iii. Hope in front of me.
"You open up your eyes and up ahead
There's a big sun shining
Right then and there you realize
You'll be alright."
Hope in front of me; Danny Gokey.
Siento que algo ha temblado. No sé si ha sido el piso, el escritorio o solo yo. Pero las palabras del profesor Altin ingresan por mi oído no una vez, tampoco dos. Cientos de veces. Todas las que pueden en menos de tres segundos.
-Disculpa, creo que escuché mal.
-A menos que me escucharas decir otra cosa diferente a que soy tu Alfa, no.
¿En qué cabeza entra que hablar de esto de una forma tan informal es normal? Estoy seguro de que me ha visto la cara de idiota.
O peor aún, que me está jugando una de las bromas más crueles del mundo-No tengo tiempo para esto.
Contrario a lo que espero, mi comentario parece afectarle mucho-¿Acaso no me hueles?
No. No te huelo. Y me duele, demonios.
Siento que me ha ofendido como nadie jamás lo ha hecho y eso me hace hervir en rabia.
Porque él no lo sabe y no tiene la culpa. Pero no puedo evitar enojarme por su broma de mierda.
-¿Acaso te das cuenta de lo horrible que estás siendo? ¡Aléjate de mí!-retrocedo y él aleja la mano que aún toca el escritorio por igualarme los pasos, logrando que nuestra distancia permanezca intacta.
-Te he buscado por todos lados- insiste. Parece que mi rostro debe reflejar una confusión total, porque se disculpa de inmediato-. Lo siento. Es que... tu olor...
-¿Cuál olor?
-Tu olor de Omega, Yuri- yo no tengo ningún maldito olor-. Hueles a...
Me remuevo incómodo y siento un deseo de llorar insoportable. Ese tonto, sea quien demonios sea, está yendo demasiado lejos-¡Calla! - él detiene su cháchara de inmediato-. Cállate.
-Creo que no he encarado la situación de la forma que...
-¡No me gusta que insinúen estas tonterías! - el grito agudo sale de mí sin que pueda retenerlo. Cuando él intenta acercarse a mí, retrocedo todo lo que puedo-. Yo no soy tu Omega. ¡No soy el Omega de nadie!
Me echo a correr, olvidando una parte de mi trabajo a mis pies, porque simplemente se me ha caído de la impresión en algún momento que no recuerdo. Él me llama e intenta detenerme con palabras, pero no puedo hacerle caso.
Me alejo, casi vuelo de lo rápido que huyo de él y de todas las cosas hirientes que he tenido que escuchar.
Y para cuando me detengo a recuperar el aire dentro del bus que logré alcanzar, me siento un niño.
Uno pequeño al que le hicieron bulla sus compañeros. Es casi como un dejavú.
Una señora se me acerca y me pregunta si me siento bien, probablemente porque me encuentro agitado y tengo el rostro con mil emociones trágicas siendo sus principales protagonistas. Le tranquilizo con un asentimiento y una sonrisa falsa y ella se aleja más tranquila.
No puedo creerlo. Aún no puedo. ¿Cómo un profesor puede atreverse? ¡Y ni siquiera es mi profesor como tal!
Paso de la rabia a la angustia y viceversa, unas cuatro veces hasta llegar a donde debo bajar.
Y pese a que durante el camino intento serenarme y controlar mi sentir, mi abuelo no puede pasar por alto la forma suave en la que cierro la puerta, siendo que siempre hago un escándalo cuando llego a la casa.
-¿Yurotchka? -se asoma con prisas-. ¿Qué pasó?
Oh, pues, mi profesor suplente ha decidido ser un grosero conmigo diciéndome que es mi maldito Alfa. Sé que sí suelto esas palabras, mi abuelo no tardará en reaccionar de la forma que siempre lo hace-Nada.
-Jovencito.
-Aprobé mi examen, ¿Sí? - intentó pasar por alto su tono insistente, porque realmente no quiero hablarlo-. Solo me quiero bañar.
Pero siendo consciente de que algunas cosas no son fáciles para mí, mi abuelo decide quitarse las dudas de una forma que él sí puede y yo no. Se acerca a mí y me huele con algo de distancia. Arruga un poco el rostro en desagrado y se aparta-Ah, no es nada.
-¿Por qué no te gusta el olor de Mila?-yo no sé a qué huele ella, pero ya que me abraza y pasa las tardes conmigo, supongo que es a quien debo oler tanto.
-Creo que a ningún Alfa le gusta el aroma de otro, Yurochka- no es así, en realidad. Lo que a mi abuelo no le gusta, es que esos olores se me peguen a mí-. Ahora ve a ducharte mientras guardo esto.
