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I. Invitado no deseado.

Cuenta la leyenda que hubo una época en la que las criaturas fantásticas de todas partes del mundo vivían en armonía, en paz. Donde cada uno de ellos honraban los límites de su existencia y formaba lazos de amistad con los demás.

Pero, esos días terminaron.

Nadie estaba completamente seguro porqué se produjo el quiebre de tan perfecta alianza, nadie estaba dispuesto a indagar al respecto; sin embargo, las sospechas siempre recaían en la especie de vampiros, asegurando que su hambre voraz por sangre los había llevado a destruir clanes enteros de criaturas, incluyendo entre los más lamentables, la pérdida de los humanos.

En medio del daño, los que quedaron supieron afrontar la situación y encontrar algo positivo en la tragedia.

Y desde ese día se celebraba el encuentro anual de las especies, comúnmente llamada Celeinmortis, para conmemorar la partida de las demás criaturas, gozar de su próspera inmortalidad en este mundo e intentar volver a recuperar la tan grandiosa paz de la cual ya no se acordaban.

Los kelpies salían a todo relinche de sus lagos profundos para hacer acto de presencia en aquel evento, las ninfas abandonaban sus hogares dejando atrás un camino de flores y abedules; algunas de las criaturas más terroríficas e imponentes de todo el mundo, como lo eran los nuckelavee se vestían con un manto de serenidad y asistían gustosamente a la fiesta. Mientras los nooken tocaban su hipnotizante melodía en el violín, las huldras bailaban alrededor del lugar mostrando sus más seductores pasos.


El ambiente festivo no dejaba lugar a preocupaciones mayores, a pesar de que en la mente de cada uno de ellos rondaba de manera silenciosa dos observaciones obvias. La primera, era la ausencia de las especies extintas. La segunda, y casi igual de importante, era el exilio voluntario de aquella celebración que los vampiros habían impuesto sobre ellos mismos al sentirse profundamente ofendidos ante la acusación muda de sus compañeros.

Pero ese año, después de milenios de ausencia, un invitado imprevisto atravesó las enormes puertas de la estancia, colándose entre el mar de criaturas risueñas que llenaban el lugar.

Cuando la presencia del intruso fue captada por el anfitrión de la fiesta, que esa vez era el rey de los íncubos, ya la música se había detenido, al igual que los bailes y la diversión. De repente, nadie tenía deseos de celebrar su inmortalidad, ya nadie tenía deseos de reír.

Sin intención de parecer asustado ante sus invitados, el suntuoso rey se levantó de su trono y con voz potente le ordenó al recién llegado que expusiera las razones de su inesperada visita.

Murmullos curiosos recorrieron la sala mientras los seres fantásticos más jóvenes se ponían al día sobre la identidad del hombre.

Cornan, decían en susurros, el vampiro de linaje más antiguo.

El susodicho sonrió con benevolencia e ideó una elegante reverencia hacia el anfitrión.

— Mil disculpas por aparecer sin avisar, honorable Rey Íncubo, pues supuse que de otra manera mi presencia aquí no sería bien recibida. —Tenía una voz elegante, como aquel que está acostumbrado a hacerse oír.

— Jamás se le ha negado la entrada a los vampiros. —Repuso altivamente.

— De ese modo, admito mi errónea suposición, Su Alteza.

Distintos murmullos se oyeron en la sala junto al sonido de pies nerviosos cambiando de peso. El vampiro sonrió, fingiendo estar ajeno a la incomodidad que había provocado.

— Exijo saber el motivo de tu presencia, vampiro Cornan.

El nombrado hizo una visible muestra de disgusto.

— Pronuncia el nombre de mi especie como una maldición, como si debiera de avergonzarme de serlo. —El hombre no esperó a contestaciones y siguió con su retahíla: — Todos en esta estancia están reunidos con el mismo motivo, celebrar la inmortalidad, poner fin a los desacuerdos y avanzar a un mejor futuro. Piensan que lo presente es correcto; exiliar pasivamente a los que creen son los culpables del problema, pero, se equivocan.

El vampiro se dio vuelta para observar atentamente a todos los miembros presentes en la habitación. Caminó con los brazos cruzados tras su espalda y rostro impasible.

—Viven asustados de las respuestas, pues temen que ellas sean más crueles de lo que creían. —La voz del vampiro resonó a través de las paredes, llegando a cada extremo del lugar. —Es momento de que cambiemos, es momento de que nosotros los vampiros, demostremos que no somos los culpables de tan desastrosa catástrofe.

Las ninfas ahogaron un suspiro, los grifos agitaron sus alas en un frenesí de nerviosismo y los gigantes sacudieron sus pies en un intenso pisotón que hizo temblar las paredes. Conmoción, ese era el sentimiento que dominaba en el subconsciente de los espectadores. Lo que había comenzado como una velada amigable, rápidamente podía convertirse en un festín de sangre y violencia. Aún así, Cornan se negaba a reconocer su impacto en el ambiente tenso del lugar.

—Por eso, Su Alteza, como representante de mi especie, quiero pedirle su aprobación para llevar a cabo la siguiente celebración en la comodidad de mi castillo personal. —Dijo el vampiro con una sonrisa de dientes afilados. El Rey Íncubo pareció tan sorprendido de aquellas palabras que no pudo responder durante un largo segundo. Cornan tomó su silencio como una negativa. — Sé que este no es el modo usual en el que eligen a los anfitriones, pero como muestra de buena voluntad, me estoy ofreciendo. Mis demás hermanos ya han accedido a mi idea.

El Rey Íncubo intercambio miradas con los otros jefes de clanes de las diferentes especies, porqué, si bien los vampiros no eran de los seres más peligrosos de ese mundo, todos eran consientes de que estos poseían un cerebro verdaderamente dado a obrar engaños.

Con un asentimiento, el rey detuvo su mirada sobre el rostro imperturbable del vampiro.

— Para demostrar lo alegres que nos encontramos de tener a nuestros amigos los vampiros de regreso, aceptamos su petición. —Anunció el íncubo con una sonrisa en sus oscuros labios. —Y prometemos formar parte de tan esperada celebración.

—Muchas gracias, honorable señor.

El rey levantó su copa de vino azul e indicó a las demás criaturas a que siguieran su ejemplo; una copa fue depositada entre los dedos de Cornan por una súcubo ayudante y pronto todos se encontraron extendiendo sus copas al aire para un brindis.

— Por los vampiros.

Todos corearon las palabras del anfitrión al unísono. Chocaron sus copas e inclinaron el codo, dejando vacías sus bebidas de un solo trago. Cuando la algarabía terminó, el rey volvió a hablarle al vampiro:

—Tienes un año para preparte.

— Será tiempo suficiente. —Murmuró Cornan con una sonrisa oscura.

Mientras todos bebían volviendo a sus festejos, nadie notó como el emblemático invitado se escabullía de la fiesta con una expresión beligerante en el rostro, tan silenciosamente como había llegado.

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