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XIX




La voz del profesor no la escuchaba para nada, era como un sonido demasiado lejano, cuando a él lo tenía a unos pocos metros de mí, aún así intentaba aparentar que le estaba prestando toda la atención del mundo para que no me enviara a dirección, no necesitaba cargarle otro problema a Elliot y a mí misma.

En cuando abandonó el salón cada quien se levantó de su lugar para ir con sus amigos, ya que en esa clase nos encontrábamos por número de lista, yo fui la excepción, me quedé en mi lugar del mismo modo que cuando estaba el maestro, mis codos en la mesa con las manos sosteniendo mi cabeza mirando hacia en frente perdida.
Lo único que podía pensar era la forma de cómo le iba a decir a Johan que me gustaba y que yo le enviaba las notas, no entendía como iba a ser posible que esas palabras salieran de mi boca y se lo tenía que decir en persona, iba a armarme de valor para hacerlo, el único problema es que no lo encontraba por ningún lado, cada vez que pensaba en cómo lo iba a hacer se me revolvía tanto el estómago que quería vomitar el yogurt de frutas que desayuné, estaba en un lío.

Katherine se acercó hasta donde me encontraba para sentarse frente a mí y al menos intentar que reaccionara un poco, fue lo que hice, parpadeé para bajar la mirada y solo observar sus ojos color avellana que me miraban intrigada para saber que era lo que pensaba tanto.

No tardó mucho tiempo conmigo platicando demasiado, ya que se escuchó la campana para ir a otra aula, con nuestras cosas ya guardadas en la mochila salimos rápido de ahí.
Me lleve una enorme sorpresa al darme cuenta que Johan y Elliot se encontraban esperándonos, sentí como quedé toda pálida, lo evité todo el anterior día (hasta en el entrenamiento) para que en ese momento apareciera ahí con su perfecta sonrisa sin mostrar los dientes y con el uniforme puesto logrando que se viera demasiado hermoso.
Le di una sonrisa para mirar a mi amiga y a mi hermano pidiendo ayuda, pero ambos me ignoraron para empezar a caminar dejándonos a Johan y a mí solos detrás de ellos.

Esa caminata fue la más incómoda que jamás tuve en mi vida, ninguno de los dos dijo algo y si lo hacíamos era muy cortante para volver a quedar en el peor silencio existente, seguimos así hasta llegar a mi clase, con solo hacerlo ni si quiera me despedí de él, solo salí casi corriendo a sentarme en mi lugar con la mirada de Johan en mi espalda preguntándose que me sucedía, tenía muchísimas ganas de decírselo, el problema era que no salían de mi boca, se quedaban atoradas.

Terminé el trabajo y la maestra me permitió salir, siempre lo hacía con la primera persona que lo acabara y tuviera todo bien, pero solo yo podía terminarlo de inmediato, así que esa salida era solo para mí.
Caminé con lentitud paseándome por toda la escuela, observando que los pasillos se encontraban casi vacíos, a excepción de uno y otro estudiante que caminaba por no ver entrado a clases o que los hayan dejado salir antes, saludaba a algunos con la mano, pero no pensaba detenerme, tenía que aclarar mi mente, no existía mejor manera de hacerlo que estar caminando y tener de compañía la soledad.

La paz que sentía en ese momento se terminó en cuanto vi como todos empezaban a salir de sus salones riendo o platicando para dirigirse a la cafetería y descansar del duro día. Mis manos empezaron a sudar de los nervios, buscando donde esconderme ya que me encontraba a unos pocos metros de donde saldrían Elliot y su amigo, el miedo me atontó porque no pasó mucho tiempo para que me vieran, Johan le dijo algo a mi hermano y este lo miro queriendo asesinarlo ahí mismo, para después ignorarlo dejándolo hablando solo y caminar hacia mí, observé como Johan se dirigía al lado contrario de donde me encontraba.

—¿Y Kat? —preguntó Elliot mientras entrábamos a la cafetería y nos formábamos en la fila para comprar algo.

—Ya debió salir del salón, como siempre Mayra me deja salir antes. —respondí sonriendo logrando que él hiciera lo mismo.

La fila avanzaba muy rápido, hasta que tocó nuestro turno, compré una pizza junto a un jugo de naranja al igual que mi hermano y fuimos directo a sentarnos a la única mesa disponible que había y en la cual nadie se sentaba y ni se sentaría si no los invitábamos.
Esa mesa era nuestra, nadie se atrevía a sentarse en ella y no por miedo, sino que se podría decir que les agradábamos tanto que nos la dejaban para nosotros, aunque si un día nos la llegaban a quitar no nos molestaríamos, pero nadie sabía eso y era mejor mantenerlo así, aunque ese lugar se quedaría libre en el momento que terminara el año, Elliot y Johan se graduarían, mientras que yo me iría a otra ciudad a estudiar y mi mejor amiga se quedaría en esa misma escuela, pero no creía que iba a querer sentarse sola.

—Hoy le vas a decir ¿cierto? —dijo Katherine en cuanto tomó asiento frente a mí y a un lado de su novio.
Cubrí mi rostro con las manos dando un enorme suspiro.

—¿De qué hablan? —preguntó Elliot confundido, hasta que entendió las palabras, se quedó demasiado asustado y sorprendido- ¿Le dirás a Johan que te gusta?

Coloqué el dedo índice en mis labios indicándole que bajara el volumen de su voz con temor de que alguien lo escuchara.
Ya no quería hablara al respecto, pero necesitaba hacerlo, tenía que decirle a Elliot que yo le escribía las cartas a su mejor amigo y tenía demasiado miedo saber su reacción.

—Kat quiere que le diga a Johan que a mí me gusta y... —todo lo dije en voz baja y me detuve en lo último logrando que se pusiera más ansioso por saber —que yo soy la que le ha estado escribiendo las cartas.

Si él hubiera estado tomando agua la estuviera escupiendo frente a mí, pero como no lo estaba haciendo solo me miraba sin reaccionar, se puso un poco pálido y pareció como si estuviera muerto, movía mis manos frente a su rostro para que reaccionara, pero no lo hacía, estaba mudo y tieso como una estatua.

—Tienes que decírselo sí o sí. —fue lo primero que dijo en cuanto salió de shock, haciendo que yo entrara a uno por unos segundos al escuchar lo que me había dicho.
Mi hermano súper protector, el que le impedía a cualquier chico que se me acercara estaba diciéndome que le dijera a su mejor amigo que estaba enamorada de él, esa era la situación más extraña de toda mi vida, no lo creía, era imposible lo que estaba sucediendo.

Ignoré por completo eso y cambié de tema de inmediato, ellos se miraron entre sí negando con la cabeza, pero siguieron mi conversación con normalidad, me sentí más tranquila al saber que lo hicieron y ya no hablarían del tema, necesitaba descansar de eso.

Al terminar las clases me dirigí al gimnasio lista con el uniforme adecuado alegre de que eso distraería mi mente de lo que sucedía en mi terrible vida, pero en cuanto entré mis ojos se fueron directo a ver a Johan abrazando a Sonia sentados en las gradas, sentí como quería expulsar la pizza que comí, Elliot llegó corriendo a mi lado al percatarse como me puse pálida al ver la escena.

Lo miré con lágrimas en los ojos y llena de furia, solo quería ir tras Sonia y quitarla de ahí jalándola del cabello, no podía estar en el entrenamiento, no debía estar, pero como el profesor no iba a asistir y mi hermano iba a coordinar todo Johan la llevo, estaba a explotar observando esa escena sin importar que me estuviera viendo demasiado obvia, pero ninguno de los dos me habían visto, a excepción de los chicos del equipo, al parecer sospechaban que algo no andaba bien, toda la escuela lo hacía desde que Johan dejó de estar con nosotros a la hora del almuerzo.

Mis manos estaban en puños intentando contener el enojo, intentaba cerrar los ojos para dejarlos de ver y seguir mi camino, pero algo me impedía hacerlo, haciendo que me molestara aún más y quisiera hacharme a llorar sin importar nada.

Reaccioné cuando el chico me miró directo a los ojos logrando que Sonia se volteara a mirar también, eso logró que todo el valor que no había tenido en el día apareciera ahí.
No estaba dispuesta para nada a perderlo de mi vida, yo le gustaba a Johan, a él le gustaba las cartas que le enviaba la chica anónima, lo mejor de eso era que yo era ambas chicas.

