CAPÍTULO 14.
Eran las 7:00 p.m en punto cuando el profesor de biología dio por terminada la clase, guardé mis cosas lo más rápido que pude y salí del aula.
En el camino hacia la salida, le mandé mensaje a papá para que estuviese al pendiente de pasar a recogerme.
"Alex: ya salí, espero que estés esperándome fuera."
Envié.
Poco después de enterarme de lo de Damián y Henry y en cuanto terminó la clase de física, no pude preguntarle más a fondo a él sobre el tema porque este salió como alma que lleva el diablo del aula. Supongo que se fue porque no lo vi en la clase de química.
No me cabía en la cabeza que fuesen familia, no se parecían en nada, se que no deben de ser idénticos, pero no lo sé, uno es un bello ángel, con buenos modales y el otro era el demonio en persona.
Hice una mueca al pensar en Damián.
Afortunadamente no lo había visto ni me había llamado desde ayer. Al parecer se había tomado en serio mis palabras y eso me agradaba.
Llegué a la salida, al estacionamiento de la escuela e inspeccione los pocos coches que habían aparcados allí. Ninguno era el auto de papá.
Suspiré.
—Genial.—susurre a mi misma.
Odiaba esperar y más cuando el lugar donde me encontraba estaba solitario.
Me cruce de brazos, mirando de un lado a otro por si veía algo sospechoso o el coche de papá a la distancia. Afortunadamente todo estaba en calma, pero desafortunadamente aún no veía el auto por ningún lado.
Revisé de manera insistente el celular y no habiendo recibido respuesta de parte de él, procedí a llamarlo.
Marqué el numero y llevé el aparato a mi oído.
Sonando, sonando, sonando... Cuando por fin respondió.
—Hola hija, ¿que paso?—respondió alegre, antes que yo hablara. A juzgar por el ruido de fondo, estaba en el restaurante.—¿Cómo te está yendo en tus clases?
¿Es en serio que se había olvidado de pasar a buscarme?
Con razón lo notaba relajado y no preocupado porque se le hizo tarde para pasta por mi.
—Me fue bien y creo que te olvidaste de una cosita papá.—dije lo último entre dientes.
Este guardo silencio al otro lado de la línea. Supuse que estaba meditando su respuesta.
—No, creo que... ¡Ay no! No me digas que ya saliste.
Puse los ojos en blanco al escuchar aquello.
—¡Claro que si! Gracias por olvidarte de tu hija.—respondí con sarcasmo.
—¡Maldición!—escuché que dijo a la distancia. Aleje el celular de mi oído e hice cara rara al escucharlo.
Creo que dijo aquello pensando que no lo había escuchado, pero lo escuché y muy bien.
—Eres un grosero Elías.—regañé a modo de broma.
No entendía porque era tan reservado en decir malas palabras. Supongo que se sentia mal decirlas frente a sus hijos.
—Perdoname, no pensé que llegaras a escuchar.—respondió apenado.—Termino de preparar un platillo y salgo para allá. Esperame 5 minutos más.
¿Esperar más tiempo? En esos 5 minutos que iba a estar sin hacer nada, llegaría caminando al restaurante sin problemas.
—No hace falta papá, si estás ocupado puedo caminar hasta el restaurante, solo son cinco cuadras.—mire a mi alrededor y comencé mi travesía.—Hay mucha gente en la calle por lo que veo.
Y así era, personas iban de regreso a casa después de un largo día de trabajo o haciendo compras de último minuto.
—Alex ni se te ocurra.—dijo en tono molesto.
—Muy tarde, ya voy a medio camino.—mentí.—Es más, casi voy llegando.—papá casi me deja sorda por lo que me estaba diciendo por el auricular, pero aun así no me importó.—Si, Adiós, yo también te quiero.—le mande un sonoro beso para después terminar la llamada, ignorando por completo sus palabras.
Sabía que cuando llegara al restaurante me iría como en feria de la regañiza que me pondría, pero más vale pedir perdón que pedir permiso, era el lema que me identificaba.
Además, andaba demasiado ajetreado en el restaurante y no quería que dejara todo para que fuera en mi busca. Tenía piernas y podía caminar perfectamente.
Me detuve, mirando a los lados de la calle para después cruzar.
Una cuadra menos, ya solo faltaban cuatro.
A pesar que había gente en la calle, caminaba lo más rápido que podía, dejando atrás tiendas a punto de cerrar por este día. De vez en cuando echaba una mirada detrás de mí por si las dudas.
Mi corazón latía insistente en mi pecho, cansado y por la falta de aire.
