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01. INSECURITY

하나 | INSECURITY

    Queens, Nueva York, está a lo mucho unas nueve horas de Carolina del Sur en autobús. Y realmente no parece una gran distancia, si consideramos que ambos distritos están aún dentro del mismo país y que ya has visitado sus calles antes, ya fuera en un viaje de excursión o tan sólo una salida de placer para aliviar el estrés de una semana de exámenes difíciles. El problema real radica, en que no seas tú mismo quien se traslada de un lugar a otro. Que por un momento observes los lindos labios de tu mejor amigo hablar boberías acerca de la nueva persona que conoció en Coffee Bean y que al otro, estés atado de manos y piernas; y que, (también debemos agregar eso), lleno de un pánico terrible naciente en la boca del estómago, te des cuenta de que, en realidad... tus días están más que contados.

    Pensó que moriría.

    Y por el amor a todos los dioses que existen, Jung Kook juraría que no es ningún cobarde. Pero es que ese otro hombre, había sido demasiado listo y demasiado cauteloso. Para cuando se dio cuenta, esa mirada de esmeralda le estaba tomando del cuello y le miraba con rabia. Balbuceó algo sobre cosas que fallan, sobre que debía obedecerle y no solo sentarse a esperar por una salvación inexistente. Parecía que quería ayudarlo, pero un par de segundos después lo estaba empujando al vacío, y claro, las emociones estaban como miles de caballos galopando a lo loco en todas direcciones.

    Entonces se dio cuenta de que temía bastante a las alturas, porque vio su vida pasar ante sus ojos y la experiencia no fue para nada placentera.

    —¡AHHHH! —profirió un grito lastimero, pensando que aún caía desde las alturas. Pero, cuando se dio cuenta de que no estaba muerto, se volvió consciente de que yacía recostado en un suave sofá. El grito pareció espantar a una persona en la misma habitación, un tugurio gris del que apenas pudo distinguir figura alguna.

    “Maldición”, pensó.

    No, definitivamente no estaba preparado para eso, para morir, para visitar a Dios en el paraíso. Aunque eso solo funcionaba con el dios cristiano de sus padres adoptivos. El hombre de los ojos amables le diría que, al morir, Bast y Sekhmet le tenderían ambas manos para llevarlo a aquel llano verde en el que correría para siempre; Ahora la segunda versión parecía más amable. Pero eso no era ningún llano verde, y no parecía haber pasado al otro mundo, por ahora. Entonces reparó en la figura al frente.  Y se dio cuenta de que esas tampoco eran las garras de la diosa Sekhmet.

    Eran unas simples sandalias de piel sintética. Y la persona sentada en la silla giratoria frente a él, no parecía precisamente un demonio sacado del averno (al menos no a primera vista). Un tipo joven, le miraba con mucha tranquilidad, con la espalda recargada en el respaldo y las piernas extendidas a los lados, exhalaba cansancio en cada poro de su aperlada piel. La nariz respingada y los cabellos bermejos bien acomodados hacia atrás. Lo observó ladear la cabeza y dedicarle una gran sonrisa dentada que Jung Kook no supo cómo interpretar. Tragó un poco de saliva y luego parpadeó muchas veces, por si aún seguía dormido. No se molestó en preguntar nada, temía que le dañaran por abrir la boca, entonces solo pudo mantener los ojos muy abiertos a la espera del peligro... o la muerte.

    —Por fin despiertas, niño. ¿Cómo te sientes? —dijo la voz con mucha amabilidad.

    No es necesario recalcar que Jung Kook estaba jodidamente confundido. Cuando quiso levantarse de la sorpresa, se dio cuenta de que su cuerpo no le respondía correctamente, porque se tambaleó y cayó de nuevo en el sofá. Debió sentirse asustado, pero la consternación ganó demasiado terreno en su pecho. Había un sabor extraño, el acre entre sus labios era desagradable. Tenía sed, mucha sed. Pero, aunque le dolían los huesos como el demonio... nada parecía estar realmente roto.

    ¿Seguía vivo acaso?

    —No, no. Todavía no es momento, no le digas a nadie, pero creo que me pasé un poco con los dulces, dormiste por un buen rato, no te sentirás aliviado pronto... —dijo el hombre desconocido—, al menos no durante las primeras doce horas... —susurró—, de verdad lo siento, pero en estos negocios necesitamos que los paquetes sean... Silenciosos. Si no, podemos buscarnos problemas con personas indeseadas. —Hablaba con despreocupación, como si le estuviera contando su vida a un amigo—, Van se veía muy alterado con todo esto y necesito averiguar por qué...; no soy del tipo al que le guste amarrar personas, de verdad, pero... ¿Ves este moretón de aquí? —dijo, apuntando a su barbilla con sus delgaduchos dedos, un cardenal generoso adornaba su piel aperlada, sin desearlo realmente, el bermejo se movió un poco hacia adelante, como si quisiera levantarse del asiento para mostrarle con más detalle los pormenores que sus talones le habían ocasionado, pero se quedó quieto cuando Jung Kook hizo amago de querer implotar en sí mismo del susto—. Tienes una patada bastante fuerte para ser tan joven.

    Por eso es que retrocedió solo un poco. Para no incomodarlo. Ante todo, Ho Seok era un verdadero caballero.

    —¿Por qué me hacen todo esto...? —Jung Kook temió por su integridad. Ya había tenido demasiado, parecía que cada vez que cerraba los ojos, despertaba con un secuestrador nuevo hablando cosas de las que no entendía ni pizca—, ¿en dónde está el otro tipo? —preguntó, como si regresar con el primer rufián que lo manipulaba fuera una mejor opción que quedarse con el pelirrojo desconocido. Más vale malo conocido, que bueno por conocer... ¿no?; No lo juzguen, Jung Kook puede ser muy distraído, pero está buscando en su mente todas las ideas que pueda formular para salir ileso de esta, ya no le importan los porqués, ya no necesita explicaciones, ni tampoco las está buscando. Solo quiere llegar a casa.

    —No, no. T... Eh, Vanther está entregando el reemplazo justo ahora. Ya después podremos proceder a la parte que me gusta llamar, “la liberación” —dijo el pelirrojo con una complaciente sonrisa mientras extendía sus delgaduchas manos en el aire con efusividad y alegría. Los soniditos que emitían sus máquinas a penas y se perdían en la gran aura alegre del secuaz, como le gustó llamarle Jung Kook.

    —¿La liberación?, ¿reemplazo? —Boseman siseó, bastante cansado de las interrogantes. Odiaba tanto el crimen, siempre valiéndose de trampas. Esperaba que alguno de esos idiotas se le acercara sin drogas, entonces les haría probar el piso con todos los años de entrenamiento en artes marciales estampándoseles en la cara, como escarmiento por subestimarle de una forma tan humillante. Ven, acércate y mira como mi cinta negra te hace besar el suelo. Jung Kook infló las mejillas, realmente frustrado. Ni siquiera le habían dado oportunidad de defenderse—. Entonces ustedes no quieren… —dudó en si no debía hablar demasiado. Hasta que reparó en—: ¿Quién está entregando qué cosa?

    Parecía que ya no balbuceaba. ¡Ya había caído de un edificio, pensando que su corazón estallaba!, ¡qué más daba lo demás! Se removió en su lugar hasta erguirse la espalda y sentarse con un poco más de dignidad sobre la frente. Cruzó entonces las piernas, como cuando en casa intentaba meditar sin éxito.

    —Vanther, ya tuviste el placer de conocerlo —exclamó el secuaz. Como una ráfaga de viento gélido llegaron las imágenes de aquel hombre trigueño de lacios cabellos negros a la intemperie. Su rostro anguloso, y esa manera que tenía de clamar cualquier palabra entre escupitajos furibundos y cejas enmadejadas en hartazgo y molestia. El corazón de Jung Kook latía demasiado fuerte... Y, obviamente, (como se trataría de una víctima saludable), adjudicó aquel latir al miedo. No, no, no al amor. Recordemos que no debemos empatizar con los secuestradores, niños, ya lo hemos aclarado antes. Por eso es que, sin saberlo, Jung Kook se está convenciendo a sí mismo que no miró de más, que no se fijó en uno que otro lunar repartido en el rostro de tan malvada persona, no aparte pongamos nosotros el mal ejemplo.

    —No sé si diría placer... —exclamó, muy poco convencido. Había tratado una vez anteriormente con cosas así, el hombre de la mirada de esmeralda no parecía del tipo “secuestrador”, era como si su propósito fuera diferente... Pero no tenía ni la menor idea y Jung Kook solo especulaba conforme a su mente aturdida le daba oportunidad—. Solo quiero regresar a casa —lloriqueó.

    Extrañaba su cama, su techo, su tranquilidad. Y sobre todo, extrañaba no tener ese sentimiento de cercanía a la muerte que ahora le palpitaba en las sienes.

    —Irás a casa, por supuesto —exclamó el tipo entre bocanadas de comida, en lo que asentaba la sopa en su mesa de trabajo para poner su total atención en él—. No te preocupes, estás en buenas manos. —¿Cómo se suponía que creyera en esas palabras dada su inusual situación?, ¿lo creían idiota acaso?; De pronto, un sonidito y el hombre pelirrojo que le vigilaba se dio la vuelta inmediatamente, clavando sus talones en el piso para hacer girar la silla hacia un enorme computador en la esquina. Parecía poner mucha atención— Siempre estoy aquí, Van —dijo, dirigiendo ahora su voz a un pequeño micrófono en la diadema que acababa de ponerse. De inmediato lo observó tomar una sopa instantánea, en la mesa en donde la había dejado, como si no pudiera desprenderse de ella y comenzó a sorberla a bocanadas gigantescas. En el ordenador, Jung Kook solo pudo distinguir programas muy extraños en un idioma que no entendía... ¿Todos los socios del crimen eran tan... Descuidados? —¿Qué le digo al cachorro?

    Entonces el secuaz comenzó a teclear en la mesa de control con mucha rapidez. Jung Kook se permitió auscultar la obscura habitación, buscando una señal, una salida, algo que le dijera que podía luchar, aunque fuera un poco, para defender y recuperar su vida; ¿No de eso se trataba la valentía?, ¿de intentarlo pese a no sentirte con las fuerzas para lograr las cosas? Jung Kook Boseman no es especialmente valiente, pero está dispuesto a luchar por lo que cree, es la vida que le pertenece. Es por eso que, en el momento en que el pelirrojo se quedó muy callado, escuchado lo que sea que le dijera la persona al otro lado de la línea, Jung Kook vio el brillo de una puerta abierta a su derecha como un atisbo de esperanza.

    Si tan solo pudiera llegar hasta allí, con mucho silencio...

    La sensación pelmaza seguía perpetua en sus músculos. Pero pensó que, si se concentraba lo suficiente, podía dar un par de pasos hasta llegar a la puerta y entonces...

    Entonces podían matarlo por tratar de hacerse el listillo.

    Pánico, no sucumbas al pánico. Se dijo a sí mismo.

    Valía la pena intentarlo.

    Con una mirada rápida hacia el secuaz, puso un pie debajo del sofá. Por el rabillo del ojo vigilaba que el tipo estuviera muy concentrado en lo que sea que hiciese en su pantalla. Tecleó un poco más mientras Boseman caminaba silenciosamente. Un paso. Tres pasos. Cinco pasos. Solo un poco más. Tenía las manos atadas, pero movió con parsimonia la puerta. Entonces, cuando estaba ya abierta, antes de que la luz del exterior avisara al secuaz de que estaba escapando, obligando a sus torpes piernas a obedecer... Comenzó a correr.

    —Oye niño, ¿en dónde vives exactamen... —Fue entonces cuando pelirrojo se dio cuenta de que Jung Kook se había zafado de sus dulces. Se levantó de un golpe corriendo tras el muchachito, arrancando sin querer el micrófono de su diadema, mientras gritaba a los cuatro vientos—: ¡A dónde te vas?! ¡No! —Había cortado la línea de la nada. —¡Kim me va a matar!


 

    Jung Kook siempre fue bueno en atletismo. En realidad, era bueno en cada deporte en el que intentó practicar. Ni siquiera tenía que esforzarse mucho, pues parecía que la vida le había otorgado sus talentos por borbotones, y no le había pedido nada a cambio. En la repisa de su habitación se posan miles de trofeos y medallas que le valen el orgullo. Siempre ha podido confiar en la fuerza de sus piernas y la firmeza de sus brazos.

    En muchas ocasiones, tuvo la oportunidad de defender a su Hyung de las burlas de un torpe grandullón del que no quiere recordar ni el nombre, por lo que hay que tener en claro que él no es ningún debilucho. Entonces, si él no era un enclenque... ¿Por qué de pronto se veía a sí mismo de una manera tan… vulnerable?

    Era la primera vez que sentía que su fuerza no era suficiente y aun así corrió con toda la energía que le quedaba, pese a la caída, pese al miedo y pese a los dulces.

    Ya no se trataba de defenderse de los matones en la escuela. Ya no se trataba de estudiantes huecos con los que tenía que luchar para defender su almuerzo o el de sus amigos. El hombre que tenía en frente era un fuego que estaba a punto de quemarle, demasiado real y demasiado peligroso también.

    Pero no. Él no se daría por vencido sin dar batalla. Ya había tenido suficiente de sus propios lloriqueos, al diablo, si ya iba a morir, mejor que muriese luchando. Por lo que, en medio de la carrera en aquella casa gigante, paró sus pies para hacerle frente a uno de sus captores, quien le había alcanzado con pies descalzos y la brillante cabellera rojiza revuelta por la faena.

    —Niño, necesito que regreses a tu sitio —exclamó con amabilidad el pelirrojo de la nariz respingada, entre respiraciones hondas y más que nada, fastidiadas. Llevaba un pantalón de chándal y parecía que había perdido los zapatos en algún lado durante la carrera. Jung Kook luchó para mantener su cuerpo íntegro y concentrado. Tenía que escapar, a como diera lugar; Entonces comenzaba a analizar la situación, tal y como su padre adoptivo le había enseñado; No había nada de espectacular en el secuaz. A decir verdad, lucía como cualquier tipo delgado de la sección de peso pluma en el club de boxeo. Guardia arriba. No tienes mucha resistencia, pero tus primeros golpes seguro serán fuertes. Si noqueas primero, hay más posibilidad. Seguro que podía darle pelea por un rato, en lo que buscaba una mejor manera de huir y entonces... —: Vanther es un... Buen tipo, pero no tiene mucha paciencia que digamos —Le dijo para tranquilizarlo.

    —Buen tipo —canturreó en una inesperada sonrisa irónica—. ¡Un secuestrador ahora es un buen tipo! No me haga reír, señor —exclamó, genuinamente indignado con toda la situación—.  Yo me largo.

    —¡Oye, ¿en serio quieres herir mis emociones, no te bastó con mi rostro?! —el efusivo pelirrojo comenzó a reclamarle incoherencias que Jung Kook ya no quería escuchar. El chiquillo ya tenía los puños levantando la guardia, un pie ligeramente adelantado al otro, preparado para dar la batalla de su vida. De inmediato el hombre levantó las manos, como si hondeara una bandera blanca entre ambos—. No, no. No voy a pelear contigo —declaró—, el mecanismo está obsesionado y si te toco un pelo, Vanther me mata.

    De nuevo le hablaba de cosas que no entendía. Y de nuevo nombraba con tanto descuido a ese tal...

    —¿Vanther?, ¿es ese el nombre de tu jefe? —Jung Kook no iba a admitir que casi muere de miedo al recordar al tipo, pues, sin duda se trata de alguien peligroso, alguien de quien ni siquiera tiene interés en averiguar por sus propósitos. El muchachillo no es ningún idiota, si esos malnacidos estaban detrás de él, no sería por buenas intenciones, mucho menos después de...—. ¡No te entiendo nada! Y tampoco me interesa entender. ¡Quiero ir a casa, ya! —demandó. De pronto sintió a la impotencia llegar hasta su garganta. No importaba hacia donde mirara, todos los cristales parecían estar bien sellados. Y si ese tal Vanther tenía la tecnología suficiente para escalar como lo había hecho cuando lo sustrajo, no le sorprendería que aquellos cristales fueran tan irrompibles como sus deseos de llegar a casa. —No tengo nada que les interese. Mis padres no pagan rescates, dejarían que me muriese antes de pagar un centavo, señor, por favor... —mintió.

    —No, no. No queremos eso. No queremos un rescate —contestó Jung con suficiencia, sabiendo que no importaba hacia dónde corriese el muchachillo, no podía escapar. Chateau era demasiado grande y, aún si lograba salir de la mansión, el bosque que le rodeaba lo dejaría seco, hasta que muriese de hambre o (en peores casos), hasta que fuese devorado por los lobos. No saldría de Chateau, si no era bajo la custodia de Tae Hyung, pero tampoco iba a dejarlo pasear por allí a sus anchas, no sin saber qué intenciones tenía Kim con él—. Me imagino que Van querrá liberarte apenas llegue —mintió para calmar al chico—. Pero... Para ser honestos... —exclamó Jung en un susurro antes de añadir—: A mí me interesan un par de cosas más.

    Jung Kook se asustó y de inmediato hizo amago de adelantarse y cubrir su cuerpo instintivamente con los brazos. En cualquier momento comenzaría a correr de nuevo.

    —¡No me refiero a eso, niño tonto! —dijo Ho Seok con alegría, mientras una gran y afable sonrisa se dibujaba en su rostro dorado—, ven, vamos a charlar un momento, estás muy alterado y así yo no puedo trabajar. —El pelirrojo lo tomó de una muñeca con fuerza y lo arrastró hasta una gran mesa en el corredor. Jung Kook no había tenido tiempo de mirar alrededor, pero, de no haber estado tan asustado, habría notado lo bonita que era esa “cárcel” que lo mantenía confinado. Se resistió sin éxito: Siéntate aquí, muchacho.

    Las palabras amables contrastaron con la fuerza que ejerció el secuaz al obligarlo a sentarse en la silla. Luego lo observó girar sobre sus tobillos para ir al otro extremo de la mesa y perderse en el gran frigorífico al fondo. Lo escuchó revolver un par de cosas, mientras se esforzaba por mantener la calma.

    —: ¿Tienes sed?, puedo ofrecerte agua, jugo de frutas, soda o... una cerveza. Lo que prefieras.

    —Soy menor de edad, señor —pese a sentirse burlado con todo aquello del secuestro, no pudo evitar exclamar sus palabras con propiedad, entrecerró los ojos cuando el secuaz comenzó a ignorarlo sacando un par de latas de la máquina—. Y... ¡No beberé nada de lo que me dé! No soy estúpido.

    —Te daré una soda —contestó el tipo, ignorando la hostilidad en su voz—. Tienes cara de que te gusta la soda.

    El hombre descalzo deslizó la lata en la mesa hasta que esta chocó con sus manos. Jung Kook dudó en tomarla. No iba a tomarla. Aunque muriese de sed… no iba a tomarla.

    —Le dije que yo n... —Hizo amago de levantarse, harto de las bromas y las habladurías. En su mente, los deseos de regresar a casa, y la incertidumbre de ni siquiera saber en dónde estaba lo mantenían al borde del pánico, pues, por muy fuerte que fuese, por muy entrenado que estuviese, seguía siendo solo un muchachito sin idea de lo que sucede en la vida afuera de la protección ajena. Esto era demasiado.

    Se levantó abruptamente.

    Y no había dado una orden completa a sus músculos cuando...

    —Sit down —exclamó el secuaz con rapidez.

    Entonces Jung Kook ya no pudo moverse de la silla.

    Como si le obligaran a sentarse.

    No lo tenían maniatado, pero tampoco podía levantar las piernas, ¿qué clase de magia era esa?

    El corazón del muchachillo comenzó a latir con demasiada fuerza, incapaz de comprender por qué ahora no podía moverse, si no había consumido más de la droga del hombre. Sus labios comenzaron a temblar. —¿Te gusta? Es de mis favoritos, papá nos mandó un par de obsequios para navidad el año pasado— exclamó Ho Seok con el mismo semblante amable de siempre, señalando un ligero destello verdusco que desapareció al más mínimo parpadeo alrededor de sus muñecas—, perdona que te trate de esta manera. Ahora eres mi invitado, no, eres mi protegido, al menos hasta las diez treinta que es cuando llega Vanther, entonces yo te entrego y te dejaré tranquilo.

    —Me tratan como a un perro. Qué descaro el suyo. No tienen idea de quién soy y ya están sacando conclusiones sobre lo que haré y lo que no —escupió—. Ustedes no...

    —Jung Kook Boseman, —soltó Jung con rapidez—, residente de Queens, al igual que sus padres adoptivos, los señores Angela y Daniel Boseman. Creo que tienen un pequeño negocio en el centro de la ciudad por lo que, a estas horas, han de estar trabajando, confiados de que su único y adorado bebito está en casa de un amigo, o en el club de boxeo, puesto que es martes, y el señorito siempre se queda hasta tarde los martes. Ninguno se preocupará de buscarle, claro, hasta que den las once o las doce, entonces se pondrán a buscar e irán con la policía, pero oh, sorpresa, esa gente siempre se tarda buscando desaparecidos, (y al parecer son bastante malos en ello) —susurró—. Es un gusto conocerte, Jung Kook, tú puedes llamarme Jung.

    —Eso no es de… ¿Han estado observándome todo esté tiempo? ¡Son unos enfermos!

    —Para nada, niño —corrigió Jung después de darle un gran sorbo a su soda—. Corroboré la información porque Van me lo pidió… Hace unas horas, antes de salir a buscarte, solo… sentí curiosidad. Lo único que no me cuadra, es por qué...

    Entonces un gran ruido ocurrió en la antesala. Jung Kook habría saltado de la silla, de no ser porque la fuerza magnética lo retenía. Entonces vio cara a cara al primer hombre, al temible y gritón que le había salvado la vida de una manera que aún no entendía del todo. Tenía los cabellos negros revueltos, unos pantalones con estampado militar que a Jung Kook le parecieron espantosos, y una bolsa de hamburguesas en la mano izquierda. De inmediato su estómago rugió indignantemente fuerte. ¿Desde qué hora no probaba bocado? Quizá si ese tal Vanther se hubiese esperado un poco más, le habría dado tiempo de tomar su almuerzo, entonces no se sentiría tan débil, ni tan al borde del llanto, pero claro, él no solo iba a preguntarle, “¿estás listo?, ¿ya comiste?” como si fuese una maldita niñera. Jung Kook cerró los ojos, avergonzado de sus propios pensamientos.

    El hombre asentó lo que olía como unas apetitosas hamburguesas de esas que se fabrican en masa. De esas que son basura alimenticia. De esas que solo podía ver de lejos porque en casa es sacrilegio mencionar algo tan calóricamente ofensivo.

    No sabía ya si iba a regresar a casa. Pero si las ambiguas y poco esclarecidas intenciones de esta gente no implicaban abrirle el abdomen y lucrar con todos sus bonitos y esponjosos órganos internos, se podía permitir entonces notar dos cosas. Lo atemorizante de las hamburguesas y lo caliente que se veía el hombre de la mirada de esmeralda frente a sí...

    No, no, no. Eso iba al revés. El hambre hacía alucinar hasta a los hombres más fuertes. ¿No?

    No pudo explicar por qué. Pero cuando el Vanther apareció tras la puerta, se sintió de pronto un poquito menos inseguro.

    —¡El mecanismo me dijo que él era SpiderMin y no me advirtió del cambio nunca! —lo escuchó gritar—, ¡Hasta casi un segundo antes de que llegara el imbécil de Nam Joon!, ¡Ah, esto es tan vergonzoso! —Esa voz, definitivamente, se estaba volviendo loco. Su corazón comenzó a latir con desenfreno, supuso se debería al temor. Y entonces la mente confundida lo obligó a pegar las mejillas en la mesa, formando un enorme puchero con sus labios. Observó con más cuidado... Ahí, bajo tanta luz... El hombre quizá no parecía tan terrorífico.

    —Van, cálmate. Igual te dieron el dinero, ¿no?

    Entró haciendo rabietas, con la cara ligeramente roja y el sudor pegando ligeramente sus cabellos a la frente.

    —¡Sí, Jung, me dieron el puto dinero! Me quitaron una buena parte, ya sabes que Min es un mezquino —dijo, volteando los ojos del fastidio—. Pero eso no cambia que ahora no voy a poder quitarme a Seok Jin de encima!

    —¿El mecanismo falló?, ¿eso es... posible?

    «Solo te puedo dar veinticuatro horas para que resuelvas tus asuntos. Cuando averigües el porqué, podremos acordar la fecha y la hora para nuestra cita

    KSJ».

    El mensaje había llegado de la nada a su pantalla. Había utilizado el número que es usado estrictamente para su contacto con Dong Ju, y con ello hacerle una última advertencia. Por más que deseara aplazar el asunto de Seok Jin, pensar en lo que el guardia de seguridad busca, le pone nervioso, verdaderamente nervioso y ni siquiera sabe la razón.

    —El mecanismo está bien — corrigió Vanther con severidad, dedicando una mirada de soslayo al muchachito en la mesa—. No es una falla, no puede ser una falla. Solo debo darle un poco de mantenimiento a... —Entonces se percató de que el cordero estaba sometido por los brazaletes de energía de Ho Seok. El mecanismo pareció enfurecer al pensar en las heridas que ocasionaría la energía en sus muñecas y Tae Hyung soltó un chasquido hastiado, hizo contacto visual casi por accidente, y al ver a aquellos ojos de cordero de nuevo, apartó la mirada casi con furia, no queriendo distraerse demasiado—. ¿Qué carajos le pusiste?

    —Solo para estar seguros, salió corriendo a la menor oportunidad —exclamó Jung con tranquilidad—. Es un niño con agallas.

    Tae Hyung se sintió rabiar. El mecanismo estaba furibundo también, ¿cómo se atrevía Ho Seok a lastimar de esa manera tan despreocupada al niño Boseman? Vanther lucha con los pensamientos invasivos, le repite una y mil veces al mecanismo que no le ha sucedido nada al chico y que no hay por qué hacer una escena de esto, pero el mecanismo no cede, sino que mueve y manda señales a todos lados como un loco. Tae Hyung no podría sentirse más enfermo, sin embargo, se las arregla para no estallar en ese mismo instante.

    Ho Seok se mira curioso ante las acciones de Tae Hyung, impulsivo, desesperado. “Eso no es propio de ti, Vanthy”, piensa con burla. Sin embargo, sus burlas internas se entremezclan con algo más, algo más intrigante que un amigo haciendo infantiles rabietas... “¿Qué es lo que sucede con V?”.

    —Lo siento, niño. Mi turno terminó —Entonces Ho Seok toma dos hamburguesas de la bolsa y carga su bebida, dispuesto a averiguar lo que sucedía con el mecanismo—. Lástima que no apostamos —dijo Jung hacia Vanther, con las carcajadas aprisionadas en los labios. —Hubiera sido interesante verme ganar. 

    Una vez Ho Seok fuera de la habitación, Tae Hyung se permite tomar asiento al otro lado de la mesa y respirar muy hondo. Desprende la parte externa de la mirilla y la coloca a un lado de la bolsa de hamburguesas. Así se aseguraba de no mirar directamente a los ojos al muchacho, y distraerse demasiado en el proceso. La vista se torna borrosa en el ojo izquierdo, y cuando presiona un botón en el aparato, la retina se apaga por completo. Ahora ambos ojos centellean en un negro uniforme y apagado. El ojo izquierdo, está completamente inservible, pero el derecho es suficiente para observar con detenimiento al chico y a sus trémulos labios tratando de hacer preguntas.

    Al menos podía comprobar que el muchachillo no era ningún cobarde. Por alguna razón eso le pareció agradable, le pareció... Respetable.

    —Le diste muchos problemas a mi amigo, niño —dijo con tranquilidad.

    «No más de los que parece darle usted a él, señor» quiso decirle.

    —No llegué ni a la mitad de la sala —dijo, en cambio.

    —Repíteme tu nombre —espetó Tae Hyung, esforzándose por sonar lo más desinteresado posible. Lo cierto era que su nombre se lo sabía ya de memoria desde el primer momento, y con el mecanismo obsesionado, no le había dado tiempo siquiera de intentar olvidarlo. Pero eso no tenía por qué saberlo el chico, ¿no? Por eso es que exclamó sus preguntas con un casi genuino desinterés, parpadeando con lentitud y exclamando sus verbos con suavidad.

    —Jung Kook Boseman, señor —exclamó el chico con seguridad— Está cometiendo un error... A penas salí de la preparatoria, y a menos que quiera saber cómo obtener pasteles extra en la cafetería, no puedo ayudarle en nada... No tengo nada que pueda interesarle, se lo juro.

    —Esta cosa piensa lo contrario —susurró Tae Hyung para sí mismo, mientras apuntaba con el índice hacia la base de la retina. “Maldito seas, Dong Ju”, pensó en sus adentros; desde que lo tenía atrapado con sus estúpidos trabajos, de un lado a otro, no había tenido un respiro. Lo único que tenía a su favor, era que Min Dong Ju pagaba bien y que, además, trabajar para él parecía la única manera de mantenerlo al margen, así, aunque sonara irónico. Acercar a tus enemigos para alejarlos después, luego de tanto tiempo poniendo en marcha ese método, podía asegurar que funcionaba bastante bien. En tanto, se había vuelto costumbre maldecir al hombre en cada ocasión en la que le ocurría una desgracia... Y nunca lo había maldecido tanto en un mismo día.

    Había dejado caer su enorme cuerpo en la silla que proseguía al otro extremo de la mesa sin despegar la mirada de Jung Kook, como si le auscultara, como si buscara alguna gracia escondida que explicara su propio malestar, pero no había nada. Un chico normal, de esos que te encuentras escuchando música frente a las escuelas o tomando el autobús de regreso a casa.

«Si somos honestos...»

    Sugirió V en un pequeño mensaje, como un pensamiento interno que no viene de sí mismo. Es una voz muy suave. Es un Tae Hyung despojado de la emoción humana al ciento por ciento. Analítico, infalible. La perfección que en un hombre común resulta imposible. La programación perfecta para cometer atrocidades sin reparar en las consecuencias.

«SpiderMin también parece un chico de tantos y va por ahí deteniendo trenes con sus redes».

    —Te equivocaste —susurra Tae Hyung, como un pequeño mascullo. Se aleja un poco de la mesa y mira hacia la ventana, allí en donde la obscuridad se traga al bosque.

«No puedo equivocarme. Me (te) crearon específicamente para no hacerlo nunca».

    —Entonces... ¿Por qué... ? —Las apariencias no eran nada. Estaba seguro. Ya antes había confiado en un rostro angelical que le prometía salvación, al tiempo en que le clavaba un cuchillo por la espalda. Se suponía que el mecanismo estaba allí para evitarle esos dolores, pero si el mecanismo no estaba dispuesto a cooperar, se encargaría él mismo de librarse del chiquillo sin poner en juego su nombre o su desastrosa vida.

    «Aún anhelo cosas, pero esto es lo que tengo. No voy a dejar que me lo quiten. Mucho menos por una falla de tu programación» le dijo a V.

    Un gran suspiro salió de sus labios.

    El mecanismo le mandaba mensajes, al tiempo que buscaba en la red información acerca del chico. Tae Hyung pudo sentirse sonrojar cuando de nuevo estaba todo lleno de imágenes, artículos e información que no le interesaban en lo más mínimo. “Estúpido mecanismo, me haces quedar como un burdo acosador”. Estaba a punto de presionar el botón de reinicio en la parte externa, llevando suavemente sus larguiruchos dedos tras su oreja, cuando... Un artículo llamó su atención.

    «Qué demonios es esto... ¿Ese es Jung Kook?».

    El mecanismo dio una afirmativa.

    «Busca antecedentes».

    —¿Qué?, ¿a qué se refiere, señor? —peguntó con suavidad. Esa suavidad era la que lo estaba volviendo loco. ¿Cómo era posible que le hablara con tal propiedad pese a todo, pese al miedo, pese al enojo? No había duda, el chiquillo se estaba cagando de miedo, y aún con todo, hablaba con propiedad, sin medir sus palabras... Sin reparar en las consecuencias.

    En la información que le muestra el mecanismo, logra averiguar que el chico no nació en Nueva York, pero tampoco encuentra una nacionalidad concreta, los archivos están cifrados y por más que el mecanismo quiere violar la seguridad, termina siendo expulsado, sin una gota de información. Una página en blanco.

    «¿Quién es este chico, V?».

    El reconocimiento facial del mecanismo estaba bien, lo revisó al salir del edificio de Min, podía reconocer a la mayoría de los estudiantes del plantel, qué hacían, qué estudiaban, de quiénes eran hijos o familiares, no había información privada para el mecanismo. Y todos y cada uno de esos archivos ajenos, coincidían a la perfección. Exceptuando el de Jung Kook. Entonces, ¿qué lo había impulsado a sacarlo de allí?, ¿fue el nombre?, ¿fue la chaqueta?, ¿el mecanismo se había... confundido?

    La mirada se le perdió en algún punto entre el aire y la mirilla que había asentado en la mesa. Una lente de partículas retráctiles. La parte visual externa del mecanismo. Lo tomó con suavidad entre sus dedos, sintiendo el frío tacto de la lente. ¿Qué mierda estaba pasando con él? Y si... ¿Y si alguien había interferido en el archivo? El contacto de Nam Joon le mostró al chico correcto, pero al estar en la escuela, el área fusiforme de las caras se desconectó y entonces... El niño Parker había entrado al baño, cuando lo vio salir solo, fue su oportunidad. ¡Qué iba a saber él que Parker tenía por allí a un amigo friolento que le prestaba la chaqueta en momentos tan inoportunos! Qué iba a saber que esa parte en su cerebro encargada del reconocimiento facial estaba desconectada.

    Pero, aún con todo y sus estúpidos errores humanos, el mecanismo debió frenarlo a tiempo antes de cometer el error. Entonces… ¿Por qué no lo había hecho?

    «Todos saben que Vanther nunca falla…».

    —Vaya estupidez…

    —¿Disculpe? —exclama Jung Kook, confundido.

    —No me hagas caso, niño —masculla el hombre con el fastidio colándose entre sus dientes—, pienso en voz alta. Tengo un par de problemas, y uno de ellos es uno grave que tiene qué ver... Contigo.

    —¿Conmigo?

    —Sí, contigo —escupe de nuevo.

    —¿Y ese cuál es, señor?

    —Primero, deja de llamarme señor.

    —¿Y lo segundo, señ... Y lo segundo?

    —Necesito que me hables con sinceridad.

    —¿Y así seré libre?

    —Así tal vez piense en no matarte —exclama con fastidio, solo para molestar al chico—. ¿Quién eres, Jung Kook?

    Boseman se queda muy quieto, sin entender la pregunta. ¿Quién era?

    —Yo soy... —dijo esbozando una mueca nerviosa. Comenzaba a mirar para todas partes, como si no quisiera conectar la mirada, cuando antes no la había despegado ni un segundo, mientras le amenazaba con matarle. No es que esconda algo en particular, es solo que está nervioso, y suele actuar con desconfianza cuando está nervioso. Eso solo lo hace ver más sospechoso, y lo sabe, pero tampoco puede evitar actuar de esta manera, son sus nervios quienes le ganan—¿Un estudiante de universidad que faltará a su laboratorio mañana? —contesta con timidez, no entendiendo lo que el hombre quiere de él.

    —Tu amigo, el dueño de esa espantosa chaqueta —añadió con falsas nauseas gracias a la imagen del otro chiquillo, el de la mirada triste, ese que es la encarnación de la bondad, la moral, el deber, la responsabilidad—. Está metido en problemas gordos con un cliente bastante frecuente. No es que me importe, pero si no tienes nada qué ver con ellos, deberías alejarte de él. Si no fui yo, habrá muchos que quieran llegar a SpiderMin por los medios que tengan, ya sean estos, familiares cercanos, o... amigos ilusos.

    —¿Spi... SpiderMin...? —dijo Jung Kook con los ojos muy abiertos y la cara enmadejada en confusión. Parpadeó un par de veces con incredulidad justo antes de esbozar una enorme sonrisa—. Dioses, usted está en verdad confundido. Mi Hyung no es... ¡Mi Hyung no es SpiderMin! Ya sabe, la onda de las mallas y las máscaras no son lo suyo. Si él fuese un superhéroe, créame, le gustan los reflectores. ¡No tendría razón alguna para esconder su identidad! Le diría a todo el mundo que... Señor, los chicos nos hacían maldad en secundaria, ¿no cree que, si él tuviese tanta fuerza, no habría hecho algo para defenderse?

    Tae Hyung rodó los ojos, incapaz de comprender cómo se podía ser tan estúpido. Tomó la bolsa de papel en la mesa y sacó una hamburguesa, fingiendo que desenvolverla con sumo cuidado, era mucho más importante que las habladurías del chico al frente.

    —Esa charla no me corresponde —exclamó después con la boca medianamente llena—. Ve con tu amigo y hablen de... lo que sea que tengan que hablar. Pero lejos, cuando hayas regresado a tu casa en Queens. Y luego dile adiós… porque tarde o temprano terminarás siendo víctima de un fuego cruzado. Mierda, olvidé la soda —dijo de pronto, arrugando la nariz.

    —Ji Min no tienen nada qué ver con esa empresa que dice. Tomó sus prácticas en Oscorp. No tiene tiempo ni para respirar de lo ocupado que está estudiando, todo el tiempo, ya sabe, es un chico muy listo con buenas notas, pero no es confiado. No creo que sus horas libres le sean suficientes para hacerla de superhéroe.

    —Ah... Con que Oscorp... Con razón, eso tiene mucho más sentido —dijo más para sí mismo, de nuevo—. Mincorp está entre sus afiliados. Algo estará haciendo Parker para que lo quieran vigilado... Meh, ese no es mi problema. Tampoco tuyo, niño. Mantente lejos mejor, sé un buen chico cuando regreses a casa —Le habló como se le habla a un perro muy pequeño. Min y Osborn son bastante cercanos, y Tae Hyung entiende por qué Nam Joon quiere fastidiar a Parker. Lo único que todavía no cuadra es... ¿Por qué Min estaría interesado en el niño?, ¿en qué momento se enteró el muy maldito?, ¿sería que Seok Jin habría abierto la boca?

    Seok Jin… El silencioso conteo en reversa lo estaba volviendo loco, veinticuatro horas, era todo lo que tenía para averiguar porqué Dong Ju sabía de la estadía de Boseman en el país. Si Jung Kook es tan irrelevante como decía ser… ¿Qué interés podría tener Dong Ju en él? Tan importante como para distraerlo con sus redadas con el otro chico. ¿En serio este inocente ameritaba tanto alboroto?

    «Intenta pensar como él» sugirió el mecanismo.

    «Soy Kim Seok Jin. Me creo muy bueno con las armas pero lo único que tengo a mi favor es una cara bonita y una codependencia hacia mi horrible y tacaño jefe mala paga». No, eso no estaba funcionando.

«Intenta otra vez».

    «Soy Kim Seok Jin. Soy tan desgraciado que no me importa que mi suegro se cargue a muchos inocentes solo porque se le acercan». Dios, esto es ridículo. Basta. No, él no volverá a hacer eso.

«Intenta una vez más».

    «No. Ya no».

    Pero Jung Kook no era un inocente cordero, estaba seguro... De otra manera, tendría registro en algún lado. Por el contrario, no lo tiene. Nada más allá de un historial inusualmente perfecto. Como si hubiese sido redactado a propósito, dejando salir solo las noticias que le convenían para agregar elementos al teatro del chico normal de preparatoria. Un par de ferias científicas por aquí, un par de becas estudiantiles por allá, nada demasiado rebuscado, ni demasiado aparatoso.

    —Es decir que... ¿Regresaré a casa?, ¿entonces... para qué me trajeron hasta aquí?, ¡tiene idea de lo aterrado que me he sentido las últimas horas?!, ¡Su amigo me drogó! Y luego hizo no sé qué truco con la mesa, mi trasero está cansado de estar sentado durante tanto tiempo.

    No parecía del tipo que pudiese idear planes muy brillantes.

    No se confundan, no es como si Tae Hyung pensara en Jung Kook como una persona estúpida, pero lo único que le había visto hacer desde que le conoció, era llorar por su vida y temblar de miedo, —una reacción natural en un inexperto joven de ciudad, ¿no? —. Pero, aun así, no cuadra. Una persona que no tiene nada que esconder, tiene un pasado. Un hombre que no ha buscado nada indebido en Google, no tiene el historial en blanco, ni tampoco tiene la necesidad de usar el modo incognito. Si Jung Kook estaba en blanco, era porque algo quería esconder. Y la verdadera pregunta que ahora atormentaba al mecanismo, era... ¿Qué?

    Para su desgracia, el mecanismo no le ayuda. El mecanismo se siente satisfecho con saber que el muchacho no está herido. Entonces llega a la conclusión, si quiere respuestas, tendrá que buscarlas por sí mismo.

    —Sí, sí, sí. Toma agua, con eso se te va a pasar el efecto de la droga —exclamó, indolente ante los métodos de Jung. No le iba a reclamar, bastante había hecho al socorrer a su llamado. No le habría dado tiempo para saltar con el chico hacia otra parte, por eso fue que su única opción fue empujarlo al vacío, confiando en que Jung haría bien su trabajo, como siempre lo había hecho. Jung había cumplido con mantenerlo a salvo—. Y sobre tu trasero, de verdad espero que puedas averiguar qué hacer con él.

    —¡Es usted un cínico! Tan cruel y desconsiderado, cómo se atrev... —Tae Hyung se pierde en sus pensamientos. Pregunta al mecanismo qué es lo que ha visto en él que lo tiene tan al borde del colapso. Pero no encuentra nada. Sin desearlo realmente, la mirada se le pierde en esa boca roja, una pequeña flor, se mueve de arriba abajo, si se concentra y le lee los labios, interpretaría un par de groserías infantiles y un par de lloriqueos incesantes, pero eso a Vanther no le interesa.

    No se da cuenta en qué momento, pero se ha levantado de la mesa y ha caminado hasta quedar justo al frente del muchachito. Se inclina un poco. Jung Kook ha dejado de parlotear, el chico lo está mirando con los profundos ojos negros a la expectativa, de pronto su tono ha bajado un par de decibeles —. ¿Ahora qué es lo que quiere?, ¿está usted sordo?, ¿por qué me ignora?

    —Cállate ya, niño. Eres desesperante —Le está examinando. El mecanismo busca información como loco, pero no tiene mayores resultados que los que Jung le había mandado hacía un par de horas. Información que, aunque interesante para V, resulta inútil para Tae Hyung. Entonces Kim siente los deseos de tocar esos labios, no sabe por qué, pero quiere, necesita hacerlo. Con un suave movimiento, roza la yema de su pulgar en el belfo del niño, frunce el ceño con mayor fuerza, el chico por fin deja de hablar y eso Vanther lo agradece tanto... Entonces, cuando Jung Kook está todavía más pasmado, mirándole desde abajo con esos ojos tan enormes que está evitando a toda costa... Tira de su labio inferior hacia abajo y lo que mira... Le deja todavía más confundido que antes.

    Bingo, apunta el mecanismo en la retina de repuesto, justo antes de escanear la imagen y ponerse a investigar. Tae Hyung se relame los labios antes de apretar los dientes muy fuertemente. No sabe por qué, pero se siente traicionado, burlado. ¿Esa era razón suficiente para arriesgar el pellejo innecesariamente?, ¿para poner sus prioridades en torno a un chico que acaba de conocer? Listo, ahora V tenía lo suyo, se distraería un buen rato buscando información, al menos tendría la mente tranquila por un rato, al menos la parte superficial. Pero eso no arreglaba las cosas del todo, a penas y le había dado un pequeño extremo de una enorme cuerda de la cual tirar. Cierra los ojos con mucha fuerza, no quiere distraerse, ni en el tacto de su labio, ni en su mirada cautivadora. Se esfuerza por poner en orden sus pensamientos. Y entonces procede a hacer sus preguntas.

    —Te lo preguntaré de nuevo, niño —dice, observando con atención su labio interior, con la mano izquierda aun halando de sus pieles, estira la mano libre para atraer la mirilla externa que vuela desde el otro extremo de la mesa y colocarla de nuevo en su lugar. El llamado de la mirilla hace un sonidito al chocar con la mesa y al estamparse en la mano libre de Vanther y cuando la coloca, esa mirada de esmeralda regresa. El destello de la retina falsa da una vuelta entera y de nuevo Tae Hyung puede observarle a la perfección, Jung Kook da un saltito en su asiento al sentirse descubierto. Y ya no puede musitar nada cuando escucha mascullar al hombre un—: ¿Quién demonios eres?





Nota de Autor: Necesito que cada vez que piensen en Jung Kook (a.k.a Joven Boseman), se lo imaginen así:

Ajdkajd. Es que está re bonito, parece un angelito.

Y que cuando piensen en TaeHyung "trabajando" lo vean más o menos así:

Al final es solo un conjunto en negro, pero ¡el diseño es increíble! 💚🥺

Espero hayan disfrutado el primer capítulo, yo he disfrutado un chorro hacerlo 💚. Esta será mi primera historia "larga" (?) y con larga me refiero a que los caps no serán de sólo mil palabras (como en la mayoría de mis historias). Btw, espero le den la bienvenida a mi niño consentido. ¡Nos leemos pronto!

Love, Sam 🌷

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