Canción 17: Principios
Alicia despertó con una extraña sensación.
A pesar de todo lo que había sentido la pasada noche, no podía evitar pensar que aquello había sido un error. Lucas era parte de su pasado y quizás debía seguir ahí. Pero, joder, los motivos por los que la había dejado eran muy distintos a lo que ella siempre había pensado. Y si lo hubiera sabido entonces, nunca le habría dejado, nunca le habría tenido que superar y nunca habría formado parte de su pasado, seguiría siendo su presente. Quizás estarían casados, puede que incluso tuvieran ya un hijo...
Pero la realidad era muy distinta. Y es que Lucas sí formaba parte de su pasado, aunque en ese momento estuviera muy presente. Demasiado presente.
Giró la cabeza y lo observó durmiendo plácidamente a su lado. Suspiró. Se suponía que lo tenía superado, olvidado y enterrado hasta que apareció en el funeral. Pero, estaba claro que ni superado, ni olvidado, ni enterrado.
Se levantó con cuidado de la cama para no hacer ruido. No quería despertarlo. No hasta que tuviera un poco clara su mente. Se vistió y salió de la habitación. Dio vueltas por la casa como una loca, hasta que escuchó un ruido de la cocina. Vera debía estar despierta, quizás ella le aclaraba un poco las ideas, o quizás la mataba por haberse acostado con Lucas.
—Hombre, si puedes caminar —soltó Vera de golpe.
—Dime que no escuchaste nada.
—Escuché ruido, la voz de hombre e imaginé cosas. Veo que la cita acabó bien —dijo levantando las cejas de forma burlona.
—No, no fue bien. Me acompañó y se fue a casa.
—No puede ser, pero si yo escuché cómo hablaba un hombre —Alicia asintió—. Amiga, o te explicas o no entero de nada.
—Pues que Álex me dejó en la puerta de casa, no subió porque yo no quise, no pude.
—Vamos que la cena fue un desastre.
—No por él. Es un encanto. Me llevó a un italiano, cenamos muy bien, hasta que apareció...
—¿Lucas? —dijo Vera ojiplática.
—¿Cómo lo has sabido? —Vera le dio un codazo.
—Emm, ¿hola, Lucas? —dijo desconcertada saludando al rubio que estaba en la espalda de Alicia y la joven no lo había visto.
Alicia se giró y lo vio. Al menos iba algo más vestido que como lo había dejado en la cama.
—Hola, Vera —le saludó—. Buenos días —susurró en la oreja de Alicia, consiguiendo que le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. Vera tenía los ojos abiertos como platos. No podía creer la imagen que tenía delante. El mismo Lucas en su puta casa—. ¿Qué tal?
—Emm... Bien. ¿Y tú?
—Bien —respondió él. Alicia se dio cuenta de que se mascaba la tensión.
—Ya he visto que compones para Rafael.
—Sí, me surgió la oportunidad.
—¿Y cómo fue?
—Eso. No me lo has contado —preguntó Alicia curiosa.
—Bueno, me ofrecían bastante dinero por cada canción y acepté.
—Ya... Son canciones muy bonitas —dijo Vera—. Además, Rafa...
De repente, empezó a sonar el teléfono de Alicia. Era Alberto. Necesitaba coger esa llamada. No quería que pensara que no quería cogerlo y, sobre todo, quería arreglar las cosas con su amigo.
—Es del trabajo. He de cogerlo, es importante —mintió.
Aunque lo cierto, es que aquella llamada le era más importante que cualquiera de su jefe.
Se alejó de ellos y se encerró en la habitación para hablar con él.
—Hola, Alberto.
—Canija. ¿Qué tal estás?
—Bien...
—Uy, ese bien, no suena muy bien.
—Sí, sí, es que me acabo de levantar —podía haberle contado todo lo sucedido, pero extrañamente, no quería que Alberto supiera que se había acostado con Luquitas, como él lo llamaba.
—Quería disculparme contigo en persona.
—Yo también.
—Déjame terminar, canija —dijo cariñosamente. Alicia calló—. Déjame que te invite a tomar algo y hablamos.
—Vale, sí. Pero, hoy no puedo —se apresuró a decir. No tenía muchas ganas de salir.
—No te decía hoy. ¿Puedes el jueves? Sé que es entre semana, pero...
—Sí.
—¿Te puedes escapar del trabajo y te voy a buscar sobre las cinco y media?
—Sí, claro —en ese instante entró Lucas en la habitación.
—Genial.
—Vale, nos vemos entonces. Chao —se apresuró para colgar.
—Chao.
Alicia colgó el teléfono y miró a Lucas a los ojos.
—Creo que me voy a ir. Sí, debería irme —Alicia suspiró.
—Lucas, yo...
—Ali...
—Déjame que hable, porfi —Lucas asintió—. Yo... creo que lo de anoche fue muy bonito, pero debería quedarse ahí —soltó por fin, lo que necesitaba decir.
—Alicia, no hagas eso. He esperado tres años.
—Y quizás has tardado demasiado. Has tenido tres años para contarme todo y ahora no puedes venir y que olvide todo.
—Pero yo te quiero.
—¿A mí? ¿Y Nuria?
—Nuria es sólo la manera de intentar olvidarte.
—¡Por Dios, Lucas! La estás engañando —dijo llevándose las manos a la cabeza—. No sólo por lo de anoche, llevas engañándole desde el principio. ¿O es que acaso ella sabe que tú y yo...?
—No. Ella sabe que tuve una ex, que lo pasé mal, pero no sabe quién eres, ni el motivo por el que estoy con ella.
—Pues debería saberlo.
—Alicia, no quiero hablar de ella, quiero hablar de ti y de mí. Te quiero y eso ella no lo va a cambiar —nunca había sentido nada parecido con Nuria, con Alicia era todo diferente, todo era mucho mejor.
—Pero es que, para hablar de los dos, tenemos que hablar de ella. Yo no voy a ser la amante de nadie.
—Y no quiero que lo seas. Espera, ¿piensas en darme una oportunidad? —preguntó con esperanza.
—No —dijo tajante.
—¿Por?
—Porque ahora mismo no eres el Lucas que conocí —él levantó las cejas sorprendido. A sus ojos, él seguía siendo el mismo de siempre—. Aquel Lucas nunca habría engañado a una chica, nunca habría renunciado a sus principios por conseguir dinero. El Lucas que tengo aquí delante es muy diferente.
—¿Renunciar a mis principios?
—Sí. ¿Dónde está ese Lucas que se moría por componer, porque su nombre apareciera en los créditos de los cantantes, por conseguir, aunque sólo fueran cuatro duros por reconocimiento, por trabajar con los mejores?
—Sigue aquí.
—Lucas, compones para un cantante que se lleva el mérito de tus canciones y no eres capaz de conseguirlo sólo por ganar dinero. Desde luego ése no fue el Lucas del que estuve enamorada.
—Entonces, dime. ¿Qué tengo que hacer para volver a estar contigo?
—No lo sé. Lo único que sé es que no puedes venir aquí, tres años después y pedirme que te quiera, que sea tu amante, como si no hubiera pasado el tiempo, como si todavía fuéramos dos críos.
—Está bien. Te daré tiempo. Intentaré hacer que cambies de opinión.
—¿Qué vas a hacer?
—No lo sé —confesó sincero, porque la verdad, es que no tenía ni idea de cómo volver a conquistarla. Cogió su abrigo y algunas cosas que estaban tiradas en medio de la habitación—. Te llamaré.
Lucas se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla. Se dio la vuelta y se acercó a la puerta. Justo cuando la abrió, Vera, que estaba con la oreja pegada en la puerta, se cayó de bruces contra el suelo.
—Adiós, Vera.
—Adiós, Lucas.
En cuanto, escuchó que la puerta de casa se cerraba, abordó a la morena.
—Me tienes que contar muchas cosas. Así que empieza a rajar.
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