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CAPÍTULO 11.

Abrí mis ojos, sintiendo que estaba acostada en algo blando que me resultó muy familiar.

Me volteé, quedando boca arriba, mirando la pintura celeste desgastada que se extendía alrededor del techo, percatandome en donde me encontraba.

Estaba en mi habitación.

Puse el brazo sobre mis ojos, cuando un rayo de sol se filtro por mi ventana, provocando que diera en mis ojos, molestando. Parecía que no había nadie en casa, no se escuchaba nada, solo silencio absoluto.

Menos mal.

Me levanté lentamente e hice una mueca, cuando un fuerte dolor atravesó mi cabeza, llevando mis manos hacia esta.

Sería la primera y última vez que tomaría, prometí.

Me puse de pie, di tres pasos y me detuve, sintiendo que el piso daba vueltas.

No, el piso no daba vueltas, mas bien todo mi alrededor. 

Comencé a sudar, percibiendo que me faltaba el aire.

Al instante sentí un retorcijón en mi estómago, causándome náuseas. Tambaleante corrí hacia el baño, inclinandome sobre el excusado, vaciando todo el contenido dentro de este, sintiendo mis ojos arder por el esfuerzo que estaba haciendo.

—Alex—escuché la voz de papá en la entrada de mi habitación.

Cuánto terminé, le bajé a la cadena para que se fuera todo. Me levanté y me dirigí al lava manos para enjuagar mi boca y cara.

Me sentía sucia y apestosa a alcohol, ya que aún llevaba la ropa de ayer.

—Hola papá.—dije con la voz ronca, saliendo del baño, para después acostarme en la cama.

—Necesito hablar contigo—dijo en tono serio.—dúchate y cuando estés lista, baja a la cocina.—ordenó.

Lo que faltaba.

Lo único que quería era dormir y que desapareciera el dolor de cabeza, junto con las náuseas.

Asentí sin mirarlo. Al menos no parecía enojado.

Media hora más tarde, ya limpia, bajé a la cocina como papá ordenó. En silencio entré, viendo que estaba preparando una bebida.

Supuse que era su café.

—Hola—lo saludé tímida, mientras tomaba lugar en la mesa.

Él volteo a mirarme y después caminó hacia la mesa, acercandose a mi, trayendo consigo una tasa humeante.

Al sentir su mirada, me puse nerviosa, pues yo sabía que él sabía que le había mentido.

Se sentó frente a mí, entregandome la bebida que había preparado hace apenas unos instantes.

—¿Qué es esto?—Pregunté, curiosa.

—Es un té, espero que sirva para bajar la resaca.—Respondió sin ninguna emoción en su voz.

Ou, eso no me lo esperaba.

Inspeccione y olfatee el contenido de la tasa, verificando que dentro de esta se alojaba una sustancia verdosa, la cual no olía a nada. Puse cara de asco al ver tal cosa.

Le di un trago e hice una mueca de lo amargo que sabía.

Los olores son engañosos, pensé.

—Esto sabe horrible.—dije asqueada.

—Así pensarás dos veces antes de emborracharte.—me acusó.

Y aquí venía el sermón.

—Se que te estás conteniendo papá, ya dilo de una vez.—Dije en un suspiro, dejando a un lado la tasa.

Me miró, aún sin ninguna expresión en el rostro.

—Tenía un sermón preparado para ti, pero no, ya no diré nada, ya no te diré nada.—dijo lo mas calmado que pudo.—Lo que hiciste anoche fue la gota que derramó el vaso, así que de ahora en adelante haz lo que quieras.

—Papá, no...

—No quiero seguir con esta discusión Alex.—me interrumpió.—tengo cosas que hacer.

Dicho esto, se levantó y salió de la cocina, dejándome sola, con mis pensamientos.

Por lo visto estaba más que enojado.

Se que no me había dicho muchas cosas, ni regañado, ni castigado, pero aun así sentía un nudo en mi garganta.

Lo que hice anoche estuvo mal y me sentía muy culpable. Estaba segura que lo había decepcionado.

Suspiré para calmarme, limpiando las lágrimas que había derramado.

Me había levantado de mi asiento, cuando escucho que papá entra nuevamente.

—Se me olvidó comentarte, un chico vino muy de mañana, preguntando por ti.—anunció.

Frunci el ceño, confundida por lo que acababa de decir, pensando quien era la persona que me buscaba.

Abri mis ojos, sorprendida cuando lo recordé.

Rezaba por que no se tratara del chico que se me vino en mente cuando papá pronuncio aquellas palabras.

Tenía un muy mal presentimiento.

Me sudaron las manos y los latidos de mi corazón se aceleraron.

—¿C-cómo era ese chico?—tartamudee.

Sabía perfectamente de quien se trataba, pero aun así pregunté.

—Cabello negro, ojos de color... Me dijo que se llama Damián.—dijo ceñudo.—¿Debo preocuparme?

Rasqué mi cabeza cuando pronuncio aquel nombre y negué.

—Solo es un chico de la escuela.—Mentí.—Nada de qué preocuparse.—le sonreí.

—Bueno...—me miró, curioso.—Tú y yo hablaremos de eso más tarde.

Estaba a punto de salir de la cocina, cuando se detuvo.

—También dijo que le llamaras.

Me sorprendí al escuchar tal cosa. Pensé que nunca me volvería a hablar por lo que le hice pasar la noche anterior.

—Gracias por avisar papá.—le agradecí.

El salió de la estancia, al igual que yo, viendo que se dirigía a su pequeña oficina que se encontraba en la planta baja, yo en cambio, subí las escaleras en dirección a mi habitación, encerrándome en esta.

Tomé mi celular que estaba dentro de la bolsa que había llevado la noche anterior, para marcar el número del chico. Lo pensé dos veces antes de marcar.

—Hola Alex.—contestó al primer timbrazo.—estoy fuera de tu casa, sal.—dijo antes de que respondiera.

Vaya, ni un buenos días ni nada por el estilo. Mal educado.

Me asomé por la ventana, pero no lo veía por ningún lado, solo vi un coche negro frente a la casa.

—Hola, estoy bien, gracias por preguntar.—dije sarcástica.

Colgué la llamada antes de que él respondiera.

Salí de la habitación, bajé las escaleras de dos en dos, llegando a la puerta para después abrir y salir al exterior.

Frunci el ceño cuando aún no lo veía  por ningún lado.

Miré el coche negro y caminé a su alcance cuando él salió de este. Me detuve cuando los dos quedamos frente a frente.

Lo miré, percatandome que su labio inferior estaba un poco inflamado y bajé la mirada avergonzada.

Por mi culpa se había hecho eso, yo había sido la que lo había metido en una pelea y ahora le debía una disculpa.

—Hola.—saludé, nerviosa.

No sabía ni por donde comenzar.

Miré detrás de él, inspeccionando la calle que se abría paso a unos metros de nosotros, aún nerviosa.

No quería mirarlo a los ojos, pues sabía que me quedaría como idiota contemplandolo.

—Wow.—dije sorprendida al ver el coche, en un intento por aplazar esa conversación.—¿primero una motocicleta y ahora un coche...? Necesito tu trabajo chico.—Bromee.

Él río y ese minúsculo sonido bastó para que el corazón saltará en mi pecho.

Me crucé de brazos, ignorando lo que había sentido.

—No, no quieres mi trabajo.—contestó.

Lo miré, confundida.

¿Tan tedioso era? O ¿se trataba de algo más?

En fin, eso no importaba.

—¿Qué es lo que quieres?—pregunté, curiosa, cruzandome de brazos, en un intento por hacerme ver aburrida por la conversación.

—Quiero que vengas conmigo.—dijo el chico, sonriente.

Di un respingo al escuchar aquello.

Pensé que me venía a reclamar sobre lo que había pasado la noche anterior, no a invitarme a salir. Eso era lo último que pensaría que haría.

—¿A-a otro bar.—tartamudee.

—Nada de bares esta vez.—prometió.

Lo miré detenidamente.

Tenía curiosidad sobre a dónde me llevaría en esta ocasión.

—¿Y si digo que no quiero ir?

—Tienes que venir, me lo debes después de lo de ayer.—dijo, apoyando su espalda en el coche.

Mierda, me había dado en mi punto más débil, la culpa.

—Bien, aguarda aquí.—dije en un suspiro.

Me di vuelta, dándole la espalda para entrar en la casa, dirigiéndome a la oficina de papá.

Me detuve frente a la puerta.

—¿Papá?—Dije mientras tocaba la puerta, para después entrar.

—¿Que pasa?—respondió, mientras dejaba a un lado un montón de papeles.

—Saldré con Damián.

Me miró, para después poner atención a sus papeles nuevamente.

—Bien, regresa temprano.—Dijo indiferente.

Me sorprendí por su reacción.

Vaya que si se tomó muy en serio el hecho de que ya no me diría nada.

Asentí.

Salí de la oficina para después subir a mi habitación. Fui a mi armario en busca de un pantalón a media rodilla. Cerré la cortina, cambiando el short que traía puesto, por éste.

Cuando terminé, tomé un bolso pequeño del mismo color que mi blusa, morado. En él guardé mi celular y un poco de dinero que tenía en mi alcancía.

Cuando estuve lista, salí para encontrarme con Damián.

—¿A dónde iremos?.—Pregunté, curiosa, cuando estuve a su lado.

—Es una sorpresa.—respondió.

Hice una mueca, molesta. Éste chico y sus misterios.

Se dio la vuelta para entrar en el coche.

Si Henry fue educado ayer al abrir la puerta para que entrara, este no lo fue.

Abrí yo misma, entrando y sentándome en el asiento del copiloto. Dentro, escuche una canción que me sonaba vagamente familiar.

—¿Te gusta Queen?—Pregunté sorprendida, cuando reconocí la melodía.

—¿A quién no le gusta?—me respondió, al igual de sorprendido que yo.

En eso tenía razón.

Era la primera vez que lo veía así, con más expresiones en la cara.

—Te ves diferente.—me atreví a decir.

—Pff, que va.

—No, en serio, ayer estabas raro, preocupado e incluso, tal vez, amargado... No lo sé, pero no estabas así como estás ahora.—puntualice y me acomodé mejor en el asiento.

Al no recibir respuesta por parte del chico, aproveché el silencio para mirarlo.

Éste estaba con la mirada puesta al frente, concentrado en el camino.

Miré su rostro y fui bajando mi vista, contemplandolo, hasta que algo llamó mi atención y que no había notado antes, es que en sus brazos había unas marcas negras, que abarcaban desde sus muñecas hasta la mitad de su ante brazo. A juzgar por su aspecto, eran hileras de letras, en un idioma que desconocía.

Tenía que admitir que le quedaba muy bien con su pinta de chico rebelde.

—Lindos tatuajes, chico malo.—dije divertida.

Damián volteo unos segundos pero siguió sin decir palabra alguna. Pareca confundido, pero no le tomé importancia

Suspiré, aburrida.

—Dime qué es lo que recuerdas de la noche anterior.—soltó de repente, después de varios minutos en silencio.

Lo miré confundida.

—¿Por qué?

—Quiero saber que tanto te afecto el alcohol.

Lo miré con suspicacia.

—Bien.—guardé silencio un momento, recordando lo que había vivido.—Henry, mi amiga y yo fuimos al bar "Aghora" para encontrarnos contigo, después nos sentamos en una mesa reservada para nosotros y nos pusimos a platicar.—Voltee para mirarlo, pero este ya no me miraba.—entre plática y tragos, creo que me emborrache. Por último, creo que cause una pelea porque recuerdo que Henry y tu peleaban con dos chicos. Eso es todo, luego de eso, desperté en mi cama con un fuerte dolor de cabeza y náuseas.

Damián solo asintió a lo que dije.

—Muy bien, si te hace sentir mejor, esos chicos como dices, trataron de aprovecharse de ti mientras estabas en esa situación, nosotros solo evitamos eso.—dijo encogiéndose de hombros cuando dijo lo último.

Me dio un pequeño escalofrío al escuchar lo que había dicho. Casi no recordaba esa parte y lo poco que recordaba era algo borroso, pero supongo que se debe a los efectos del alcohol.

Asentí.

—Dile a Henry que gracias y perdón por lo que les hice pasar.—dije apenada.

Algo no me cuadraba del todo, no se como de un día para otro esta extraña relación se volvió mas confianzuda.

El día anterior, no le tenía la mínima confianza al chico a mi lado, pero, supongo que fue por los hechos del día anterior, que me sacara de las garras de esos hombres, me dejó claro que podía confiar en el, en parte.

Damián sonrió, pero no dijo nada. Yo, en cambio me dispuse a ver por la ventana.

Me di cuenta que estábamos fuera del pueblo, ya que se veían muchísimos árboles a los alrededores.

Damián bajó un poco la velocidad, desviándose de la carretera para introducirnos en un camino de tierra.

—¿Ya me dirás que tienes planeado?

—En un momento lo sabrás.

Me crucé de brazos, aun mirando por la ventana.

Pasamos muchísimos árboles, hasta que se detuvo en un sendero.

—A sí que me trajiste a un bosque.—dije perpleja, mirando más allá de la maleza que se extendía alrededor de algo que no alcanzaba a ver.—cada día me sorprendes más.

—No a un bosque, cuando crucemos la maleza, lo veras.—dijo bajando del coche.

Hice lo mismo, tomando mis cosas. Vi que él abría la cajuela, sacó una bolsa de plástico, que dentro contenía algo. Me la tendió y yo la tomé, revisé el contenido, dándome cuenta que eran sándwiches lo que guardaba. Posteriormente sacó un machete.

Di un paso hacia atrás, alejándome de él, por precaución.

Lo miré nerviosa, al igual que sorprendida.

—¿Eso para que lo ocuparás?—Pregunté curiosa.

—Es obvio que para cortar la maleza. —respondió, con una sonrisa en su rostro.—sígueme.

—Por un momento pensé que me cortarías la cabeza.—bromeé, mientras lo seguía a una distancia prudente.

—Si no te callas, con gusto lo haré.—dijo de repente, irritado, a punto de dar el primer machetazo.

—Y aquí está el Damián que conozco.—dije para mí.

Nueva actualización chicos, tarde pero seguro mis lectores. 🤭

No se pierdan el próximo capítulo, habrá una que otra cosa interesante. 👀

Nos vemos la próxima y recuerden, nada es lo que parece. 🧐❤️

Siempre téngalo presente en esta historia. 🤭❤️

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