02. MENACE
둘 | MENACE
Cuando termina sobre el piso, con el cuerpo de su oponente bloqueando sus brazos, los estudiantes comienzan a gritar al unísono casi como si les pagaran por gritar. Todos están animando a los dos peleadores que se han subido al ring para la pelea de calentamiento. Están sorprendidos por el desempeño de Wayne Murray quien no ha ganado una pelea desde que comenzó el curso. Pero más aún, anonadados por la paliza que le están dando a Jung Kook, el actual campeón del equipo. Con un estruendo casi sordo, el cuerpo del chico cae de espaldas gracias a un puñetazo que, aunque ha caído sin problemas sobre su guardia, ha sido lo suficientemente fuerte para tirarlo a la lona. Gruñe con frustración y tira de su rostro hacia atrás, en donde puede apreciar las miradas consternadas de sus compañeros del club. Lo están destrozando y nadie entiende cómo eso es posible.
—¡Boseman!, ¡¿Qué diablos te sucede hoy, carajo?! —grita el entrenador a un lado del ring. Tiene la cara roja y esa misma espinita de extrañeza entre las cejas. Jung Kook no puede hacer más que fruncir el ceño, y tratar de hacerle saber con la mirada que, en serio, se está esforzando—. ¡Deja de jugar y dame una pelea decente!
Con la respiración afanosa y el sudor resbalando por sus castaños cabellos, muerde con más fuerza el protector bucal y se pone de pie, otra vez. No hace más que asentir y continuar con la pelea. Esquiva un hook casi al ras, y después un crochet que por poco no logra bloquear, pero no es capaz de prevenir el golpe directo que viene después. Vuelve a caer y es cuando la cabeza comienza a dolerle.
Pero aunque le están dando una paliza, de nuevo se pone de pie.
Levanta la guardia, un pie delante del otro para equilibrarse, las caderas fuertes, está listo para recibir los golpes que sean necesarios para al menos terminar la pelea de pie. Es un milagro que no esté sangrando, sin embargo, él es un campeón y realmente no es común verlo rendirse o lloriquear. No lleva los lentes encima, por lo que ve un poco borroso, pero no, eso no puede ser un pretexto para su desempeño, si está perdiendo, no es a causa de su vista jodida, sino de su mente aturdida. Entorna los ojos, los siente arder. Las gotitas de sudor saltan por todas partes, fuera del uniforme de entrenamiento.
Hoy no es su día.
De nuevo se traga otro golpe que duele como el demonio.
Lloriquear...
Los recuerdos de la noche anterior le embargan y ya no pone atención a la pelea. Un golpe más y está en la lona. El entrenador hace sonar la campana y puede observar cómo Murray se quita las cintas del guante con ayuda del asistente de hoy y extiende la mano para ayudarle a levantarse.
—Buena pelea, Kook —dice Wayne, incrédulo de haberle dado batalla a Boseman, pues Jung Kook tiene fama de ser un animal en el ring, contraste a su personalidad tranquila y dulzona dentro del salón de clases, ganador, meticuloso y determinado; porque cuando se trata de ganar un trofeo, no está dispuesto a que nadie se lo quite. Y resulta en extremo perfeccionista, competitivo, pero hoy, precisamente hoy, no es como que lo estuviese demostrando.
Y Jung Kook asiente avergonzado de eso.
—No le digas mentiras —señala el entrenador, quien con un ademán del dedo índice llama a Jung Kook hacia su esquina —esa pelea fue horrible—. Boseman no hace más que tomar la mano de su compañero y después avanza a paso torpe hacia su entrenador. Se quita el protector apenas tiene la oportunidad, pero tampoco se atreve a refutarle nada, por lo que mantiene la boca cerrada y la mirada clavada en sus guantes—. ¿Vas a explicarme qué fue eso? —indaga el entrenador—, ¿hoy no desayunaste o te faltaron tus yummi bears¹ de la mañana?
—Lo siento, señor —exclama con una sonrisa genuina, pero apenada; tiene que esforzarse para no hacer una reverencia y que con ello lo miren extraño. Se encoje de hombros en lo que quita los cabellos de su frente. Aún tiene la cara roja y la mente un tanto dispersa—. Anoche no dormí bien. Estoy un poco cansado, supongo. —Y lo está. Después de pasar una noche larguísima, llorar, caer, despertar en una ciudad diferente, atiborrarse con tres hamburguesas del puro pánico, temblar como nunca antes lo había hecho en su vida, estaba más que agotado. Definitivamente esa no había sido una noche tranquila. El viaje de regreso a casa con cierta persona fue bastante cansando (así como aterrador). Y no ha podido dejar de pensar en las razones. Se lleva una mano hacia los labios y los toca con mucha suavidad, como si dudara.
¿Por fin se le había acabado el tiempo?
El profesor bufa y con la mirada le hace notar que no quiere saber nada más de sus excusas.
—¡Chicos, terminamos por hoy! —exclama el maestro, dejando la campanilla en la lona, sacudiendo con efusividad sus brazos para llamar a los demás chicos del club—. Las estatales están a la vuelta de la esquina, y no los voy a amenazar... Pero no quiero sorpresas. Procuren dormir bien, por lo que más quieran —ruega el maestro, sin despegar la vista de Kook, y no quiere admitirlo, pero la presión que añade esa mirada sobre sí mismo, es bastante molesta —Llega un momento en el que todo estudiante debe dejar de jugar para concentrarse en las cosas que de verdad importan.
Jung Kook suelta un gran suspiro, puede escuchar a la perfección como sus compañeros comienzan a murmurar. Entonces se esfuerza por ignorarlos. No es nada, solo fue un mal día. Y un mal día no significaba que había perdido su toque, o lo que fuera. Toma una toalla limpia y se seca la frente, los brazos... no puede evitar sentirse cansado, entumecido. Ha tomado agua como un desquiciado desde que llegó a casa, pero todavía siente el cuerpo atontado, apelmazado. Infla las mejillas con enojo y luego arruga la nariz casi instintivamente. ¿Si se abofeteara a sí mismo se sentiría mejor?
"¿Qué le hace pensar que no iré con la policía apenas llegue a casa?".
Aplasta la botella de agua sobre su rostro, esperando que la temperatura le baje un poco los humos. Besa la boquilla de la botella y traga duro hasta que no queda nada. Todavía tiene sed. La imagen de Vanther aparece en su memoria, una mirada seria, no enojada, pero tampoco alegre. Y se pregunta si aquella imagen no fue el producto de un sueño.
"Ve y diles que busquen a alguien que no existe".
Observa a Ji Min entrar a tropezones a la sala de entrenamiento. Park corre con los libros en las manos y extiende enormemente sus brazos para abrazarlo.
—¡Kooooooookieeeeeee! —Lo presiona contra su cuerpo por un buen rato, hasta que parece percatarse de su sudor, entonces se aleja con asco y se limpia con cuidado. Las ropas enormes, la frágil apariencia, los enormes ojos azules que le miran con amabilidad y templanza. Jung Kook no puede pensar en su Hyung como un superhéroe. No, las mallas no van con Ji Min... el peligro no va con él. Las mentiras no van con él—. ¡Estaba tan preocupado!, te llamé hasta muy tarde para la sesión de matemáticas y nunca respondiste. ¿Qué tanto estabas haciendo, tonto?
La confusión. La suerte. Tiene la mente en verdad revuelta. ¿Qué había sido eso? Ese no era un hombre común. El destello debajo de sus ropas era una energía demasiado extraña y peligrosa, la tecnología en aquella casa en medio de la nada era algo que no habría podido concebir ni en sueños. ¡Ni siquiera había materia allí!; Y le dijo tantas cosas que no entendió, Ji Min, ¿Ji Min estaba en peligro?, él tenía que... ¿alejarse? Y no es como que Jung Kook quiera confiar en un desconocido, no puede, no se permitiría ser tan estúpido. Pero, y si...
No.
Ji Min ha sido su amigo desde hace tanto tiempo, un poco mayor, quien siempre ha estado dispuesto a ayudarle en cualquier cosa. Siempre pensó que podían confiar el uno al otro. ¿Por qué ahora se sentía tan lejano?, repentinamente se sintió un poco, solo un poco... triste. ¿por qué de pronto parecía que lo habían dejado fuera?
—Hyung... —Jung Kook duda de sus palabras. Abandonan la sala de entrenamiento y caminan por los pasillos. La preparatoria Midtown está repleta un variopinto arsenal de estudiantes por doquier—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar conmigo? —pregunta, dudoso. Sintiendo que sus cuestionamientos son una exageración y se siente estúpido por darle tanta importancia a algo de lo que no quiere tener certeza.
—Mhm... No, no realmente —exclama Ji Min con tranquilidad, le sonríe de manera tan tierna, sin mostrar los dientes, achicando los ojos con dulzura—. ¿Y tú, Kook?, ¿qué te traes ahora?
—Yo, eh... —muerde su labio inferior con suavidad, pensando en ese algo que no se ha atrevido a decir, ni siquiera a su mejor amigo, por el miedo que le tiene a aquello que no entiende. Pero vamos, lo que él esconde, si es que le pueden probar que esconde algo, no pone en peligro su vida, ni la de las personas a su alrededor, está seguro. Por el contrario, Ji Min parece estar rodeado del peligro y Jung Kook no puede evitar sentirse un poquito inútil al no poder ayudarle—. No, tampoco. Solo... Lamento no contestar anoche —admite, rendido—, yo... me quedé dormido.
Ji Min sonríe tan amablemente como siempre. Y le comienza a charlar alegremente sobre el almuerzo que preparará la tía Mao para su cumpleaños la siguiente semana. Si... Este era su amigo, su querido amigo Park Ji Min. Él era fuerte, lo había visto en la televisión muchas veces. El estaría bien, ¿no?
