Crystal Snow - Kim Namjoon
ESCRITA ORIGINALMENTE: abril, 2020.
EDITADA: octubre, 2024
—¡Madison!
La mencionada giró la cabeza luego de escuchar como gritaban tan fuerte su nombre, no necesitó buscar demasiado entre las personas ya que aquella cabellera rosada resaltaba tanto como su propio cabello azul. Su amiga soltó el equipaje al sentir esa pequeña dosis de adrenalina correr por sus venas, hacía más de un año que ambas no se veían y habían estado todo ese tiempo contando los días para volver a reencontrarse. Soltó una risa cuando solo sintió a la pelirosa chocar contra ella en un abrazo.
—¡No puedo creerlo! —musitó la menor mientras seguía abrazando a la peliazul—. ¡Mariposa, te dije que estaría a tu lado como un pingüino! ¡Y aquí estoy!
La mayor sonrió dejándose abrazar por su amiga, poco a poco sus ojos se llenaban de lágrimas sin derramar, tenía tantas ganas de gritar, reír, llorar, abría y cerraba la boca con intenciones de dejar salir su emoción pero no encontraba la palabra correcta que describiera su felicidad.
—¡Vamos, Madison! —Se separó la menor velozmente mientras se giraba hacia sus maletas, se acercó a la mencionada tomando su muñeca para comenzar a buscar con paso apurado la entrada—. ¡Ya ha pasado mucho rato desde que llamaron nuestro vuelo!
Madison solo se dejó arrastrarse por todo el aeropuerto mientras la menor alternaba la mirada entre sus boletos y el lugar, por lo tanto ni siquiera se fijaba por donde pasaba.
La mayor captó una pequeña corriente de aire antes sentir como chocó con algo, se volteó rápidamente mirando que no era algo sino que era un alguien, la peliazul al instante murmuró una disculpa mientras se agachaba, notando como a esta persona se le habían caído un par de cosas.
A Madison le dio el tiempo suficiente para echar un vistazo rápido a la persona, era un chico alto que iba totalmente vestido de negro, quiso mirar su rostro pero llevaba una gorra colocada lo bastante baja como para distinguir alguna facción. El chico solo musitó en voz baja "Don't worry" mientras tomaba las cosas que le ofrecía Madison y se retiraba luego de agachar un poco la cabeza.
La peliazul frunció el ceño mirándolo como se iba apurado, parpadeó un par de veces antes de suspirar y regresar su atención a la menor.
—Se te cayó algo —dijo la pelirosa mientras tomaba algo del suelo y lo depositaba en su mano.
Madison tomó el objeto, supo al instante que aquella cosa no era suya. Era una pequeña llave atada a un cordón.
—Esto no es...
—¡Encontré la entrada!
2
—¡MADISON! —gritó la menor mientras tomaba un cojín del mueble y le pegaba con este—. ¡YA HAY NIEVE AFUERA!
La mayor, que en aquel momento estaba mirando la pequeña llave que habían encontrado en el aeropuerto, levantó la vista hacia la Charlotte, mientras jugaba con la llave entre sus dedos frunció el ceño.
—No quiero salir —dijo haciendo un leve puchero—, hazme pasta.
Charlotte dejó salir una pequeña risa mientras alargaba la mano hasta agarrar otro cojín y directamente se acercó a su amiga:
—Vamos a salir. Ahora.
A la mayor no le dio tiempo a negar hasta sentir el ataque de su amiga, multiples golpes con el cojín en su cabeza fue suficiente razón para ceder ante ella.
—¡Peor que una niña pequeña eres, Charlotte!
Madison bufó al notar como la menor salía corriendo apenas ambas cruzaron la puerta de aquel hotel donde se hospedaban. La mayor tuvo que parpadear un par de veces para acostumbrarse al paisaje tan brillante.
El par había planeado desde hace mucho tiempo ir hasta Noruega. Ambas habían quedado fascinadas un día que Madison le había escrito a la menor emocionada enseñándole vídeos y fotos de los lugares de allí. La pelirosa solo pudo prometerle que algún día pisarían suelo noruego, y hoy pueden decir que lo han logrado.
—¡Madison! —gritó la menor emocionada— ¡Piensa rápido!
La peliazul, que se había quedado parada en la entrada del hotel, mirando como caía la nieve por todo el lugar, solo logró reaccionar a agacharse para que aquella bola de nieve que le había lanzado la otra no le golpeara.
