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07 | i never wanted

vii. nunca quise





















Pensar que la falta de sueño y sus alucinaciones estaban haciendo acto de presencia era un poco absurdo porque sus amigas también estaban viendo lo mismo que él. Ahí a un lado de la mesa de los profesores y junto a los funcionarios del ministerio inglés de magia se hallaba una mujer similar a Cyrelle, y no se podía tratar de alguien más que de Alten Vitale, aunque aún poseía su apellido de casada.

Su madre todavía no lo había visto, parecía haber olvidado que él se encontraría allí a causa del torneo de los tres magos. Ni siquiera lo debía de recordar, hace muchísimo tiempo que Alten se mostraba ajena a lo que sus hijos hacían o vivían. Se había abocado al trabajo, uno que era una completa mentira ahora para Cyrelle.

── ¿Qué harás? ── susurró Fleur, preocupada.

Lo mejor que sabía hacer un Canaveris, desde luego, estaban especializados en ello. Nada, simplemente ignorar el tema y huir, porque eso era lo que hacían los Canaveris cuando no sabían o no querían enfrentar una situación que los sobrepasaba; después de todo, era eso lo que había hecho su padre unos años antes de morir, y eso mismo había hecho su hermano tras cumplir la mayoría de edad.

── No lo sé, esperar a que ella se digne a hablarme.

── ¡¿Vas a ignorar esto?! ── exclamó Fleur, aun susurrante ──. No puedo creerlo, tu madre te miente y a ti no te importa.

── Bueno, es mi madre, ¿tengo el derecho de reprocharle algo?

Aunque él sabía que había perdido el mínimo de respeto a causa de sus mentiras y las cosas que les ocultaba a todos. Cyrelle lo sabía, él podía ir en ese mismo instante hacía Alten y gritarle frente a todos la clase de madre que era, pero no lo hizo.

── Ya te vio ── murmuró Gabrielle ──. Creo que viene hacía acá.

El chico no fue capaz de alzar su mirada para ver como su madre se aproximaba hacía ellos con calma, aunque con una expresión nerviosa en su rostro. Alten tenía muchísimas cosas que aclarar, sobre todo, después de las cartas de Missandei.

Quizás, su madre no estaba tan loca como él creía. Tal vez todo tenía una explicación lógica y su comportamiento extraño junto a sus mentiras no eran más que por protegerlo; quería creer eso, pero, aunque aquella era una verdad a medias, Cyrelle sabía que había algo más.

Ella no confiaba en sus hijos.
── Cyrelle ── pronunció Alten, trémula.

Eran tan iguales, el patrón de pecas formando diminutas constelaciones inexistentes en el rostro de los dos era el mismo, los ojos negros y cansados, el cabello negro de Alten era del mismo tono que el de su hijo, sin embargo, no era rizado como el suyo. Quizás Cyrelle no era tan parecido a un Canaveris, porque los Vitale siempre ocultaban cosas y él estaba haciendo lo mismo que su madre.

── Alten ── dijo él, como si ella no fuera la mujer que lo engendró ── ¿Qué haces aquí? Creí que estarías en Francia, en tu oficina del departamento de seres.

Las hermanas Delacour no estaban seguras de a dónde deberían mirar o si debían salir de ahí, pero estaban al ojo público. Las miradas prontamente se dirigieron a la madre y al hijo, curiosos y hambrientos de chismes. Así era la vida, de eso se alimentaban en el 94 en Hogwarts, porque la vida se basada en especulaciones.

── Acompáñame al pasillo ── ordenó la mujer, utilizando esa autoridad que había perdido hacía ya tiempo. Cyrelle ni siquiera sabía por qué le obedeció, pero ambos se alejaron de la multitud por unas puertas que estaban a un costado de la mesa de Ravenclaw.

Algunos ojos se pegaron a ellos, curiosos como de costumbre, pero casi ni los conocían y finalmente el interés se perdió.

── Sé que te debo muchas explicaciones ── comenzó Alten en cuanto se encontraron a solas ──, pero este no es el momento ni el lugar. Había olvidado por completo que te encontrarías aquí, si lo hubiera sabido tal vez habría pedido que me transfirieran a otro trabajo, pero...

── No me interesa ── soltó amargamente ──. No me importa saber qué haz estado haciendo de tu vida durante los últimos ocho años, me da igual qué mentiras más hayas dicho y qué secretos escondes. Simplemente ya no me importas, ni tú ni mi padre, creo que sabías que murió ¿No?

La mujer lo observó en silencio, dolida por sus palabras sabiendo que se las merecía.

── Pues claro que lo sabías, siempre lo supiste y no tuviste la decencia de decírmelo.

── Missandei no debió contarte nada de eso, era un tema que le dije que yo conversaría contigo en cuanto tuviera la oportunidad.

── ¿Y cuándo sería eso? ¿En diez o veinte años más? O tal vez en tu lecho de muerte, como en las novelas ¿No es así? Todos esperan al último suspiro para revelar la verdad. Quizás mi hermano hizo bien.

── ¿Te contó toda la verdad o solo a medias? ¿Te dijo que él siempre supo en qué trabajo? ── su expresión de rabia poco a poco se convirtió en una de confusión, casi decepcionante ──. Veo que ni siquiera te contó que al irse de casa y comenzar a trabajar se fue a la misma división que yo, que el también es un auror. Claro, la sangre Canaveris le tira más, porque siempre buscará quedar bien a los ojos de los demás sin importar si es su propia madre quien sale mal parada. Pero como te dije, este no es el lugar.

── Para ti nunca es el lugar, ¿no es así, Alten? Al volver a casa ni siquiera tendrás tiempo para mí, otra vez.

── ¡¿Adónde vas?! ── llamó la mujer viendo como su hijo se marchaba nuevamente al Gran Comedor de un colegio que no era el suyo ── ¡Cyrelle, te juro que no quería esto! ¡Yo nunca quise que...!

Pero él ya se había perdido entre la negrura del pasillo, abandonándola de la misma forma en que ella lo había dejado.

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