[2.2]
Carolina del Sur. 4:15 a.m.
Ese mismo día, en la madrugada, Jung Ho Seok había estado discutiéndole demasiado sobre el origen del muchacho, quizá adjudicándose demasiado el título de superior con el que se había autoproclamado desde que ayudó a reprogramar a V hacía unos cuántos años.
—Los perros de guerra suelen hacer eso. Se infiltran en países extranjeros y envían información —soltaba sus hipótesis casi en un susurro, mientras trataba de buscar una solución para su problema—. No son precisamente un enemigo, simplemente... observan. No es la gran cosa. ¿Por qué estás tan alterado?
Tae Hyung había estado demasiado callado desde que la posibilidad comenzó a llegar, a manera de una imaginación demasiado activa para su gusto.
—¿Qué edades suelen tener estas personas, Jung? —preguntó, dubitativo, con la mente volando al mil por hora, sin entender nada de lo que ocurría a su alrededor, sin los deseos de comprender realmente—. Para ser un perro de guerra se necesita demasiado entrenamiento. Toda una vida dedicada al espionaje y al riguroso adiestramiento físico y mental... —enlistaba los requisitos con un ligero tono altanero entre los dientes—. No puede ser que...
"Hatut Zeraze. No hay edad mínima para pertenecer a la élite operativa. Solo se requiere demostrar las aptitudes competentes. El Perro de Guerra más joven conocido hasta la actualidad tiene alrededor de catorce años".
Mierda.
Estaba jodido.
—Déjalo ya. Lo que pase con ese chico no es nuestro problema. El mecanismo te hace imaginar cosas que no son —le tranquilizó Ho Seok— No tenemos por qué complicar más la situación. Deberías mantener la concentración en cosas más importantes, como D...
—¡Ya lo sé, ya lo sé, Jung! Maldita sea, siento que entre los dos me van a volver loco. Cállate un segundo, ¿quieres?
Ho Seok se aproximó con suavidad, para poder modular su voz, para poder susurrar sin que el mecanismo sintiera que estaba en peligro.
—Investigué a ese niño. No es un perro de guerra, por favor, que parezca cachorrito no lo hace un perro de guerra. Esa maquinita tuya está cada día peor —aseguró Jung para tranquilizarlo, mientras señalaba la sien de Tae Hyung con su índice. Tae Hyung hizo amago de alejarse casi por instinto, odiando el contacto con el que Ho Seok le amenazaba. Jung pareció entender la señal y después de volver los ojos con fastidio, una mueca benevolente precedió a sus manos alejándose con cuidado—. Sus padres administran un negocio de alimentos en la avenida de Broadway —exclamó, bajito—. Si quieres ir a comer un sándwich con tus suegros, puedes hacerlo, yo no voy a juzgarte.
Entonces le sonrió con los hoyuelos marcándose en sus mejillas.
—Lo dices por sus rasgos asiáticos, pero estás siendo demasiado ingenuo. Ya viste lo que tiene en la boca. ¡Esas no fueron imaginaciones del mecanismo! —Un toque suave en el brazo izquierdo no fue suficiente para tranquilizarse a sí mismo. Tae Hyung estaba a punto de colapsar. Lo sentía en las venas. De inmediato el mecanismo comenzó a regular su respiración, a bajar su ritmo cardíaco casi por obligación. Cuando el caos pareció esfumarse mínimamente, se atrevió a musitar—: asiático o no, americano o no, ese niño va a terminar por matarme. Y no puedo simplemente...
La silenciosa señal de un arma descargándose en su cabeza le dieron toda la información que quería.
—No necesitas pelear conmigo, Tae Hyung. Yo no soy tu enemigo. Sé perfectamente que el mecanismo no te deja —Jung afirmó con la misma incredulidad que Tae Hyung en la voz.
Ho Seok se queda callado, incapaz de ignorar lo que había visto con ojos propios. Lo cierto es que la procedencia del niño les había abrumado con demasiadas preguntas; y aunque, podrían simplemente ignorarlo, dejar al niño en el mismo lugar del que lo habían sacado y con ello hacer como que nada había pasado. Pero lo sabía, la actitud de Tae Hyung lo haría imposible. El mecanismo se había obsesionado y para bien o para mal, ahora aquella, era una realidad de la que no podía renegar. Se detuvo un momento y observó a Tae Hyung y allí, con las manos estampadas en la cara; y sintió pena por él, como pocas veces lo había hecho desde que se conocieron.
—¿Cómo sientes el flujo de energía en las venas? —preguntó con cautela.
Tae Hyung levantó el brazo izquierdo, observando con atención la tela negra de su traje. Se arremangó y dejó ver el río verdusco precursor de todos sus problemas. Lo observó con atención y un poco de resentimiento también. Todo parecía estar en orden.
—Bien, supongo. Es V el que me está causando problemas.
—¿Ya probaste con reiniciarlo?
—Maldita sea, Ho Seok. Pareces servicio de mantenimiento de wifi —masculló con fastidio— ¡Obvio que lo reinicié!, ¡como catorce veces desde... —entonces vio al chiquillo en la mesa. Jung Kook yacía sentado, con la mirada al frente y los labios abultados, no parecía estarles poniendo atención, hasta que muy lentamente volvió la mirada y esos ojos grises conectaron con los suyos—. Sí, ya lo reinicié —dijo en cambio.
Desde luego que no tenía ni cabeza ni deseos para explicarlo todo.
—Tengo una idea —exclamó Jung, volviendo la mirada hacia Vanther— llévalo a casa. Haz que el mecanismo lo vea a salvo y aléjate. Eso debería ser suficiente.
—¿Iré a casa? —susurró de pronto Jung Kook al otro lado de la habitación, mientras trataba de explicarse por qué ahora lo estaban ignorando. ¿Realmente regresaría?, ¿había entendido bien, o de nuevo su inexperiencia leyendo labios le jugaba bromas pesadas? Vio las hamburguesas en la mesa, pensando vergonzosamente en la manera en la que se moría de hambre; y estiró la mano para coger una. Su estómago comenzó a rugir. Aún tenía las manos pegadas a la mesa, hizo amago de levantarlas y aunque no pudo elevarlas ni siquiera un milímetro, se dio cuenta de que aún podía arrastrarlas de adelante hacia atrás. Oh. Una risita traviesa se dibujó en sus labios, y luego dio una pequeña mirada a los hombres para asegurarse de que no le miraran. Podía desconfiar de las bebidas de Jung, pero no desconfiaría jamás del rey.
—¿Crees que funcione? —preguntó Tae Hyung con la voz muy seria.
—Tenerlo cerca solo va a distraerte —dedujo Mr. Jung—, es la primera noche con él aquí y ya vas retrasado con tres encargos diferentes. White Shadow quiere saber si estarás allí para aceptar el suyo.
—¿White Shadow?, ¿Ahora qué es lo que quiere ese enclenque?
—No lo sé. Sabes que le gustan los tratos directos, no iba a simplemente decírmelo a mí, si aceptas, estará en Nueva York mañana a las nueve. Es matar dos pájaros de un tiro.
"¡¿Matar?!" Jung Kook se ahoga con su propia saliva. Entonces suelta el alimento con el pecho galopando despavorido y cierra los ojos con mucha fuerza.
—¡Lo siento mucho, señor! —farfulla Jung Kook, cerrando los ojos en el proceso— ¡Es que tenía mucha hambre, no me mate, por favor!
Tae Hyung suspiró de mala gana. Cuando volvió la mirada hacia Boseman, lo vio alejarse de las hamburguesas, pese a que se disculpaba por disparates. Parpadeó muy lentamente, incrédulo por la insensatez del muchacho. Se aproximó con lentitud y empujó un poco el empaque para que el chico pudiera alcanzarlas de nuevo. Jung Kook abrió los ojos con lentitud y le miró perplejo. Así que así se veían esos ojos sin el ceño fruncido. De pronto no entendía sus propias acciones, pero, sobre todo, crecía dentro de su mente una profunda curiosidad por su sola existencia. ¿Qué clase de niño idiota era este?
—G- gracias... —susurró, justo antes de sacar la hamburguesa y empezar a desenvolverla, aún con la cara bañada en lágrimas. Al menos comía con suficiencia. Eso significaba que no tenía gran daño encima.
No era su intención matarle de hambre. A decir verdad, de no ser por el mecanismo, Jung Kook estaría en casa, ajeno a los problemas de Tae Hyung y la gente molesta que llevaba tras la espalda. Recuerda el tatuaje en su labio y no entiende nada. Los Perros de Guerra son gente wakandiana que se planta en diferentes países para mantener informada a su nación sobre cualquier irregularidad, eran la conexión de la Tierra del Vibranio Natural con el resto del mundo y la mayor distinción de estas personas, era el tatuaje brillante que escondían en la parte interna de su labio inferior, marca que debían mostrar ante su superior para ser identificados cuando se les pidiese. Pero Jung Kook es la imagen de un chico asiático-americano común, un muchachito que, aunque inteligente, ignorante del mundo y sus razones, entonces...
¿Por qué?
"Bien, V, tenemos dos misiones simultáneas" dicta al mecanismo, quien de inmediato comienza a regularizar todo dentro de su mente. "Entregar al niño a sus padres y hablar con White para ver qué es lo que quiere ahora". El mecanismo anota con rapidez, busca posibles malas intenciones, o noticias que le den algún hilo del cual tirar, no hay un gran peligro cuando se trata de White Shadow, pero hay algo en su código que le hace dudar demasiado del tipo. Y aunque no es la primera vez que los contrata, el mecanismo no puede dejar de pensar en él como en una amenaza. No como Padre, pero sí desconocida y, por lo tanto, peligrosa.
