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Tercera Hora

Julia Rossi

Aún con el corazón en la boca, ambas salimos del carro.

A nuestro alrededor solo habían vacas, y a lo lejos un letrero que indicaba la entrada al pueblo.

-¿Éstas vacas están hechas de titanio o qué?-Preguntó impresionada Marla. Cuando volteé a su dirección una enorme abolladura adornaba mi pobre auto y a un lado, la vaca que supongo "arrollé", se encontraba en perfectas condiciones.

-¡Mi bebé!-Exclamé con dolor, acercándome más al impacto, parte de la puerta derecha estaba hundida, dándole un aspecto aún más viejo a mi coche.-¡Todo esto es tu culpa!-Rugí mientras apuntaba al payaso de cabello verde a mi lado.

-¿Mi culpa? ¿Qué rayos hice yo?

-Qui riyis hici yi.-Repetí con el mismo tono molesto, ella frunció el seño.-¡Estábamos tranquilas y tenías que arruinarlo con tus insultos infantiles!

-¡No es mi culpa que nunca te hayan coqueteado!

-¡Eso no fue coquetear! Parecen insultos de viejo verde.

Seguimos gritándonos hasta que un silbido llamó nuestra atención.

Al voltear en dirección al sonido vimos a un chico de cabello negro y overol azul acercarse a nosotras.

-¿Todo bien por aquí?-Preguntó con el acento típico de Corral. Ambas nos miramos por un momento y creí que habíamos coincidido en nuestra respuesta.

-Si, todo bien, no te...-La tarada me interrumpió.

-¡No! Esta imbécil arrolló a una vaca y ahora me está echando la culpa.- Acusó mientras me apuntaba con su dedo. El chico abrió lo los ojos sorprendido para luego voltear con desesperación.

-¡¿A cual arrollaron?!-Preguntó escandalizado, mientras checaba a las vacas que caminaban cerca de nosotros.

-A la gorda que está por allá.-Le señalé, la muy campante estaba comiendo algunas hierbas que salían entre las grietas de la carretera, sin ningún remordimiento por haber dañado a Mitsubi-chan.

-¡Juana!

El chico se acercó a la vaca casi llorando.

La revisó por todos lados y cuando confirmó que no le había pasado nada se giró hacia nosotras sorbiendo su nariz y teniendo las mejillas algo sonrojadas.

-Lamento el show, pero esa vaca en unos días va a entrar en un concurso y necesita estar en perfectas condiciones.-Explicó apenado.

-Yo lo lamento por golpear a Juana con mi auto.-Dije igualmente apenada.

-Descuida, estas vacas no deberían estar aquí en primer lugar. Mi primo Sami está aprendiendo a arrear el ganado y se les escaparon.

-Oh.-Soltamos ambas.-¿Cuántos años tiene Sami?-Preguntó esta vez Marla.

-Ocho.

Abrimos los ojos con sorpresa. Creo que ya entiendo la razón del porqué estas vacas terminaron en la carretera.

El explotador infantil se dió cuenta de nuestra reacción y rápidamente habló.-¡No se preocupen! Es normal por aquí aprender a arrear a esa edad, es una actividad divertida para los niños.

Se me escapó un suspiro de alivio y el muchacho empezó a reír.

-Como se nota que no son de estos pueblos.-Dijo, refiriéndose a Corral y a los dos pueblos que le siguen.-¿De dónde son?

-Somos de Velanova.-Respondí con una sonrisa, la cual se desvaneció cuando Marla abrió la boca.

-Yo soy de Vela Mar, para aclarar.

-Ah, ya sé cuál es, la parte que tiene ratas.

Una pequeña risa escapó de mis labios al ver cómo el rostro orgulloso de Marla cambiaba a uno molesto.

-Si, de esa misma.-Respondí con sorna, Marla me miraba irritada pero no le devolví la mirada.

El chico sonrió con inocencia al darse cuenta que tenía razón, sin percatarse del aura negativa entre ambas.

-Soy Bartolomé, mucho gusto.-Nos ofreció la mano para estrecharla, yo lo hice con tranquilidad mientras que Marla lo hizo con recelo, aún molesta.-Pero todos me dicen Tolo.

-Mucho gusto Tolo, soy Julia y este duende de aquí es Marla.

-Imbécil.-Replicó el duende, yo solo la ví con seriedad tratando de aguantar mis ganas de pisarla.

Tolo río por nuestra rara dinámica.

-Yo iré arreando las vacas, adelántense a la estación de servicio que está en la entrada del pueblo.-Explicó para luego silbar con fuerza, haciendo que las vacas dejarán lo que estuvieran haciendo y lo miraran fijamente.-Imagino que necesitarás ayuda con tu carro.

Negué con una sonrisa que intentaba disimular la agonía por dentro.

-Está bien, es solo... Un rasguñito.-Respondí, no podía permitirme gastar más del dinero necesario en este viaje, a penas si tengo para comprar comida luego de la estafa de latas de café en Vela Mar.

-¿Rasguñito? Parece que tu carro fue golpeado por un meteorito.-Como odio a los velanenses.

Sin poder contenerme la golpee en su cabezota, claro que no lo hice muy fuerte, no vaya a ser que se ponga más tonta de lo normal.

-¡Estúpida!

-Tu pelo esta bien, idiota.- Respondí al ver como peinaba su pelo constantemente.

Tolo rio nuevamente, al parecer éramos su nuevo entretenimiento favorito, y aunque era un chico muy simpático, no me gustaba ser el espectáculo de nadie. Me despedí brevemente de el para indicar que ya íbamos a seguir por el camino.

Mientras entraba al auto, Tolo gritó una frase extraña a la par que comenzaba a correr por la carretera en camino al pueblo, las vacas, quienes no lo habían perdido de vista en todo este tiempo, caminaban detrás de el como si fueran un pelotón.

-¿Qué les darán a esas vacas de comer?- Preguntó fascinada Marla, quien me saco un respingo del susto al no darme cuenta cuando subió al carro.- ¡¿Y si forman parte de un ejercito bovino modificado genéticamente por el gobierno?!- Jadeó sorprendida, como si hubiera descubierto una pieza en un juego mas grande.

¿Por qué acepte llevarla?

-Nuestro gobierno no puede sostenerse por si solo y esperas que financie un experimento multimillonario.- Solté con ironía mientras encendía el carro, ya se había formado una pequeña cola de carros, pero al parecer nadie estaba muy preocupado por seguir avanzando.

La peliverde entornó los ojos con fastidio.

-De verdad que eres aburrida.- Apoyó su cara en el brazo que estaba encima de la puerta, mirando el paisaje por la ventana.

No dije nada mas, ya que por el camino aun habían varias vacas mas y no quería arrollar otra.

Mi pobre auto no puede resistir otro golpe.

Finalmente llagamos a Corral, el principal exportador de productos lácteos en todo el estado. O bueno, eso era lo que decía su cartel de bienvenida. Avanzamos por la zona, buscando la estación de servicio que nos señaló Tolo.

-Creo que tienes que ir por allá. - Dijo Marla apuntando.

-¿Allá dónde?

-¡Allá, al lado de la cosa esa!

-¿Qué cosa esa? ¡Animal del monte habla bien!- Grité en respuesta mientras seguía avanzando lento con el carro.

-¡Espera, lo vas a perder!

-¡¿Pero dónde está?!

Marla soltó un grito de exasperación, luego tomó el volante para girarlo como una lunática.

-¡¿Qué haces?!-Grité presa del pánico, maniobre un poco para evitar chocar con las cosas a nuestro alrededor y luego frene de golpe. Volteé a verla con furia, pero ella sin decir nada señaló hacia arriba.

En letras grandes con luces que parpadeaban constantemente, había un cartel en mal estado que decía "Estación de servicio"

-Se me olvidó como se llama eso.- Señaló ahora un muñeco de aire que le hacia publicidad a una tienda al lado de la estación, eso era la "cosa" al lado de la gasolinera.

Inhalé y exhalé por un momento, con Marla viéndome extrañada.

Hasta que exploté.

-¡¿Qué es lo que te pasa?! ¡¿Te pica el culo acaso?!

-¡¿De qué hablas?! Te traje a la estación malagradecida.

-¡¿Agradecida?! ¡Animal, por poco haces que muramos!- Rugí escandalizada, no es posible que ella no entendiera la gravedad del asunto.

-Por Dios, los alvaneses son unos sensibles. Así se conduce todo el tiempo en el centro de Vela Mar, esto paso porque eres ciega y no puedes ver un simple coso.

-Ya entiendo porque no tienes auto.

-¡Imbécil! Eso no tiene nada que...

Un pequeño golpeteo en una de las ventanas nos interrumpió, por suerte porque estaba a punto de estrangularla, y no conozco este sitio lo suficiente como para saber donde esconder un cadaver.

El golpe venia de mi ventanilla, era Tolo, baje la ventanilla ya que no podía entender lo que estaba diciendo.

-¿Qué sucede?-Pregunte al ver su cara de preocupación.

-¿Están bien? Vi que por poco chocan contra la gasolinera.

-Si, todo bien, no te...-La tarada comenzó a hablar.

-¡No! Esta imbécil por poco hace que nos arrollemos y ahora me está echando la culpa.- Acuso mientras la apunto con mi dedo. Tolo abrió lo los ojos sorprendido para luego reír.

-Quien diría que podía sentir un deja vu en un solo día.

Ambas lo miramos sin entender, el pelinegro no dijo nada mas y solo señalo hacia al frente para que estacionáramos al lado de la estación.

A este paso estaré muerta antes de llegar a la boda de mi hermano.

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Actualizo los domingos.

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