[✎] Wonderland | DeepBlueShipping
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Pareja: DeepBlueShipping - Sapphire & Blue.
Canción: Wonderland - Caravan Palace.
https://youtu.be/vCXsRoyFRQE
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Esta vez cuando Whi-Two encendió las velas, Yvonne rodeó sus rodillas, expectante y sin el deje de credulidad que la vez anterior. Observó, conteniendo el aliento, cómo la otra chica dejaba las viejas vasijas agrietadas en las que ahora el polvo y la tierra llenaban donde antes hubo dulces y caramelos, y ahora solo quedaba una flor hecha de papel, ennegrecida por el tiempo y el fuego. Las frotó tres veces exactas con un fino paño de seda, para luego tomar a Yvonne de las manos y sendas jóvenes cerraron los ojos.
Esperaron y... nada, absolutamente nada.
—¿Crees que es culpa mía?—preguntó Yvonne, afligida—Ya sabes, tal vez no les agrade el sultán o algo del estilo...
—No, no tiene nada que ver, a veces ni cuando estoy sola salen bien las cosas, esto puede ser el buen signo de que están descansando. Aunque también has de tener en cuenta de que esta es una historia vieja, de muchísimos años, tal vez ni las vasijas sean las correctas.
La explicación de la joven de cabello castaño le hizo asentir, apenada.
—Yo también quería que pudieras escuchar la historia de sus labios, Y. ¡Pero otro cuento será! Espero que te baste con que esta modesta cuentacuentos sea la que te narre la historia—musitó con una tímida sonrisa e Yvonne asintió—. Pues esta vez viajaremos a la tierra de las maravillas, repleta de dulces, mermelada y... muchísimo helado.
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—¡Llego tarde, llego tarde!—gritaba Shield—¡Alicia! ¡Alicia, código Alicia!
Sacó el reloj de bolsillo de su pantalón para ver la hora y se mordió las uñas nerviosa. El revuelo que la joven, con sus fuertes gritos, estaba formando en el bosque hizo que Sapphire estirara su espalda desde la rama del árbol y ladeaba la cabeza.
El País de las Maravillas era sin lugar a dudas un reino singular. Dentro del día a día de sus habitantes era muy habitual ver las dos largas y blancas orejas de scorbunny de un lugar a otro, meciéndose al son de unos gritos que avisaban de que llegaba tarde. Y siempre, el hombre al que llamaban el Sombrerero Loco, era quien salía, con una mano que sobaba el puente de su nariz con molestia y en otra una taza de té, para darle sosiego a la joven, mientras los duendes salían de sus madrigueras y los girasoles les miraban confusos. Sin embargo, esta vez los gritos que azoraban al País de las Maravillas no eran la simple alarma de esa chica scorbunny llegando tarde a un lugar y al comienzo Sapphire cometió el error que hicieron todos de ignorarlo y dar por hecho que era una de las tantas mañana de gritos rutinarios.
—¡Código Alicia, código Alicia!
Esas últimas palabras al fin se desenredaron y tomaron forma en la mente de la chica, le hicieron incorporarse de un salto y al caer de la rama cayó de pie, clavando sus garras en el suelo. Se llevó las manos a la cabeza y corrió a la última dirección donde había visto que se dirigía Shield. Daba por hecho que iría a la rocambolesca casa del Sombrerero Loco, Eusine y, en efecto, así fue. Ni siquiera Eusine pudo tranquilizar a Shield con sus millones de tés, tazas cantarinas y consuelos sin sentido. Algunos otros habitantes del País de las Maravillas se acercaron a esa plazoleta donde todos quedaban para tomar las infusiones y miraron, compungidos, como los más pequeños temblaban y el rostro de Shield seguía atosigado por la culpa. Era imposible darle un consuelo certero, pues, era cierto todo lo que gritaba; llegaba tarde y la persona que ellos todavía no conocían y que denominaban Alicia, joven de cabellos índigos recogidos en dos coletas, ya caía por la madriguera. Era muy tarde como para detenerla con un hechizo así que lo que advertía Shield era la más triste de las verdades.
Era una noticia horrible para el País de las Maravillas. País en el que sus gentes, si cabía, eran incluso más singulares que el propio reino; desde hadas madrinas, gnomos y brujas, hasta dragones, lamias y centauros. Todos y cada uno de ellos, apartados en lo más recóndito de un bosque, protegidos por la magia que les alejaba de una realidad en la que el único destino que tendrían las personas como ellos sería ser sentenciados a la hoguera. Hacía ya muchos años en el que una joven Alicia llegó al reino, todo el mundo fue hospitalario y semanas más tarde tuvieron que abandonar ese refugio que llamaron hogar. Llegaron caballos, campesinos con antorchas y reyes envalentonados, y el antiguo País de las Maravillas, junto a mucha de su gente, fue consumido—y a ojos de sus atacantes purificado—por el fuego. Muchos reinos habían dejado atrás a causa de visitantes sin maldad, a los que llamaron Alicia, visitantes ignorantes que al intentar compartir las maravillas de ese país lo sentenciaban sin saberlo. Trataban de someterlos a pruebas, intentaban asustarlos y desviar su viaje, y la reina de corazones era la que debía ponerles fin a su camino. De ahí surgió un cuento que hablaba de un País de las Maravillas recorrido por una joven llamada Alicia, una reina despiadada, dulces, mermelada y helado.
Pero decenas de Alicias habían llegado, decenas de Alicias habían salido y tantos Países de las Maravillas como Alicias llegaron fueron destruidos.
Así que, cada vez que resonaban las palabras «código Alicia» de los temblorosos labios de Shield, el aroma del pasto siendo consumido por el fuego y los chillidos desesperados de los más indefensos, resonaban de entre las ramas de los árboles y acompañaban al viento. Sapphire notaba que su pelaje se crispaba y que se empequeñecían sus iris felinos del miedo, mientras se acercaba a ese grupo que ahora hablaba de qué debían hacer para que no volviera a pasar aquello.
—Alguien debe ir a avisar la reina.
—Podría ir Sapphire, pues ella siempre va y viene cuando le da la gana.
—Pero...
Sapphire intentó replicar, sin éxito y todos los mirares se posaron en ella. Quien, con un asentir sonrosado, dio media vuelta, apretó los dientes e, ipso facto, corrió hacia el palacio que velaba por el reino. Maldijo entre dientes a la sonrisa ladina de quién lo sugirió, ya que era un secreto a voces que esa joven chica skitty llevaba años encandilada por la reina. Pero, ¿quién no? Se preguntaba, si la reina había robado el corazón a todos los habitantes del reino.
Recorrió el largo camino de tierra donde las flores más extrañas y las criaturas más inverosímiles invadían los caminos. Pasó por el club de reunión de hadas madrinas donde años anteriores una joven que nunca volvió, salió para cumplir el deseo de un baile a medianoche que al final nunca se vio cumplido y continuó caminando bajo la atenta mirada de los hombre lycanroc, babeantes de hambre y retorciéndose por su dolores, que observaban sus andares felinos. Sapphire continuó su camino sin percatarse de ninguno de ellos, pues su mente iba sumida en lo que tendría que hacer la reina para afrontar a esa Alicia y en cómo se torcería su bello rostro en desagrado aunque afrontaría el problema de todos modos. Sapphire no quería, lo que más odiaba del miedo que traían esos humanos, era que ninguno de los habitantes podía ser como eran ellos en realidad y durante esos días, para ella, dejaba de ser un país de maravillas.
Con esos pensamientos que le entristecían, no se detuvo ni un instante hasta llegar a esos grandes jardines con altos setos laberínticos repletos de rosas blancas, donde los sirvientes de palacio pintaban con calma esas rosas de papel y las iban tiznando de un intenso color rojo. Era algo que se hacían en honor a las anteriores reinas y a todos los Países de las Maravillas que habían sido abandonados. Sapphire sorteó susodichos botes de pintura con soltura, cruzó con saltos gráciles el camino de piedras que cruzaba el lago y caminó bajo los árboles de caramelo y mermelada.
Jadeante, consiguió llegar a esos escalones de mármol que daban paso al trono real, lugar en el que la reina se hallaba sentada, quien abrió los ojos sorprendida de su repentina visita.
—¡Blue!
Blue alzó la mirada de su libro y al escuchar que Sapphire llegaba aclamando su nombre en sus labios apareció una dulce sonrisa una vez la sorpresa se fue disipando. Se puso en pie, haciendo que su vestido decorado con corazones rojos ondeara y que las hebras de bello cabello castaño rozaran sus hombros. Sapphire posó sus afilados ojos azules en los trozos de cielo que decoraban los ojos de la reina, sintiéndose intimidada por lo que consideraba la mujer más firme y hermosa del reino.
A decir verdad, llevaban muchos años siendo amigas, pero Sapphire todavía no era capaz de mantenerse calmada respecto a eso. ¿Cómo ignorar su corazón latiendo con fuerza y las mejillas que ardían? A veces pensaba que Blue le coqueteaba, pero no entendía cuando era su imaginación o no, de todos modos, agradecía el pelaje que cubría su cuerpo, que disimulaba sus sonrojos, aunque en sus orejas empezara un delator temblor y sus pupilas se dilataban. Aun así, tragó duro y parpadeó con fuerza, tratando de serenarse.
—¡Llámela su majestad y muestre sus respetos, Skitty de Villa Raíz!—le regañó uno de los guardias, amenazante.
—No me da la gana.
El naipe puso una mano en su pecho, totalmente ofendido, pero Blue ya se estaba acercando con un gesto desenfadado y soltado una clara risa al ver el comportamiento de ambos. Era algo bastante usual, Sapphire siempre se negaba a las muestras de respeto y etiqueta lo que causaba un gran revuelo en palacio, y Blue adoraba esas pequeñas tiznas de caos en la elegante rutina que esa adorable chica traía consigo. Así que la joven reina dio por hecho—al igual que todos supusieron que los gritos de Shield eran los rutinarios—que era una de esas tantas veces que Sapphire venía a poner su rutina patas arriba, y, gustosa de ello e incluso deseando colaborar, Blue le ofreció un brazo pensando que se unirían a esos paseos que para ellas dos se habían vuelto tan rutinarios. Al ver eso Sapphire negó con la cabeza, haciendo que Blue abriera los ojos con sorpresa, aturdida.
—No me malinterpretes, Blue. Pero es que traigo una terrible noticia—Sapphire hizo una pausa, como si no creyera que de nuevo estaba teniendo que decir esos tres vocablos—. Llegó una Alicia.
Esas palabras cayeron como un jarrón de agua fría sobre la otra mujer, quien hundió sus hombros y sobó el puente de su nariz, molesta. Había estudiado desde pequeña para hacer frente a situaciones así, por lo que con un elegante pero firme gesto, llamó la atención de otro de sus sirvientes y el palacio comenzó a revolucionarse en pos de preparativos, fiestas y música.
—Iniciemos con lo de siempre—. Sapphire frunció sus labios y Blue se percató de ello—. No estés preocupada, Sapphy, yo me encargaré igual de bien que siempre—dijo con una orgullosa sonrisa.
—Ese es el problema.
—¿Cómo que ese es el problema? El método de mi madre ha sido infalible durante las últimas generaciones.
Durante unos segundos Sapphire consideró que lo mejor era guardar silencio pues la joven ante sus ojos era la reina y ella una simple plebeya pero negó con la cabeza, quitándose esas ideas de la mente. Ante todo, Blue era alguien con quien había creído instaurar una amistad y Sapphire no era de las que se callaban lo que creían incorrecto. Ver que dudaba pero que luego la miraba segura de sí misma y confiada, hizo que Blue se cruzara de brazos con la más orgullosas de las sonrisas.
—¿Y cuánto tiempo nos vamos a tirar aterrorizados solo porque venga un simple humano?—cuestionó Sapphire con un deje dolido—No podemos seguir poniendo la tirita tras habernos hecho la herida. Además, ¡es injusto! Yo no quiero darle la bienvenida y decirle tontos acertijos con una sonrisa. ¡Ni quiero que tú seas vista como una tirana que lo único que sabe es gritar «que le corten la cabeza»!
La sonrisa de Blue desapareció.
—¿Y qué sugieres que hagamos, dejar que el reino sea consumido por las cenizas?—preguntó con sorna— Ve a cumplir tus labores, mientras le das la bienvenida a esa Alicia iré preparando el resto de preparativos.
Sapphire nunca había recibido una respuesta de ese modo, al menos no de manera tan rápida sin haber sido insistente. Blue se dio media vuelta, digna, sabiendo que la verdad cargaban esas palabras pero que ella, por mucho que deseara, no iba a poder hacer nada por remediarlo, del mismo modo que no podía salvar a todos los llamados monstruos que eran incinerados y tampoco iba a poder abrir las puertas a todo el que necesitaba el resguardo del País de las Maravillas. Fue a marcharse a sus aposentos, para mirar las pautas que debía llevar a cabo, pero Sapphire dio una zancada y le tomó de la muñeca, deteniéndola.
—¡Tiene que haber otro modo, Blue!—insistió, mirándola con intensidad—¡Otro modo de que se deje de repetir la historia!
—¡No lo hay! ¿No ves que la única reina que tuvo éxito fue mi madre?
Blue sonaba agotada y eso hizo que Sapphire sintiera un nudo en su garganta.
—Tuvo éxito porque innovó, y tú, Blue, eres ingeniosa, ¡eres de las personas más inteligentes que he conocido! Sé que comprendes cosas que yo no puedo, así que deja de acobardarte ante una simple chica.
La mujer de cabellos castaños soltó un bufido divertido y con un brusco movimiento, Blue se zafó de su agarre, mientras Sapphire veía un destello de pena en sus ojos.
—Soy la reina y he de reinar en el País de las Maravillas. Ve a cumplir tu labor, Skitty de Villa Raíz.
—No quiero—contestó con firmeza—. Eres mi amiga y no quiero dejarte sola.
—¡Es una orden!
Ese grito hizo que las orejas de Sapphire se bajaran, a Blue le había temblado la voz y a Sapphire se le antojó que le hablaba más con tristeza que con ira. Pero, con una mirada dolida, la mujer de aspecto felino se dio la vuelta y corrió mientras gritaba que no le obedecería. Los caballeros dieron un paso amenazador, pero Blue les detuvo con un simple gesto y una triste sonrisa. Sapphire infló el pecho con orgullo, como si le estuviera declarando la guerra.
Ambas sabían, que Sapphire obedecería. Y así fue, porque sabía que, a pesar de todo, ese era el mejor modo de ayudar a la gente y por eso Blue se aferraba a este, dejándose llevar por la razón y la lógica, al contrario que su amiga. Así que Sapphire con un ronroneo vio como esa Alicia, cuyo nombre era Crystal, resolvía los acertijos y avanzaba por el País de las Maravillas, mientras ella le cantaba los cuentos de la cruel reina de corazones que se los machacaba día a día, cuando la realidad era que Blue se lo había robado. Entonces veía salir a Blue en escena, en ese acto macabro a ojos de Sapphire y pasaba la mano por su cabello con una escandalosa risa para nada parecida a su modo de reír peculiar que hacía que Sapphire sonriera luciendo los colmillos. Blue mostró una faceta tan ensayada y cuidada, que hasta parecía real ser una persona que se dejaba llevar por la ira y por el orgullo, y los habitantes le contaron a Crystal terribles historias de que ella tenía un corazón de piedra. Todo el País de las Maravillas siguió las palabras de un cuento que hace tanto que fue escrito, todos poniendo mucho empeño y esfuerzo para que así cualquiera que contara esas experiencias al salir del País de las Maravillas pasara por un loco febril influenciado por una creencia popular.
Y mientras todos ponían su mayor intento en sobrevivir, Sapphire miraba con pena como Blue daba órdenes para que la vieran como la dictadora que las páginas contaban. Era una tremenda actriz, tenía que admitirlo. «Es lo correcto, Sapphire, no le des más vueltas» suspiró la chica, entristecida. Era lo correcto, siguió insistiéndose, para convencerse a sí misma, ¿entonces por qué le dolía?
Tal vez porque un día se había colado en palacio, no queriendo ser vista porque seguía molesta con la chica, y había visto a Blue, sola, en los jardines, llorando mientras el resto cantaban, danzaban y reían en la fiesta de té de Eusine. Así que, por mucho que quisiera engañarse, a Sapphire no le parecía del todo lo correcto.
Crystal todavía no se había marchado del reino pero Sapphire ya no era tan necesitada en el surco de la historia, así que un día, titubeante, volvió a recorrer los caminos. De verdad que odiaba que las Alicias tuvieran que ver a Blue como una reina despiadada e irascible, odiaba tener que ver el teatro que era Blue chillando «¡que le corten la cabeza!» para espantar a las Alicias, personas que parecían inmunes a la magia. Lo odiaba porque ella sabía que nunca habría reina más hermosa, dulce y amable que Blue, ni una tan fuerte, firme y altiva como susodicha. Cavilando recorrió todo el camino y cuando quiso darse cuenta, caminaba de nuevo sorteando los botes de pintura y se hallaba ante los aposentos reales, con Blue mirándola, muy seria.
Blue se incorporó de manera lenta y dio unos cautos pasos hacia ella, Sapphire retrocedió, sonrojada, al ver que Blue se acercaba en demasía. Pero Blue volvió a alargar su brazo y se lo ofreció a la chica. Sin decir nada, Blue y Sapphire, caminaron hacia el bosque para dar uno de esos paseos rutinarios que habían echado más de menos de lo que querían admitir esas dos amigas. En algún punto su agarre fue soltado, y Sapphire ya escalaba por los árboles yendo de rama en rama mientras Blue caminaba tranquilamente mirando al cielo, hasta que se detuvieron, y de los labios de la reina salieron unas palabras que Sapphire pensó que no escucharía:
—Lo siento.
Sapphire bajó del árbol de un salto y se le acercó curiosa.
—Perdóname por haberte gritado ese día, pero estaba frustrada porque, quieras o no, tan solo soy una chica cualquiera—suspiró Blue—, no puedo hacer nada. Sé que eso no justifica mis acciones ni que pagara tu preocupación con gritos.
—No te preocupes, estás perdonada, perdóname a mí por... no haber tenido en cuenta la presión a la que te ves sometida. Pero no creo que seas solo una simple chica.
Blue soltó una clara risa y posó la mano en la cabeza de Sapphire, revolviendo su cabello y orejas.
—Pero, Sapphy, no soy como el sombrerero y su magia, como la Scorbunny Blanca o la Skitty de Raíz. No tengo nada especial que haga que deba reinar en las maravillas, solo soy una simple humana y, entonces, para afrontar esto, solo me queda pensar y tratar de hacer lo mejor posible, me guste o no.
—¡Tonterías!—bramó Sapphire—Eres fuerte como ninguna otra, obstinada y llevando por el buen camino este país repleto de maravillas, si tú eres una simple humana yo debería ser una de tus simples sirvientas y, ¡míranos, halando de igual a igual! Y ante las Alicias las hadas, la magia, nadie puede hacer nada, así que una simple humana es quién mejor sabe afrontar a una Alicia.
Sapphire se puso en pie, asimismo, puso las manos en su pecho mientras pronunciaba cada vocablo con vehemencia.
—Te dejas ver como la mala de la historia cuando en realidad eres nuestra heroína, y para mí, esa es la más grande de las maravillas de este reino.
Sapphire tomó las manos de Blue, quién sonreía con pena y la reina se incorporó haciendo que Sapphire elevara su vista para mirar a sus ojos.
—Lo sé—musitó haciendo que Sapphire ladeara la cabeza—. Aun así muchas gracias por tus bellas palabras, pero eso no quita la verdad de que, al contrario que los que tienen dones especiales, lo poco que puedo hacer es adoptar ese papel que me ha sido otorgado y...
—Siempre haces lo mismo—cortó Sapphire.
Blue alzó una ceja, aturdida.
—Afrontar sus problemas sola y nos sacas a los demás de ellos.
—Soy la reina.
—¡Y me importa un comino!
Blue soltó un bufido, divertida.
—Antes de que te lleves las manos a la cabeza, no lo decía como algo malo porque ahora he reflexionado sobre ello, si me dejas acabar la frase podría informarte de lo que para ti será una gran noticia.
—¡Lo sé, perdona! Pero es que cuando dices que...
Al darse cuenta de que volvía a interrumpirla frunció los labios con fuerza, haciendo que Blue soltara una carcajada y que oprimiera su agarre, enternecida.
—Deja que vuelva a agradecerte, porque, quieras o no, me hace feliz que alguien se preocupa por esta simple reina y eso hace que todo merezca la pena. Aunque, ciertamente, me desconcierta por qué te molesta tanto.
—Es que...
Titubeaba nerviosa, pero alzó la vista, con sus iris felinos agrandándose al mirar a Blue y eso hizo que en los labios de Blue se agrandara la sonrisa. La reina hizo un gesto, como dándole a entender que le interrumpiera de nuevo sin problema, lo que hizo que Sapphire tomara una fuerte bocanada de aire y cerrara los ojos tratando de disimular el dilatar de sus pupilar.
—¡Me gustas!
Exclamó Sapphire y la reina no pareció nada sorprendida.
—¡Me gustas mucho!
Blue soltó una dulce risa al ver que Sapphire bajaba la vista con vergüenza, posó el pulgar en su barbilla haciendo que Sapphire abriera los ojos y la instó con delicadeza alzar la vista hacia ella. Cuando sus ojos se encontraron, las pupilas finas de Sapphire se agrandaron de nuevo y sus orejas comenzaron a temblar, haciendo que en el rostro de Blue apareciera una enorme sonrisa.
—Me... pone triste pensar que tienes que mostrarte como quien no eres—trato de explicar Sapphire, nerviosa por el contacto que erizaba su vello—, llena de ira, de odio y con maldad. Cuando yo sé que no eres así, todos los habitantes sabemos que no es así, pero me da rabia, me da muchísima rabia porque sé que tú no eres alguien malvado y que no disfrutas de hacer a las Alicias sufrir. Y aun así sigues lo que dicta ese estúpido cuento y entonces no podemos salir a pasear juntas cuando te hablo de lo que lía el loco del sombrerero o tú me cuentas los chismes de la corte. Y entonces me pides que diga cosas malas de ti, que te insulte y que ponga a Alicia en tu contra y...—soltó un suspiro, haciendo que su voz temblara un poco al recordar las cosas terribles que le tocaban decir—¡no puedo! ¡Simplemente no puedo!
—Oh, Sapphy, mi linda Sapphy...
Sapphire totalmente roja de vergüenza vio como Blue negaba con la cabeza y ese pulgar posado en su barbilla se posaba en su mejilla con cariño haciendo que de los labios de Sapphire se escapara un suave ronroneo. Notaba su corazón a mil y que Blue no le diera una respuesta inmediata solo hacía que los latidos se desbocaran inclusive más.
—Interprétalo como una obra de teatro que debemos actuar. Es, en cierto modo, divertido.
—Lo sé, pero me sigue pareciendo cruel. ¿Y si un día una Alicia no piensa que es un sueño y nos quiere librar de tu tiranía? ¿Y si quieres dañarte? Y el papel que me toca dictaría que yo tendría que animarles a que te den muerte. No puedo hacer eso, Blue.
—Sé que eso no pasará, porque tengo a mis habitantes del reino y mientras esté en el País de las Maravillas todo irá bien. Y, volviendo a lo que quería decirte—pronunció esas palabras de manera ladina—, hace unos días una obstinada Skitty me recordó que quizás debía innovar, así que ya estuve mirando otro lugar en el que podamos asentar un nuevo País de las Maravillas y ya estoy con mi hombres preparada para la evacuación—informó—, pero esta vez, vamos a dejar que esa joven Crystal, que parece avispada, ''descubra'' la verdad que oculta lo que le está pasando en el reino y la realidad tras los personajes—dijo con una sonrisa taimada, haciendo las comillas con los dedos—, entonces, cuando salga, tal vez comience a emerger una pequeña adición a ese cuento de Alicia en el País de las Maravillas y tal vez, entonces, no tengamos que fingir más—. Retiró la mano de la mejilla de Sapphire, con cariño—. Sin embargo tenga éxito o erremos, no te preocupes de mi felicidad, tonta.
—¡¿Cómo que tonta?!
Sapphire se avergonzó de que eso fuera lo único que pudiera emerger de sus labios, porque escuchar el plan de Blue había hecho que su corazón se estremeciera de alegría y le hubiera gustado chillar y celebrar emocionada esa felicidad.
—Porque mientras estés a mi lado soy feliz—sentenció con rotundidad Blue haciendo que Sapphire se quedara helada— porque tú también me gustas y sé que un simple papel de una tonta obra de teatro no ensombrecerá el resto de lo que vivimos. Sé que podremos seguir siendo el hogar de los que son dejados atrás y el refugio de criaturas tan maravillosas como este reino. Pero, lo que más me hace seguir adelante y hace que pueda ver este papel como divertido, es que sé que pase lo que pase, tú me ves como soy.
Sapphire, totalmente aturdida, se quedó sin palabras, haciendo a Blue reír por lo fácil que había sido descuadrarla. Retiró la mano de su mejilla, echando de menos la suavidad de su pelaje y Blue se dio la vuelta, volviendo a ofrecerle su brazo a Sapphire, con una pícara sonrisa.
—¿Te comió la lengua un Skitty?
—Eres mala, muy mala—se quejó Sapphire—. Me insultas, me pones la miel en los labios con palabras dulces tras decirte que me gustas y luego observas como me quedo sin habla para simplemente tumbarme dándome a probar esa dulzura que son tus palabras. ¿Puedes repetirlo?
Blue soltó una de sus típicas risas que Sapphire echaba de menos escuchar.
—Claro—miró fijamente a Sapphire antes de susurrar con dulzura—. Me gustas.
—Puedes... ¿repetirlo de nuevo?
—No te aproveches, linda—contestó con una fuerte risa.
Sapphire también se rió y sonrió con nervios sin saber que debía hacer ahora con la chica, pero Blue alzó la vista a ese cielo de nubes de algodón de azúcar.
—Me hace feliz que al fin hayamos aclarado esto y que no me sienta mal por tener que interpretar a la reina. Al fin y al cabo este es el País de las Maravillas y las maravillas de este no son las cosas que vivamos, o que tengamos que pasar, sino la gente que hay en él.
Y Blue se dio la vuelta, volviendo a tenderle un brazo como siempre hacía, pero ahora con ese gesto cargado de las palabras que se habían dedicado entre ellas y que hacían que la cabeza de Sapphire dieran vueltas.
—Y para mí, mi maravilla eres tú.
Sapphire tragó duro notando que su corazón se detenía al escuchar esas palabras.
—Entonces, ¿te animas? ¿Te animas a intentar reescribir el cuento que nos ha tocado mientras reinamos juntas este loco País de las Maravillas?
Y ella asintió con firmeza, rodeando con sus garras la mano de Blue, para caminar de vuelta por los sinuosos bosques como siempre hacían, bajo la sombra de los grandes árboles del País de las Maravillas.
FIN
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