Sin embargo, Vanther tiene misiones más allá de Jung Kook, por eso no puede permitirse distraerse demasiado en él. Si Dong Ju había contactado con el hombre que tanto quería, ya no tendría ninguna conexión con el chico de la equivocación, ¿no?; entonces... ¿Por qué el mecanismo estaba obsesionado?, ¿por qué Seok Jin estaba al tanto del niño Boseman? Las preguntas lo estaban atormentando y no tener respuesta para ninguna de ellas se estaba volviendo un fastidio.
—¡Niño! —le llamó de pronto. Jung Kook dio de nuevo otro saltito en su asiento. Tenía ya la boca repleta de migajas e inflaba las mejillas, masticando como si la vida se le fuera en ello. —Te llevaré a casa, ahora mismo.
Jung Kook asintió, muy lentamente. Como si no quisiera pensar en el hecho de que, en realidad, estaba un poco, solo un poco, decepcionado.
—Sí, señor —susurró.
—¿Devolverlo?, ¿ahora? —pregunta Ho Seok desde el micrófono en la habitación de arriba.
—¿Y cuándo?, ¿Cuándo amanezca y comiencen a buscarlo por todos lados? No, esto termina aquí —farfulló mirando al niño con los ojos entrecerrados—. Solo fue una equivocación. No ocurrirá de nuevo.
[2.3]
Existe un regusto en el ser humano por la ironía; Pero Tae Hyung estaba muy harto de la ironía con la que vivía su vida. Aún con eso, mientras corría de un lado para otro, cumpliendo los caprichos de ricachones irresponsables, podía darse el lujo de que fingir que sus carencias no existían. Nunca necesitó preocuparse por nadie, en lo que a él respecta, las misiones son lo único que le dan sentido a su existencia, siempre haciendo un recuento de éxitos, de trabajos impecables, y aunque en el camino se le había cruzado uno que otro bastardo por allí, podía decir que todo iba de maravilla consigo. Ya ni siquiera se estaba preocupando tanto por el paradero de Padre. Los días obsesivos en su búsqueda habían quedado en el pasado, aunque, claro, no puede decir que lo ha olvidado por completo... ¿Cómo olvidarle si le había programado para no olvidar nada nunca? Ni el placer, ni el dolor, ni lo blanco, ni lo negro. Sería entonces capaz de caminar por el mundo, cumpliendo un propósito falsamente propio.
"No me entrometeré contigo, esta mente es tuya... y lo que suceda con ella, es solo tu responsabilidad" le había dicho.
El muy cabrón se había lavado las manos.
Lo creaba como a un arma y luego lo guardaba en el desván para que el polvo le oxidara las pieles sintéticas... Por supuesto que Vanther solo buscó formas de arrancarle la cabeza desde entonces, pero había desaparecido y en cambio le había dejado una lista muy larga de problemas con los qué lidiar. El más importante, un asunto de tráfico que lo había arrastrado a los Estados Unidos en contra de su voluntad. Desde entonces, no tuvo más opción que acceder a trabajos de cuarta para mantenerse ocupado, porque si no buscaba algo qué hacer, sentía que se volvería loco. Esa era una de los tantos inconvenientes que papi le había heredado.
Tae Hyung se aproximó hasta el chico, y con un ademán muy simple, lo liberó de sus ataduras. Observó con tranquilidad, pensando muy seriamente en que ese no había sido un accidente... Jung Kook muy probablemente era otra broma de su trastornado padre. Y sintiéndose un poco furibundo con ello, surnió la nariz, más por un tic que por molestia.
—Te vas a portar bien, ¿verdad que sí, cachorrito? —exclamó en un susurro. Parecía sereno, y aunque por dentro se sentía como el más indigno de los desastres, el inusual silencio que había dentro de su mente le estaba trayendo un poco de paz, de esa que no había probado desde la noche anterior, de esa que no había probado desde...
—¡No me llame así! Ya le dije que no soy eso que dice —La voz de Jung Kook se pronunciaba como un cántico de paz y de burla. No porque el chico se estuviese burlando, por el contrario, el chico Boseman parecía haber entendido un poco el hecho de que Vanther no iba a hacerle ningún daño, razón por la que había dejado de temblar y por la que se había dejado guiar entre la penumbra del bosque que rodeaba chateou, sin la necesidad de hacer una ridícula escena sobre "señor, por favor, no me mate". Y eso era un alivio, porque Tae Hyung estaba un poco harto de que lo compararan con un burdo asesino. Es decir, sí ha jalado del gatillo en un par de ocasiones, y sí ha visto un par de corazones detenerse frente a sus ojos para no regresar a latir jamás... Pero esos corazones no fueron víctimas de sus armas, ni siquiera había sido necesario que lo intentase. ¿Qué había ocurrido ese día? En la cima de un edificio... Estaba lloviendo... Y un Tae Hyung bastante inexperto había estado llorando por lo que parecía una eternidad de sufrimiento.
. "Pensamientos invasivos innecesarios para la misión".
¡Oops!
"El almacén de memoria a largo plazo será reiniciado".
No se sorprendió en lo más mínimo. Tampoco era como si pudiera hacer algo para evitar que V hiciera su trabajo. La tenue imagen de un pasado que no le interesaba en lo más mínimo, desapareció de su mente, como una cinta que se quema y se corta con una inmediatez inquietante.
—Mhm... Ya, te creo —soltó sin ganas—. Terminemos con esto rápido —Examinó una vez más al muchacho, incrédulo por la manera tan sencilla con la que parecía poner de cabeza todo a su alrededor. Caminaban con tranquilidad en medio de la arboleda.
Sin importar hacia dónde mirara, todo era obscuridad. El tenue destello verde bajo las ropas de Vanther eran lo único a lo que podía apelar para no tropezarse. Algo se removió entre el follaje a su izquierda, y Jung Kook casi pudo jurar que se levantó cinco centímetros del suelo por el saltito que dio. ¿Sería cierto que moriría si salía de allí por su cuenta?
—¿Por qué me suelta?, ¡ya, diga sus verdaderas intenciones!, ¿No le da miedo que vaya a delatarle? —exclamó con el rostro perplejo.
—No creo que seas tan imbécil.
—Entonces me disparará mientras corro.
—No —pareció dudar de sus palabras, eso puso nervioso a Jung Kook—, no voy a hacer eso —aseguró.
—¿Y... y bien?
—Y bien qué.
—¿Por qué me suelta?, ¿se arrepintió?, ¿se apiadó de mí?, ¿o es que le remuerde la conciencia el hecho de ser un cabrón?
Tae Hyung esbozó una sonrisa genuina que segundos después desapareció tras su impasible semblante de siempre. Parpadeó un par de veces y mantuvo los labios sellados.
—Quién diría que eres un malhablado de primera —dijo, mientras siguió avanzando entre la penumbra—. Y un preguntón de mierda.
"Y con esa boca tan bonita..."
—Irónico viniendo de usted, Van-thy —exclamó Jung Kook con burla.
—Si sirve de algo... lo siento —masculla con sinceridad—. Las equivocaciones no son lo mío. Y no me llames así, Hope es el único idiota que se molesta en usar ese estúpido nombre. Y quiero golpearlo cada vez que lo hace.
—¿Cómo le llamaré entonces? —Jung Kook ladea la cabeza, reparando por primera vez que el hombre quizá no es tan enorme como lo recordaba. Quizá le lleva un par de centímetros, pero al mirar al piso y observar con mucho trabajo las horribles botas que calza, quizá sean ellos quienes le hacen de trampilla para lucir aún más gigantesco. No, Jung Kook no es tan idiota como para estar buscando una ventaja, sabe con exactitud que no podrá con él, de ninguna manera. Lo único que le queda es obedecer, al menos hasta el momento en que se le presente una oportunidad. Quizá entonces...
—No vas a llamarme —respondió—, si tienes suerte, no nos volveremos a encontrar. No abras la boca, o lo sabré. Entonces no seré tan paciente. —Jung Kook infla las mejillas mientras se encaminan afuera de la casa. Por supuesto es la inmensidad y la obscuridad lo que lo pone ligeramente nervioso, en nada tiene que ver la ligera decepción que se instala de nuevo bajo sus costillas. Llegan hasta una zona apartada, y de allí, Vanther abre una compuerta que da hasta el subterráneo—. ¿Esperas una invitación cordial o algo? —pregunta con fastidio. El joven Boseman se le queda mirando por unos breves instantes, todavía incrédulo de lo que estaba viviendo. Miró a la luna en lo alto del cielo, y le dijo adiós en su corazón, por si era la última vez que la veía.
Por dentro, era más cálido de lo que aparentaba. Aún estaba en extremo oscuro, sin embargo, no fue un problema para Tae Hyung guiarlos a ambos en medio de la penumbra, esa fue la conclusión a la que llegó, cuando el hombre caminó con tanta ligereza, como si conociera el terreno con la palma de su mano.
—Dioses, ya me imagino cómo suele salirse con la suya —susurró con un poco de entusiasmo. Extendió las manos para tocar los bordes de la pared y sintió unas inscripciones en ellas. Sin embargo, no entendió nada puesto que no había la suficiente luz para leer con comodidad.
—No. Odio estos pasajes... —exclamó Tae Hyung en un mascullar muy ligero—. Pero no voy a llevarte a casa saltado.
—No me molestan las alturas —mintió Boseman.
—No voy arriesgarme a que te vomites en mi espalda.
Jung Kook afirmó un poco avergonzado, incapaz de asegurarle que no vomitaría. ¿Qué podía hacer? Las alturas siempre fueron uno de sus mayores miedos, junto con los perros rabiosos y los microondas viejos, los globos o los fuegos artificiales; así como cualquier cosa que pueda explotarle en la cara.
—Lo que... Lo que dijo de mi hyung... ¿Es cierto? —Vanther frunció el ceño, como si no entendiera lo que, de hecho, entendía a la perfección—. ¿Mi Hyung es Spider-Min?
—¿Increíble, no? Que un chico tan joven sea, al mismo tiempo tan estúpido como para desperdiciar su juventud. Ya sabes, luchando contra monstruos y criminales, cada uno más raro que el anterior —el desdén en su voz era casi palpable—. Le tengo mucha lástima a ese pequeño bastardo.
—Hey... no hable así de mi hyung. Ji Min Hyung siempre ha sido un gran amigo para todos. Supongo que era de esperarse que alguien tan bueno ayudara al vecindario. A todos les conviene que exista un héroe de su magnitud. Este mundo ya está demasiado repleto de cabrones. —Tae Hyung guardó silencio ante la afirmación de Jung Kook. Era la primera vez que una persona le había causado tanta curiosidad. Más allá del mecanismo, el niño Boseman parecía ser una persona curiosa. Un hipócrita de primera. De alguna manera, eso lo hacía menos desagradable ante Vanther, pues la sola idea del muchachillo intachable le daba náuseas—. ¿Us- Usted revelará su identidad?, ¿irá tras él?
Pero Jung Kook parecía una pequeña mierda mentirosa.
—Muy brillante no eres, Boseman —atacó—, si fuera a perseguirlo después, ¿te lo diría? Te daré un minuto para pensar en tu respuesta, tómate tu tiempo. —Tae Hyung mantuvo una mueca irónica entre sus cejas, mientras se divertía al ver el rostro perplejo de Jung Kook incapaz de contestarle siquiera. Los ojos de Jung Kook brillaban en verde con la tenue luz de la linterna, era graciosa la manera en la que se esforzaba en sonar amable y dulce, sin embargo, el solo hecho de que no le apartara la mirada con nada, lo delataba. Jung Kook no era una persona tímida. Entonces pareció fastidiarse de mirar a su rostro y tuvo que obligarse a apartar la mirada, por supuesto el hecho de que el mecanismo estuviese guardando más imágenes para su registro no tenía nada qué ver—. Spider-Min no me interesa —exclamó a regañadientes.
"Pero sería bueno si te mantienes alejado de él".
[2.4]
—Si lo que dice es verdad, puede llevarme al borde de la ciudad. Eso es mejor que estar aquí enterrado. Aún es temprano... Quizá Ji Min Hyung me cubrió. No quiero que papá y mamá...
—¿Por qué usas esa palabra? —cuestionó Vanther—, hyung, hyung, —dijo Tae Hyung imitando con sorna la vocecilla del cervatillo—. Pareces imbécil.
—No voy a explicarle, ni siquiera estaría interesado en entender.
—Eres americano —Jung Kook se quedó callado. De nuevo observándolo con esos ojos tan grandes y tan brillantes—. Tienes unas costumbres muy raras como para haber nacido en tierra de blancos, ¿no? O bueno, no me respondas, no me interesa.
"Vete al diablo, a mí sí me interesa".
—De todas formas, no iba a decirle —quizá era el enojo, pero el mecanismo casi pudo percibir un ligero acento extraño en sus palabras, allí, escondido entre su perfecto inglés, había algo extraño que se filtraba en su lengua... ¿De dónde provenía ese sonidito?, ¿por qué no encontraba información al respecto? Pero no. Debe recapitular. La única razón por la que parece estar obsesionado, es por ese tatuaje en el interior de su labio. Eso le daba sentido a todos los cálculos que han estado abrumando al sistema desde el primer momento, pero, la verdadera pregunta, era... ¿por qué? Entendía el origen de su devoción, cedía a la perfección con su programación, la de jamás cometer un error. El mecanismo estaba convencido, Jung Kook Boseman no era un error. Por el contrario, Tae Hyung está seguro de que lo es y es esa única pequeña parte de libertad la que está causando el conflicto de la no liberación. Tae Hyung y el mecanismo no están para nada de acuerdo y eso no es... Normal.
—Ya... —Tae Hyung lo observa disfrutar de la brisa que trae la madrugada— Escucha, niño... Lamento este desastre —admite con sinceridad— Tus asuntos no son mi problema, lo que sea que vayas a hacer, lo que sea que seas. Me encargaré de no cruzarme más en tu camino, es lo máximo que puedo hacer por ti —y Jung Kook mantuvo la mueca perpleja, incapaz de poder explicar lo que sentía en ese momento. Estaba extrañado, aliviado y... decepcionado—. ¿Bien?
¿Decepcionado?, ¿era esa la palabra que buscaba?
—¿Qué es este lugar? —preguntó Jung Kook.
Al subir un par de escaleras, entraron a un almacén en penumbras.
—Tu dirección de entrega. A eso me dedico, niño. A entregar cosas. —Vanther le señaló la puerta. Y para cuando Jung Kook cruzó el umbral de la puerta externa, se dio cuenta: Estaba de nuevo en Queens—. Si me esperas, te llevaré yo mismo a casa. Pero también puedes mover tus piecitos y regresar por tu cuenta. Sal allí y sé libre, niño.
—No tiene idea de lo que está haciendo, ¿cierto?
Cuando volvió la mirada, la puerta tras de sí, estaba cerrada. Y por más que quiso forzarla... Esta no cedió.
[2.5]
En un callejón en donde la luz a duras penas entra por la parte superior de los edificios, Tae Hyung se balancea sobre un contenedor de basura. El día es aburrido, pero si se concentra lo suficiente, puede escuchar las conversaciones de dos idiotas a la vuelta de la cuadra y eso le da en lo qué pensar, susurran un par de tonterías que Vanther se esfuerza por ignorar. "Es solo una anciana" escucha. Con la mirada impasible se relame los labios, genuinamente harto. Revisa la hora, ese hombre se ha retrasado por diecisiete minutos y medio, y como es obvio, se encargará de hacerle pagar por el tiempo que le ha hecho perder. "Tomas lo que tenga, y luego sales corriendo, te veré al otro lado de la avenida, allí nos repartiremos el dinero".
—Pierden su tiempo —exclama Tae Hyung al vacío—. La vieja tiene como tres dólares en monedas de a veinticinco centavos, eso y unos chicles que no puede mascar porque la prótesis dental que le puso el tacaño de su dentista es una mierda. —Habla solo, porque los ladroncitos novatos están bastante lejos de donde el implante coclear extiende su alcance.
Algo curioso (y a la vez molesto) sobre el mecanismo, es que le permite extender su capacidad auditiva a niveles sobrehumanos. Y son estas mismas conversaciones tan estúpidas la que lo obligan a bajar el volumen del exterior a cero. Tae Hyung está más tranquilo consigo mismo cuando no hay ruido, cuando puede callarlos a todos con una simple orden. Entonces las conexiones en su aparato auditivo se desconectan a voluntad y puede fingir que no existe nadie en el mundo. Nadie más que él y su mente (Y todo era tan maravilloso entonces). Había observado a la anciana hacía unos siete minutos. Caminaba con lentitud, y la bolsa sonaba a penas con el choque de las monedas. No tuvo que hacer mucho más para saber cuántas monedas y de qué denominación eran. Esos novatos iban a gastar las energías en una movida completamente inútil y Tae Hyung no podía apartar la mirada del vergonzoso error que estaban a punto de cometer, después de todo, siempre era divertido ver a los novatos fallar—. Idiotas. Hasta para ser un ladrón se necesita algo de cerebro.
El cielo está despejado. Y aunque no le guste, ha tenido que salir a la luz del día. El traje militar le esconde lo llamativo del brazo, y eso es bueno, porque odiaría llamar la atención de los curiosos, quienes sin filtrarse la lengua comenzarían a hacerle preguntas, sobre la mirilla y sobre los surcos sintéticos en la palma de su mano izquierda. Pero no puede hacer nada por la mirilla, así que espera poder terminar rápido para regresar a casa lo más pronto posible sin ser visto.
Se fastidia de esperar, por lo que se sienta encima de la tapa y recarga su cabeza sobre los ladrillos de la pared. ¿Qué le estaba sucediendo? Tiene la mente en alerta, y aunque nunca ha estado tranquilo sobre ningún aspecto en su vida, esta reciente preocupación es demasiada, incluso para él. Las imágenes se despliegan con violencia, y lo distraen. Si baja la guardia por un segundo, entonces todos y cada uno de los sonidos a su alrededor, llegan a sus sentidos con la misma fuerza, magnitud e intensidad. Y aunque el mecanismo debería regular estos aspectos, Tae Hyung ha tenido que desactivar un par de funciones para poder trabajar sin la mirilla llena de fotografías. Por eso es que no puede hacer más que lo que había estado haciendo en los últimos años... Aguantar.
Arruga la nariz, preso de los recuerdos. Al bajar el labio inferior del chico, había visto ese tatuaje, centelleando muy suavemente en un púrpura que le pareció desconocido... Así como aterrador. Pero por más que le interrogó, Jung Kook juró no tener idea de lo que significaba. Y no iba a molestarlo con el asunto.
"Déjalo ya, lo estás asustando" le había apuntado en la mirilla.
"El chico ya está grandecito para saber en lo que se mete" pensó en aquel momento. Aplicando mayor fuerza en el agarre de su labio. Jung Kook solo le había mirado con el corazón a galope tendido y los ojos muy abiertos. Esos ojos que, aunque aterrados, sabían mantener un valor para sostenerle la mirada.
"Pero no tiene ni idea".
Aprisiona la quijada con fuerza. Y antes de que empiece a pensar en sus desgracias, porque eso son para él, desgracias, el mecanismo se pone en alerta. La retina da un pequeño giro y de inmediato pone erguida la espalda. Da un salto del bote de basura para quedar de pie y aunque un par de personas pasan desprevenidas por la calle principal, el callejón está vacío.
—¿Tenemos que hacer este jueguito otra vez, Brooklyn? —exclama Tae Hyung al dar un par de vueltas en su sitio, buscando con la mirilla alguna señal de calor que le confirmara que el tipo estaba allí —. Aún si logras sorprenderme, no llegarás muy lejos. No sé qué pretendes con todo esto.
Tae Hyung piensa en el niño, en su domicilio, en la manera tan despreocupada con la que le miraron sus padres cuando lo recibieron en la entrada. Él se había quedado cerca, observándolos desde un edificio aledaño, incapaz de alejarse, gracias a que el mecanismo quería asegurarse de que el chico estaría bien. Jung tenía razón, no habían pasado ni cuarenta y ocho horas, pero ya era una niñera. Tae Hyung repara en el silencio que sedimenta sus pensamientos. Después el sonido de algo que se une con mucha lentitud, se acrecienta a sus espaldas. Y las pequeñas partículas regadas por todo su alrededor se unen, una a una, hasta que la figura de un hombre vestido de blanco se forma justo frente a sus ojos.
Su incorporación es inestable, como siempre. Pero se las arregla para mantenerse íntegro y de pie.
—No trataba de sorprenderte —susurra White Shadow, un chico mucho más bajito y el más reciente cliente de Tae Hyung, su voz es bajita, serena, paciente—. Me habían contado que eres imposible de asaltar desprevenido.
Hoy no lleva las armas más grandes. Al contrario, un simple Glock 26 en la correa inferior de sus pantalones, se esconde bien, por si tiene que caminar entre los pasillos del edificio, pero si se da la oportunidad, saltará por los costados de las paredes y romperá una ventana. No quiere tener que fingir que no quiere acabarlos a todos.
—No imposible —dice Kim extrañado, como siempre, por la habilidad del hombre. Ho Seok se había encargado de hacer el contacto, y le había asegurado, que este pendiente en particular, le convenía tomar. La primera vez que habló con White Shadow, no pudo ocultar su curiosidad ante una habilidad tan extraña, algo que al mecanismo le costaba un poco de tiempo detectar, gracias a su capacidad de casi desintegrarse con el aire. A veces, White era un cuerpo, a veces, era solo un conjunto de partículas dispersas en el aire, capaces de moverse con independencia, sin nunca olvidar lo que hacían en conjunto—: Pero sí difícil.
White Shadow, o Brooklyn, como se había presentado ante Tae Hyung la primera vez que se vieron, era un islote de paciencia en el gran caos que era la vida del hombre. Siempre mirándole como se le mira a un hermano menor, White Shadow había estado especialmente insistente en hacer contratos con Vanther a la menor oportunidad. Y no se quejaba nunca, jamás le regateaba las pagas, ni le hacía rabietas, era el negocio más frío y perfecto de entre todos los que tenía y de hecho, era uno de los preferidos de V; sin embargo, había una extraña calidez en su voz y en su existencia, que Tae Hyung nunca logró entender del todo. Ojos pequeños, estatura mediana y la capacidad de desaparecer en medio de la nada, no pasó mucho tiempo para que V entendiera que debían mantener cerca a tal tipo. Ya fuera porque le daba buena espina o, por el contrario, porque la información era demasiado escasa para confiar.
Tae Hyung aguardó en silencio hasta que el hombrecito le dijera sobre su encargo. Pronto, la mirada se le queda clavada en un edificio a un costado del callejón. Era uno de los centros de apoyo para refugiados de Wakanda. Pues, después de que el rey rebelara la existencia de un país tan codiciado, no pudieron seguir pretendiendo que no tenían descendientes —hijos, como se les llamaba en sus tierras—, dispersos entre las tierras extranjeras, a quienes debían ayuda. Hombres y mujeres de raza negra, orgullosa y por fin dotada de dignidad, se paseaban en el edificio para pedir los apoyos que el mandatario supremo del país podía darles. Ya nunca más habría hijos de hombres wakandianos perdidos, que soportaran la humillación que ejecutaban sobre su gente, su raza o su cultura.
Era una manera en la que podían escapar hasta la tierra del Vibranium, o bien, tener una nacionalidad que les respaldase. Una tierra que no estaba dispuesta a abandonar a sus hijos.
De pronto, como en una mala jugada de la vida, Tae Hyung comenzó a pensar en lo que deberían hacer los padres con sus hijos. Y se sintió nauseabundo con la respuesta. Los padres deben brindar protección. Los padres debían ser una guía constante. ¿No era así?
—Se rebelaron ante el mundo —exclama White Shadow con la voz muy suave. Curioso ante los inusuales tintes en las facciones de Vanther, que, aunque mínimas, están allí, para hacerle notar que seguía, ante todo, siendo solo un humano—. Pero eso no significa que acepten a cualquiera dentro de sus fronteras.
—Los asuntos políticos me ponen a dormir. Cambia de tema rápido, Brooklyn, o me largo —dice con fastidio, casi bostezando por el tiempo que le hizo esperar. Por supuesto el estirar sus músculos, no es un último intento del mecanismo por mantenerlo fuera de los malos pensamientos y las emociones innecesarias—. Tengo que entregar un cachorro perdido a sus dueños. Lo dejé a unas cuadras de aquí, pero resulta que ni siquiera sabe tomar el autobús desde la frontera de la ciudad, ha estado dando vueltas como idiota durante casi media mañana, todo un dolor de cabeza.
—¿Ahora te dedicas a devolver animales a sus familias?, ¡eso es un avance! —se burla el chico de inmediato —Eso significa que ya vas a poder dejar las malas andadas.
—Algo... Por el estilo —masculla Tae Hyung mientras abre y cierra documentos dentro de su mente, más como un tic, como un mal hábito que se ha vuelto inherente a su persona. Por eso es que apenas le conecta la mirada. Eso, y porque sabe que a Brooklyn no le gusta mucho que le miren, gracias a su inestabilidad.
—Necesito que me traigas una computadora de ahí, completa. Está en mi oficina, bueno, antes era mi oficina —exclama Brooklyn.
—Ahh... ¡Qué aburrido! No voy a robar una computadora. Vaya a AT&T o algo y compre una nueva. Creo que cierran hasta las diez.
—¿Por qué no?
—Sería un desperdicio de potencial —exclama Vanther antes de encaminarse lejos de White Shadow y del callejón.
—Desperdicio de potencial que lleves un arma cargada de vibranio solo para devolver perritos a sus casas.
Tae Hyung para su caminata de inmediato.
—Mis armas no son... —masculla al dar la media vuelta, solo para aclarar un asunto importante—. Mis armas no son de vibranio, ¿cree que yo puedo pagar algo como eso? Si pudiera, no estaría trabajando como imbécil día y noche para gente como tú.
—No te hagas el tonto conmigo —exclama Brooklyn—, te llamé por una razón. Hope me dijo que aceptarías. —Ha alcanzado a tomar una parte de su camiseta, y lo hace con fuerza. Con toda la fuerza que se requiere para no desintegrarse a la menor oportunidad, y aunque Tae Hyung sabe que se está esforzando mucho por mantenerse unido, está pensando muy seriamente sacudírsele de encima y saltar lejos de su vista—. No puedes dejarme aquí.
—Le sugiero que me suelte, si es que le gusta comer con los dientes completos —amenaza, disgustado por el toque innecesario. Si hay algo que estresa a Tae Hyung (además de su propia existencia en general), es que le toquen sin permiso. No lo soporta. Y está haciendo un enorme esfuerzo para no estallar a la menor oportunidad —. No le haré más advertencias.
—Nada en mí está completo. Al primer golpe desapareceré. Ojalá pudieras desprenderme algo, así podría recordar lo que es sentir —admite con tristeza y al mismo tiempo fastidio. Una sonrisa precede a ese semblante—. Es importante que la consigas, es... De vital importancia —El hombrecito entiende la señal y le suelta muy lentamente. Y ya que ahora tiene su atención, procede a hacer su petición, aunque no le hayan dado el visto bueno para expresarse. Ya no importa si Vanther toma o no su pedido, justo ahora, tiene la obligación de hacerle aceptar, o al menos... escuchar—. Buscan algo importante y toda mi investigación está en esa computadora.
—Pues vaya a buscarla, es suya después de todo, ¿no? —exclama Kim con obviedad. No puede entender por qué le hacen perder el tiempo. Todavía tiene cosas qué hacer. De nuevo tiene las horas contadas. El horario no es idóneo, el clima no es idóneo, por supuesto, concluye el mecanismo, debería estar en casa.
—Las personas que me contrataron prefieren hacer esto desde la tranquilidad del anonimato. Es importante que no sea visto en los alrededores del edificio. Me temo que no soy bienvenido y me reconocerían de inmediato —el muchacho parece tocar instintivamente sus blancos cabellos, y una sonrisa de goma se forma en su rostro, a manera de tristeza—. Por favor. Te prometo que la paga será muy buena.
—Ya lo intentó antes, ¿verdad? —el silencio parece darle la razón—, ¿Si entra por su computadora, le vuelan la cabeza, o algo por el estilo?
—Son personas muy sutiles —afirma el cliente con ironía.
—Bastante, me gusta su estilo, sin rodeos.
—Reconocerás el archivo. Tiene las iniciales de la antigua Embajada, te envié fotografías hace unos tres días, dudo que lo hayas olvidado. ¿Lo harás? —pregunta, esperanzado. No quiere arriesgar toda su investigación por un descuido. Ya después encontrará cómo lidiar con las personas indeseadas. Y si hay alguien capaz de arriesgar el pellejo, ese era Vanther.