-Está bien-me felicito por escapar del interrogatorio más incómodo del mundo. Cierro la puerta de mi habitación con las exageradas trabas internas que he puesto para cuando no quiero ser molestado y pongo algo de música para no volverme loco.
Me decido por David Bowie, ya que el trabajo que le he presentado a Lilia estaba inspirado en él. Eso me recuerda a que he sido la calificación más alta y me devuelve el buen humor.
Muevo un poco las caderas mientras me quito todos los abrigos enormes que llevo hasta quedar desnudo, con la ducha preparando el agua caliente y la muda de ropa limpia sobre la cama.
Me gusta este apartamento. No es muy grande, pero tengo mi propio baño (súper pequeño) y eso me hace feliz, entre otras cosas de mi habitación que también lo hacen. Si bien mi ventana da vista a una pared sin gracia, agradezco tener una ventana amplia para ventilar todo cuando limpio. Las paredes son blancas porque no se nos permite pintar, pero me las he ingeniado para que todo se vea como yo quiero.
Cuando noto que el vapor se asoma desde la puerta del baño, no me olvido de dejar la toalla antes de encerrarme ahí dentro para quitarme el sudor de encima.
En tanto paso ahí debajo, con la música sonando, tomo el shampoo de cereza y lo restriego fuertemente contra mí cabello. Hago lo mismo con el jabón y las cremas que me permiten sentirme cómodo. No tengo idea de cómo debo oler, pero al menos así puedo oler a algo para el resto.
-Mi olor...- murmuro. No puedo evitar recordar las palabras incompletas del profesor Altin. Él aseguraba que yo olía a algo, lo cual es imposible a estas alturas-. Que cruel insinuar que...
Me dejó de tonterías cuando el agua caliente se termina y la fría me golpea para que deje de pensar en esas cosas. Se lo hubiese agradecido de no ser porque salió congelada.
No me tardo mucho para secarme porque tengo frío, así que en menos de quince minutos, estoy limpio, fresco y vestido para almorzar.
Dejo la puerta de mi habitación abierta y bajo un poco el volumen de la música. Mi abuelo no lo admite, pero mis gustos musicales se le han pegado bastante.
-Abuelo-él está de espaldas a mí, terminando de pasar los piroshki recién horneados a un plato frío. Seguramente los hizo sabiendo que aprobaría mi examen.
-Dime.
-¿A qué huelo?
Él detiene lo que está haciendo y se gira hacia mí-¿Ahora mismo? - asiento, lo cual le lleva a acercarse a mi nuevamente para olerme bien-. Al shampoo del baño y al perfume que te regale en tu cumpleaños.
No es esa mi pregunta y lo sabe. Intento no verme muy decaído por ello, pero vuelvo a preguntar-¿A nada mas?
-Yurotchka... ya hablamos de esto, pequeño.
-¿Nada más?-insisto, porque aunque no lo quiera así, los ojos se me han llenado de lágrimas. Me da rabia no tener poder sobre mí mismo.
-Nada más- termina de servir la comida y se sienta a mi lado, acariciando mi mano-. Tal vez sea mejor así. Tú siempre dices eso.
Niego. Porque no tendría que ser mejor así.
Toda la libertad que tengo no significa nada si siento que una parte de mí está muerta.
-Lo digo porque... ya sabes como son los Alfas- él asiente, sin sentirse ofendido por mis palabras-. No es que quiera ser un estúpido Omega...
-¿Entonces?
Es una pregunta de mierda, para la cual tengo una respuesta de mierda.
-Nada. No sé- me da rabia no saber que quiero en realidad, mucha.-. Quisiera al menos poder oler lo que vamos a comer.
Estoy seguro de que mi abuelo odia no poder tranquilizarme con su aroma, por lo cual debe recurrir siempre a las palabras y a la palmaditas en el hombro-Algún dia todo volverá a funcionar como debe. De momento, concéntrate en pasar los exámenes.
No hablamos mucho al almorzar. Puedo sentirle el sabor a los piroshki apenas, pero me contento con poder comerlos. No tener olfato ha cambiado mucho el sabor de toda la comida, volviéndola tan fría como las personas que me cruzó todos los días.
Todas menos el tonto profesor Altin.
No significa nada para mí y solo le he visto una vez. Pero no soy tonto; él no ha sido el primero en querer halagarme por el aroma que supuestamente tengo.
Me han llegado a decir que huelo a rosas, a margaritas, a caramelo derretido. Todo para acostarse conmigo.
Inventan aromas porque les hiere el orgullo no poder reconocer mi olor. Piensan que lo escondo adrede de alguna manera, pero jamás admitirán no poder olerme.
La realidad es que jamás he cedido, no solo porque me aterra, si no porque técnicamente no creo poder hacerlo. Mi celo nunca se ha presentado y ya tengo diecinueve años.
No puedo negar mi curiosidad, pero tampoco tengo como apaciguarla, porque sé que vivir la experiencia no es una opción para mí.
Sin embargo, no puedo evitar recordar mis actitudes frente a la mirada de aquel hombre. Cuando me miraba quería verme bien, y cuando no lo hacía, quería que lo hiciera.
No sé definir el sentimiento; solo sé que quería su atención. Pero no sé la razón.
Cuando me dijo que era mi Alfa realmente me enojé, porque nadie se había atrevido a tanto. Esas palabras son pesadas y no he podido evitar pensar en que ha dejado que su tonto instinto de Alfa se las haya hecho escupir.
Pero recordar su semblante cada vez que retrocedía o lo preocupada que sonaba su voz cuando me alejé de allí a las corridas, me hace replanteármelo todo. ¿Acaso he exagerado? No me sorprendería, porque no me esperaba esas palabras de su parte.
Así que ahora mismo, tirado boca arriba en mi cama, no puedo evitar preguntarme...
¿Qué tan en serio iba el Profesor Altin?
Al día siguiente no tengo Ética. En realidad, no lo tendré hasta la semana que viene.
De todas formas ando algo torpe. Tengo la necesidad de recorrer los pasillos con la mirada. Intento fingir que busco un salón de clases, pero en realidad quiero ver si me lo cruzo de nuevo.
Paso la clase de Medios Expresivos sin lograr dibujar algo decente. Paso la de Diseño por computadora sin seguir las indicaciones de mi profesora y me frustro, porque la curiosidad es más fuerte que las ganas de mantener mi beca.
Así que cuando las clases finalizan este día, me apresuro a ver los itinerarios del resto de las carreras de la Universidad.
Busco y busco hasta dar con el salón correspondiente. Tengo menos de cinco minutos antes de que su clase termine, así que debo correr para llegar.
Parezco un idiota desesperado. Soy uno, en realidad. Tengo miles de preguntas y una esperanza ignorante bailándome por todo el cuerpo; esta se acrecienta cuando veo salir a los estudiantes del salón que estaba buscando y le encuentro mirando hacia la puerta, con sus cosas sin guardar. Puedo ver que tiene la parte de mi trabajo que se me ha caído ayer y que seguramente esperaba verme para devolvérmelo.
Parece darse cuenta de que estoy allí desde mucho antes que yo llegara y aquello solo me ilusiona.
Me ilusiona terriblemente.
Es el primero en hablar cuando al fin nos quedamos solos.
-Plisetsky- me llama por mi apellido intentando levantar nuevamente la profesionalidad que ha perdido ayer al llamarme por mi nombre sin consentimiento-. Lamento lo de ayer, yo...
-¿Dices que puedes olerme?-no quiero escucharle decir tonterías, así que le hago caso a mi bolsa llena de preguntas y dejo que la primera salga sin pensarla demasiado.
-Claro que puedo olerte. Eres...
Mi Omega. Sé que quiere decirlo, pero no lo hace. No luego de gritarle que yo no le pertenezco a nadie.
-¿A qué huelo? - mi voz suena ansiosa. Si este hombre realmente puede olerme, debe notar que estoy extasiado de curiosidad. Pero intentando no ser muy obvio, aligero un poco mi interrogante-. Me gustaría una perspectiva nueva.
-No me molesta recitarte acerca de todo lo que puedo encontrar en tu aroma- se me erizan los bellos del brazo cuando me dice eso al sonreír. Debo verme como el peor tonto del mundo-. Pero preferiría hacerlo tomando un té, tal vez en la esquina... mañana- estoy seguro de que no solo trabaja aquí. Sea quien sea, no puede simplemente cancelar sus planes por un desconocido como yo-. ¿Qué dices?
Que quiero respuestas. Quiero saber a qué huelo, a qué huele el té, los piroshkis y él. Quiero ser valiente y no temer confiar en alguien que, tal vez, tenga todas las respuestas que he vivido buscando.
Quiero que tenga razón en todo y quiero que mis impresiones sobre él no estén equivocadas. Hay algo que me empuja a él, algo que hizo que me durmiera pensando en él y me levantase igual. No me arriesgo a llamarle instinto, porque jamás lo he tenido.
Pero, ¿y si así fuera? ¿No es esa la señal que estaba esperando?
No me tardo mucho más en responderle lo que quiere oír, pero tampoco me quedo mucho más en el salón.
-Tú pagas.
Capítulo después de dos siglos. Espero que lo disfruten💖
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro