que? No me importa. - le dije molesta. - Necesito que cuides a Sebastián mientras no estoy.
- Será todo un gusto. - sonrió de forma pícara, casi entrando a la casa.
Le volví a tomar del brazo, solo que esta vez no me lo permitió. Ambas nos miramos fijamente.
- Como te vuelva a ver haciéndole ojitos a mi hermano, te meto un putazo en toda la cara. Con el no te metas, Kev.
No dijo nada más y volvió al interior de la casa. Provocarle daño a las personas de mi alrededor está prohibido para él, y espero así sea.
Me dispuse a correr, alcanzando una velocidad nueva para mí. Sentía los pies ligeros como estar flotando por los aires. Pasaba de edificio en edificio, acercándome cada vez más a mi destino.
El viento refrescaba mi cara y provocaban que mis cabellos danzarán en el aire, haciéndome sentir viva.
Pase junto a las últimas recidencias, adentrándome a las ruinas que alguna vez fueron viviendas. Casas destruidas no solo por la catástrofe, sino también devoradas por la naturaleza. Las raíces de los árboles atraviesan el pavimento y destruyen un hambiente humano para transformarlo en algo hermoso.
Continué pasando entre la maleza y veía como algunos animales huían al paso de mi presencia.
Me detuve un rato a coger aire, apreciando la belleza de las plantas y el dulce canto de las aves. Pude ver qué había llegado al lugar indicado, caminando hacia allí.
Era una antigua mansión de mármol blanco. Las columnas se elevan tan alto como los árboles que ahora se adueñaron de la propiedad. Una fuente llena de moho reside en el porche junto con estatuas cubiertas de otras plantas. Las escaleras para lograr entrar estaban en mal estado, pues algunas raíces ya habían hecho su trabajo.
Las paredes que formaban parte de la estructura de la enorme casa, habían desaparecido en su mayoría. Antiguamente estás eran de cristal, por lo que las lianas entraron intrusas por todo el lugar.
Desde afuera pude percibir a dos personas dentro de lo que alguna vez fue el gran salón. Entre por los arcos de la entrada, observando impresionada como algunos muebles seguían intactos, cubiertos por el polvo. Otros ya estaba rotos y en un mal estado.
La enorme chimenea estaba agrietada y con raíces saliendo de su interior. Los sofás, algunos rasguñados, seguían en la posición original, bajo el tapiz de una bella alfombra. Estás se encontraban ubicados frente a la chimenea.
Al otro lado de la habitación había un piano del que le había salido un arbusto de flores. Las demás decoraciones como floreros, antiguos recuadros familiares o las sillas del comedor se encontraban desorganizadas por el suelo.
Ethan, el cazador que me presentaron en el hospital, me saludo enfadado por mi tardanza. El seria el jefe de la excursión para guiar a cazadores inexpertos y a mí en su primer día.
- Llegas tarde. Los demás se dividieron en grupos y ya les indique el lugar que debían explorar. - se notaba la molestia en cada palabra.
- Lo siento... Me quedé dormida - rasqué la parte de atrás de mi cabeza, avergonzada.
Me fijé en el otro sujeto por un momento. Era incapaz de verle el físico, pues estaba sentado en los viejos sofás frente a la chimenea. Vestía un abrigo de capucha color rojo y su cabello negro ya estaba algo largo, pero sin llegar a los hombros.
Ethan volvió hablar, rompiendo el hilo de mis pensamientos:
- Ya que te demoraste tanto no tengo un grupo al cual enviarte.
- ¿Ninguno? - no podía creer que todo el viaje fue en vano.
- Me temo que no. Escucha. - coloco su mano en mi hombro. - Aún puedo encargarte algo y así vas aprendiendo, pero no podré supervisar tus acciones.
Eso último me agrada muy poco. El continuó hablando.
- Aunque he de admitir que tienes suerte. El compañero que ves sentado allá atrás, es el mejor de los cazadores. - lo señaló inclinado el rostro en su dirección.
Una risa provino de mis labios, no pude contener lo imposible que me parecía esa idea. ¿Se refería al mejor cazador de la ciudad, no? Porque el título con El mejor cazador lo tenía un solo hombre, y ese era uno difícil de encontrar o ver.
- Se que puede parecerle gracioso, pero no estoy hablando de alguien de aquí.
El chico al escuchar que hablábamos sobre su persona se levantó del sillón y cambio hacia nosotros. Ahí pude ver su rostro, o al menos lo que permitía mostrar de él.
