Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

PREFACIO.

Kransford. 1993.

Era una tarde fría de diciembre, el sol ya se estaba poniendo, las grandes nubes que se habrían paso a lo largo del cielo, pasaban en silencio llevando consigo la espesa humedad del ambiente y el olor a tierra mojada, pues estaba a punto de desatarse la tormenta.

El sonido de un trueno se escuchó a lo lejos, justo cuando Célina dejaba la habitación del motel "Paradise" donde se hospedaba, para realizar algunas compras de último minuto, pues esa misma noche se trasladaría a un pequeño departamento que la familia de su mejor amigo le prestaría, al menos hasta que pudiera alquilarlo.

Ya fuera del edificio, Célina miró a su alrededor, la calle estaría desierta a no ser por los pocos coches que pasaban. Suspiró y metió las manos en las bolsas de su chaqueta, comenzando a caminar cabizbaja, rápido y en silencio para que nadie la viera.

Se detuvo únicamente para mirar dos veces a la calle y cruzar hasta llegar al súper.

Una vez dentro, tomó un carrito y lo llevó arrastrando hasta la sección de pastas y enlatados, en donde tomó rápidamente todo lo que necesitaba y se dirigió a la caja a pagar.

-Hola, buenas noches. -dijo amable la cajera a Célina con una deslumbrante sonrisa. - ¿Encontró todo lo que buscaba?

Célina se puso nerviosa, ya que no era de hablar mucho con personas desconocidas, así que, para evitar responder a la dependienta, opto por entretenerse, sacando del carrito lo que había tomado de los estantes sin mirar a la chica y posteriormente asintió sin emitir ninguna palabra.

Una vez pagada las cosas y fuera del súper, recorrió nuevamente el camino hacia su cuarto de motel en completo silencio, con la mirada perdida en sus pensamientos.

La joven chica se preguntaba una y otra vez si en esta ocasión podría vivir en completa paz en la vivienda de su amigo, si podría hacer su vida allí, comenzar de cero, sin que alguien de su pasado o los errores cometidos a lo largo de su vida, la arrastraran consigo de nuevo hacia la oscuridad, hacia el tormento que había experimentado con anterioridad, el cual fue el mismísimo infierno.

Se había convencido varias veces que sí, que esta oportunidad solo se daba una vez en la vida, más en la suya y la aprovecharía como dé lugar. Ya estaba todo planeado, contaba con una nueva identidad, un nuevo nombre que la ayudaría a pasar desapercibida y hoy mismo se mudaría para comenzar una nueva vida.

Por fin veía una luz al final del abominable y letal túnel.

Cuando iba a medio camino de su destino, percibió que un pequeño escalofrió abrazaba su diminuto cuerpo, no se trataba de la temperatura aparentemente baja que inundaba la pequeña ciudad de Kransford, era algo más, algo familiar que había olvidado por completo al tratar de sucumbir a una vida ordinaria, lejos de los suyos.

Célina se detuvo en la acera, unos metros antes de llegar a su habitación, alerta a cualquier movimiento en la oscuridad. Giro con disimulo para mirar a su alrededor, por si se trataba solo de alguna persona que iba pasando, pero no había nadie, solo ella y la frígida noche.

Con los sentidos en alto, como si de un felino se tratase, dio media vuelta en dirección contraria a donde se dirigía, con el corazón y esperanzas hecha pedazos puesto que, lo que había planeado durante mes y medio se le estaba saliendo de las manos de la noche a la mañana.

Caminó algunas cuantas cuadras, aún con lo que había comprado en el súper. Pasó por una calle con poca iluminación en donde se detuvo un breve instante debajo de una farola y volteo nuevamente en busca de cualquier transeúnte, pero seguía sin haber nadie.

De inmediato la chica soltó un pequeño pero sonoro gemido de terror, cuando escucho algunas voces, voces masculinas y muy conocidas para ella.

- ¡Maldición! -susurró para sí misma, con el corazón en la garganta.

Echó a andar lo más que rápido y lejos que pudo fuera de aquellos murmullos, entrando a un oscuro callejón en donde se escondió detrás de los contenedores de basura, tirando lo que había comprado.

Aún con la respiración agitada, Célina tomó su celular del bolsillo delantero de su pantalón y escribió, con manos temblorosas, el siguiente mensaje.

"Me han encontrado, ya sabes que hacer"

Buscó el número de Elián y lo envió, al instante en que una figura masculina entró en su campo de visión.