—¡Charlo...!
Madison calló al escuchar como detrás de ella alguien se quejaba en voz alta, se volteó solo para encontrarse que la bola de nieve se había estrellado en un persona. En su cara.
—¡Ven aquí a disculpar...! —Madison se quedó en silencio al ver que su amiga solo había salido huyendo mientras gritaba unas disculpas. Suspiró mientras se giraba para enfrentar a la persona que habían golpeado—. Lo siento mucho —murmuró en inglés.
Madison sintió la misma corriente que había sentido el día anterior en el aeropuerto cuando chocó con aquel chico, del cual ni pudo mirar su rostro. La peliazul solo escuchó su risa y lo sintió.
—Ya es la segunda vez que te disculpas conmigo, es un récord —dijo el contrario en medio de su risa.
Madison solo frunció el ceño al no entender qué significaba eso, el chico solo negó un par de veces mientras le decía que no pasaba nada. Ninguno pudo decir más ya que había llegado otro chico más hablando en otro idioma. Madison no entendía ninguna palabra que salía del recién llegado, solo podía entender por su tono de voz que estaba apurado. Madison vio como bufó y tomó a su amigo del brazo y comenzó a arrastrarlo hasta el hotel. El contrario solo volteó despidiéndose con la mano de la peliazul.
—¿Qué te dijo el chico?
Madison saltó del susto al no haber notado que la menor estaba su lado. La contraria solo le miró con una ceja alzada esperando a que le contestara.
—Me dijo que tenías que pagar los daños que hiciste —La menor solo volteó a verla indignada.
—¿Pero qué...? —soltó antes de bufar y rodar los ojos—. ¡Pero de qué va! Apuesto que la nieve ni ha tocado su cara, va todo tapado. Es un exagerado.
Madison solo se rió al ver a la menor hablando toda enfurruñada y haciendo gestos exagerados.
3
Soltó todo el aire que sin darse cuenta estaba reteniendo. Madison estaba sentada en una pequeña banca que estaba a un par de calles del hotel.
Se mantuvo observando como la pelirosa estaba lanzándose bolas de nieves con un chico que —sin querer—, la había empujado a una pequeña montaña de nieve que se había acumulado en esa calle. La menor solo jadeó ofendida cuando ni siquiera recibió una disculpa del contrario y comenzaron una guerra entre los dos.
Madison solo se sentó a mirar como aquellos dos, que eran desconocidos uno para el otro, se mantenían jugando como si se conocieran de toda la vida. La mayor era una persona que le encantaba observar. Notar esos detalles.
Siempre se le había hecho complicado encontrar a una persona que le gustara compartir aquella simple acción: observar. Así como quien admira arte en un museo, ella admiraba a las personas viviendo.
—¿Está ocupado?
Madison ni siquiera tenía que voltear para saber quién era, porque, como todas las veces que se han topado, sintió aquella corriente. Sin embargo, volteó a mirarle, este le señalaba el espacio vacío a su lado esperando a una respuesta.
—No lo está —contestó mientras metía la mano dentro de su chaqueta y comenzaba a jugar con la pequeña llave dentro de su bolsillo.
—Es curioso como ese par parecen amigos de toda la vida, ¿no?
—Es lindo de ver —contestó Madison mientras suspiraba aún con la mirada en el par—, es decir, una vez había escuchado una frase que quizás la puedo confirmar ahora. Los viajes tienen un pequeño poder mágico.
—¿Los tienen? —preguntó el contrario con interés de que lo que diría la peliazul. Madison soltó una pequeña risa antes de continuar.
—Así es —afirmó. Hizo una pequeña pausa antes de continuar—, los viajes te hacen salir de tus costumbres y romper algunos miedos que quizás no sabías que te tenían atado. Puedo apostar que tanto Charlotte como él han roto hoy algún miedo.
—¿Y tú? —preguntó el contrario, quien también solo miraba a la misma dirección que miraba la peliazul—. ¿Saliste de alguna costumbre o rompiste algún miedo?
—Quizás lo he hecho —murmuró Madison. Volteó su mirada hasta toparse con la persona a su lado, quien ya le miraba de regreso—. Me llamo Madison.
—Puedes llamarme Kim.
4
—¡Maddie! —gritó la menor desde la cocina—. ¿Puedes ir a buscar el control del televisor a recepción? Ya casi estará la pasta y así esta noche solo vemos películas.
