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Tarea 3. Taller Prosa Ficción. Novela Fantástica.

Hablamos aquí de novela fantástica a la novela que narra acontecimientos surrealistas pero verosímiles para el lector. La dificultad reside en que sea verosimil lo fantasioso. No es fantasía tipo "El señor de los anillos"... sí, una decepción jaaja. Pero la verdad es que era la primera vez que me enfrentaba a esto y me encantó. Ha sido genial poder hacerlo.

En la tarea debíamos trabajar en el argumento y una ecena de la historia. Y además, realizar un relato independiente sobre un mosntruo del que no debíamos decir su nombre hasta el final.

Fue muy divertido realizar esta tarea. Me encantó ;)

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Argumento:

Alex está harto del ejército y sus normas. Necesita salir. Una noche, con la ayuda de dos compañeros que están montando guardia en una de las garitas que permiten la entrada y la salida del cuartel, Alex se escapa. Ya lo ha hecho otras veces. No escapa para siempre, sólo irá al pueblo, se beberá unas copas y después regresará mucho más feliz de lo que se fue. El truco para que no le pillen, es regresar antes de que termine la guardia de sus compañeros. Pero esa noche, algo sucederá. En el bar al que ha ido, una chica le cuenta que su sombra quiere matarla. Alex piensa que está completamente loca, pero para lo que él quiere con ella le da igual lo cuerda que esté. La chica le pide que la mate, ella necesita morir para librarse de la sombra. Alex la deja en el bar por imposible, pero justo cuando se está marchando, la chica sale corriendo del bar y es atropellada. El chico no da crédito a lo sucedido, le parece surrealista. Vuelve al cuartel directamente, pero al dirigirse a la garita para entrar, ve una sombra en los muros que protegen el recinto. Cada vez que intenta ir hacia la garita, ve la sombra. Alex cree que debe haber alguien más en la garita y no se atreve a exponerse de esa forma. Antes de que se dé cuenta, el turno de guardia de los compañeros que lo ayudaron a escapar se ha terminado. Esa noche es arrestado al volver al cuartel. En su arresto, mientras se está lavando la cara en el baño, cree ver una sobra pasar a su espalda. Al principio se asusta, cree que es cosa de espíritus, de la chica que conoció en el bar, pero pronto descubre que es su propia sombra. ¿Es una maldición por haberla visto morir? No quiere contárselo a nadie, lo tomarían por loco. Ha perdido su sombra y ahora ésta, campea a sus anchas acechándolo. Le aterra verla independiente a él y el desasosiego le puede al pensar que los demás se darán cuenta que carece de sombra y que ésta le acecha. Lo peor es que la encuentra agresiva desde un inicio. Está seguro que quiere torturarlo y matarlo. Él no está loco, es la sombra que juega con él y lo desquicia tanto que los superiores le dan un permiso para que vaya a casa y relaje su ansiedad. No obstante, incluso en casa de sus padres la sombra le persigue. Por la noche, cansado de no poder dormir, vigilando su espalda, ve a su sombra atacarle con un cuchillo. Luchan y Alex la mata. Se ha quedado sin sombra, es el chico sin sombra, pero al menos, sigue con vida. Tras los muros blancos de una clínica, Alex sonríe al sol sin su sombra.

Escena:

Acababa de llegar a casa de mis padres. Mis superiores me habían notado ansioso, irritable y preocupado; por lo que me habían concedido un permiso temporal.

Era de noche y hacía horas que no veía a mi sombra. ¿Había sido todo una paranoia mental? ¿Lo único que tenía que hacer era volver a casa para recuperarme? Quizás todo había sido fruto de una paranoia. Lo que sabía a ciencia cierta es que no quería volver al cuartel por nada del mundo.

Mis padres ya estaban dormidos. Miré detenidamente mi habitación. Las paredes blancas me reconfortaron de una manera inexplicable. En mi hogar estaría seguro. Aquí no me pasaría nada.

Necesitaba dormir, llevaba días sin hacerlo. Llevaba días vigilando mí alrededor en busca de la sombra que me acechaba. Debía descansar. Me puse ropa cómoda y me recosté sobre mi cama. Deslicé el cuchillo, que había cogido de la cocina, bajo la almohada. El olor de las sábanas me recordó una vez más que estaba en casa. Pensé que simplemente se trataba del suavizante floral que utilizaba mi madre para lavar la ropa, pero es que hasta ese detalle me decía que entre estas cuatro paredes estaría a salvo. No obstante, no quise buscar mi sombra, no quería tentar a la suerte. No me encontraba lo suficientemente fuerte como para enfrentar que algo no cuadrara.

Le di al interruptor de la pared que me quedaba a la altura de la rodilla y la luz se apagó. Tome aire y lo solté con lentitud. “Relájate, todo ha pasado”, me dije a mí mismo aferrado a mi cuchillo. Me concentré en dejar sin fuerza cada músculo de mi cuerpo. Empecé por las piernas y fui subiendo. Pronto, mis ojos se cerraron y el sueño llegó.

Mi pulso saltó de repente y abrí los ojos asustado. Había sentido a alguien más en la habitación. Temía encender la luz y encontrarla de nuevo a mi lado. No quería volver a verla ni en mis peores pesadillas. Mis oídos se agudizaron. El peso de alguien sentándose en la cama hizo que me tensara por completo. Encendí la luz con un movimiento.

Antes siquiera de poder apreciarla, ya estaba de pie y con el cuchillo agarrado fuertemente entre mis manos.

—Basta —dije temblando.

La sombra se encontraba sentada en el filo de la cama. Podía imaginar sus ojos oscuros examinándome. Era inútil, no podía huir de ella, jamás me dejaría en paz, me perseguiría hasta mi muerte.

—Vete.

Mi sombra pareció reírse de mi desgracia. Se incorporó pausadamente y alzó un cuchillo. Podía verlo con claridad, lo sostenía con su mano derecha. Parecía ensimismada en sus movimientos, calculando el momento exacto en el que me atacaría.

Había llegado el momento. Esto no podía continuar, no lo soportaría ni un minuto más. Alcé mi cuchillo y nos enzarzamos en una pelea descomunal. Mi sombra se movía tan rápido como lo hacía yo y era tan ágil y tan astuta como lo era yo.

Me agaché justo cuando su cuchillo dibujaba un arco perfecto para hundirse en mi piel. Salté en el aire y clavé mi arma en su estómago.

La sangre negra emanó de su cuerpo, la oscuridad se fue deshaciendo como si se tratara de un líquido viscoso que se evaporó en cuestión de minutos.

Grité y reí eufórico. La adrenalina corría por mis venas como lava ardiendo. Me sentí invencible.

—¿Alex?

La voz rota de mi madre interrumpió mi alegría. Su entrecejo fruncido me indicó que algo no iba bien. Su chillido desmedido me sobresaltó.

El cuchillo se escapó entre mis dedos, haciendo que el sonido metálico retumbara en la estancia al golpear contra el suelo. Mi padre irrumpió en la habitación y corrió a mi lado.

—¿Qué has hecho Alex? ¿Qué has hecho?

La mano de mi padre presionó la herida, bajé la mirada y la visión de la sangre me mareó. La sombra también me había herido, había conseguido cuanto había ansiado. Sin embargo, sonreí porque yo la había matado.

Monstruo.

Día tras día y noche tras noche, guardo aquella puerta que me fue encomendada por mi amo. Veltesta, Tretesta y Drittesta vigilan tanto la entrada como la salida de cuantas almas ansían escapar o ingresar en el fuego de mi hogar. Ningún ser huye o accede sin mi autorización. Sí… guardo la puerta. Es importante, las almas en su lugar, mi amo en su reino y ningún mortal donde no debe estar.

No les falta razón a los que me tachan de fiero. Nadie comprende mi misión, sólo soy alguien que hace bien su trabajo, el trabajo para el cuál fue creado. Equidna y Tifón estarían orgullosos de su hijo y Ortro de su hermano.

Me acurruco en el abrigo de mi pelo, me protege así del calor que emana el interior del hogar que con tanto ahínco vigilo, pero también del frío que se siente aquí; en el exterior.

Lamo mi cola escamada sabedor de cómo desentona con el resto de mi cuerpo, pero me es útil, su veneno es poderoso y me hace más fuerte de lo que les gustaría a muchos de mis visitantes.

A veces es difícil saber lo que estoy pensando, a menudo me distraigo con las voces que escucho a mí alrededor. Gruño en vano, es inútil calmar a la bestia, no obstante, otros lo han logrado.

Podría liberar vidas, pero a mi amo no le gustaría. Soy fiel a él, nunca ha querido que nadie me hiciera daño. Pese a poseer grandes fauces, él me guarda como yo guardo su infravalorado mundo.

Si alguna debilidad he tenido ha sido la música y la miel, pero pocos han sido capaces de ofrecerme esos manjares. No en vano, la música amansa, pero no acalla y cuando me enfado, hiero.

A veces me pregunto quién será el próximo que se atreva a tocar a semejante espécimen con tres mentes atacantes y a cual más despiadada. Me muevo de un lado a otro, sin dejar la puerta ni un segundo en soledad. Sin embargo, yo estoy solo, muy solo. Nadie me habla con dulzura o bondad.

Fui el último de los doce trabajos de un semidiós, sin embargo, ninguna lucha ha sido escrita porque nadie fue vencedor. Varios han dicho derrotarme, pero sólo Heracles, con buenas palabras y amabilidad, me ofreció su corazón. En cambio, Orfeo atrapó mi sueño adormeciéndome con unas melodías tan fantásticas como el mejor de los cielos. Tan sólo ellos dos desviaron mi atención.

—Venga, date un descanso, amigo —dijo Heracles con tono amable.

Hades dejó mis tres cabezas en sus manos con la condición de que ningún mal me causara, pues yo soy su mejor amigo… el Can Cerbero, protector del inframundo.

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