XII
Elliot llegó a la casa y no despegó su mirada de mí. Esa era una de las razones de porque odiaba enfermarme, mi hermano me cuidaba demasiado y no me permitía mover ni si quiera un dedo, pero si me enviaba a la escuela.
Eso era de lo más ilógico.
Kat me seguía enviando mensajes demasiado emocionada de que al fin le haya dicho a ella que yo era la remitente de las cartas, según ella Johan terminaría enamorado de mí al ver todo lo que le escribía, el problema que veía en eso era qué tal vez él se enamoraría de la chica de las notas, pero no de la chica que considera su hermana menor.
"Tienes que decirle que tú escribes esas cartas, él caerá rendido a tus pies"
Leí el mensaje e hice una risa sarcástica, si eso en verdad iba a suceder como ella decía le diría, él se enteraría por mí misma, pero lo que Katherine había escrito era lo más absurdo, no me veía ninguna oportunidad con él en esos momentos y tal vez era porque estaba enferma.
Salí de la casa arrastrando los pies, la nariz roja y con un estado de ánimo por los suelos, ni si quiera la sonrisa de Johan me alegró.
—Aún te sientes muy mal ¿no? —dijo al ver mi rostro por completo, encendió el auto y mi hermano prendió la radio.
Afirmé mirando al chico y recargué mi cabeza en el asiento cerrando los ojos, intentando que por arte de magia me sintiera mejor.
Por suerte la música que estaban pasando era tranquila y relajante porque si fuera todo lo contrario ya hubiera empezado a gritar que la quitaran y lo iban a hacer.
El auto se estaciono donde mismo y bajé de ahí cerrando la puerta con fuerza, los tres emprendimos camino para entrar a la escuela.
Ningún alumno se nos acercó como era costumbre, no entendía la razón, pero lo más seguro era que se espantaban al ver mi rostro y sabían que si llegaban a hablarnos los mataría.
Cuando me encontraba enferma nadie me soportaba.
Parecía que traía a mis guardaespaldas porque ambos chicos me acompañaron hasta mi salón, donde Katherine al ver que estábamos ahí se levantó de su lugar para venir a nuestro lado, saludó a Elliott dandole un beso en los labios, a Johan un beso en la mejilla y en cambio a mí solo me miró dándose cuenta que me quería morir.
—Debiste quedarte a descansar a tu casa. —habló mi amiga observándome.
—Eso dile al aborto de mono. —respondí rodando los ojos para después estornudar de una manera en que llamé la atención de los que iban pasando.
—Si que estás enferma nunca le dices así a menos de que lo estés. —dijo Johan dando una sonrisa, él amaba que le dijera de esa manera a mi hermano.
—¡Es que lo estoy! —elevé la voz mirando a Elliot con cara de pocos amigos y llegó otro estruendoso estornudo.
Ellos se despidieron para irse a su clase y dejarnos entrar a la nuestra. En la cual no duré mucho porque en cuanto la maestra se percató en cómo me encontraba me envió a la dirección, donde el rector decidió enviarme a mi casa. No reproché para nada y obedecí, pero antes de retirarme fui avisarle a mi hermano.
En cuanto le dije empezó a reprochar, porque no quería que me fuera sola, después de estarlo escuchando por unos minutos termino accediendo ya que no le quedaba otra opción más que aceptar.
Empecé a caminar hacia la salida, suplicando que hubiera camiones a esa hora, nunca había subido a uno tan temprano, porque siempre estaba en la escuela.
Tenía miedo de subir a uno, solo lo había hecho muy pocas veces y era acompañada de mi mamá o de Elliot.
Por suerte no pasó mucho tiempo para que subiera a un camión, pagué lo indicado y fui a tomar asiento al lado de la ventana casi quedándome dormida.
Saqué los audífonos para poder escuchar música hasta llegar a mi hogar, duré unos momentos así, hasta que sentí como alguien tomó asiento a un lado mío, brinqué un poco del susto y volteé con disimulo para ver quien era la persona y porque había tomado lugar a un lado mío cuando existía bastantes asientos disponibles.
—Dante. —dije alegre dándole un abrazo el cual correspondió sonriente.
—¿Por qué no estás en la escuela? —preguntó mientras me quitaba los audífonos y volvía a guardarlos en la mochila.
—Estoy enferma y el director me envió a casa. —respondí— ¿Tú por qué no estás en clases?
Cuando él estaba por responder vi que era el momento de bajar, le dije y me levanté acompañada del chico porque según él no quería que me perdiera en el camino a mi casa.
—Mi grupo no tuvo clases y no tengo la menor idea de porque. —respondió en cuanto tocamos el suelo y empezamos a caminar.
Me sentía mal, pero no quería ser grosera y correr a Dante, él notaba eso, así que solo platicaba conmigo intentado animarme y yo me reía de sus ocurrencias, en uno de esos momentos llamó mi hermano al celular, respondí cuando aún estaba riendo un poco y eso logró molestarlo, porque según me encontraba muy enferma. Tuve que mentir diciendo que había visto algo gracioso en Facebook porque si se enteraba que estaba con un chico se pondría celoso he iba a empezar a investigar hasta con el FBI.
Llegamos a mi casa, me despedí del chico y entré lista para tener una larga siesta, suplicando que a la una y media ya me encontrara mucho mejor, así podría ir a entrenar y guardar la nota, la cual aún no había hecho y tenía que crearla en la computadora.
Cuando mis ojos volvieron a abrirse de nuevo todavía tenía una hora para llegar y me sentía mucho mejor.
Saqué del armario el uniforme para entrenar, me lo puse al igual que los tennis, bajé a la cocina para comer algo y no ir con el estomago vacío.
Decidí hacerle lonches a Johan y Elliot, luego de escribir la nota e imprimirla, la guardé en una pequeña mochila al igual que la comida para los chicos y emprendí marcha de nuevo al colegio.
Nada más llegar fui directo al gimnasio donde ya me esperaban ambos, mi hermano salió corriendo a mi lado en cuanto me vio y empezó a preguntarme como me encontraba, solo decía que bien y reía por verlo de esa manera.
—Les traje lonches. —hablé sacándolos de la mochila y entregándolos.
—Eres la mejor. —afirmó Johan dándome un beso en la frente y provocando que casi me derritiera.
Dejaron sus mochilas en las gradas y empezaron a comer, quería que se distrajeran un poco o que sucedería algo para poder guardar la carta sin que se dieran cuenta.
Un rato más tarde llegó el entrenador y mandó a llamar a ambos chicos (todos los demás del equipo ya se encontraban ahí), en cuanto se fueron aproveché esa oportunidad y guardé la hoja en la mochila de Johan.
Johan:
El día empezó mal, después mejoró y cuando volví a verte todo se arregló por completo ¿cómo lo haces?
Decidí que hoy una de las razones será un atributo físico, porque vaya que tienes demasiados.
Razón No. 12
Tu cuerpo es maravilloso, parece esculpido por los mismísimos dioses, porque por favor a todas se les cae la baba en cuanto pasas por el pasillo, me incluyo en esto, pero aún es más fabuloso verte sin camisa y que entres a la alberca. Ahí si que casi moría de un infarto al ver tanta perfección, mis ojos se dañaron y mis expectativas de buen cuerpo aumentaron. Solo por tu culpa.
El entrenador caminó hasta donde se encontraban todos y yo me acerqué a ellos, lista para un largo día de entrenamiento, que me haya enviado a casa y dormí me ayudo bastante para sentirme mejor.
—¿Ya te sientes mejor Jema? —preguntó mirándome intentando saber si le mentía cuando respondí que si.
Con solo preguntar eso y percatarse que era cierto nos envió a todos a calentar para que empezara la práctica. Empecé a buscar a Dante con la mirada y agradecerle, de nuevo, por verme acompañado a casa, pero aún no llegaba. Después de treinta minutos de calentar todos vimos al chico correr hacia nosotros, llegó con el entrenador, le explicó algo y lo mandó a correr para que se nos uniera.
Ambos nos miramos y lo saludé con la mano mientras él corría, solo recibí la mirada de mi amigo y hermano preguntándome que desde cuando era tan amiga suya, elevé los hombros en forma de respuesta y dándoles una sonrisa para dejarlos con la duda. Ellos odiaban que hiciera eso y por eso mismo lo hacía.
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¡Hola!
Gracias por leer esta historia y por si no recuerdan, Dante es el chico que conoció cuando él la tiró al suelo.
-Sujey-
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