—Depende. ¿Cuánto es lo que está ofreciendo? —Y justo después de que White Shadow moviera los labios, el mecanismo se puso a hacer cuentas, sobre los porcentajes, sobre cuánto faltaba para su meta, y sobre cómo entraría para robar la computadora. Cargarla sería un problema, pero si lo que White quería era solo la información, quizá podía... —Está bien. En la noche te traeré lo que quieres —exclama Vanther da la media vuelta dispuesto a examinar el edificio.
—Gracias, Tae... —De inmediato una corriente gélida recorre su espalda. Hacía tiempo que nadie fuera de Ho Seok y Seok Jin lo llamaban de esa forma, con ese tono, con esa intención... De pronto sintió los deseos de revisar el archivo de reconocimiento de voz. Todas las personas con las que había cruzado palabra alguna vez, revoloteaban en su memoria a la perfección. Pero de White, el archivo más antiguo, era de tan solo unas semanas cuando le contactó por primera vez por medio de un teléfono que rastreó hasta Madripur. ¿Por qué de pronto se sentía tan rara? Al volver la mirada, White había desaparecido, al igual que su presencia total. Ya no había partículas cerca. Ahogó un gruñido, como cada vez que se sentía estafado.
Chasquea los dientes junto con una maldición.
Ajusta la correa de sus botas. Da un par de pasitos a manera de juego, comprobando que la absorción del sonido funciona sin contratiempos. Todo en orden. Nivel de reverberación: cero por ciento. Hoy Ho Seok no está conectado al implante coclear, pero ha sido cuidadoso con V y ha logrado redirigir sus registros a segundo plano. Verán, recientemente ha tenido un problemita en el que el mecanismo se abruma ante la sarta de información que llega hasta su cerebro, temperatura corporal interna y externa, origen de todos los sonidos existentes que se mantienen en sus tímpanos al mismo tiempo y con la misma intensidad, descontrol total de pensamientos invasivos que le molestan al punto de marearlo, regulaciones biológicas básicas para su estabilidad corporal, así como la densidad ósea en sus huesos, que parecen estar en un plan de todo o nada; es por eso que Jung se había ofrecido a mantener estos reportes al margen, así, si hubiese algo realmente interesante —o peligroso—, podría avisarle con tiempo. Cosa curiosa, desde que esa pequeña fotografía estaba en la esquina inferior izquierda de la mirilla, parecía que era más fácil concentrarse.
Nadie estará dispuesto a juzgarle, por mantener la pequeña imagen de Jung Kook con esos horribles lentes cuadrados en la mirilla, porque no es que Tae Hyung quiera mantener allí su fotografía. Sí, se lee muy mal, pero es que, ¡entiéndanlo! Si quita la foto, se arriesga a que en cualquier momento el Mecanismo busque fotografías por su cuenta y comience a pasarlas por todos lados. Y además de estresante, es peligroso no trabajar con todos los sentidos alertas. Y aunque no quiere ni pensar en cómo llegó a esa conclusión, la pequeña fotografía en la esquinita de la retina artificial, parecía haber arreglado temporalmente al Virus JK.
Con una rápida mirada al edificio, puede notar que los vigilantes están a punto de hacer un cambio de guardia. La embajada se alza imponente entre una calle que conecta el Empire State con Bryant Park, lugar en donde se había instalado desde hacía unos años una réplica exacta de la Embajada original fundada en California. No es la primera vez que lo observa, pero sí es la primera vez que le piden entrar, una lástima que le mandaran a entrar más como un ladrón que como un turista a punto de tramitar la VISA. Pero qué importa, el trabajo de hoy es bastante más sencillo que secuestrar a una persona y eso, aunque no lo admita en voz alta, lo agradece.
Al apagar la retina, el tenue brillo bajo sus ropas desaparece y la perfecta piel sintética que se funde con el tejido epitelial natural es una obra maestra que, en su opinión, merece todos los halagos del mundo. Padre sería un bastardo, pero sabía lo que hacía... Al menos antes de perder la cabeza y convertirse en el maldito que era ahora con todos a su alrededor.
Duda en si quitarse la mirilla o no, pero después de pensarlo por un momento, concluye que sería demasiado extraño entrar con ella. No. Vanther no quiere llamar la atención justo ahora, es más, mientras más discreto, mejor. Sin pensarlo más la apaga, y es horrible la sensación de ceguera que le acompaña. La vista de su ojo derecho, no es muy buena, pero es la única que tiene y tendrá que arreglárselas con esa; al menos, puede escuchar con claridad todavía, pese a que la mirilla no está consigo. El arma esta vez es lo bastante pequeña para entrar en sus botas, lleva un pequeño revestimiento de una aleación extraña de Ho Seok por lo que está seguro de que los detectores no repararán en ellas. El arma es más un seguro, un capricho, y aunque no la necesita, se enterca en llevarla simplemente por el gusto de no tener las manos desnudas si es que el desastre, de alguna manera, estalla.
"Si alguien ataca, podremos defendernos sin esas tonterías".
—V, eres una máquina, no espero que entiendas de placeres humanos.
"Los placeres humanos serán regulados. Presumir es innecesario para la misión".
Tae Hyung gruñe frustrado. Voltea los ojos, un poco harto de V y su programación. Pocas cosas durante su día a día le daban placer, ¿en qué afectaba que quisiera fanfarronear solo un poquito con su puntería? Al menos se estaba comportando un poco más como de costumbre. Impasible. Frío y distante. Así le gustaba más, así lo hacía sentir menos idiota.
La embajada no parece el edificio más llamativo de todos, no pareciera mantener las riquezas que supuestamente, el rey manda desde su país al otro lado del charco. Hay un par de personas haciendo trámites, la mayoría abogados asignados que acompañan a sus clientes para asistirlos con la Reubicación. Desde que el rey de Wakanda había expuesto ante el mundo las riquezas de su país, los programas sociales tuvieron reestructuraciones verdaderamente importantes. Al parecer, los descendientes del país que pudiesen probar sus orígenes, podían acceder a lo que ellos llamaban... "Tatuaje de Identificación".
"Tanto alboroto para tramitar una visa", pensó Tae Hyung con fastidio. Pero pronto rectifica sus pensamientos, no los culpa. Si él tuviese una identidad, no dudaría ni un segundo en...
"Vidrio de Ruanda. Los nudillos no serán capaces de desintegrarlo. Se sugieren alternativas".
—Sí, ya me imagino cuáles son tus alternativas, V —exclamó con fastidio. Si no puede saltar hasta el último piso y romper los vidrios para extraer el pedido, tendrá que pensar en algo más... Las alternativas que sugiere el mecanismo le parecen demasiado molestas, pero, a decir verdad... No tiene una idea mejor.
Tendrá que entrar por la puerta de enfrente.
[2.6]
—¿Te apuntaste para el voluntariado, Kookie? —La pregunta llega con inocencia, aún si Jung Kook siente que le quieren acorralar.
—¿Eh?
—El voluntariado. Para el nuevo centro de apoyo. Dijiste que irías —Ji Min le observa muy pacientemente, en lo que guarda su uniforme en el casillero. Concretamente, este en particular, se encargaba de que los compatriotas wakandianos tuviesen un lugar al cual regresar. Pero la situación estaba hecha un verdadero desastre. Muchos refugiados y poco personal. Por eso es que las organizaciones tuvieron la brillante idea de pedir ayuda a los jóvenes estudiantes, de esta manera, ellos se aseguraban de darse abasto en los albergues, al tiempo en que los muchachillos conseguían créditos extras para aumentar sus notas finales—. ¿O será que ya te arrepentiste?
—N-no. Para nada. Iré. No conozco esa parte todavía —admitió Jung Kook.
—Genial. Es en el edificio al sur de la ciudad. Será divertido, escuché que los instructores incluso nos van a enseñar un poco sobre el idioma. ¿Te imaginas? Al fin, voy a poder entender las conferencias de las Naciones Unidas sin subtítulos.
—¿Quién es su sano juicio mira esas conferencias? —exclama una voz a sus espaldas.
—Hola, Wayne. ¿Tu irás? —pregunta Jung Kook con amabilidad, tratando de no parecer demasiado distraído.
—No puedo. Un familiar tuvo un accidente de auto anoche, me toca acompañar a mis padres a ayudarle con la pierna rota.
—Auch. Aún recuerdo mi férula. Jung Kook y yo caímos de un árbol de dos metros, ¿lo recuerdas, Kookie? Todavía no entiendo cómo saliste ileso de ahí.
—Quizá fue porque le caí encima, Hyung.
—Ah... Siento tanta envidia. Yo quisiera un amigo con el que pudiese compartir todo todito. Lo más parecido que tengo, es a Amadeus, pero él nunca está disponible para salir de fiesta. Y ninguno de ustedes, cerebritos, tiene tiempo para los amigos.
—Saqué una F en matemáticas —exclama Jung Kook para llenar el silencio que estuvo a punto de formarse ante su duda—. ¿A quién llamas cerebrito?
—Al menos las universidades podrán ignorar tus notas cuando vean tus medallas. Uno que no es deportista, ni nerd... ¡¿qué queda para los mortales, eh, Kookie?!
Ji Min y Jung Kook se miraron con resignación, antes de decir al unísono:
—El voluntariado.
[2.7]
—Disculpe, ¿me puede prestar su identificación, por favor? —Tae Hyung se mantiene muy callado ante la pregunta y mira muy fijamente vigilante de la recepción. Tiene las mejillas abultadas y resulta demasiado bajito a su lado. De inmediato cierra los puños y manda una señal al mecanismo.
"Nos llamamos Park Seo Joon, somos el asistente de quien quiera que esté allí arriba y venimos por una carpeta que nos mandaron a traer. Dame el nombre, quién está allá arriba".
—Ah, seguro —responde Vanther, fingiendo que busca su documento de identificación entre los bolsillos (aunque lo cierto es que tiene la vista borrosa sin la mirilla). El mecanismo busca información en la red del edificio. Burla la seguridad en un parpadeo y pronto el nombre de su ficticio y olvidadizo jefe llega a su mente como un falso recuerdo—. ¡Oh, demonios, creo que la olvidé en la otra oficina! —Sus expresiones son mínimas, pero convincentes. —Puede verificar la información en la base de datos del señor Forest.
El vigilante le mira dudoso por las botas y de hito en hito se pone a examinarle. Es raro que un oficinista se pasee de aquella manera entre las embajadas, pero al mirar el joven rostro del asistente, termina por concluir que la juventud simplemente no tiene respeto por la etiqueta o el buen vestir. Camina con tranquilidad a la computadora y entra al buscador de los empleados.
—Me repite su nombre, por favor —exclama el recepcionista con bastante propiedad. La mirada de fastidio que le dedica no es mayor a la que Vanther le devuelve, pero es la falsedad de la sociedad humana, piensa Tae Hyung, la que los obliga a fingir cortesía y es casi hilarante la manera en la que ambos hacían eso por un mustio sueldo. Al final, no eran más que dos malditos hipócritas mirándose a la cara, como perros que hacen el truco en la espera de un premio, Tae Hyung estaba convencido de ello.
—Park Seo Joon.
Un click y la imagen del joven Park Seo Joon, un supuesto graduado en administración de recursos humanos (y el más reciente asistente del Jefe Forest), es arrojada a la pantalla de la computadora. El rostro de Vanther aparece sereno en la fotografía, lleva el cuello alto y una mirada que, aunque distante, parece incluso... Amable. Sin la mirilla luce tan... Estresantemente normal, de inmediato Tae Hyung maldice al mecanismo por usar justo esa fotografía.
"¿No había una más jodida, V?" piensa con ironía.
—Ah, licenciado Park, aquí está. Adelante, usted ya conoce en donde están las oficinas.
Tae Hyung responde en silencio, con la cabeza gacha y avanza hacia la siguiente puerta. Retiene entre sus labios una sonrisa triunfal. Una vez adentro, lo único que hará, será recuperar la información de White y entonces...
"Eso fue muy sencillo".
—¿Licenciado?
"Algún día, deberíamos ingresar a la universidad, sería divertido".
—Contigo haciendo trampa a cada momento, no le veo el caso—. El mecanismo no comprende lo que hacer trampa significa. En lo que a su programación respecta, cualquier dato, documento o trámite al que tenga acceso, es suficiente justificación para tomar y deshacer lo que le plazca de esa red y de esa información. Por eso es que Tae Hyung no suele cuidarse de las cámaras, porque entonces, antes de abandonar un edificio, procede a la limpieza de su imagen y su nombre y por eso es que el mecanismo suele otorgarle una confianza terrible a la hora de mentir, porque no hay nada a lo que no pueda tener acceso... ¿No? —. El enclenque no me dijo cuál de todas estas puertas era... Tendremos qué probar una a una. ¿V, hay personas en este piso?
El mecanismo le da una negativa.
—Excelente.
Al menos buscar no sería un trabajo pesado.
Comienza a revisar una a una las puertas que se despliegan ante sí en el enorme pasillo. Oficinas vacías con aroma a naftalina. Busca el nombre que le indicó White y pronto, la placa del hombre aparece en la penúltima puerta. En su interior, solo hay una computadora, está encendida, pero la capa de polvo que la recubre, le dice que lleva mucho tiempo sin ser usada. ¿Desde cuándo White estaba siendo perseguido?
Había escuchado un poco de su caso. Intentó hacerse el héroe en su adolescencia. Y un accidente lo condenó para siempre. ¿Y las personas a las que había salvado? Se las había tragado la tierra, o se habían evaporado ante el más mínimo rayo del sol, porque nadie parecía recordar sus hazañas (ni tampoco se veían interesados en recordar). Por eso, —y por otras tantas razones— Tae Hyung desprecia con el pecho frío los actos heroicos, o quizá no es desprecio y son solo las náuseas que no controla al pensar en el ser humano; Porque no importaba cuántas veces pusieras el pellejo por ellos, no importaba cuánto sacrificaras por ellos... Al final los idiotas que cometían la osadía de llamarse a sí mismos héroes, terminaban olvidados, desechados, como la basura del mundo, como los juguetes que se rompen al tiempo en que salgan otros para reemplazarlos. Entonces la bondad y la maldad carecían de sentido total, no lo entendía, por más que antes hubiese estado interesado en descifrar la diferencia. ¿Para qué perder el tiempo en actos tan inútiles?
Un suave susurro en la lejanía. Al asomar por la ventana, un par de autobuses se estacionan en la entrada del edificio y los trajeados que bajan con ligereza, extrañan a Tae Hyung en demasía. Con rapidez saca la mirilla del bolsillo y la coloca en su sitio. Pronto el destello en sus pieles regresa y ese característico calor embarga sus manos. Con un acercamiento, la retina le muestra con claridad los rostros de las personas que acaban de bajar. Todos tienen cara de idiotas, piensa.
"Estudiantes" apunta el mecanismo al corroborar un escudo en una de las mochilas de los chicos. "Vienen de la Preparatoria Midtown".
—¿Ahora ponen a los niños a hacer beneficencia?, ¿y así quieres ir a la escuela? —se burla—, ¿para que nos usen de sirvientes? —Precedido por los autobuses escolares, el mecanismo reconoce una placa en el auto que acaba de aparcarse justo a un lado en el área de estacionamiento. Corrobora la información y decide que debe hacer las cosas con rapidez—. Tenemos que apresurarnos —Porque esa placa no es otra que la del verdadero director de la Embajada y duda mucho que se ponga contento cuando descubra, que su nuevo asistente está auscultando por donde no debe.
Lamenta la desgracia de esa tecnología tan anticuada.
Y piensa en las posibilidades de sentarse cual ser humano común sobre la tierra para encenderla y buscar en sus archivos, pero tampoco es como que la quieran encendida. Ni modos, trabajo era trabajo.
Comienza buscando las conexiones al tomacorriente y desconecta todo de un tirón, enrolla los cables alrededor de su antebrazo, mientras las esquinas de la habitación le distraen mínimamente, en serio que no había ni la más mínima pizca de seguridad en esa horrible oficina. Tiene el gigantesco monitor en un brazo y piensa sobre cómo llevar lo que ubica como la unidad central. Es un desktop muy antiguo, es casi increíble que aún existan ese tipo de ordenadores, y más de este modelo tan pero tan antiguo. De bordes gruesos, pantalla ruda y cóncava. El teclado es tan grotesco y gracioso que ni siquiera se molesta en cargarlo, sino que arranca el cable y lo arroja debajo del escritorio. Carga con cuidado la unidad central y se encamina rumbo a la salida. Al salir de la oficina, está pensando en las maneras en las que sacará a tan gigantesco dinosaurio a la vista de todos.
Y aunque todo parece ir de maravilla, basta tan solo una mirada por el rabillo del ojo, rumbo a la ventana, para que todo su trabajo se vaya a la mierda.
Porque es una carita familiar la que lo arrastra como en un impulso a asomarse por la ventana. Los chicos de la Escuela Secundaria están todos juntitos en la planta baja hablando con un hombre gracioso que les pide a todos ponerse en una fila. Y Tae Hyung siente hervir la sangre cuando su cuerpo se mueve casi por instinto para asomarse más hacia la ventana y corroborar que, de hecho, se trata de él.
Todo su rostro está estampado en el ventanal y de no ser por el Vidrio de Ruanda, quizá la fuerza que ejerció el Mecanismo lo habría lanzado volando por los aires, solo porque el muy maldito lo incita a "saludar". ¿No quería que también le pusiera la patita?, ¿no quería que también hiciera trucos cuando estuviese en su presencia?
—¡No! —masculla Vanther con la mirada desentornada, esforzándose por controlar su propia mente y por no soltar la computadora entre sus manos. Pero es el mismo descontrol el que activa los flujos de energía en sus pieles, la que termina por calcinar el plástico aparato y su funcionamiento interior... Dejándolo como un armatoste, ahora sí, inservible. Tae Hyung se reprende a sí mismo. Está a punto de abofetearse mientras se repite una y mil veces que no puede arruinar este trabajo también, que no puede ser posible que esto le esté pasando a él. ¡¿En dónde quedaría su reputación?!
Casi por instinto, dedica una mirada furibunda a ese niño en la lejanía. Él era el único culpable.
Jung Kook Boseman pagaría por esto.
Lo hiciera o no a propósito, lo estaba jodiendo. Tae Hyung está acostumbrado a la perfección, y dos errores ya eran demasiado, para su sistema, para su humor, y también para su orgullo. Arroja con rabia el aparato, sin importarle ya si el sonido alerta a los guardias de seguridad, o si la misión está completamente arruinada.
"No puedes sucumbir ante la ira" le indica el mecanismo.
