6
El sudor escurría por su cuerpo. El maldito calor la estaba matando, pero lo bueno es que ya terminó de barrer, solo le quedaba cortar unos cuantos ingredientes que su tía le pidió.
Salió de la casa para recoger la bolsa de basura, viendo a su tía hablar con una mujer que no conocía.
No les estaba poniendo atención hasta que mencionaron un nombre.
—Heedo no vino conmigo porque se está muriendo.
—Oh, probecita. ¿Qué le paso?
—No le paso nada malo, estuvo festejando con sus amigos ayer y parece olvidar que si combina varios alcoholes le va mal.
Las dos mujeres rieron antes eso.
Una sonrisa aparecio en los labios de Yurim al descubrir porque Heedo estaba así anoche.
Se quedó ahí haciéndose la tonta solo para escuchar si mencionaban algo más de Heedo.
—Por cierto, ¿será que Seohee pueda ayudarme? Mi celular también lo deje en casa y no tengo como comunicarme con Heedo.
—Seohee salió con unas amigas, pero mi sobrina esta conmigo. —Miro sobre su hombro, sonriendo al encontrarla a pocos metros. —Yurim ven. —Hizo caso y se poso a lado de la mujer. —Ella es Jaegyeong, la mamá de Heedo.
—Un gusto. —Inclino un poco la cabeza, sonriendo con amabilidad.
—El placer es mío. Yurim. Eres muy bonita.
—Gracias. —Sus mejillas ya estaban sonrojadas, así que no podían ver como su comentario la puso.
—Ayudala con sus compras, una llanta se le acaba de ponchar aquí en la esquina.
—Claro.
—Por ahí esta bien, Yurim. —Señalo a un lado del sofá.
La chica murmuró un "okay" y asentó la caja en el piso, pasando el dorso de su mano por su frente, limpiando el sudor acumulado.
—Muchas gracias, Yurim, en serio. ¿Quieres un vaso de agua?
—Por favor.
Bebió con pequeños sorbos por mas que quería tragar todo de golpe.
Tomo una bocanada de aire al tiempo que escuchaba los pasos de alguien descalzo bajar por las escaleras.
—¿Ya llegaste, má?
Heedo apareció vistiendo nada más que una camisa de gran tamaño que llegaba hasta sus muslos y esperaba que tuviera un short por debajo, porque no podía despegar la mirada de allá.
Los labios de Yurim se entreabrieron al verla, con el cabello suavemente alborotado y una voz ligeramente ronca mientras ella estaba increíblemente sudada.
Ambas quedaron paralizadas al ver a la otra y la mamá de Heedo no se daba cuenta de nada.
—Ayúdenme a llevar las cajas a la bodega, por favor.
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