Un poco de ejercicio de vez en cuando no hace mal a nadie Alex.
Cuando llegué a la otra calle, me detuve un buen rato, esperando que el semáforo se pusiera en rojo, cuando lo hizo, crucé.
Tres cuadras más y llegaba.
A lo lejos, vislumbre que un grupo de chicos caminaba en sentido contrario a mi, en la misma acera en la que yo iba. Al cruzar por su lado, una chica se quedó atrás, sintiendo su mirada en mi.
—¿Alex? Hola.—saludo alegre.
Me detuve con el ceño fruncido para mirar a la chica y me sorprendí cuando la reconocí.
—¡Hola Bea!—salude de vuelta, abrazándola.
Beatrice o Bea, como todo mundo la llamaba, había sido una de mis mejores amigas cuando inicie la escuela, pero cuando entramos a la primaria, se había mudado a otro estado, pues por el trabajo de su padre, se mudaban constantemente.
—Nuevamente por aquí ¿eh?—dije divertida. Su grupo de amigos se había quedado atrás, esperándola.
—Claro que si, bueno, solo de visita.—soltó una risita, nerviosa.
Lo entendia. Todos estaban de vacaciones menos yo, todos gracias a mi impuntualidad.
—Oh, entiendo, ¿como te ha ido en la vida?—pregunté, curiosa, a modo de hacer conversación y tomé los tirantes de mi mochila, en un intento por mantener ocupadas mis manos.
Esta miraba insistente detrás de si, en dirección a sus amigos. Le estaban dando señas de que se apurara, pero Bea los calmó con solo brindarle una mirada de molestia.
Vaya, ojalá eso funcionara con mis amigos.
Me percate que uno de ellos me miraba fijamente y no de manera amigable y sentí un pequeño hormigueo que se extendía poco a poco por todo mi cuerpo.
Aparte la mirada de él, nerviosa.
¿Estaba molesto por hacerlo esperar?
No le pude ver bien su rostro ya que la poca iluminación de la calle no ayudaba mucho.
—Bien, en lo que cabe.—respondió Bea, distrayendome de mis pensamientos y después se hizo el silencio entre nosotras.—Escucha Alex, no lo tomes a mal...
—Si si, tus amigos te esperan, adelante, no te distraigo más.—respondí, amable.
—Perdón.—dijo apesadumbrada.—Podemos vernos en otra ocasión, te llamo para ponernos de acuerdo, ¿si?
—Claro, por supuesto.—nos despedimos de un abrazo y cada quien retomó su camino, no sin antes echarle una mirada al chico malhumorado.
Negué, restándole importancia.
A mi mente acudieron recuerdos con Bea. Tenia buenos recuerdos, excepto la vez que Bea y Sonya compitieron para ver quién era mi mejor amiga y terminaron peleadas. Desde ese entonces, mi actual mejor amiga no la puede ver, ni escuchar que la mencionen porque se pone de malas.
Sonreí al recordar aquello. Ese día fue épico.
Llegué a la penúltima cuadra, cuando escuché pasos que se acercaban por detrás y me detuve.
—Que bien que regresaste.—recordé que había cambiado de celular y le tenía que dar mi nuevo numero a Bea para que me contactara.—Te iba a dar mi número ya que mi celular es nuevo.—me giré para encarar a la chica, pero guarde silencio al instante.
No había nadie.
Frunci el ceño desconcertada.
Que bien, ahora mi cerebro me jugaba una mala broma.
Sin darle tanta importancia, seguí mi camino, en alerta, mirando a mi alrededor y me detuve en seco, cuando me di cuenta que no había ni una alma en la calle, a excepción de mi.
No se si sea mi instinto de supervivencia, de bruja o algo por el estilo, pero esto es muy raro.
¿Cómo desaparecen cientos de personas de un minuto a otro? Ni siquiera estaban los coches estacionados en la acera.
Tal vez estaba tan metida en la pequeña conversación con mi ex amiga, que no me di cuenta cuando los dueños de dichos autos decidieron irse, al igual que las personas en la calle.
Me encogi de hombros, restándole importancia.
Estaba a punto de seguir mi camino cuando está vez escuché voces y risas cerca de donde me encontraba. Miré nuevamente detrás de mí pero seguía sin ver a nadie.
Bien Alex, sigue así, creo que te estas volviendo loca.
Me detuve de golpe, cuando vi una figura al otro de la cuadra, que salió aparentente de la fría oscuridad de la noche y se detuvo cuando yo lo hice.
Lo miré atenta, no sabía si era un chico o chica, conocido o desconocido, pues la luz no ayudaba demasiado.
Un escalofrío sacudió mi cuerpo y mis manos comenzaron a sudarme cuando la figura camino hacia mí.
Di media vuelta para alejarme de la persona. Caminé lento, aparentando no estar asustada, pero mi corazón decía todo lo contrario. Volteé disimuladamente para ver si estaba siguiéndome y así era.
Genial, lo que faltaba.
Mi pulso se aceleró y comencé a correr lo más rápido que pude, intentando tomar mi celular para llamar a papá. Cuando encontré su número, marqué, llevando el celular a mi oído. Pasaba las calles antes recorridas como si de un fantasma se tratase.
Ya no podía correr más, estaba cansada y jadeando. Me detuve, echando un vistazo detrás.
La persona que me seguía había desaparecido, no había rastro de ella.
Suspiré aliviada.
Calma Alex, tal vez no te estaba siguiendo, tal vez solo seguía su camino y tú de paranoica.
—Alexia Anderson, ¿Dónde te has metido?—dijo papá, fúrico.
Di un respingo, asustada cuando escuche su voz.
—¡Papá!—dije con el corazón en la boca.—Estoy a dos cuadras del restaurante, calma ya casi llego.—intentaba contralor mis jadeos por la caminata que acababa de hacer.
—Que sea la última vez que haces esto.
—Si si.—dije mientras caminaba a paso lento, de regreso.—Perdón.
De pronto sentí unos brazos rodear mi cintura, dando un fuerte grito como si de una niña pequeña se tratase, tan fuerte que creo que lastime mis cuerda bucales.
—¿Estás bien?—dijo papá con preocupación en su voz.
—¡Auch!—se quejó la persona cuando le enterré mis uñas en su brazo y me liberó de inmediato.
—¡Eres un imbécil!—le grité enojada.
Me di vuelta para ver quién era, aunque ya tenía cierto presentimiento sobre quién se trataba.
Damián.
Ni siquiera me sorprendió verlo.
—¿Qué?—escuché que decía papá.—Alex, te exijo inmediatamente que me digas que pasa.
—Nada papá, es solo Damián que me jugó una mala broma.—dije enojada.
—Oh que bien, dile que te acompañe hasta el restaurante.
—¿Qué? pero...—no terminé porque colgó.
¿Ahora confiaba en él? Pero si ni lo conocía.
Guardé el celular y di media vuelta para encarar al chico. Sentía mi cara arder de lo enojada que me sentía. Noté que traía un pantalón de mezclilla, una camisa azul y en su rostro vislumbre una sonrisa divertida.
Maldita sonrisa, pensé. Me daban ganas de quitársela y no precisamente a golpes... Dijo una vocecita, traicionando mis pensamientos.
Negué, sorprendida por lo que había pensado.
Me di vuelta, ignorándolo por completo.
Cruce los brazos en mi pecho, comenzando a caminar y escuchando pasos detrás de mi.
Solté un suspiro, exasperada.
—¿Por qué me estas siguiendo?—pregunté, deteniendome a mitad de la acera.
Este soltó una carcajada, muy bien ensayada, lo que provocó que sintiera un revoloteo en mi estómago, el cual ignoré.
No sé porque se reía si no dije ningún chiste.
—No te estoy siguiendo.—posó sus manos en mis hombros, zarandeandome despacio.—Que tú te cruzaras en mi camino es otra cosa.
—Ahora resulta.—quité sus manos de golpe.—¿Dónde te metiste?—pregunté curiosa al ver sus botas sucias.
—Se llama trabajo niña.—respondió, llevando sus manos a mi cabello, despeinandolo.
Quité su mano de golpe, alizando mi cabello, ahora despeinado por su culpa. Al parecer amaba fastidiarme.
—Bueno, ya que supongo no te alejaras de mí, quiero que me acompañes hasta el restaurante de mi padre.—pedí con amargura en mi voz.
—Bien.
Al parecer el chico no lo notó o ignoró por completo el tono de mi voz ya que comenzó a caminar, dejándome atrás.
Corrí para alcanzarlo y en todo el camino la pasamos en un incómodo silencio.
De vez en cuando, le echaba una mirada y en más de una ocasión me pillo mirándolo.
—¿Por qué estás mirándome?—preguntó.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar su pregunta. ¿Que se supone que le diría?
—Yo... Amm...no te estoy mirando.—mentí.
Este arqueo una ceja, sin creer lo que le acababa de decirle.
Solté un sonoro suspiro, rendida.
—Trato de averiguar una cosa.—respondí, nerviosa.
—Claro.—dijo, frunciendo el ceño.—¿Se puede saber qué?
Supongo que no se iba a detener hasta que le dijera.
—Henry y tú son parientes.—dije más que una pregunta, una afirmación.
Si esperaba alguna reacción de su parte, no la obtuve.
—Si, somos hermanos.
Al escuchar lo que dijo, no pude evitar soltar una carcajada.
—Me estás tomando el pelo, ¿Verdad? —dije entre risa. Mi incredulidad estaba a flor de piel.
—Yo no le veo la gracia.—dijo serio.
—Es que ni siquiera se parecen, son polos opuestos. Henry es rubio y de ojos azules y tú de cabello negro y ojos verdes.—dije un poco más calmada.—Henry es la luz y tú una simple, tenebrosa y fría oscuridad, sin ofender.
Él dio un paso hacia mí y yo puse toda mi fuerza de voluntad para no dar un paso atrás.
Mi respiración salía entrecortada de lo nerviosa que estaba por su cercanía, alzando mi cabeza para mirarlo.
¿O este chico era muy alto o yo estaba demasiado enana? Porque le llegaba a la altura de sus hombro.
—No sé si sabes, pero hay algo que se llama adopción.—respondió, lo que hizo que me sacara de mis pensamientos.
¿Que?
Vaya, eso explicaba muchas cosas.
—Así que tú y él...
Damián asintió. Aparentemente esta conversación lo estaba aburriendo poco a poco.
—Tú tienes un medio hermano, no sé porque te sorprendes.—dijo cruzándose de brazos.
Lo miré sorprendida. ¿Cómo diablos sabía aquello?
—¿De qué hablas? No tengo ningún hermano.—lo tomé a loca.—Soy hija única.—menti, pues no quería que supiera nada de Thomas o de mi familia en general.
—Oh, claro que sí, se llama Thomas y tiene 7 años.—dijo divertido.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar eso.
—Pues la chica que acosas es alguien muy diferente a mi, no se de que me hablas.—respondí indiferente, sintiendo que todos mis sentidos e instintos se pusieron en alerta.
El chico sonrio, mirando hacia el piso.
—Tu más que nadie sabes de lo que hablo y no le digas acoso, eso suena perturbador.—hizo una mueca.—Digamos más bien, que estudio a ti y a tu familia desde lejos.
Mi respiración iba en aumento conforme analizaba sus palabras. No sabía que responder a aquello.
Era cierto que no lo conocia ni un poco, pero si quería hacerme daño o a mi familia, ya lo habría echo, ¿no? Ademas, a lo mejor esa información se la había dicho Henry, pues la mayoría de mis compañeros sabían que tenía un hermano.
—Es broma, ¿no?—solté una risita nerviosa.
Damián alzó una ceja sin ninguna expresión en su rostro. Con este chico, no sabia si hablaba enserio o en broma.
—Escucha chico misterioso, si pretendes establecer algo conmigo sabiendo todo sobre mi sin que yo te lo haya dicho, estás muy mal, solo vas a hacer que salga huyendo o te meta a la cárcel.—le advertí, aunque por el tono de mi voz, me salió más a una amenaza.
—Oye calma.—hizo un ademán con sus manos para que mantuviera la compostura.—Juro que solo eso se de ti y para ser franco, no pretendo establecer nada con nadie.—aclaró.
Lo que sentí a continuación no lo pude explicar bien, ¿porque diablos sentía decepción por sus palabras? Se supone que debería de sentir alivio por aquello, ¿no?
No querer nada conmigo facilitaba las cosas de echarlo de mi vida para siempre.
—Aunque así fuera, no te creo nada.—dije respondiendo más a lo que él sabía de mi.
Escuche que susurró algo entre dientes.
—¿Qué?—dije confundida.
—Dije que ya me voy.—respondió.
Me detuve cuando llegamos a la entrada del restaurante y miré el interior de este. Se me había hecho eterno la caminata.
—No sé ni porque hago esto, supongo que por educación, pero gra...—guarde silencio cuando giré para ver a Damián, pero lo único que vi fueron un puñado de hojas secas revoloteando a mi alrededor para luego dispersarse y perderse a lo largo de la calle.
Fruncí el ceño desconcertada.
Este había desaparecido sin dejar ningún rastro, dejándome sola en la calle.
Estúpido chico que me sacaba de mis casillas.
Subí los tres escalones del restaurante para entrar, cuando veo a papá en la puerta, enojado y con los brazos cruzados.
—Holis.—moví mis dedos de arriba a abajo, saludándolo y sonrei de forma inocente.—Sabes que te quiero mucho, ¿cierto?—dije para apaciguar la situación, jugando con mis manos, nerviosa.—Vamos Elías, aunque sea sonrie.—le di un toquecito a su nariz en un intento por hacerlo reír, pero este ni siquiera se inmutó por lo que dije e hice.
Excelente Alex, sigue así y tal vez, solo tal vez no te vaya tan mal en tu castigo.
—Ya se lo que necesitas.—dije entusiasmada. Estiré mis brazos y me acerqué poco a poco a él.—¡Un abrazo de oso!
Lo rodee con mis brazos en un fuerte abrazo el cual papá no correspondió.
Que raro, normalmente funcionaba con Thomas, cuando veía a papá enojado o triste.
Sentí que papá posaba sus manos en mis hombros para alejarme, lo que hizo que rompiera el abrazo.
Me miraba con el ceño fruncido.
—Esto es por no hacerme caso.—agarro mi oído derecho y tiró de él hacia abajo con la fuerza suficiente para hacerme daño.
—¡Auch!—me quejé.—Papá no es para tanto...
—Y esto es por no respetarme.—hizo lo mismo con mi oído izquierdo, pero esta vez no me quejé, más bien cerré mis ojos al sentir el tirón.—Ahora entra, todavía tengo pedidos pendientes que hacer y tú serás la que los vaya a entregar.—ordenó, enojado.
Lo miré alarmada.
Odiaba hacerla de mesera y papá lo sabía. Las pocas veces que habia servido a los clientes, siempre terminaba peleandome con ellos, pues eran muy insistentes, indecisos y me hacían enojar, mucho, sin contar la basura se propina que me dejaban.
Jaló la puerta de cristal y se hizo a un lado para que pudiera pasar primero.
Otra vez lo había echo enojar, como era mi costumbre y esa era su forma de castigarme.
|...|
Mas tarde, a eso de la una de la mañana, cuando por fin terminé todos mis pendientes de la escuela, estaba derrotada, cansada, mis ojos se cerraban de sueño.
Me dirigí al baño para cepillar mis dientes y lavar mi cara.
Después de lo que pasó con papá, estuve mesereando como por una hora. En esta ocasión no hubo ninguna pelea con los clientes, pero si lleve la mayoría de los pedidos mal a estos y eso era culpa de papá, quien le manda a ponerme a mi a hacer algo así, si no tenía ninguna experiencia.
De regreso a casa me estuvo regañando por lo que había pasado, tanto por no hacerle caso como por los pedidos que entregué mal.
Ahora me estaba casi arrastrando los pocos pasos que me quedaban del baño hacia mi cama, pues me dolían mis pies y todo mi cuerpo. Cuando por fin llegué, me avente en esta, cerrando mis ojos.
Me estaba quedando profundamente dormida, cuando recordé que la ventana de mi habitación no le había puesto seguro.
—Tonta.—susurré molesta.
Me senté en la cama, aparté las cortinas, para después cerrar la ventana bien.
Estaba acomodando las cortinas que había apartado, cuando algo allá fuera llamó mi atención.
¡No! No algo, más bien alguien.
Al otro lado de la calle había dos siluetas y de inmediato me acosté boca abajo en mi cama, ya que no quería que estos me vieran espiando. Me asomé unos segundos, dándome cuenta que miraban en mi dirección.
¡Maldición!
Me quedé pasmada si saber que hacer y después de unos segundos volví a ocultarme, saliendo de su alcance visual.
No sé si lograron verme o no, pero mi pulso se aceleró.
¿Quiénes eran? ¿Porque estaban espiandome?
Tenía que decirle a papá.
Mantén la calma Alex, tal vez era alguna pareja que se detuvo a discutir algún problema y casualmente estaban mirando la casa sin prestarte realmente atención.
Me asome nuevamente pero esta vez estaban de espaldas a la casa, se notaba claro que estaban platicando entre ellas por la forma en que movían sus manos.
Me levanté rápido sin despegar la vista de la ventana, pero me detuve cuando una de las siluetas le puso una mano en el hombro a la otra y no sé si lo que vi a continuación fue producto de mi ensoñación o fue real, pero las dos figuras desaparecieron al instante, como por arte de magia.
Hola chicos, ¿Que les pareció el capítulo? 🤔
¿Creen ustedes que las voces y pasos que escuchó Alex en la calle, sean verdad o producto de su imaginación?
¿Qué serán esas cosas que vio Alex desaparecer de momento? 🧐
¿Quienes serán? 👀
Espero que estén disfrutando de esta historia y no se olviden de comentar y votar 🤗❤️
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