Sus cabellos negros cubrían parte de sus orejas. Cejas grandes y pobladas. Sus ojos eran preciosos a pesar de su tonalidad obscura. Y laa mandíbula cuadrada. Los rasgos de su rostro lo hacían, sin duda alguna, hermoso.
Un pañuelo hacia el trabajo de cubrebocas, por lo que en fue imposible detallar la forma de los labios.
- Un gusto conocerte Porsha, soy Akai.
Aún teniéndolo en frente no podía creerlo. En serio tenía al cazador más grande de la historia delante de mis narices.
- Un gusto. - respondí en modo automático, sin parpadear.
- Muy bien. Ahora que hay una presentación de por medio puedo retirarme. Porsha, el se ha ofrecido a ayudarte con esta misión mientras yo me encargo de los otros grupos. Cualquier duda puedes preguntarle.
- Espere un momento. ¿Él me va a entrenar hoy? - lo apunte con el dedo.
- Sí. No creo que tengas problemas. Además me parece una oportunidad exelente, pues tu tienes la calificación de cazador élite, por lo que aprender de otro te será de ayuda.
No me dejó seguir quejándome. De hecho me regañó al final de la conversación por llegar tarde y que no deseaba que se repitiera. Así que me dejó sola en la enorme mansión con aquel otro hombre.
Pensé que no me dirigiría la palabra, hasta hablar.
- ¿Que tan rápido puedes correr? - me examinó de arriba a abajo.
- Bastante. - no sabía que decir, el nerviosismo me estaba matando.
- Intenta seguirme el paso entonces.
Ni siquiera fuí capaz de ver cuando salió de la mansión. Se movía a una velocidad más grande que la mía. Se quedó parado al lado de la fuente, esperando que comenzara a seguirle, y eso hice.
Una intrépida carrera inicio en el interior del bosque. Sabía que no estaba llendo a su tope para evitar dejarme atrás, pero de igual forma me sacaba un buen tramo. Cruzamos entre los hermosos pinos y la alta hierba, con la agradable brisa en el rostro.
Muy pronto llegamos a un claro. Un hermoso campo cubierto de flores. Eran tantas las tonalidades de los colores, que aquello parecía sacado de un cuento de hadas. Las mariposas surcaban por las atractivas flores, haciendo el paisaje aún más cautivador.
La imagen visual sin dudas es hermosa, pero no veía nada extraño en aquel entorno.
Observé a mi compañero, el cual también se quedó contemplando por unos segundos el lugar. Paso a mirarme.
Sus ojos me hacían querer saber más de él, indagar sobre quién era y el porqué de muchas cosas.
- Comencemos con la casería. Y deja de mirarme, es incómodo.
Me imaginé las distintas personalidades que tendría una persona con tanto renombre, pero nunca la de un cascarrabias.
- Tú me miraste primero. - le refuté, colocándome a su lado.
- Como sea. - suspiro con cansancio. - Quiero que busques al demonio que se esconde aquí.
¿Buscarlo? Pero si en ese lugar no había nada.
Volví a divisar el horizonte sin encontrar mucho. Seguía viendo lo mismo: Flores, mariposas, un campo hermoso y algunos árboles en la distancia, nada más. No encontraba lo inusual.
Akai soltó una carcajada corta. Yo no entendía porque se estaba riendo.
- ¿Que da tanta gracia? - cruce los brazos sobre el pecho, juzgandolo con la mirada.
- Que lo estás haciendo mal - continuó riéndose.
- ¿No te parece mejor que te dejes de burlas y me enseñes? - suspiré, molesta.
Cuando al fin se digno a prestarme atención, me pidió que cerrará los ojos.
Cuestioné su método en ese momento, pero luego le hice caso. No sin antes depegarme un poco de su lado, la confianza que tengo con él es nula.
- Pero si cierro los ojos no podré buscar nada - continué con la duda.
- No todo se trata de ver, Porsha. Debes aprender a sentir. Así que dime, ¿que puedes llegar a percibir con tus otros sentidos?
Respiré profundo y seguí sus instrucciones. Sin mi visión pude ser capaz de notar las pequeñas cosas que la naturaleza nos regala, pasando día día en nuestro entorno sin darnos cuenta.
Y a medida que captada el ambiente de mi alrededor más lejos podía llegar a nuevos estímulos externos. Avisaba en alta voz cada nuevo descubriemiento, agudizando mis receptores.
- Siento el sonido de las hojas al moverse con el viento. El canto de las aves que descansan en las ramas de los árboles. El zumbar de las abejas recolectando el nectar de las flores. El crugir de la madera. El olor del polen y su fragancia. Y los rayos del sol sobre mi piel.
Me sentía llena, complacida por la belleza que eras incapaz de apreciar, pero si degustar con el sonido, los olores y el tacto.
De pronto experimente una inquietud, algo que estaba fuera de lugar en el ambiente. Un ser que se escondía entre las plantas, ocultando su escencia.
Fruncí el seño, centrándome en lo que acababa de captar. El olor que desprendía era leve, casi imperceptible por el perfume de las flores. Su respiración pausada, tranquila. Un poco más y tan siquiera podría escuchar el aire entrando y saliendo por sus vías respiratorias.
- ¡Lo encontré! - sonreí, a punto de dar brinquitos cuando al abrir los ojos me lleve una buena sorpresa.
El cazador se situó frente a mí, muy cerca. Cuando estuve a punto de empujarlo el se apartó y yo tome mucha más distancia de él.
Tan bueno era ocultando su presencia que ni siquiera lo noté. Eso me asombró, como al mismo tiempo me dejó un atisbo de miedo.
- ¿Dónde está? - Ni siquiera explico la razón de su cercanía, solo se digno a preguntar por el paradero del demonio recién encontrado.
Decidí dejar eso de lado y concentrarme con la misión. Cuanto antes acabará mejor.
- Justo ahí - apunté con mi dedo las rosaledas. - Aunque no sé cómo se ve.
- Conoces su ubicación, eso es lo que importa. Te subestime, pensé que eras una inútil.
Me indigné ante su comentario.
- Tal vez tu eres el de la cabeza vacía por menospreciarme.
Ignoró mis palabras por completo y comenzó a caminar hacia la dirección indicada. Yo me asusté, no sabía si el demonio era pequeño o grande. Caminé detrás de él hasta llegar a una distancia de lo señalado.
Yo continuaba sin ver nada, pero si que escuchaba mejor sus respiraciones entrecortadas ¿En dónde estaba escondido?
- Yo iré a entrar en su territorio, Tu quédate dónde estás para yo poder distraerlo y lo matas. ¿Está bien?
Asentí con la cabeza, preparando los puños y colocándome en una posición defensiva. Akai se acercó más a los arbustos, pero no pasó nada. O eso creía.
La tierra tembló y de ella comenzó a surgir el demonio. Salió rompiendo el suelo y brotando de ahí la misteriosa figura que antes fuí incapaz de ver.
Aquella criatura era más grande a la primera que enfrenté. De hecho, su altura sobrepasaba a la dos o tres personas. Tenía una constitución asemejando a la humana, formado por carne rosa, espinas y raíces que sobresalían del cuerpo y extremidades alargadas. El lugar de la cabeza fue sustituido por un botón de rosa, el cual se fue abriendo tal cual una flor. Al abrir en todo su fulgor se pudieron ver mejor los detalles de aquella rosa. Unos ojos se abrieron en cada pétalo rojo y en el centro de esta había un anillo de colmillos afilados.
Un fuerte gruñido provino de él, liberando otras raíces que se movían dispuestas al ataque.
El plan consistía en que el monstruo lo atacaría a el primero, sin embargo, a la planta le parecía más fácil asesinarme.
Una de sus raíces se abalanzó sobre mí, buscando matarme. Cuando estuvo cerca la tomé entre mis manos, tratando de tirar de ella y poder pegarle con el puño. Lo que no esperaba es que de la raíz salieran unas púas. Atravesaron mi mano y me provocó un dolor indescriptible. La planta recogió su extremidad con la intención de acercarme a ella.
En una postura más firme con los pies impedía que pudiera arrastrarme. Apreté los dientes y con las lágrimas afuera apreté mi agarre sin importar el dolor.
Otras lianas se aproximaron pero esta vez Akai las detuvo, cortándolas de cuajo. Eso me dió tiempo para poder canalizar mi poder, de sentirlo y concentrarlo en la palma de mis manos.
Al experimentar las flamas corriendo por mis venas las dejé salir. Las llamas se extendieron por mi mano ensangrentada hasta la raíz, llegando al cuerpo. El demonio asustado por el fuego retractó las espinas y soltó mi miembro, dejándome libre. Hizo el intento de huir, pero las llamas fueron consumiendo poco a poco su carne.
Observé el estado de mi dorso, viendo la sangre salir por los huecos que dejaron las púas. Las heridas dolían y yo necesitaba relajarme para que mi cuerpo comenzara a sanarlas.
- Gracias por ayudarme. - dije, tragandome el sufrimiento y sujetando mi muñeca.