En los segundos que pasaron no recibió contestación, pero no importó, ya que rápido arrojó el celular con fuerza al suelo, aprovechando el ruido de un rayo al caer, dejando los restos de aparato a un lado.

-Vamos mujer, ¿qué tanto te escondes? -gritó el hombre, acercándose poco a poco a los contenedores donde Célina estaba escondida. -Sé que estás ahí, ya sal, no tienes a dónde ir, estás atrapada. -anuncio, mientras tomaba uno de los contenedores para luego arrastrarlos hacia atrás, con tanta facilidad y fuerza, que el pesado objeto se detuvo en la pared contigua, haciendo un gran estruendo.

Célina ahogó un grito y cerró los ojos, derramando lágrimas sobre sus mejillas. Estaba temblando, pues sabía lo que le esperaba. Respiró profundamente, aterrada, pero no por el hombre, más bien porque su pasado la había alcanzado demasiado pronto.

Abrió los ojos y sacó de su chaqueta un objeto que siempre llevaba consigo para defenderse.

Era una daga de plata que, en el borde de la filosa hoja, se extendía pequeños símbolos a su alrededor y en medio de esta, estaba gravado el nombre del propietario de dicha arma en un idioma que Célina conocía a la perfección, arameo antiguo. El mango era pequeño, se acoplaba perfectamente a su mano.

-Mi jefe estará felizmente agradecido de poder volver a verte, aunque sea una última vez. -espeto el hombre, de manera amenazante, acercándose al segundo contenedor en donde Célina estaba escondida con un tumulto de bolsas de basura a su cercanía. Este sonrió y puso sus manos en él, a punto de hacer justamente lo que hizo con el primero.

Todo lo que iba a pasar, era mejor que sucediera ahora, pensó la joven y acto seguido se limpió las lágrimas, obligándose a levantarse para enfrentarse cara a cara con su contrincante.

Rogó porque Elián haya cumplido con lo enviado en el texto.

Célina lo miro detenidamente. El hombre que tenía frente a ella era alto, delgado, moreno de cabello negro, varias cicatrices se extendían a lo largo de su rostro, haciéndolo ver siniestro, más de lo que ya era, vistiendo con una túnica negra, lo que hizo que lo reconociera de inmediato.

-Yannick. -susurró con repugnancia Célina, saliendo de su escondite.

El hombre la vio y en seguida se acercó la chica y ella instantáneamente se alejó, situándose a una distancia prudente del sujeto, empuñando su daga con fuerza, a lo alto, para que su rival quedase advertido, pero este, en vez de digerir el aviso, se limitó a reír.

-Calma, no vengo aquí a pelear. -advirtió, mirando el arma, levantando sus manos para que Célina viera que no le haría daño. -Me encantaría, pero son órdenes del jefe, aunque más bien dijo que no te matara. -la miró de arriba hacia abajo y continúo diciendo. -Él te quiere con vida, pero unos golpes por haber hecho lo que hiciste no estaría de más. -sonrió bajando sus manos para juntarlas detrás de su espalda, caminando de un lado a otro de manera tranquila. -¿Sabes? Desde que supo lo de tu traición, no ha dejado de buscarte para continuar con tu castigo, tienes conocimiento de lo que conllevara eso, ¿cierto?

Por supuesto que ella lo sabía, en el pasado, esa misma persona que tanto deseaba tenerla, la había torturado de todas las maneras inimaginables posibles, hasta que logró escapar. Desde ese momento se la había pasado huyendo, escondiéndose para que no la encontraran, hasta ese instante en que se cansó y decidió luchar.

-Así que tienes una oportunidad de ir por las buenas conmigo. -continuo, extendiendo su mano en dirección a ella.

Célina escuchó lo que el hombre dijo y permaneció alerta viendo cada uno de los movimientos que él hacía, apuntando todavía con su daga.

Medito unos segundos sus opciones. Si iba con él, el jefe continuaría con el castigo hasta matarla y si no, si luchaba contra Yannick, probablemente terminaría igual ya que Célina estaría en desventaja.

Sea cual sea la decisión que tomara, su destino era el mismo, la muerte, pero al menos la última decisión le dejaba la opción de pelear.

-Que se pudra tu jefe y de paso tú también. -amenazo, con una sonrisa de desprecio en su rostro. Yannick soltó un largo suspiro de exasperación, rascándose el cuello en señal de que se esperaba esto. -Prefiero combatir contigo a ponerte mi vida en bandeja de plata. -escupió las palabras como si de veneno se tratase e inmediatamente después arrojo la daga, aprovechando la momentánea de distracción de él.

