II. La verdad sea dicha.
Durante el siguiente año, todos los miembros del clan de los vampiros se esforzaron por crear una fiesta a la altura de las anteriores celebraciones, añadiéndole su toque elegante, sobrio y mágico a cada uno de los detalles, pues, estaban ansiosos por mostrarle a sus invitados la inesperada sorpresa que tenían preparada para ellos.
Cornan estuvo a cargo de supervisar cada uno de los preparativos de la esperada ceremonia, dando sus propias ideas y corrigiendo las que consideraba muy simples. Habían muchas cosas a tomar en cuenta, como el tamaño descomunal de los gigantes, la incapacidad de respirar fuera del agua de las sirenas, las travesuras de los duendes, esa era una desventaja de reunir una cantidad tan variada de seres fantásticos en un mismo lugar, pero los vampiros supieron defenderse de cualquier contratiempo que surgiera y para cuando llegó el fin del plazo, hacía meses que todo estaba calculado y ensayado.
Ese día en la tarde, cuando los primeros invitados empezaron a llegar, Cornan se mostró complacido de recibirlos en su ecléctico castillo; mientras todos se ponían cómodos en una antesala decorada finamente, los sirvientes se encargaban de brindarles todas las cosas que pidieran.
El vampiro anfitrión, al ver que ya se encontraban reunidos, se levantó de su asiento en el centro de la estancia y habló hacía las criaturas que lo rodeaban.
- Bienvenidos a la dosmilésima octogésima cuarta conmemoración de la Celeinmortis, estamos contentos de poder ser parte de esta ceremonia después de tanto tiempo. -La sonrisa afilada del vampiro fue recibida con un entusiasmado coro de aplausos. - Sin más preámbulo, los dejaré pasar a la sala principal, espero que disfruten de la noche tanto como yo lo voy a hacer.
Al terminar de pronunciar esas palabras, las puertas de manera tallada tras él se abrieron sin el más mínimo sonido exponiendo un salón bañado en luz plateada. De inmediato, las criaturas, curiosas sobre lo que los vampiros habían preparado, se apresuraron a entrar a la estancia. Cornan se tomó su tiempo para unírseles, comprobando otra vez, que todos los preparativos se encontraran en orden.
Los techos altos del castillos permitían que criaturas activas como los pegasos tuvieran donde expandir sus alas. El enorme lugar poseía un pasillo principal que conducía a una amplia área de baile con una alfombra lisa blanca de pétalos artificiales color plateado. A los alrededores varias mesas de comida y vino, decoradas con la misma gama de colores, invitaban a los presentes a degustar sus sabores.
Envueltas en las columnas, decenas de telas bordadas en hilo de plata, hacían de la sala un lugar acogedor y elegante. Las paredes de piedra gris exponían orgullosamente lienzos blancos con diseños intricados celtas. Todo iluminado con candelabros plateados de prístinas velas blancas. Pero, lo más hermoso del lugar, lo que hizo que cada uno de los invitados contuviera el aliento durante un minuto, fueron los brillantes estandartes de sólido vidrio colgando quietos del techo, cada uno en representación de las criaturas que hacía milenios no existían.
La música comenzó cuando aún los invitados se encontraban anonadados por la exquisita decoración de los vampiros. Cornan disfrutó de la reacción.
Tiempo después, todos los presentes se encontraban celebrando, comiendo y bebiendo entorno a la sala. Fueron muchos los que se acercaron a Cornan para felicitarlo por su éxito como anfitrión y elogiarlo por su tan creativa incorporación de sus amigos extintos.
La fiesta avanzaba. Pronto la mayoría de los enanos y diablillos se encontraban borrachos. Los minotauros golpeando su cabeza los unos con los otros por diversión. Los licántropos aullándole a la luna. Las brujas bailando al ritmo errático de los tambores. Un precioso dragón dorado, que había adquirido forma humanoide, realizaba trucos de fuego en medio de la pista de baile mientras era alentado por las desnudas selkies.
La velada era todo un éxito.
Cornan miraba desde su puesto como cada uno de los invitados empezaba a perder el control ante frivolidades tan banales y supo que era el momento perfecto para que, junto con sus demás compañeros, se llevara a cabo el evento principal.
Un vocero llamó la atención de las criaturas. El vampiro se dispuso a hablar.
- Compañeros, como bien saben, no solo estamos reunidos aquí para celebrar nuestra inmortalidad, sino también, para recordar a nuestros amigos caídos. -Los borrachos corearon sus palabras. Cornan hizo una mueca a penas visible. - Los vampiros hemos sido señalados injustamente como los causantes de esta desgracia. ¡Ya es suficiente, que la verdad sea dicha!
Al mirar los relucientes ojos de Cornan, todos fueron conscientes de la furia silenciosa que guardaban los vampiros hasta ese instante. Se dieron cuenta de la clara desventaja que tenían sus posiciones actuales, pues, se encontraban en territorio de vampiros casi completamente borrachos.
Como bien sabían, los vampiros eran conocidos por su astucia inigualable, su capacidad de obrar complejos planes y ante todo su talento con la vieja magia negra, magia que ni las brujas más poderosas habían podido descifrar.
¿Cómo habían sido tan tontos?.
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