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Cuarta Hora

Julia Rossi

Tolo y su familia fueron muy amables, su tío es dueño de la gasolinera a la cual casi chocamos. Ese fue un buen inicio de conversación, según Marla, mientras que yo solo pude morir de vergüenza.

El tío de Tolo, Bertram, dijo que no me preocupara por el choque, ya que este fue superficial y no supondría ningún daño a Mitsubi-chan. 

—Gracias a Dios.— Solté en un suspiro de alivio, llevándome una mano al pecho y sentir a mi pobre corazón latiendo preocupado. 

—Pareces el meme de Robert Downey Jr.— Se burlo la peliverde, y una risa por parte de Bartolomé confirmó lo que dijo.

Estábamos en el frente de la casa, una luz cálida iluminaba lo necesario, mientras que al exterior, detrás del viejo portón con decoraciones del siglo XX, toda la calle era alumbrada por el brillo del sol que poco a poco iba desapareciendo para darle paso a la noche. Los tres estábamos sentados en el juego de muebles mientras que Bertram seguía chequeando mi carro.

En un principio había ofrecido estacionar mi carro afuera de la casa, pero todos los habitantes de la casa insistieron que no, ya que al ser un modelo que no se veía aquí a menudo, la policía podría querer llevárselo.

Ya no sé que lugar es peor, Vela Mar o Corral.

Aunque aún nos falta camino y sitios por conocer.  

—Creo que deberían quedarse, ya está comenzando a oscurecer.— Señaló la abuela y matriarca de la familia, Doña Pepita, entrando desde la puerta de la cocina.— Pueden quedarse en la habitación de Tolo y el dormirá con el ganado.

El nombrado dejo de reír con Marla.

—¡¿De nuevo?!— Preguntó con disgusto el pelinegro, mas la fría mirada que le dedicó su abuela lo hizo callar y asentir. 

—No tiene que preocuparse, nosotras saldremos en unos minutos.—Dije, la señora ahora me miro a mi, un escalofrío recorrió mi espalda, por lo que me expliqué rápidamente.— Debemos llegar a Toriba antes del medio día de mañana.

—¿A Toriba? Cariño esas son 20 horas de viaje. 

—Lo sé, pero tengo un evento familiar muy importante y necesito estar allá a tiempo.—Tal vez fue mi tono de desesperación lo que la convenció, la señora chasqueó la lengua y luego volvió a hablar con voz autoritaria.

—De acuerdo, pero Bartolomé las va a acompañar hasta la salida del pueblo. ¿Quedó claro?

—Si, señora.—Respondimos Tolo y yo. Volteamos a ver a Marla, la cual estaba muy ocupada sacándose un moco. Al parecer se dio cuenta del silencio, ya que alzó la mirada y vio la cara seria de Doña Pepita.

Se levantó rápidamente del sillón.—¡Si, señora!—Hizo un saludo militar y se volvió a sentar.

Me cubrí la cara con pena mientras escuchaba como el pelinegro a mi lado aguantaba lo más posible la risa.

—Esta bien, que tengan un buen viaje.

Le di las gracias a ella, y luego al señor Bertram por revisar mi auto, entramos un momento a la cocina para despedirnos del resto de la familia y finalmente nos fuimos, con Tolo en el asiento trasero.

—Tu familia es muy amable.— Le reconocí al pelinegro, la calle estaba bastante despejada, pero en lugar de darme tranquilidad me preocupaba por la oscuridad que nos rodeaba.

—Sí que lo son, aunque también son bastante aburridos.—Respondió con voz simple, mientras miraba en ambas ventanas traseras, como si buscara algo.—Cuando vives mucho tiempo aquí todo te parece aburrido. Solo he pasado algunas horas con ustedes y es lo mas divertido que he hecho en meses.

—¿No has pensado en irte?—Preguntó Marla.

Miré con interés a Tolo por el espejo retrovisor, algo que compartíamos Puerto Alvanza y Corral es que era mal visto que los jóvenes se fueran de su hogar natal. Al ser lugares del país que no ofrecían prosperidad para los jóvenes lo más lógico era irse, pero eso hacía que muchos de ellos abandonaran a sus padres y nunca volvieran de visita.

Existen dos tipos de adultos jóvenes en estas zonas: Los que persiguen sus sueños, y los que le importan la opinión de la comunidad.

Y lamentablemente yo estoy en el segundo grupo.

Tolo se quedó callado por un momento, seguramente pensando lo mismo que yo.

—Si les soy honesto...—Un ruido incesante lo interrumpió, al prestar mas atención nos dimos cuenta que eran una sirenas policiales.—¡Malaya sea al pipe, tenia que ser la policía!

—¿Qué clase de insulto es ese?— Cuestionó Marla sin entender la gravedad de la situación, de nuevo.

—¡¿Tolo, que hacemos?!— Pregunte presa del pánico. Maldita sea, apenas llevo tres horas de viaje y ya voy a ir presa.

¿Tan mal conduzco?

—Estaciónate aquí, vamos a ver que quieren estos imbéciles.

Hice caso a sus indicaciones, y una vez estacionada, espere a que el oficial bajara de su vehículo para acercarse al mío. El sonido chillón de las sirenas perforaba mis oídos, y las luces rojas y azules parpadeantes me mareaban lo suficiente para creer que me daría un ataque epiléptico. 

Los tres estábamos en silencio, posiblemente cada quien analizando como manejaría la situación. ¿Tal vez debería llamar a mi hermano, a mis amigos, a mi madre? No, ni loca llamo a mi mama, prefiero ir a la cárcel.

  —Hey, mejor acelera, no nos van a perseguir si vamos a otro estado.—Sugirió la peliverde como si esa fuera la mejor idea del mundo. Ni siquiera le voy a contestar, ella debe ver por si sola lo estúpido que es ese plan. 

—Pero yo vivo aquí, ¿Cómo voy a volver si soy un fugitivo? 

—¡No vamos a huir!—Exclamé, sorprendida de la estupidez de Tolo. Tengo que separarlo de Marla. 

—¿Huir?—Preguntó una voz a nuestro lado, solo pude sudar frío al darme cuenta que era un policía. Nos miraba con una ceja alzada mientras le daba una calada a un cigarro ya a punto de acabarse.

Maldita sea.

—No es lo que cree oficial.—Respondí tartamudeando, la mirada que le daba al interior de mi auto solo hacía que mis nervios aumentaran.

Por favor que no sea corrupto, por favor que no sea corrupto...

—Lindo el carro que tienes aquí.—Dijo golpeando el techo como para verificar la calidad de mi coche.—Nos serviría bastante a la policía de estos lares ¿No creen?

Suspiré entre una mezcla de desgana y nerviosismo, por supuesto que tenía que ser corrupto.

—La verdad no le creo, y si ese fuera el caso ¿Por qué no mejor le piden nuevos carros a su queridísimo alcalde?—Exclamó con rabia Tolo, su disgusto no podía ser ocultado, aunque no creo que tratara de disimularlo.

El oficial pareció sorprendido al escucharle pero luego una sonrisa socarrona surcó sus labios.

—Oh, juraba que había visto a tres chicas en este lindo carro. Buenas noches Bartolo.

—Basta de ridiculeces Martínez, solo déjanos avanzar.

—Uy.—Soltó Marla con algo de burla y yo solo pude mirarla con exasperación. Al parecer ese monosílabo fue como la leña que faltaba para encender el fuego.

—¡Hablame con más respeto niñato de mierda! Con mucho gusto puedo meterte preso a tí y a tus amiguitas.

Oh no no no.

—¿Bajo qué excusa, animal?

—¡Tolo!—Regañé en un susurro. ¿Por qué seguía provocando a este imbécil?

—¡La que se me dé la gana!

—¿Te la vas a sacar del culo gordo que tienes?—Ahora fue turno de Marla en replicar. Una carcajada pura salió de los labios de Tolo y yo solo quería que la tierra me tragara.

—Carajitos de mierda...—Dijo en un susurro mientras apretaba los dientes e intentó abrir la puerta con fuerzas.

Gracias a Santa Alana que no quité los seguros.

Al darse cuenta de eso alzó la mirada para mirarnos con furia.

Con una sonrisa tensa subí el vidrio lo más rápido que pude. El oficial Martínez hizo el amago de patear la puerta pero se detuvo en una fracción de segundo, al igual que mi corazón.

—No le va a hacer nada el carro, tú tranquila.—Dijo con seguridad Bartolo.—Si lo hace tendremos pruebas en su contra y...oh no.

—¿Oh no?—Pregunté presa del pánico. Seguí su mirada asustada, estaba puesta en el oficial llamado por una radio policial.

—¡Va a llamar a más policías!—Finalmente la despreocupada Marla habló con miedo, haciendo que ahora tuviera mucho más pánico.—¡Arranca antes de que lleguen!

—¡No voy a arrancar! Está justo al lado.

—¡Arránca maldita sea!—Ahora fue el turno de Bartolomé de gritarme.

Sin pensarlo quité el freno de mano, moví la palanca y pisé el acelerador lo más fuerte que pude. El ruido de las ruedas sobre el asfalto asustó a Martínez pero cuando quiso gritarnos ya habíamos dejado una nube de polvo atrás.

—¡Así se hace Julia!—Gritó Marla, al parecer el nerviosismo se había ido de su cuerpo.

—¡¿Por qué acepté llevarte?!—Pregunté casi en un sollozo.

—¡Frena aquí!—Alzó la voz Bartolomé por encima de los gritos de júbilo de Marla.

No tuvo que decirlo dos veces, frené con algo de fuerza, lo suficiente para que Marla por poco golpeara su cabezota con la guantera. Al ver a mi alrededor me di cuenta que ya estábamos fuera de Corral, el letrero de "vuelva pronto" estaba al lado nuestro con un incómodo dibujo de una vaca agarrando sus ubres.

—¿Por qué nos estuvimos?—Pregunta Marla enojada.—¡Estamos a la fuga! Nos pueden atrapar.

—Ustedes no están a la fuga.—Contestó Tolo con los ojos en blanco. Primero vez en todo este rato que no le sigue la corriente a Marla.—Ese imbécil no las va a perseguir, no tenía excusas, así que pueden ir tranquilas y continuar su viaje.— Hablo mientras me guiñaba un ojo y la sonrisa de alivio en mis labios no pudo ser más grande.

—¿Y tú cómo vas a hacer?

La pregunta de la velanense me trajo de vuelta a la realidad, nosotras si podíamos irnos sin problemas. ¿Pero Tolo?

—Oh cierto. ¿Alguien me puede prestar un teléfono? Le voy a decir a mi prima que venga por mí.

Yo asentí rápidamente dándole mi teléfono.

—¿Vas a volver? Seguramente ya hay varios policías esperándote.— Exclamó Marla.

Algo que noté de ella es que no le gustaba mostrar otra emoción que no fuera la altanería y atrevimiento típico de los velanenses, y ahora mismo hacía un amago de intento para no mostrar preocupación por Tolo.

—No, no lo habrá. Martínez solo ladra pero nunca muerde ¿Sabes? Más que nada porque mi abuela conoce a su mamá.—Explicó el pelinegro mientras marcaba varios números en mi teléfono.— Solo le escribiré a Carlita para que venga hasta acá en caballo, evitamos la ruta por dónde probablemente patrulle Martínez y listo, estaré de vuelta en casa sin consecuencias.—Puntualizó con una sonrisa confiada.

No sé que mosco me picó que me aventuré a preguntar.

—¿Y no quieres venir con nosotras?— Cuestioné con el sonido de los repiques de fondo. Ambos me miraron sorprendidos y a pesar de la vergüenza que sentía, traté de recobrar la conversación de más temprano.—Podrías pedirle a tu prima que te traiga ropa y alguna pertenencias y finalmente salir de aquí, al menos por varios días.

Tolo me miró con los ojos muy abiertos, todavía el repique del teléfono se escuchaba y eso parecía afectar sus pensamientos y decisiones al futuro.

Pude ver cómo una llama de valentía se formaba en su mirar hasta que lentamente se fue apagando.

—Es muy amable la oferta Juli, pero todavía no tengo el valor para salir.—Respondió finalmente con una sonrisa triste. Marla iba a decir algo cuando contestaron el teléfono.

—¿Aló?—Se escuchó una voz femenina algo cansada.

—¡Aló! Mijita ven a buscarme, estoy a las afueras, al lado del letrero.

—¿Quién habla?

—Bueno y tú eres imbécil o te haces. ¿Quién tú crees que esté hablando?

—Ah, Tolo. Por supuesto.—Respondió la voz con un suspiró de frustración.— ¿Cómo no reconocí esa boca tan mal hablada?

—Erga' sí, porque la princesa de la casa habla de lo más refinado.

—¡Pues sí lo hago salvaje del monte! ¿Por dónde andas?

—Aparte de imbécil, sorda, impresionante.—Dijo Tolo en un susurro y Marla y yo solo podíamos tratar de contener la risa.

—¡¿Qué dijiste?!

—¡Que estoy en la afueras coño!

—¡Ok, ya voy para allá! ¿Quieres que vaya en el caballo, no?

Tolo puso los ojos en blanco y a Marla dejó escapar una pequeña carcajada.

—¡Obviamente estúpida! ¡¿Por qué más te llamaría?!

Se escucharon más gritos e insultos hasta que Carlita cortó la llamada. Finalmente ambas nos permitimos reír a carcajada limpia y Tolo solo nos miraba con fastidio.

—¿En serio no te diviertes aquí?

—No.—Dijo simplemente el pelinegro, aunque puedo ver un atisbo de sonrisa en sus labios.

—Carlita se escucha agradable.

—Es una ladilla con patas pero buena adiestrando caballos. Además es la menor de la casa, así que es la consentida de todos.—Se escuchó el trote del caballo a la lejanía y Tolo solamente suspiró.—Hablando del diablo.

—¿El jinete sin cabeza?—Preguntó Marla con ilusión. Yo solo rodé los ojos con fastidio mientras el cabalgar se escuchaba más cerca, hasta que un hermoso caballo marrón con motas rubias por todo su cuerpo se detuvo a un lado nuestro.

Salimos del carro para ver a una niña de por lo menos 13 años bajando del caballo con maestría. Era una versión femenina y joven de Tolo, con el cabello negro y las pecas en sus mejillas.

—Buenas noches.—Saludó hacia nosotras.

Ambas solo la saludamos con la mano, aún impresionadas de lo joven que era Carlita. Sé que Tolo dijo que era la manor, pero no pensaba que lo fuera tanto. Seguramente mis alumnos de bachillerato se pondrían a llorar si estuvieran cerca de un caballo.

—¡Y tú imbécil!—Ahora se dirigía a su primo.—El mamaguevo de Martínez anda por la casa quejándose de no-se-qué le hiciste. ¡La abuela está furiosa y la está pegando con todos!

Vi como el pelinegro tragó grueso y yo solo pude sentirme mal por él, lo conocimos hace dos horas pero nos ha ayudado bastante, y yo sabía lo duro que podían ser los castigos de una abuela molesta.

—¡El no hizo nada malo! Nos defendió de ese oficial.

—El muy condenado quería llevarse el carro de Julia.—Ahora fue turno de Marla en hablar.—Lo que hizo fue ayudarnos a salir del estado con auto intacto. Así que por favor habla con Doña Pepita y no dejes que lo castiguen.

Carlita nos miró seriamente por un momento hasta que habló resignada.

—A pesar de que me gusta que la abuela te regañe, no me gusta cuando lo hace sin razón. Además cuando le digamos eso va a dejar de fastidiar a todo en la casa.

Tolo sonrió con alivio.

—Gracias chicas. Si Carlita misma se lo dice a la abuela seguro me va a creer.

La mencionada soltó un sonido de desgana mientras se volvía a montar en el caballo.

—Supongo que eso es todo. Nos veremos cuando vengan de regreso.—Aseguró el pelinegro.

—¡Antes de irte tomemos una foto! Siempre quise posar cerca de un caballo.—Surigió Marla mientras volvía al carro a buscar mi teléfono.

Carlita y yo solo la miramos extrañadas mientras Tolo reía.

Al final nos tomamos una foto los cinco (contando al caballo que al parecer se llama Saracatunga) con Marla acariciando la cara del animal con ilusión, Tolo juntando las manos en una pose de rezo, Carlita mirándolo con fastidio y yo con una sonrisa nerviosa temiendo que Saracatunga quisiera comer mi cabello.

No es una de mis mejores fotos, pero sé que será un buen recuerdo.

Con eso en mente nos despedimos prometiendo pasar por la casa familiar cuando volvamos de regreso y entramos al carro.

Quedan 16 horas de viaje, no creo que algo más pueda salir mal.

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