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  Cuando algo no sana, se queda con uno hasta que las cosas se animen para precisamente sanar y dejarlo todo atrás con la mayor sabiduría que se pueda. Jimin tiene claro aquello al estacionarse frente a la residencia de Ryon en Leafwood, lugar al que acaban de irse hacía un día. Le da ternura que Jeongguk esté manejando y lo haga poco a poco mejor, es un vampiro y aprende rápido a final de cuentas. Pero los sentimientos encontrados que le provoca ver la casa de su ex pareja no son lo que le gustaría del todo: el dolor en el pecho, las lágrimas que asoman por sus ojos, ¿qué pasaría si lo ve de reojo y no puede evitar lanzarse a llorar? La lluvia nocturna choca contra los parabrisas, y tiene los dientes apretados de rabia e impotencia.

   El frío lo toca, y Jimin mira hacia un lado para ver de qué se trata; es Jeongguk mismo, el que intenta sonreírle con la mayor calma del mundo.

   ─── Si no se siente cómodo, puede retractarse y regresamos a nuestra morada.

   Jimin pone los ojos en blanco con una sonrisa, manteniendo la compostura lo mejor que puede.─── No puedo perderme la oportunidad de pegarle un susto a mi ex y hacerle pagar de mínima manera lo que me hizo sufrir.

   ─── Entiendo, pero mi príncipe... ─── la helada mano del muerto viviente agarra la de Jimin, y sus labios besan el dorso de la misma. Sus ojos brillan con el reflejo de las luces de la calle, pero brillan de la manera más opaca posible, como si estuviera tragándose el brillo, el fulgor de todo lo que estuviera a su alrededor.─── Una venganza no puede realizarse con el corazón desgastado, cuando el alma se agrieta y luego es sanada... Me refiero a que, mi Vida, necesitas estar completamente seguro de verle de nuevo el rostro a aquella bestia  desalmada que lo dejó a usted sin rastro de benevolencia en su suave y fuerte corazón.

   La forma en que Jeongguk habla es igual de antigua, desactualizada, que cuando recién lo conocía: entonces Jimin está seguro de que habla desde el corazón, de la mejor forma en que pudiera comunicarse. Habla con el alma entre sus afilados dientes, con el rostro cenizo vuelto una furia por adivinar el dolor que dicho desgraciado le pudo provocar a su amado, el único que pareció comprenderlo desde el inicio...

   ─── Quiero amarte plenamente, Jeongguk. No puedo hacerlo sin al menos intentar dejar esta parte de mi vida atrás.

   Con los labios apretados, Jeongguk asiente, para luego sonreírle con los dientes caninos a la luz de la calle. Un relámpago les ilumina la existencia en blanco azulado, y unos segundos más tarde, entre las sombras de la noche que parece eterna y voraz, el grave retumbar del trueno resuena hasta hacerles temblar los vidrios del automóvil. Para ese entonces, ambos se besan de la manera más pura y apasionada posible, de ojos cerrados y voces sin ganas de acallarse.

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Ejeeje