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One-Shot


 Bruce caminó por el último pasillo del centro comercial. De todas las cosas difíciles que había hecho a lo largo de su carrera como Batman, buscar un suéter feo para la fiesta de Navidad que todos se habían empeñado en celebrar había sido, de lejos, la más ardua. Era un trabajo para Alfred, a decir verdad, pero el hombre se hubiese negado a darle algo con lo que se vería espantoso, aunque el objetivo fuese eso mismo. Así que, confiando también en su sentido distorsionado de lo que estaba bien y se veía mejor, se aventuró a comprar por su propia mano la maldita prenda de ropa.

Después de un largo caminar, se detuvo frente a uno de los escaparates dedicado a la Liga de la Justicia. Por alguna razón, alguien creyó que era divertido hacer ropa con sus logos, pero definitivamente el que tejió eso tenía peor noción del buen gusto que Dick combinando colores cuando tenía nueve años. Sea como sea, agarró uno colorido, muy distinto a lo que solía usar, rayado de un lado a otro con estrellas en una franja, puntos en otra, copos de nieve aleatorios por algún lado de colores brillantes y con el logo de Superman en el centro con los tonos mal puestos, pero con un gorro de Santa Claus rematando el dibujito que lo hacía más festivo si es que era posible. Además, tenía luces ¡Tenía unas malditas luces que sonaban al ritmo de un villancico cliché! Precioso. Ganaría ese concurso repulsivo que propuso Hal y todos sabrían que tenía solo un poco de espíritu Navideño.

Esa misma noche, es casi el primero en llegar a la fiesta. La casa de Barry y Hal es un poco pequeña si lo compara con su mansión, los adornos son excesivos para su gusto y no entiende los cuadros sin sentido comprados en alguna cadena de artículos del hogar colgados sin un patrón definido. Hay un muérdago justo en la mitad de la sala, colgado por un hilo rojo brillante y balanceándose de aquí para allá, abajo hay una alfombra navideña sobre la que Diana está parada besando a Steve; está cien por ciento seguro que la idea fue de Barry, pero a nadie parece importarle. Bruce niega, evita a propósito la alfombra y pasar bajo el muérdago, sea porque no tiene pareja, sea porque todos dicen que es mala suerte hacerlo y no besarse, es más probable que lo haga porque la tradición le resulta un tanto espeluznante de principio.

—¡Bruce!

Diana lo abrazó, Bruce gruñó, pero correspondió. Ella lo mira un momento, sonriéndole cuando ve su suéter con motivos de Superman y que es más feo que el suyo o el de Steve, porque ambos no estaban muy metidos en lo de ganar el concurso, así que solo eligieron un suéter de pareja donde ella era el rojo y él el verde con un letrero que pone 'he is mine' y 'I'm yours'.

—Me gusta —dice Diana, divertida del Logo de Kal en su pecho.

—El propósito es que no lo haga.

Da igual lo que Diana esté a punto de decir, hay un ruido que viene de la cocina y luego Hal está gritando y Barry está corriendo fuera de la cocina porque hay una gran nube de humo saliendo. ¡Genial! Fiesta de suéteres feos con pavo quemado en los suburbios de Central City. La mejor fiesta de la vida si tiene que opinar.

—¡Todavía queda ponche! —grita Hal. Eso salvará la noche.

Sin embargo, después de un rato, está parado cerca de la ventana que da a la entrada; ya sabía que eso pasaría. No es Brucie Wayne, no puede ser ese personaje delante de sus amigos reales y hacer bromas de mal gusto y coquetear, pero es que su verdadero yo es solo un introvertido muy calculador con inclinaciones a la automarginación. No el gusta y quiere irse, necesita irse. Al menos tiene ponche alcoholizado gracias a Hal y puede espiar a todos los que van llegando mientras los juzga internamente: Mira allí a Oliver y Dinah, con otro maldito juego de suéteres de pareja, con un mensaje más vulgar que el de Diana y se besan bajo el muérdago hasta el punto en que Bruce pone cara de asco y bebe; mira allí a Arthur y su esposa, sin suéteres, porque no acaba de entender la dinámica y un beso cariñoso sobre la alfombra porque Barry está obsesionado con ver a todos besarse; mira allí a J'onn J'onzz, ¿por qué tiene novia? ¿Por qué Bruce no lo sabía? Al menos ellos sí se pusieron un suéter que puede hacerle competencia.

Bebe ponche, pone el vaso vacío sobre la mesita de centro al lado de otros dos que ya se había bebido y frunce el ceño ante el nulo recuerdo de haber ingerido más que ese; se detiene a mirar el fondo de su vaso porque no recuerda haberse bebido ese tampoco. Tal vez necesita dejar de beber a ese punto. Comos sea, vuelve a mirar por la ventana. Necesita que Clark llegue, tiene que tener el suéter más feo que él. Son las once y un minuto, todos quedaron a las once, ya han llegado casi todos, incluso Cyborg y Dick con Kory y el resto de sus hijos y los mocosos de los Titanes y algunos amigos extra de la liga están sobrepoblando la sala.

¿Dónde está Clark? Tiene que ganarle y besarlo bajo el muérdago ¡Es una cuestión de honor! No va a ser el único que se quede sin besar a nadie esa noche, pero todos tienen pareja y no puede robarse a nadie. ¡Jesús! Incluso Constantine se besó con alguien bajo el jodido muérdago, pero no recuerda quién era. Solo le queda de opción Clark, pero puede besarlo igual que esa otra vez y luego ganarle en el concurso y seguir siendo superior; tal vez besarlo de nuevo para consolarlo, Clark es muy sentimental.

—Sí, un plan perfecto. —Aprieta la taza entre sus dedos, otra con más ponche y más alcohol, y la acerca a su pecho con cuidado de no tirar nada del preciado líquido. —Además, me lo debe... —Le susurra a la taza, como si se tratase de un gran confidente. —Fue su culpa, ¿sí? Por ser tan agradable, tan malditamente agradable... Y se para muy cerca, así... —Acerca el vaso a su cara, dejándolo a menos de un centímetro. —¿Tu podrías resistirte a eso? ¿No, verdad? Por eso el espacio personal es importante...

Se lleva la taza a los labios, pero por más que lo intenta, no puede beber nada porque también se ha vaciado en algún momento. Se tambalea un poco hacia atrás y vuelve a su postura. Mira alrededor, pero sigue solo en la esquina. De hecho, está solo en esa sección de la casa, los demás están repartidos por la cocina y haciendo algarabía en la sala principal. Sin embargo, no quiere unirse, la ventana del recibidor sigue pareciendo el lugar más seguro.

—Tampoco es mi culpa que esté así... —Esta vez toma la taza entre sus dos manos, ejerce presión, la misma con la que su corazón está latiendo en ese momento mientras piensa en Clark. —Ya sabes... Así como que muy cuadrado y sonriente y tan ajustado... Puff, creo que es al único al que no le parezco raro.

Se acerca a la taza, cree escuchar algunos susurros y luego vuelve a mirarla.

—Es decir, no debo parecerle raro, me invitó a salir, ¿por qué saldrías con alguien a quien le pareces raro? —Mira la taza y asiente. —Pues sí, Clark es raro, pero-

Vuelve a mirar al fondo del vaso, esperando que complete su frase o lo interrumpa o le diga alguna otra cosa que él ya dedujo porque es el maldito Batman, pero la taza ya no le habla más.

—¿Ahora el ponche te habla?

Levanta la mirada, allí está Clark. Mira de nuevo a través de la ventana y se da cuenta que ha estado mirando el vaso de ponche vacío como un rarito un buen rato, aunque todos están demasiado ocupados bailando, riendo o asaltando la mesa de aperitivos para darse cuenta que Batman está en un mundo paralelo.

—Estaba... asegurándome que fuera seguro.

—Por supuesto.

Clark lo mira de arriba abajo, escaneándolo y Bruce casi tiene un impulso por poner las manos sobre sí o abrazarse para evitar que Kal vea todo de él con esa mirada, pero eso sería impropio de él. Le devuelve el juego, así que lo mira de la misma forma: Imagina que tiene rayos láser y puede ver el interior de Clark, la forma de sus huesos, la forma en cómo late su corazón: Sabría si se pone nervioso al verlo así como Clark accede a esos detalles de su persona. Tiene unos pantalones rojos horribles, con un cinturón copia del que usa Santa Claus, y su suéter ¡JA! rayado de un lado a otro con estrellas en una franja, puntos en otra, copos de nieve aleatorios por algún lado y con el logo de Superman en el centro con los colores mal puestos y un gorro; también tiene luces.

—¡Eh!

El alcohol ha enajenado sus neuronas y, aunque en algún momento del futuro se arrepentirá, estira su mano para tocar a Clark y buscar el botón que acciona las luces, porque él ha visto ese suéter horrible de Superman en algún lado y sabe que tiene luces y que suena una melodía odiosa. Lo encuentra, aprieta el botón y el logo de Superman se enciende con lucecitas y un sonidito festivo comienza a sonar, nadie lo escucha, hay música afuera que lo impide, pero el oído de Clark lo capta y Bruce puede seguirlo mentalmente porque lo ha escuchado demasiadas veces.

—Estás horrible —dice por fin. Clark se ríe.

—¿No es esa la idea?

Bruce pone una mano sobre su pecho y Clark no parece molesto. En cambio, la toma y entrelaza sus dedos, poniendo la otra en su cintura y empujándolo hacia él. Solo hay un momento en que siente que los dedos de Kal se deslizan por su pecho para buscar el botón de su suéter y encenderlo también. La musiquita navideña es más fuerte ahora, aunque descoordinada, pero no importa, ambos encuentran una manera para hacer que sus cuerpos encajen y comienzan a mecerse sin ritmo alguno con la música.

—¿Estás borracho?

—No.

—Cinco tazas de ponche no están de acuerdo.

—No estoy borracho.

Bruce inclina su cabeza, recostándose sobre Clark. Ahora sí puede escuchar su corazón, es la única forma en que lo puede hacer y, sin temor a equivocarse, deduce que late tan rápido como el suyo propio.

—Sobre lo que hablamos...

—Prefiero que me lo digas cuando no estés bajo el efecto del ponche.

—Creo que es la única cosa que no puedo parar de pensar. —el bailecito se detiene.

Dar un salto de fe hacia lo desconocido es inevitable, siempre se lo recuerda. Sin embargo, no es lo mismo darse ese consejo cuando está a punto de saltar hacia otro edificio o aterrizar en una zona de combate que cuando se trata de Clark. Todo él le parece misterioso: desde su sentido implacable de justicia, hasta la forma en cómo le pone azúcar al café por las mañanas. Bruce nunca sabe qué camino está por recorrer con él, pero quiere saber más. Necesita saber todo de Clark: cómo se levanta, cómo duerme, cómo le gusta comerse el pan, qué cantidad de mantequilla es perfecta para él en las tostadas, quiere verlo mirar a su laptop congelado, con las manos suspendidas en el teclado mientras piensa la mejor frase para el nuevo artículo que Bruce leerá y archivará en esa carpeta encriptada que tiene llamada 'DangerousKal-El'.

—Necesito...

Bruce mira atrás. Clark está equivocado, no hay cinco tazas de ponche vacío, hay siete. Haya cuantas haya, esa última taza tenía razón: Tenía que dejarle en claro a Clark lo que sentía ¡Y tenía que hacerlo ahora! mientras vestían una suerte de juego de suéteres de pareja, delante de todos y había un muérdago esperándolos en la mitad de la sala. Aún necesitaba no ser el único de la fiesta sin recibir su beso.

—¿Necesitas?

Bruce no contestó, solo lo tomó de la mano y lo jaló con él hacia la sala. La música seguía alta, algunos los miraros cuando entraron, susurrando sobre por qué habían elegido el mismo suéter, aunque otros estaban más empecinados en quejarse porque Bruce los estaba empujando fuera de la pista: Es Batman, no hay una razón aparente para que no lo haga.

Kal-El es empujado dentro de la alfombra, la música baja de un momento a otro, ahora solo está ambientado por los suéteres que siguen sonando de forma discordante. Bruce lo mira, se acerca como un león a un cervatillo asustado y lo agarra de las muñecas antes de que Clark decida salir corriendo. Le toma solo un segundo empujarse sobre las puntas de sus pies y alcanzar los labios de Clark.

Es de mala suerte pararse bajo el muérdago y no besar a nadie, pero ahora no tiene tiempo de explicárselo a Clark. 

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