No hubo respuesta.
Busqué en mi entorno y nada. Estaba completamente sola.
Bufé por lo sorprendida de su acción. Las despedidas al parecer no están entre sus prioridades.
Miré los alrededores sin creer todavía que se había ido. No le encontré, se había esfumado.
Cuando ya me iba, encontré su pañuelo tirado en mis pies. Lo recogí y me quedé intrigada detallando el objeto.
¿Para que dejó eso ahí?
No me importo mucho y terminé dándole un buen uso: Me quité lo que quedó del guante, pues este se había quemado por culpa de mi poder. Envolví las lesiones con la tela, apreté un poco y luego hice un nudo. Todo el brazo me palpitaba.
La tarde comenzó a caer para darle paso a la noche. Y ya que dentro de poco estaría a oscuras, me dirigí a la mansión con prisas.
Al arribar de nuevo en la vivienda abandonada, me reencontré con Ethan y los demás integrantes del grupo.
Le reporté cada cosa que sucedió en el día, desde como aprendí a canalizar mis sentidos, rastrear, los detalles del combate y las lesiones.
El cazador me permitió retirarme, dándome el aviso de que más adelante tendría otras misiones de ese mismo nivel.
Y ya con nada pendiente, puse rumbo a casa. Agilicé los pies lo suficiente como para que la noche no me atrapará lejos. Un poco cansada, caminé cuando faltaban dos cuadras para llegar.
La entrada de mi hogar no tenía puesto seguro, así que pase sin problemas al interior.
- ¡Sebastián, ya llegué!
Fui directo a su cuarto, mirando primero la sala y la cocina.
Sin moros en la costa.
Le dí toquecitos a su puerta, pero nadie contestó, así que giré la perilla para ver el interior del cuarto.
Estaba durmiendo y yo sonreí al ver lo tranquilo que se notaba. Volví a cerrar la puerta, pasando ahora al baño. Necesitaba bañarme y curar mi mano.
Mi pancita rugió por el hambre, quejándose de estar vacío. En cuanto saliera de una ducha me comería lo primero que encuentre en la despensa.
Al colocar el seguro, pude sentirme bien conmigo misma, despojándome de las ropas. Dejé la venda de último, verificando su estado. Retiré el pañuelo y ya no tenía nada. Las heridas habían sanado más rápido de lo que pensé.
Las luces del baño tintinaron y me quedé viéndolas extrañada. Aquello era común, pero no de la forma tan repetida que estaba sucediendo.
Era un parpadeó rápido, creía que explotarían. De un momento a otro, se detuvieron, volviendo a la normalidad.
Suspiré y cerré los ojos por un segundo, pensando en lo sucedido. Aquello fue anormal.
Cogí una de las toallas colgadas que habían en el baño y cubrí mi torso. Giré el picaporte, quitando su seguro, pero este no se abría paso.
La pila de agua se abrió sola, dejando que el agua corriera por el lavamanos. Luego la ducha también cedió.
Perturbada, me arrincone a una esquina. Mi corazón iba a millón y sentía el pulso por todo el cuerpo.
De pronto las luces se fueron.
Me aferré de mis brazos, consolándome. Una voz en un leve susurro dejo palabras en el aire y cerca de mi oído.
- Ya estoy aquí - el murmullo se disipó como un bajo y repetido eco entre los muros y yo quedé sin respiración.
Desde el techo se escurrió un líquido. Bajo lento por las paredes hasta llegar al suelo. La sustancia se reunió en el centro, formando una estructura humana.
Una complexión ya conocida para mí.
Alzó su mirada destellante de aquel color rojo, chocando con la mía. Luego esa sonrisa macabra dibujo su rostro.
Se acercó con caminata pausada, y con cada paso mostraba más los dientes, en una larga mueca. Estiró el brazo, a punto de tocar mi cara con su líquida anatomía.
Cuando la luz regreso de pronto, y con ello desapareció la presencia del demonio.
Me lleve la mano al pecho, volviendo a respirar. Intenté salir del baño y esta vez la puerta me permitió caminar al exterior.
Me dirigía a mi habitación, deteniendo los pasos en seco y cambiando de dirección al escuchar un quejido lastimero.
Un grito que provenía del cuarto de Sebastián.
Corrí a toda velocidad, tirando la puerta abajo...
La escena frente a mis ojos fue desgarradora. Las lágrimas botaron y avance para estar junto a él.
El cuerpo de mi hermano yacía en el suelo, retorciéndose de dolor, sujetando su estómago y envuelto en un charco de sangre.
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