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XIII




El día era terrible, todo el cielo se encontraba nublado sin intenciones de permitir que el sol saliera, el viento azotaba todo a su alrededor con demasiada fuerza, parecía que el tiempo sabía que ese no era para nada un buen día, sino todo lo contrario.
Bajé mi mirada y observé mis zapatos mientras unas lágrimas se escurrían por mis mejillas, no importaba cuanto intentara no llorar o esconder lo que sentía en esos momentos nada funcionaba y ya no tenía intenciones de hacerlo.

Estaba sola en mi habitación, sin Elliot a mi lado cuando más lo necesitaba, pero lo entendía a la perfección, él se sentía peor que yo, no podía ni si quiera mirarme al rostro porque aún, después de dos años, seguía sintiéndose culpable, aunque él tenía muy en claro que yo jamás lo culpé de nada y no lo haría. Mi hermano no era el causante de lo que sucedió, solo fue un simple accidente que a cualquier persona le pudo ocurrir.

Algo se rompió en la habitación de al lado, donde se encontraba Elliot. No podía ir a apoyarlo, darle un abrazo y llorar juntos abrazados, eso si que lo odiaba, pero a él no le gustaba que lo viera destruido.
Y llegó lo que más odiaba escuchar en el mundo, el sonido que me destruía por completo, mi hermano había empezado a llorar intentando ocultarlo para que no llegara a mí, pero en el silencio de la casa era imposible que eso sucediera, el llanto era lo único que se escuchaba acompañado con el mío.

Me acosté en la cama cubriéndome todo el cuerpo con la cobija y llorando a más no poder, pero eso no duró mucho cuando escuché como la puerta de mi recámara se abría, ignoré lo que había oído, porque ese día nada me importaba.

—Jema estoy aquí contigo. —La voz de Katherine hizo que aventara la cobija al suelo y me lanzara a sus brazos para llorar en su hombro sin poder decir alguna palabra.

Pasaron varios minutos así, ninguna de las dos decía algo, solo se escuchaba como lloraba, parecía que ese era el día en que me enteré que mis padres habían muerto y mi hermano se encontraba demasiado grave en el hospital.

Estaba segura que mi amiga había llegado acompañada de Johan, el cual estaba apoyando a Elliot, pero él necesitaba a mis amigos más que a mí, así que le dije a Kat que fuera con mi hermano, que la necesitaba, con algunos reproches y diciendo que volvería conmigo accedió a irse, pero en cuanto eso sucedió no pasó más de un minuto cuando vi a Johan entrando por la puerta para tomar asiento a un lado mío y abrazarme.

—¿Quieres ir a ver a tus papás? —preguntó cuando me había cansado de llorar y las lágrimas ya no querían salir. No dije ninguna palabra y afirmé con la cabeza.
Nos levantamos de la cama y empezamos a caminar a la salida de la casa, solo nosotros dos.

—¿Elliot no vendrá? —pregunté destrozada.

—Aún no está listo para ir. —respondió Johan mirándome con tristeza.

Subimos al auto y emprendimos marcha al panteón donde ninguno de los dos habló.

Tenía mi cabeza recargada en la ventana intentando no dormir, ya que la noche anterior no había podido hacerlo porque las pesadillas me habían atormentado y no había sido a la única.

El auto se detuvo en un semáforo y sentí como Johan tomó mi mano dándole un apretón, indicándome que lo tenía a él apoyándome, no era necesario que lo dijera eso lo tenia más que claro. El chico nunca me había abandonado y no creía para nada que lo haría.
Elliot y yo no asistimos a la escuela, algo que mis amigos sabían así que decidieron no ir para acompañarnos, algo que los papás de ellos comprendían y no se negaron. Esa era una de muchas pruebas que tenía para saber que no me dejarían.

Llegamos al panteón y pronto a ambas tumbas que se encontraban juntas, me dejé caer de rodilla frente a ellas y las lágrimas que se habían desaparecido volvieron de inmediato, pero también sentí el abrazo de Johan que me ayudaba mucho.