—No quiero escuchar a nada que tengas que decirme, estúpido. ¡Todo esto es tu puta culpa! Ya perdimos el dinero, otra vez. Si White no vuelve a llamar, entonces... —No sería tan sencillo si se corría el rumor entre los bajos mundos de las ciudades conectadas. Vanther ya no sirve. Se le zafaron un par de tornillos y ya no puede siquiera caminar con eficacia. Está jodido... Y retirado. ¡No! Todo menos eso. Preferiría que lo desmantelaran antes que sobrevivir a medias entre las burlas de los más mediocres rufianes del Basurero Subterráneo en New Orleans. Por eso es que se obliga a enfriar su cabeza primero antes de moverse, porque si deja actuar a V en su reinicio, el dolor que vendrá después será insoportable. Entonces notar algo entre la pantalla y los plásticos que se han descolocado por el golpe que se dieron al caer. El conteo en la mirilla le hace saber que V está a punto de reiniciarse solo. Y no quiere perder el hilo de lo que está haciendo. No ahora—: Espera.
Parece revisar algo entre el desastre de plástico inservible, y una bolsita negra parece llamar su atención. ¿Sería posible que...? Un felino negro en bordes blancos le dan las iniciales que estaba buscando. YW.
—Ah... ¿Por eso la querías completa? —termina por comprender. Quizá no todo su dinero estaba perdido después de todo.
Y cuando escucha ruidos por el pasillo, se esconde de nuevo tras la puerta, esperando que se vayan pronto sin notar el gran desastre que causó en el último pasillo. Dobla un poco el cuello para buscar un ángulo en el que pueda verlos. Los dos empleados pasan distraídos sin despegar la mirada del frente, platican animadamente sobre el día libre que se avecina.
—Es difícil de creer que haya tantos voluntarios.
—Lo hacen por los créditos extra. De otra manera, estarían en casa, cociéndose el cerebro con videojuegos.
—Menos trabajo. Mejor así.
"Por eso es tan sencillo robarle a esta gente".
Tae Hyung procede a guardar el sobre dentro de su chaqueta y da rumbo camino abajo del edificio. Calcula unos dos minutos antes de que alguien note la computadora destrozada, porque más empleados venían en su dirección antes de que él saliese, pero guarda la calma hasta el momento en que está de nuevo con el recepcionista.
—¿Encontró lo que buscaba, lic?
—Sí. Lo dejaron a la mano, justo para mí. No fue difícil de encontrar... —exclama con una sonrisa un poco, solo un poquito forzada —Gracias —exclama antes de dar un saludo con los dedos como se le saluda a un capitán.
Un sobre. Tan solo un sobre... ¿Pagar tanto por algo tan pequeño?
"A menos que lo hayamos arruinado y en realidad quisiera el plástico del aparato".
Manda a callar a V. Descarta el pensamiento con fastidio.
No obtiene entre sus facciones emoción alguna cuando White se aparece de la nada frente a sí, con las partículas de su cuerpo inestables y molestas. El mecanismo trata de guardar la información sobre su rostro o su apariencia, pero es tan inútil como en cada ocasión en la que lo ha intentado, porque las partículas del hombre se separan y se reacomodan, dejando un rostro irreconocible y un cuerpo inestable a la vista.
—¿Por qué no me dijiste que lo que querías estaba dentro de la computadora? —reclama si bien tiene la oportunidad. Entrega el sobre al hombre y casi puede vislumbrar una sonrisa pequeña en su rostro suave.
—Lo dije —responde con diversión.
—Debes estarme jodiendo —masculla Vanther. Sin despegar la mirada de los autobuses a un lado de la calle. "¿Crees que esté allí?" piensa, casi en contra de su voluntad—. Sabes a lo que me refiero.
—Solo sentí curiosidad, por cómo lo resolverías —exclama el cliente con suavidad— Te pedí la computadora completa, y cometes la osadía de destrozarla... No pareces una persona tan analítica.
—La computadora era una cáscara inservible. Encontré lo que buscaba ¿o no?, ¿qué más quieres que analice? —exclama Tae Hyung, con la mirada perdida en la entrada del edificio... ¿Qué estaría haciendo él allí?, ¿por qué le importaba siquiera?
—Eres un jodido peligro como contratista, Vanther. ¿Qué ibas a hacer si lo que necesitaba era el aparato?, no tienes idea en los problemas en los que pudiste haberme metido —Se le instauraron unas ganas de correr en dirección contraria. No tenía tanto apetito de sentirse más estúpido ese día. Pero no, no iba a permitir que un chiquillo interfiriese con su vida diaria, sin importar qué tan obsesionado estuviese V con él. Preferiría trabajar con su fotografía en la mirilla que al hecho de tener que entablar una conversación que no se veía capaz de llevar— ¡No es posible que...!
¿White había estado parloteando todo este tiempo?
No había puesto atención.
—Al final todo resultó bien, ¿por qué entonces sigo escuchando sus lloriqueos, White? —Tae Hyung casi gruñó, sin estar seguro realmente sobre qué tanto le reclamaban. Observó a los muchachos entrar y salir del edificio, y casi se siente hervir de la vergüenza cuando parece percatarse... De que le está buscando. Aún sin admitirlo, Tae Hyung tal vez espera verlo caminar un poco por la banqueta, verlo reír de nuevo, observar esos enormes ojos que, aunque estresantes, puede decir que son un poco, solo un poco bon...
—No eres más que un bastardo con suerte —prolifera White. Casi ofendido por la manera en la que le ignoran. Ho Seok había dicho que nadie más que él hubiese podido entrar a la Embajada sin dejar un registro, ni llamar la atención. Que les quitaría lo suyo casi en sus narices y ellos no se enterarían hasta meses después. Aun así, White no está seguro si el precio vale este trato tan descortés.
—Sí, supongo que sí —le responde con desinterés. Y eso es la gota que derramó el vaso. ¡Qué se vayan al diablo, Ho Seok y sus amigos raros! Era la segunda vez en el mes que le hacía lo mismo. No tenía tiempo para lidiar con ellos. No ahora.
—¡Y aparte cínico!
—Actúo con practicidad —exclama Tae Hyung con profunda obviedad. Es difícil despegar la mirada del edificio, pero después de esforzarse bastante, clava de nuevo la mirada en White—. ¿Con qué cara me reclamas el no robar cómo tú querías? Vete al diablo.
—Ya no quiero escuchar tu voz —le reprende—. Muchas gracias, por el sobre, si voy a admitir algo, será que conseguiste lo que te pedí. Tienes tu dinero, ahora largo.
—Por nada, Brooklyn —White Shadow observa a Vanther alejarse en lo que guarda el sobre dentro de su mochila. No puede evitar sentirse un poco enfermo con la situación, una fría y viva mirada se asoma entre los blancos cabellos de Brooklyn —Con esto espero que ya no estés molestando tanto al estúpido de Jung. Es un nervioso de lo peor y no me deja ni comer en paz cuando te falta algo.
—Algún día les devolveré el favor. Y los dos estarán agradecidos. ¿Nunca has pensado en eso?
—Este no es un favor, White. De no haberme pagado, ¡no habría movido un solo músculo!
White vuelve los ojos hacia el cielo, y sin esperar más nada de él —ya fuera porque perdió la esperanza o porque nunca la tuvo—, presiona la mochila contra su pecho, y se desintegra con el viento.
—Gracias, pensé que nunca se iría... —y después de pensar un poco sus palabras, se dirige al mecanismo para preguntar—. ¿Sí se fue, no?
"No se detectan partículas inestables".
Tae Hyung sonríe satisfecho, gracias al Misión Cumplida que se planta en la mirilla. Da la vuelta a la calle, curioso y un poco frustrado por tener tan poca información sobre su cliente.
—Este también fue sencillo, ¿no crees, V?, ¿qué crees que signifique... YW?, ¿La embajada tuvo algún nombre con esas siglas alguna vez? No lo recuerdo... —Pregunta, esperando que el mecanismo le pueda dar una respuesta. Sin embargo, este le ignora, activando una alarma dentro de su pecho. La característica inquietud de un desconocido siguiéndole los pasos le embarga de pronto y Tae Hyung se siente extrañado ante la amenaza de lo desconocido... Este no era White.
Da la media vuelta, y encuentra la calle completamente vacía. Se revisa las ropas, no lleva nada ilegal encima, y si es la policía, le dirá que tan solo es un raro haciendo cosplay de militar, —ya le ha funcionado el truco dos veces—. Revisa también si no tiene alguna mancha de sangre que resulte sospechosa, pero no. Ha tenido suerte porque se encargó de lavar la ropa la semana pasada. Bien, si era la policía, estaba preparado. Si era alguno de los matones de Nam Joon, ¡todavía más preparado! Ahí era más fácil, ahí no había diálogo, ahí solo había dientes volando y huesos rotos por doquier (su parte favorita si le preguntaban). Sin embargo, aunque tiene el presentimiento de que también está cerca, no es la estresante mirada de Nam Joon la que encuentra. Por el contrario, es el brillo del asfalto mojado en medio del vacío el que se burla de lo que con mucho esfuerzo llama instinto.
Extiende las palmas a la altura de su mirada, esperando percibir una marca de calor que le diga que hay alguien allí. A solo diez pasos, está esperando. De inmediato las miles de posibilidades se le despliegan en la mente, como un recuento de bastardos resentidos que podrían estar buscando un (inútil) ajuste de cuentas.
Silencio.
Aumenta la recepción de sonido con una orden interna, casi puede escucharle respirar. Y aunque tiene sus apuestas bastante elevadas, ninguna estadística lo ha preparado para hacerle frente al único eslabón débil del mecanismo.
Da la vuelta en la esquina, dispuesto a perderse para sorprenderle por la espalda y pedirle explicaciones, y sabe que su plan funcionará a la perfección cuando su acosador no se mueve ni un milímetro, quizá indeciso sobre lo que quiere hacer a partir de ahora. Cuando habla, él le mira con sorpresa.
—¿Te gusta mucho ser un blanco fácil, no es así...?
Los ojos que le miraron con estupefacción, valieron el día de mierda que había estado teniendo.
13052021
Love, Sam 🌷
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