Madison gritó aceptando en respuesta, cuando se encaminó a la puerta le llegó el olor a la pasta que estaba cocinando la menor. Definitivamente tenía que volver rápido. Caminó a través de los pasillos que al ya ser de noche, y estando en un lugar cubierto de nieve, no habían muchos planes para esa hora, se encontraban los pasillos con máximo 3 personas en ellos.
Se acercó hasta la recepción quedándose parada en mitad del salón al notar que no había nadie allí.
—¿Y ahora....? —murmuró Madison para si misma.
—Empiezo a creer en la magia de los viajes, Madison.
La peliazul dio un pequeño salto de la impresión, miró fijamente un par de segundos a Kim antes de sonreír y dirigir la mirada hasta la entrada.
—¿Crees en el destino, Kim?
—Oh, por favor. Estamos aquí, por supuesto que creo en él.
Madison solo asintió un par de veces, miró sus pies que solo llevaban unas botas que usaba para estar en casa y hacía demasiado frío. En aquél momento fue un poco más consciente de lo que llevaba puesto, le devolvió la mirada al chico con las mejillas un poco sonrojada.
—¿El destino quería que nos viéramos en pijamas, Kim?
El contrario solo se encogió de hombros, Madison lo miró un par de segundos dudando antes de volver a hablar.
—Kim —musitó llamando su atención—, de casualidad, o como tú lo miras, por obra del destino o magia, ¿se te ha perdido algo?
—¿Como qué, Madison?
La peliazul no hizo nada durante unos instantes, no podía explicar el porqué, pero había llevado consigo todo el tiempo aquella llave, la hacía sentir aquella corriente que ha estado sintiendo desde el inicio de ese viaje.
Madison se rindió suspirando mientras sacaba la llave del bolsillo de su pantalón. Kim se vio ligeramente sorprendido a través de sus ojos. Porque eso era otro detalle de esos encuentro entre ambos. Kim podía ver cada gesto y reacción de la contraria, pero Madison solo podía observarlo a través de sus ojos.
Y aquello no le molestaba. Había descubierto que sus ojos eran algo maravilloso de ver.
—¿Cómo...?
—Se te cayó cuando chocamos en el aeropuerto —dijo mientras soltaba una pequeña risa que era más melancólica que le alegría—, cuando noté que no era mía ya no logré encontrarte para regresártela.
La peliazul miró un par de segundos más la llave antes de extendérsela. El contrario observó su mano antes de negar un par de veces y caminar hasta unos pequeños muebles que habían en ese salón, se sentó y con un gesto invitó a la chica.
—¿Sabes la historia del hilo rojo, Madison?
Lo primero que soltó Madison en su mente fue "oh, por favor". Por supuesto que conocía sobre ello. Gracias a libros o videos que le aparecían en redes sociales conocía sobre aquella leyenda, de la cual estaba totalmente enamorada. Muchas veces cuando observaba a la gente solía imaginar sus hilos rojos, algunos enredados, otros tensos, a veces estaban sus extremos uno al lado del otro. Sin embargo quería escuchar que tenía Kim para decir, así que decidió negar.
—No he oído hablar de un hilo rojo, ¿me contarás sobre eso, Kim? —dijo mientras se sentaba a su lado.
—Es una creencia muy popular en Asia —comenzó mientras tomaba la llave que aún seguía en la mano de Madison, soltó la llave, dejando que cayera en la mano de la chica, solo sosteniéndola del cordón rojo—. Sé que hoy en día se le conoce aún más a través del mundo. Hay muchas versiones de porqué significa lo que significa. En otras partes del mundo llaman al hilo rojo, ser almas gemelas.
»Según el mito, los dioses te atan a ti, junto a otra persona con un hilo rojo. Este hilo conecta a aquellas personas que están destinadas a encontrarse, sin importar el tiempo, el lugar o cualquier circunstancia. Este hilo puede estirarse y retorcerse hasta lo imposible, pero jamás se logrará romper. Las dos personas unidas, están destinadas a quererse.
—Que bonito se escucha eso... —musitó Madison mirándole a los ojos.
—Quédate la llave —dijo con un tono tranquilo—, si mi cordón rojo, ha llegado a ti, será por algo.
—¿Por obra del destino?
—De la magia de nosotros.
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