—No se que haré sin ti. —susurré en su oído mientras estábamos abrazados.

—Seguiremos en contacto, no dudes que haré todo lo posible para ir a visitarlos todas las vacaciones que tenga. —habló decidido apretándome con más fuerza.

—Solo faltan cuatro meses para irme, no sé porque nos hacen esto. —dije llorando aún más, si eso era posible.

Ambos nos soltamos y tomamos asiento en el suelo a un lado de las tumbas, observé las flores que les había traído y volví mi vista a Johan.

—Lo hacen por el bien tuyo y de Elliot, no será tan malo, se que Kat siempre estará apoyándote también. —dijo dándome una sonrisa sin mostrar sus dientes y agarrando mi mano.

—Odio que mis papás ya no estén conmigo, odio que Elliot se culpe de que ellos hayan muerto, odio que mis  tíos me llevarán a otro estado, odio que ellos tengan que enviarnos dinero hasta que terminé el año, odio todo Johan. —dije enfurecida por lo que sucedía. No podía hacer nada, pero necesitaba desahogarme en esos momentos, necesitaba a mis papás a mi lado apoyándome. Si estuvieran vivos estaría en la escuela tomando clases normalmente, con una sonrisa en mi rostro y mi hermano seria feliz por completo.

—Se que lo haces y yo también, pero no podemos impedir nada y seguir viviendo con ese odio, Elliot algún día lo entenderá, sabrá que si él hubiera estado o no en ese auto aún así tus papás seguirían sin estar aquí. Yo siempre te apoyaré a ti y a tu hermano sin importar que suceda o que estén al otro lado del mundo Jema, me tendrás siempre. —dijo y volví a llorar por lo que había dicho, lo abracé con todas mis fuerzas diciéndole una y otra vez que lo quería demasiado.
Esas habían sido las mejores palabras que me había dicho y estaba muriéndome de amor y alegría al escucharlo decirlo.

Lo solté y vi las lápidas.

—Los extraño tanto —susurré— Ojalá estuvieran aquí, verían a Elliot triunfar como jugador, sabrían que el entrenador me metió al equipo y ahora juego al lado de mi hermano, que me va excelente en la escuela y Elliot intenta mejorar por ustedes. Desde que se fueron todo lo hago por ustedes dos, pensar que se sentirían orgullosos de mí si estuvieran aquí es lo único que me mantiene a flote para no dejar todo. Kat y Johan siguen apoyándome en cualquier cosa, sean buenas o malas y se que siempre lo harán, no es necesario que se los diga porque los amaban, creo que más que a mí y a Elliot—reí un poco— Papá y mamá siempre los necesitaré en mi vida, siempre necesitaré tus chistes malos de fútbol papá ,o mamá que intentes cocinar una pizza, extrañaré todos los partidos que jugábamos, aunque mi mamá hiciera trampa, que todos los Domingos en la noche era hora de ver una película en familia, hasta sus regaños absurdos extrañaré. Los amo tanto.

Me levanté del suelo y sacudí mi pantalón que tenía un poco de tierra. Al decir todo sentí un gran alivio, necesitaba decirlo aunque ellos ya lo supieran.

Johan se levantó también y caminamos juntos a la salida, pero antes de perder las lápidas de vista me giré para despedirme por ese día, en cuanto lo hice seguí caminando y Johan volvió a abrazarme hasta que llegamos al carro. Era hora de volver a casa y estaba decidida a ir hasta la habitación de mi hermano y quedarme ahí con él hasta que se sintiera al menos un poquito mejor, Elliot necesitaba de mi apoyo y cariño y yo de él.

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¡Feliz añooooo!

Súper tarde lo sé, pero mejor tarde que nunca ¿no?

Pues este capítulo lo amé, es muy triste, pero diferente a lo que iba la historia y me encantaron las palabras que Johan le dijo a Jema, me llegaron al igual que lo que ella le dijo a sus papás, por favor estaba muy sentimental mientras lo escribía.

Espero que les haya gustado el capítulo, gracias por leer la novela.

-Sujey-

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