Varita mágica
Hoy tengo un encuentro con mi novio, últimamente nos vemos muy seguido.
Es un hombre precioso, un joven fabuloso, un papucho, su rostro está tallado por los mismos ángeles y más de una está que se moja por él. Y, además, me trata como a una reina, es el príncipe que cualquiera quisiera tener.
Pero su pene es muy pequeño.
Siempre se pregunta cómo la paso tan bien cuando estamos juntos, pero lo que no sabe es que provengo de una familia de hechiceras y, cada vez que se introduce en mí, utilizo mi magia en su pequeño miembro.
Se abalanza hacia mí en la cama con dosel que escogimos para el día de hoy. Es salvaje a pesar de su pequeño tema ahí abajo. Me mira con ojos felinos, lleno de deseo y se pasa la lengua por los labios. Inmediatamente un cosquilleo baja por mi estómago hacia mi bajo vientre y sonrío, anticipando que voy a disfrutar.
Sus besos son húmedos, me desliza la lengua hasta el fondo y se me escapa un gemido que no me molesto en esconder. Él se mueve hacia mis orejas y las mordisquea, jugando con ellas, sin dejar de recorrer mi espalda con ambas manos, ansioso. Sus movimientos son desenfrenados y me prenden, por lo que rápidamente me deshago de la camisa abotonada que llevo.
Los botones vuelan y salen rodando. Cuando él nota que no llevo ropa interior, su nivel de fiereza aumenta y se desliza hacia sus presas: mis senos. Mientras juega con uno de mis pezones y masajea mi busto, su lengua roza el otro pezón, haciendo que me arquee de placer con sus movimientos, sin decidir cuál me gusta más.
Su lengua baja por mi cintura acompañada de mordidas que me vuelven loca, entre el placer y las cosquillas. De un momento a otro, me baja la minifalda, dejando al descubierto mi zona más íntima. Siento el frío del aire mientras me da la vuelta abruptamente y palmea mi trasero con gran sonoridad, seguido de una mordida que me toma por sorpresa. No puedo evitar soltar un jadeo, tras lo cual vuelve a voltearme hacia arriba.
Todavía no salgo de mi sorpresa, cuando, sin previo aviso, el aire frio deja de ser un problema en mi zona íntima. Su lengua suave y húmeda se introduce entre mis labios y llega hasta mi clítoris, tras lo que me provoca el calor más intenso en todas las partes del cuerpo. Mis piernas comienzan a sacudirse y a abrirse más y más, casi involuntariamente. Y, de pronto, me encuentro a mí misma pidiéndole que me la meta.
Entonces, justo antes de que su pene salga de sus pantalones, activo mi magia sin que él lo note, como siempre. El espécimen que se presenta ante mis ojos no es su pequeñito miembro que hace mucho no veo, sino un falo con las dimensiones perfectas, con una punta redonda y rosada, totalmente apetecible a la boca.
En un impulso desenfrenado, mientras se termina de quitar la ropa, me transformo en una fiera, y envuelvo su pene duro y suave con mi boca. Subo y bajo, llevándolo hasta mi garganta, saboreando con mi lengua cada movimiento y cada textura de ese sexy miembro.
Al quedar completamente desnudo frente a mí y ver su propio falo, comenta, maravillado y con ojos de profundo deseo:
—Te juro que sólo tú haces que se vea así, bombón. Nuca me ha pasado esto con nadie más.
Y, acto seguido, vuelve a abalanzarse sobre mí para fusionar nuestros labios en una pasión desenfrenada, mientras acerca su miembro a mi cuerpo. Ansiosa por el contacto, lo pego más a mí e introduzco su falo yo misma, tras lo que se sorprende y suelta un gemido que me deja extasiada. Ese sonido masculino es música para mis oídos y me muevo impulsivamente para sentirlo más dentro de mí. Esta vez el gemido se escapa de mi boca y, juntos, empezamos a jadear al ritmo melodioso de nuestros cuerpos cálidos y suplicantes.
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