Lo que hizo que me animara más a empezar a caminar hacia ellos (con la mirada de todos puesta en que iba a suceder) fue saber que Elliot, el mejor amigo de Johan y que conocía todo acerca de él me había dicho que le dijera, que tenía que hacerlo.

En cuanto estuve una grada más abajo que los nuevos novios, el miedo se quitó por completo, abrí mi mochila y saqué la carta de ella, la tenía en mis manos, no dije nada y solo se la di a Johan, que me observaba sin entender lo que sucedía, la abrió para empezar a leerla, en cuanto lo hizo se levantó de un salto.

Johan:
Tal vez cuando estes leyendo esto yo esté frente a ti, porque te la entregué ya que quiero dejar de ser anónima.
Razón No. 19
Escuchar tu voz agotada de un día duro, pero ahí sigues platicando conmigo animadamente sin importar nada.

—¿Quién te la dio? ¿Por qué la tienes si Sonia las escribía? —preguntó demasiado confundido pidiendo explicaciones, su novia también se levantó arrebatándole la carta de las manos para leerla.

—Está carta es demasiada falsa, porque yo soy la que le escribió todas las que le llegaron. —afirmó la chica ocultando el miedo en su voz.

—¿En serio? —hablé con burla confundiéndolos aún más— ¿Entonces porque no terminaste de escribirle las veinte razones?

Se quedó en silencio un minuto observando hacia todos lados y mirándome pidiendo que me detuviera, que no siguiera hablando.

—No era necesario porque regresamos...

—Entonces dime que era lo que decía la primera carta, ¿cuál fue la primera razón que le escribiste? —La interrumpí con una sonrisa de victoria, porque ella no lo sabía, Sonia no conocía ninguna de las razones.

—Jema dime que está sucediendo. —dijo Johan confundido pasando la vista en mí y la chica que se encontraba sin poder decir alguna palabra.

No tomé aire, no lo pensé, las palabras no se quedaron atoradas, salieron por si solas.

—Yo te escribí todas esas notas porque me enamoré de ti desde que tenía siete años. —La hoja de papel que tenía el chico cayó al suelo al escuchar mis palabras y empezó a balbucear diciendo palabras que no entendía.
Sentía toda la adrenalina en mi cuerpo al igual que como estaba temblando del miedo.

—Si dices que eres tú, dime las 20 razones. —dijo Sonia furiosa por lo que estaba escuchando, estaba segura que ella en esos momentos estaba pensando que le había tirado su gran mentira y que yo se la estaba robándome, el problema era que decía la verdad.

—Porque eres sencillo sin importar nada, das tu ayuda sin esperar algo a cambio, persigues todos tus sueños y metas, cuando me miras transmites más de lo que dices, la gran sonrisa que me das cada vez que me vez, tu forma de ser ha sido siempre la misma, tus carcajadas transmiten enorme felicidad, la generosidad siempre está presente contigo, la felicidad de tus amigos va frente a todo, eres demasiado divertido, puedes alegrarle el día a una persona, tu maravilloso cuerpo, la forma en cómo pones todo tu amor en el fútbol, lo inteligente que eres, lo cariñoso con todos, las grandes sorpresas que das, la opinión que tienes nunca cambia y escuchar tu voz cuando estás demasiado agotado pero ahí sigues platicando conmigo. —dije mirándolo con una sonrisa y una lágrima resbalándose por mi mejilla.
Sonia estaba sorprendida y lo único que hizo fue tomar su mochila para salir huyendo.

Él seguía sin reaccionar, provocando que el miedo que se había esfumado regresara atormentándome de que haya sido un terrible error verle declarado mi amor al chico.

Todos nos miraban esperando a que uno de los dos hiciera algo, pero yo ya había hecho todo lo que estaba a mi alcance, era el turno de Johan, que parecía no reaccionar para nada, logrando que quisiera que me tragara la tierra y me expulsara en otro país para no verlo, aunque si iba a mudarme de ciudad y en esos momentos era lo único bueno de eso.

Me di la vuelta para empezar a bajar las gradas, su silencio había dicho todo y las lágrimas ya estaban empezando a salir sintiéndome una tonta por verlo hecho, hasta que sentí como tomó mi mano para jalarme y pegarme a su cuerpo dándome un enorme abrazo, al principio no reaccioné hasta segundos después se lo devolví con demasiada fuerza y todos los sentimientos revueltos.

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