Sin detenerse a ver si le había dado a su oponente o no, se volvió y salió corriendo del lado contrario donde se encontraba aquel hombre, alejándose de él.

El sujeto se tambaleó cuando el objeto punzante lo intercepto en su hombro izquierdo, el cual, lo arrancó sin cuidado alguno, gimiendo de dolor y lo volvió a arrojar con fuerza por donde la chica había salido corriendo.

-¡AAHHH! -gritó Célina cuando un fuerte dolor le atravesó la pierna derecha, cayendo boca abajo al suelo. De inmediato se arrastró hasta llegar a la esquina del callejón para ocultarse.

Un momento después, cuando hubo recobrado la compostura, bajó la mirada a su pierna viendo la daga que, hace un momento le había arrojado a Yannick, incrustada en su carne.

Cerró los ojos, respiró profundo y se la quitó, soltando gemidos por el insoportable dolor que estaba sintiendo, tirándola a un lado para después ponerse boca arriba, sentándose con cuidado de no forzar la herida abierta.

Abrió sus parpados, mirando a su alrededor y después al cielo cuando sintió unas gotas caer sobre su cabeza, pues comenzaba a lloviznar. Célina dejo que el agua refrescara su cuerpo, quedándose sentada un momento, pensando si este sería su fin.

Estuvo demasiado cerca de ser feliz por primera vez en su vida, que ahora dudaba si eso algún día llegaría a pasarle.

Despejo sus pensamientos cuando un rayo iluminaba la fría noche y armándose de valor y con cierta dificultad se puso en pie, perdiendo el equilibrio varias veces al intentar caminar, hasta que se apoyó de la pared de uno de los edificios, continuando nuevamente su trayecto, cojeando.

-¡Mierda! -exclamo entre jadeos, cuando escuchó unos pasos detrás de ella, deteniéndose para evaluar la situación.

No había en donde esconderse, no tenía a dónde ir, estaba cansada, débil y se sentía sucia, su pierna dolía y no dejaba de sangrar, la única arma que tenía aparentemente no serviría contra él.

¡Dios! no había sentido la pérdida de sus habilidades, hasta este momento, pensó, con desespero en sus suplicas, deslizándose por la pared con cuidado, hasta quedar sentada en el piso.

Los pasos cada vez se oían con mayor intensidad lo que provocó en Célina que sus sentimientos salieran a flote después de haberlos contenido todo este tiempo, derrumbándose.

Comenzó a llorar, a sollozar en silencio como si no hubiese un mañana y cómo se encontraban las cosas, ella tal vez no viviría para ver el amanecer del siguiente día.

Ira, rabia, temor, impotencia, todo se le acumulo, dejándolos libre en ese pequeño acto indefenso.

¿Quién diría que su error o su traición, como le llamaban ellos, acabaría siendo la causa por la que le quitarían la vida?

Estaba acabada.

-Sabía que no irías tan lejos. -escucho la voz de Yannick tan cerca que Célina dio un respingo por ello.

El hombre se agacho e inspecciono a la chica que estaba con la mirada perdida en la oscura y tenebrosa noche. Al no prestarle atención al individuo, este la tomó con fuerza del cabello, obligándola a mirarlo al instante en que la mujer gritaba de dolor, llevándose las manos a su cabello, haciendo todo lo posible por que la soltara.

Al menos todavía le quedaba su buena puntería, pensó, desviando la mirada por una milésima de segundo al hombro dañado de aquel hombre.

-Cometiste un grave error. -le susurró al oído, enfadado e inmediatamente Célina sintió como si fuego entrara por su cuerpo... ¡No!, no era fuego. Un dolor ensordecedor le abrazó el cráneo.

El grito que dio la fémina fue tan fuerte y desgarrador que casi dejó toda su alma en él, suscitando que se le nublara la vista y parpadeo un par de veces hasta que logró ver a Yannick, con su mediocre sonrisa de medio lado, complacido por el dolor que le había causado.

Célina percibió como la sangre tibia que brotaba de su cráneo, se deslizaba poco a poco detrás de su cabeza, perdiéndose entre los trapos sucios que llevaba puesto. Esta intentó apartarse, moverse o golpear al hombre, pero su cuerpo no le respondía.

Cerró los ojos cuando el hombre alzó la mano, pensando que la iba a golpear nuevamente, pero el dolor nunca llegó, los abrió lentamente, sorprendida, cuando sintió que alguien la levantaba, miró y se encontró en los brazos de Yannick.

-Killian, estés donde estés, ven a mí, ahora. -ordeno este, gritando mientras miraba al furioso y fantasmagórico cielo.

La mujer se mantuvo quieta en los brazos del hombre, mirando en la misma dirección que él, viendo una cosa caer justo cuando otro relámpago atravesaba el cielo nocturno. Céline intentó moverse para que el individuo la dejara libre, para huir de lo que sea que fuera eso, pero fracasó, pues solo incitó a que el agarre en ella se intensificara.

Rendida miro en dirección a la sombra que se acercaba a ellos.

¡No!, se dijo, no era una sombra, era una forma joven, humana aparentemente, que cayó desde el cielo y venía caminando hacia ellos.

-Aquí me tienes Yannick. -dijo el joven con su voz aterciopelada, deteniéndose frente a ellos, mirando al hombre e ignorando a Célina por completo.

-Y bien, ¿alguna noticia? ¿dónde están los otros? ¿Encontraron algo en su habitación? -preguntó el hombre, desesperado por respuestas, mirando a Killian.

Lo que acababa de decir aquel hombre, puso a Célina inquieta. Fue como un golpe bajo para ella.

No, por favor, la habitación no, pensó.

Comenzó a sollozar, no sabía si de dolor o de miedo, ya que toda esperanza que había tenido en que Elián hubiese hecho su parte, se esfumo por completo.

En un momento de despecho, echo una mirada en dirección al joven, inspeccionándolo detenidamente.

Era un poco más bajo que Yannick, el cabello largo, oscuro como la noche y ligeramente ondulado sobre las puntas, le caía sobre los hombros como en una cascada. Su rostro se veía demasiado pálido, supuso que por la luz de la luna. No supo muy bien ya que se le estaban cerrando los ojos de manera instantánea, se obligó a abrirlos nuevamente pero ya no pudo, el cansancio y la falta de sangre la derrotaron, desmayándose.

El chico se cruzó de brazos y negó con la cabeza.

-Revisamos muy detalladamente, no había nada. -hablo con calma. -Los demás ya se fueron. ¿Estás seguro que...?

-Estoy completamente seguro. -contesto enfadado, interrumpiendo a Killian, el cual lo miraba sin ningún interés por dicha conversación. El hombre mayor negó, guardando silencio unos segundos tratando calmarse. -Ella ahora es un "Vacío", no puso mucha resistencia cuando la ataqué y el jefe, que yo supiera, no la despojo por completo de sus habilidades. -miró a una Célina inconsciente. -Tú sabes perfectamente que me hubiera matado en segundos con un atisbo de su destreza. -suspiró con pesar, pues ya tenía una idea de lo que se le avecinaba a su gente. Miró nuevamente al chico con temor. -Sabes lo que esto significa, ¿verdad?

-Si, lo sé -respondió completamente aburrido, bajando sus manos para meterlas en los bolsillos de su pantalón y por primera vez Killian prestó atención al bulto que su compañero llevaba en los brazos.

-¿Así que eso es lo que tu jefe andaba buscando todo este tiempo? ¿Un "Vacío"? -pregunto confuso, señalando a la chica. -No entiendo, ¿para que la querría? Entiendo para que la quería antes, pero ¿ahora?, no le serviría de mucho.

Yannick no respondió a ninguna de las preguntas que le hizo Killian, pues se limitó a mantenerse callado, pensando, tratando de completar el rompecabezas que era su misión.

-Ahora lo entiendo... -susurró para sí mismo. -Estaba... -empezó a decir, negando con la cabeza. -Tal vez no la buscaba a ella... ¡Maldición ¡-gritó frustrado.

Killian puso los ojos en blanco, pero no dijo nada.

-Como sea. -se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. -¿Ahora que hacemos?

-Por el momento hay que llevarla con el jefe, como nos ordenó. -se acercó al chico. -Él sabrá qué hacer con ella y lo que hará a continuación, cuando se entere de esto.

-Muy bien. -se limitó a decir el joven frente a él.

Killian puso una mano en el hombro de Yannick, viendo que tenía sangre en él, pero no dijo nada al respecto, sin embargo, levantó la cabeza mirando al cielo, cerró los ojos, ocasionando que los tres desaparecieron en la oscuridad de la noche.

Esta linda ilustración representa el momento en que Célina le arroja la daga a Yannick para después huir lo mas lejos de él.

Fue realizada por milagros154 perteneciente a la editorial _apoyotutalento_ ♥️✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro