ii. The big bang.
"The big big bang
The reason I'm alive
When all the stars collide
In this universe inside"
The big bang; Miley Cyrus.
—¿Llegaste a terminar?
—Claro que sí. ¿Tú no? —Ella hace un sonido terrible de queja, llamando la atención de una de las preceptoras que va por el pasillo—. Ay, Mila...
Mila Babicheva es la Alfa más torpe que conozco. Me agrada mucho por esa misma razón. El hecho de que a ella no le interese juntarse con Alfas de su posición social, hace que me sienta más cómodo a su alrededor, porque después de todo, los Betas escasean en esta Universidad.
Si bien hace tres años la sección estaba dividida, ahora mismo los Alfas y Omegas van mezclados, como si no fuese a representar un peligro en algún momento. ¿Mi opinión? Es ridículo. El mundo cree que estamos listos para mezclarnos sin actuar como animales, cuando la realidad es que eso, al parecer, no es fácil de controlar en debidas ocasiones.
Como siempre, la educación y los valores hogareños parece ser la única solución viable y económica para combatir los abusos, la discriminación y el sometimiento ridículo de los Alfas a los Omegas.
Por cierto, ridículo es mi maldita palabra favorita.
—Prometo compensarlo. Por favor, no quiero reprobar esta materia; esa bruja me vuelve loca.
La forma patética en que Mila suele organizar sus tiempos es la que nos tiene pegando cinta en los cartones detrás de la cafetería como si no hubiese un mañana. Aún le falta recortar las muestras de tela y calificarlas con sus respectivos códigos de la forma más prolija posible. Le digo que haga eso y que se tranquilice un poco, porque al parecer, está desprendiendo algo que no puedo notar. Eso que hace que media cafetería se de vuelta.
—Lilia no es una bruja.
—Tú eres su favorito, claro que para ti no es una—las manos le tiemblan un poco, seguramente porque está cansada. Pese que Mila viene de una familia de Alfas muy acaudalada de altísima posición, decidió estudiar y mantenerse sola. Si bien parece ser diferente a los demás, Mila es muy orgullosa. No le gusta que nadie la cuide, que le sostengan la puerta y ni mucho menos, que le den de comer.
Son ese tipo de características las que llevo anotadas en algún rincón de mi mente, para no olvidar que, pese a que ambos somos personas, sí hay una diferencia en el medio que mi abuelo me insiste que no debo olvidar jamás.
—No soy su favorito—le corrijo, sonriendo con la altanería que me caracteriza tanto—. Solo soy mejor que tú.
Ella hace un mohín histérico con los labios que lleva al natural y arruga un papel que ya no sirve, embocándolo en un tacho de basura a la perfección— Eres un Beta horrible, Yuri.
Ese es otro pequeño dato interesante a remarcar. Nadie, excepto los directivos de la universidad (y mi abuelo), saben que soy un Omega.
Ella se ve tan confiada y tranquila a mi lado que simplemente no puedo decírselo. Hemos pasado noches y días en la casa del otro; me dejo abrazar y besar en la mejilla por ella sin ningún problema. Pensar en que ella algún día lo sepa y se lo tome a mal, es algo con lo que simplemente debo lidiar.
No podría vivir sin ella como mi mejor amiga.
—Ve a lavarte la cara mientras corto la tela. Te ves horrenda para exponer, ¿Acaso no dormiste? —la forma en que se friega sin cuidado las pequeñas ojeras que le surcan los ojos azules, me hace entender que no lo ha hecho. Me deja la tarea a la mitad y se aleja hacia los baños—. Alfa tonta.
Parezco un tonto pegando esto solo. Me he organizado para no terminar haciendo esto en el día de entrega, pero gracias a Mila, media Universidad debe pensar que soy un irresponsable. La verdad es que no me importa tanto como creen; solo que me fastidia estar corriendo a ultimo momento con cosas tan tontas como estas.
Logramos terminarlo todo quince minutos antes de que la puerta de examen quede cerrada y nos tomen lista. Al llegar, puedo notar como la mayoría de mis compañeros ha decidido no presentarse. El resto está atravesando fases diferentes; una es la resignación, y la otra, la negación.
La resignación consiste en desplomarse en el banco luego de pasar la noche entera intentando armar una presentación decente, importando poco si les va bien o no, porque el cansancio es más fuerte.
La segunda fase es la de Mila; negarse a que todo el esfuerzo realizado se vaya a la basura por la falta de sueño.
Yo estoy en la segunda, a medias, porque no creo verme tan cansado ni tampoco estarlo lo suficiente.
Soy el tercero en ingresar, y aunque me veo bastante nervioso cuando llega mi turno... en realidad, lo estoy aún más. No sé si es algún instinto de mí diminuto Omega interno, pero me hago pequeño en frente de los Alfas que van a escuchar lo que he preparado. De todas formas, esto me ha ocurrido también con el examen de medios expresivos, donde había dos Omegas y un Beta de profesores.
Nada cambia, porque aunque los Omegas intenten lanzarme un hechizo con sus feromonas para que no ande tan nervioso, no puedo oler nada.
Así que levantó la mirada, cojo aire de dónde puedo y comienzo. Uno de los profesores me detiene para hacerme una pregunta y sé justificar la respuesta con total convicción, por lo cual no se atreve a interrumpirme de nuevo.
Al final, no me ha tomando ni diez minutos.
—Excelente, como siempre— murmura Lilia aún revisando todo, sin perderse ningún detalle—. Espera afuera.
Asiento y me retiro afuera, donde Mila se distrae con el teléfono para no morir sobre el asiento.
—¿Cómo te fue?
—No sé, tengo que esperar— escondo las manos bajo mis mangas color mostaza y suspiro, un poco más tranquilo—. Oye, repasa algo aunque sea.
—No necesito repasar.
Cierto. Como el Alfa de alta alcurnia que es, Mila tiene una capacidad de aprendizaje y adaptación envidiable. Todo lo que ella logra con un chasquido de dedos, a mi me tarda meses en conseguirlo.
Pero no me dejo aminorar, no. Soy consciente de que ella tiene más oportunidades que yo y me agrada que no por eso me hagan menos. Lilia me respeta y sabe que lo doy todo por estar aquí; por eso no me atrevo a decir que es una bruja.
Para cuando ya no tengo hilachas traviesas que arrancar de mi suéter, al fin soy invitado a pasar para recibir la devolución de mi examen.
—Bien, Yuri Plisetsky. Tu trabajo está bien, seguiste la consigna bajo mis especificaciones y tomaste mis consejos. Solo hay una cosa— mencionó, tomando la camisa a rayas que confeccione a última hora—. Cuando se te presenten estampados como este, intenta jugar más con ellos. Si hubieses hecho un recorte aquí, y lo hubieses espejado— me muestra la zona del canesú en la espalda y simula una línea en el medio —. El diseño se hubiese visto enriquecido— sigo sus movimientos e intento imaginarlo. Como siempre, tiene razón—. Quitando aquel detalle... no tengo nada más que refutar. Felicitaciones.
Le agradezco con un timbre agradecido en mi voz y procedo a guardar mi trabajo para darle lugar al resto de mis compañeros. Mientras ella firma el cuadernillo y hace oficial mi aprobación en la materia, pienso en la de dulces que comeré y todo lo que dormiré ahora que se ha puesto nublado y parece que se caerá el cielo. Mi abuelito estará orgulloso de mí y por eso no puedo evitar sonreír mientras recibo mi libreta de notas firmada con una de las notificaciones más altas de todas.
—Pídele a Babicheva que entre, por favor.
Su apellido no lo pronuncia como el mío, pero no digo nada. Saludo al resto de los profesores y me permito respirar recién cuando se cierra la puerta tras de mí.
—Te toca— le aviso a ella, que me mira y sabe que me ha ido de maravilla—. Sonríele y dile que tiene razón en todo.
Seguramente no va a hacerlo. Mila detesta lamer el suelo de otros Alfas o de cualquier especie diferente. Simplemente cree que nadie tiene derecho a creerse mejor que el otro, pero yo creo que su orgullo es el que no la deja ceder al impulso.
Igual ni me puedo quejar; soy tan orgulloso como ella, pero gracias a mis instintos adormecidos, puedo manejar todas y cada una de mis emociones a mi antojo sin que nadie pueda percibirlas en absoluto.
Las ventajas de una infancia de mierda.
—Ya. Ahora debo esperar un momento— ella no se sienta, si no que se mantiene sobre la pared—. Me muero de sueño.
No le digo mucho, ya que no tardan en hacerle pasar. Me alegro de no escuchar una batalla campal del otro lado y asumo que le ha ido bien. De todas formas, no puedo evitar preguntárselo cuando sale de allí con todas sus cosas mal guardadas.
—¿Cómo fue?
—Bien. Supongo que sí eres su favorito, porque comparó todo mi trabajo con el tuyo— le ayudo a guardar bien las cosas mientras se queja por lo bajo—. Maldita bruja.
Lilia juega mucho con su orgullo. Pone a prueba su lado primitivo y le exige respeto en formas que solo ellos deben entender. A ella le cuesta olvidar que en aquel lugar, los profesores son nuestros superiores sean de la especie que sea. Y no puede evitar reaccionar, olvidando sus propios principios inclusive.
—Mila— detengo sus murmullos molestos—. Tú eres la bruja.
—¡Ah, sí! ¡Habló el coronado!— me hace gracia verle toda cansada y masticando el sarcasmo. Estoy seguro de que pedirá el día en el trabajo solo para poder olvidarse del mundo bajo sus frazadas.
—¿Iras a Ética?
Pasamos por los pasillos a paso calmado y decidimos por ir a la cafetería por algo de beber. Ella se va por un café con crema extra y yo por un té de frutos rojos, solo porque el café parece detestarme. Mi estómago no puede procesarlo y termino vomitándolo siempre.
—Ya estoy aquí... aunque...—aunque bien podría irme a descansar. Lo único que me ha bajado el buen ánimo, es saber que aún no puedo irme a casa a dormir.
Aún debo cursar esa materia de mierda, en la cual no me va nada bien, por cierto.
—No puedo seguir faltando, ya estoy al límite— se queja ella, seguramente queriendo usar su buen apellido para tapar sus escapes.
—Yo sí puedo faltar.
—O vamos, no me dejes— me suplica ella mientras revuelve su horrible café y yo le doy sorbitos tímidos a mi infusión sonrosada—. No lo soporto, Yuri.
—Tú no soportas a nadie— le resto importancia a sus quejas que a estas alturas me parecen absurdas y me apresuro a tomar una fotografía del bonito desayuno que me he mandado, subiéndolo a Instagram.
—¡Los profesores de Ética no deberían ser tan dramáticos! Estoy segura de que ese Alfa solo imparte la materia porque su familia se lo ha exigido— insiste ella, que ama hablar mal de la gente en general—. A que le encanta el teatro.
—Tu familia quería que fueses política. El país estaría en la ruina si no hubieses decidido ser una estudiante de modas que odia a los profesores Alfa de todo el edificio— me burlo. Claro que me burlo. A ella le cuesta entender que no todos tienen sus bonitas agallas para negar el destino impuesto por las familias. Seguramente el profesor Popovich odia su vida. Me da algo de pena.
—¡No odio a los otros Alfa!
Dejo mi teléfono a un lado para enumerar con sarcasmo a todos los que recuerdo—Lilia, Feltsman, Popovich, Giacometti, Nikif...
—A Crispino no la odio—su interrupción es seca. La corta solo el café que le acaricia los labios mientras mantiene sus ojos firmes sobre los míos.
—Crispino es una excepción a la regla porque eres un desastre.
Ella es lo que cualquier viejo diplomático y éticamente correcto llamaría como una desviación de la naturaleza. Mila no se inclina solo por Omegas. Lo hace por Betas y también por Alfas.
Pese a que a veces tiende a recaer en los instintos como tal, sostiene que nada de eso tendría que ser realmente importante a la hora de escoger pareja.
En resumen, Mila siquiera sabe lo que quiere. Todo lo que tiene en mente es ser lo más diferente a su familia en lo que sea posible.
—Bueno, solo un horrible Beta podría ser amigo de un desperdicio de Alfa.
Su excusa es válida. Si yo fuese realmente un Beta, diría que estoy haciendo un trabajo del asco. No suelo consolar a nadie que lo necesite ni tampoco detengo pleitos.
Y si hablamos de mí como el Omega que soy, también soy un desastre. Uno peor aún.
No reacciono a La voz de los Alfa. Ni a sus gruñidos ni a sus aromas. Técnicamente soy la persona más libre en la tierra y por eso no puedo ir diciendo por la vida cuál es mi verdadera condición.
A los Alfas en general, no les gustan los Omegas libres.
Para cuando tenemos el desayuno a medias, ya debemos ingresar al salón de clases. La verdad es que agradezco que nos dejen comer durante las clases teóricas o realmente me saltaría todo con tal de poder terminarme mi té y mi postre dulce.
Nos acomodamos junto a la ventana abierta y me quejo de inmediato. La dejaron abierta por supuesto y no tengo fuerza para cerrarla. No es que por ser un Omega sea un debilucho inútil, pero este edificio tiene unas ventanas que parecen hechas por un idiota que hace siempre mal los cálculos. Los marcos y las ventanas siempre quedan del mismo tamaño y eso hace que abrirla o cerrarla sea un jodido infierno.
Quiero pedirle a Mila que lo haga por mí, pero está con los ojos cerrados sobre el asiento y me siento algo contradictorio sobre si debo molestarle o no. Después de todo, todos hemos estado en su lugar.
No tengo tiempo de decidirme, así que opto por ponerme el abrigo extra que me traje por si acaso y ya. La puerta del salón se cierra avisando que el profesor ya está aquí para impartir su clase.
Comienzo a buscar mi cuaderno y maldigo en voz muy baja cuando el estuche de mis lapiceras se va al fondo de todo.
—¿Y quién es este?
Yo no me doy cuenta hasta que Mila me pregunta, porque no puedo sentir que el aroma de quien tomó el escritorio en su poder, es diferente. Solo al levantar la vista me doy cuenta de que ese no es el profesor que esperaba ver.
—Hoy tendremos unos cambios— menciona—. El profesor Popovich está de licencia.
—Gracias al cielo—suspira Mila mientras le detalla con cuidado de no parecer muy obvia. Por mi parte, no puedo evitar encontrar su voz como la más relajante que he oído. Asumo que es un Beta.
—Soy el profesor Altin; lo cubriré durante las siguientes semanas. Si tienen alguna duda...
—¿Cuántas semanas?—era clarísimo que no tardarían en comenzar a poner incómodo al nuevo profesor, así que su respuesta me hace sonreír.
—¿Ya se aburrió de mí? —ella hace una mueca avergonzada pero no aparta la sonrisa tonta de su rostro en ningún momento. Mientras tanto, yo me froto los brazos por el frío que me entra por la ventana—. Seguramente no serán mas de dos meses.
—¿Cuántos años tiene?— Mila es la siguiente en gritar la pregunta, sin levantar la mano. Le doy una patada por debajo de la mesa y ella ni se inmuta, claro.
—Eso no es...— a media respuesta, él se queda callado. Como si hubiese recordado algo. Y en el instante que una suave y casi inexistente ráfaga de viento ingresa por la ventana, sus ojos se encuentran con los míos—...relevante.
Sus ojos chocolate se agrandan un poco al verme y tengo la sensación de que ese salón es más grande de lo que recuerdo. Sin embargo, no me sale ni una mueca de desagrado por lo insistente que es su mirada sobre mí durante el resto de la clase.
—Te está comiendo con la mirada—Mila parece entusiasmada al respecto, como si le estuviese ocurriendo a ella y no a mí.
—Sí, claro.
—Pídele su número—lo dice bajito, justo en el momento en que él está explicando el último texto del ethos que tanto odio.
—No seas ridícula, Mila. Pídeselo tú si tanto te gusta.
Me parece muy tonto, de verdad. Lo que aún me lo parece más, es la forma que tengo de acomodarme el cabello tras la oreja cada vez que me mira. Muerdo mi lápiz intentando concentrarme en el tema que está explicando y no en los decibeles correctos de su voz que me hacen moverme nervioso contra el asiento.
Es la hora y media más larga y extraña de toda mi vida.
Para cuando la clase termina y al fin puedo irme a casa a descansar, Mila me mete prisa porque se quiere ir. Como he revisado el teléfono para ver qué me había enviado mi abuelo, me tardo más en guardar mis cosas.
Impaciente como es, me saluda con un súper beso en la mejilla y se va de allí. No la culpo; entra al trabajo en tres horas y está muerta de cansancio.
Sin embargo, hay algo extraño en mi forma de guardar mis útiles, y es que me tomó más tiempo del normal. No sé porqué. Mis compañeros se apresuran a largarse mientras yo hasta me aseguro de acomodar la silla como la encontré al llegar y bajo los pequeños escalones con tranquilidad.
El profesor Altin se toma, prácticamente, más tiempo que yo para dejarlo todo en orden.
Cuando me mira le regalo un sentimiento en forma de saludo, pero no me lo devuelve. Desvía la mirada a sus cosas y decido que es mejor dejarme de tonterías.
Eso me pasa por dejarme manipular por Mila.
—¿Plisetsky, cierto?
Su voz se oye distinta al dirigirse a mi. Intuyo que tal vez, es porque estamos más cerca y no tiene necesidad de levantar la voz. Así que me detengo
—Ajá—pero al ver que los segundos corren y él no habla, intento apresurarle de la forma menos grosera posible. No quiero perder el bus—. Llevo algo de prisa...
—Mi nombre es Otabek Altin—se acerca con paso firme y noto que es más alto que yo.
Ya sé su nombre. Toda la clase lo sabe.
—...¿Y?
Con la más extraña de las expresiones que jamás he visto en el rostro ajeno, suelta unas palabras que no solo me toman por sorpresa. Si no que mueven mi mundo como ninguna otra insulsa poesía jamás lo ha hecho.
—Soy tu Alfa, Yuri.
Ahre, tardé una eternidad en actualizar jaja perdón, ya saben como me pongo.
Esto empieza con una bomba, claro que sí como que no. Me hace feliz ver que el otayuri no ha muerto y algunas están interesadas en leer. Gracias por seguir acá y espero que les esté gustando❤
Pd: Wattpad de mierda es el que me cambia los guiones de diálogo por los cortitos. Que sepa que lo súper odio.
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