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Rosa blanca.

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Cap.52 (Rosa blanca)

Termino de colocar la última mudada de ropa en la secadora y dejo que la máquina empiece a hacer su trabajo.

Subo las escaleras, saliendo del sótano y voy hacia mi habitación. Paso por el cuarto de la nona y me detengo frente a su puerta, exhalo un suspiro y toco.

— Adelante —Escucho su voz.

Giro el pomo y entro sin hacer mucho ruido, ella está de pie en la ventana viendo con melancolía como cae la nieve fuera.

Lleva su cabello castaño en una coleta y por primera vez desde hace mucho tiempo, le veo puesto un par de aretes.

— ¿Que deseas, Kiara?

Miro el piso y toco el collar.

— ¿Por qué me lo diste?

Ella se da la vuelta, ladeando su cabeza. — ¿Darte qué?

— Esto.—Señalo el collar.

Alisha frunce el ceño y su rostro se mantiene sin emoción alguna.

— ¿No te gusta?

¿Bromeas, abuela? ¡Me salvó la vida! Aunque... También me puso en peligro.

— Sí, es sólo que me preguntaba el porqué habías decidido dármelo.

— Me lo dió alguien muy especial para mí cuando era joven —Se encoge de hombros y camina hacia una silla— Un día lo encontré guardado y decidí mejor regalártelo a ti. Tu le puedes dar un mejor uso.

— ¿Sólo eso? —Pregunto escéptica.

— Si, que esperabas. —Ríe.

¡Que me dijeras que rayos es! porque no es un simple collar y puedo dar fe de ello.

— Nada, supongo. —Susurro— Bueno, sólo era eso. Me retiro.

Ella asiente y yo salgo de su habitación dirigiéndome a la mía. Pensé que viniendo aquí la Nona  resolvería mis dudas, pero al parecer ella no sabe nada.

Me lanzo a la cama y doy un suspiro, mejor hubiera vuelto con mi mamá a Cambridge el fin de semana pasado.

Aquí ya no tengo nada que hacer.

🌹🌹🌹

— ¿Así que no resolvió tus dudas?

Giro logrando golpearle con mi pie la palma de su mano.

— No, creo que no sabe nada de esto. —Paro de golpearle para tocar el dije.

— No te distraigas,—Reprocha lanzándome un puñetazo, alzo mi brazo y cubro mi rostro recibiendo el impacto en mi codo. — Bueno, has mejorado.

— Es obvio, no quiero que me maten. —Ruedo mis ojos.

Continuamos con el combate cuerpo a cuerpo, Terrence saca sus garras y deja ver sus relucientes colmillos. Se lanza sin piedad alguna hacia mí, y yo echo a correr.

— Recuerda, no siempre vas a tener un arma así que en momentos críticos durante una pelea, cualquier cosa puede ayudarte a defenderte y a atacar.

Volteo hacia atrás y el ya no se encuentra ahí. Paro de correr y agudizo mi oído, puedo escuchar una leve ráfaga de aire pasar por entre las ramas de los árboles.

Escucho una ardilla corretear arriba de donde me encuentro, alzo la mirada y la sombra de Terrence pasa volando. Salta y cae al piso empezando a correr, cojo una piedra y voy tras él.

Fijar la puntería en él es muy difícil debido a que zigzaguea a una velocidad impresionante, lo que causa que lo pierda de vista rápidamente.

Escucho algo cerca de mi espalda por lo que giro y lanzo la piedra cayendo en cuclillas. La piedra impacta en la frente de Sullivan quien se ha quedado estático y ahora un hilillo de sangre empieza a cubrir su rostro.

Parpadeo atónita y sin poder evitarlo, empiezo a reír.

— Ja, ja.

Río aún más fuerte y el pasa sus manos por la frente tocando la pequeña herida que poco a poco se va cerrando.

— Tienes suerte de que haya ido de caza ayer y esto —Señala su frente— Sane ligero.

— No es mi culpa que seas tan lento y no hayas previsto mi acción.—continúo desternillándome  de la risa.

La herida se cierra por completo y sus ojos rojos me miran con furia.

— Bueno, ya.

Empieza a caminar hacia adelante y yo troto hasta alcanzarlo.

— Punto débil de un licántropo.

— Garganta.

— Hay otro —Salta un tronco caído.

— El pecho.

— ¿Y cómo se matan?

— Son  sensibles a la plata y a la ponzoña de vampiro, al igual que los cazadores no soportan el olor de la flor de Gyorlo y no resisten el veneno de esta.

— ¿Y que del punto débil de un vampiro?

— Las dagas cuya hoja está hecha de plata, ponzoña de licántropo y la esencia del Gyvel.

» Se ataca directamente al corazón o a la garganta con el objetivo de decapitarlo.

— ¿Y que se hace después?

— Se quema el cuerpo.

Terry sonríe con satisfacción. — El libro que te di... Haz memorizado casi todo.

Me encojo de hombros. — No tenía nada que leer.

— Bien, veamos como vamos con tu puntería.

Alza su camisa dejando ver su ejercitado y bien formado abdomen.

— Cierra la boca que se te escapa la baba. —Se burla tomando un cuchillo del cinturón que tiene en su cadera.

Sacudo la cabeza y mis mejillas se sonrojan, le quito el cuchillo y empiezo a correr.

— Siempre mantén tu vista fija en el objetivo. Si lo haces y no te distraes no importará el hecho de que te encuentres en movimiento cuando lances el arma. ¿De acuerdo?

Asiento.

Terrence se aleja corriendo pero siempre se mantiene al alcance de mi vista, respiro hondo y me concentro. Tomo con fuerza el puñal y analizo la forma en que el se mueve: recto, izquierda y derecha.

Lanzo el cuchillo y el se tira al piso justo en el momento que la daga pasa por donde el se encontraba, se escucha un "clap" y a medida me acerco veo que ha terminado ensartada en el tronco de un árbol.

— ¡Eso fue increíble! —Se levanta y me coge de la cintura alzándome en el aire.

Río.

— Bueno, hagámoslo de nuevo.

🌹🌹🌹

— ¿No te parece extraño?

— ¿Qué?

— Esta parte del bosque, es decir, todo está cubierto de nieve pero aquí... Sólo hay escarcha.

El sonríe y besa mi nariz. — Es porque hay muchos árboles, la mayoría de la nieve se acumula en lo más alto de las hojas y cuando hay fuertes vientos, caen al suelo en grandes cantidades.

Parpadeo. — Que nerd.

— Uno muy caliente.

Empiezo a reír pero el me calla poniendo sus labios en los míos, sostiene mi mejilla y la acaricia. Mis manos atrevidas aventuran más allá de su camisa tocando su abdomen y acariciando su espalda. Enrolla una de sus piernas  en las mías, suelto una risita separando mis labios en busca de aire. El ríe y sus ojos verdes destellan un brillo que no sé como describirlo.

Me toma de la cintura y me coloca sobre él, roza sus labios en mi nariz y va depositando pequeños besos hasta llegar a su destino.  Una de sus manos sostiene mi cintura y la otra se adentra en el interior de mi camisa. Sus labios se mueven con frenesí en busca de más, su lengua se adentra en mi boca, todo a nuestro alrededor ha desaparecido para ambos.

Sólo estamos él y yo.

Muerde mi labio y por primera vez no reprocho, mis manos juegan con el borde de su camisa hasta que entre risas y besos logramos deshacernos de ella. Mi corazón late rápidamente y mis labios no dejan de buscar los suyos, como si estuvieran desesperados de no obtener lo que desean. Empieza a jugar con los botones de mi camiseta, mis manos están en su pecho y nuestras respiraciones se encuentran agitadas.


El viento sopla y algo blanco cae en su cabello, seguido de eso una gran cantidad de nieve nos cae encima, quedando bajo ella. Me incorporo sacudiéndome y Terry sacude su cabello, ambos nos miramos y aún puedo ver la chispa de lujuria en sus ojos.

— ¿Ves a lo que me refería? —Habla con una voz sumamente ronca y su ceño fruncido.

Ambos estamos cubiertos de nieve, todo el pecho de Terrence está blanco, estiro mi mano y le sacudo. El hace lo mismo con mi cabello y empezamos a reír.

— Te quiero —Susurra.

— Te quiero.

Nuestros labios están hinchados, mi cabello es un desastre al igual que el de Terry. Cierro mis ojos y río viendo mi camiseta desabrochada que ya deja ver el sujetador, Sullivan suspira y mete sus manos bajo la nieve buscando su camisa.

— Eso fue...

— Intenso —completo casi susurrando.

— Jodido viento —Masculla y yo no  puedo evitar reír.

Gateo hasta quedar a su par, recuesto mi cabeza en su hombro y el empieza a mover sus manos en el aire.

— Fíjate —Susurra.

Del suelo empieza a surgir un pequeño tallo, Terrence muerde su labio y sigue alzando su mano hasta que el tallo empieza a tomar forma, poco a poco empiezan a surgir los pétalos hasta que termina convirtiéndose en una rosa blanca. Estira su mano, tomándola del tallo y la arranca con delicadeza sosteniéndola en sus manos.

— Tu me diste un listón de los que ponías en tu cabello hace mucho, bueno, pues tu ten esta rosa.

» Consérvala, si alguna vez estás alejada de mí, aspira su fragancia que yo estaré en ella.

La coloca en mi cabello y me inclino para besar su mejilla. El me abraza y nos mantenemos así por varios minutos.

En medio de tan agradable silencio, escucho como algo parece quebrar ramas y hojarasca mientras camina. Abro mis ojos alerta.

— ¿Qué te pasa?

— Me pareció escuchar algo  —Murmullo un poco tensa.

Él alza su cabeza e inclina su oído. — Nena, no escucho nada.

— Pues entonces estás sordo.

Ríe. — Se supone que el de oído fino y súper dotado ¡Soy yo!

— Bla, bla, estoy segura de que escuché algo.

— Vale, no te enfades.

Entrecierro  mis ojos y lo dejo pasar. El se pone en pie y busca el cinturón lleno de cuchillos bajo la nieve, lo encuentra y me lo tiende.

— Abróchalo en tu cadera, iremos practicando camino a casa.

Hago lo que él dice y empezamos a caminar, el me toma de la mano y con la otra libre saco un cuchillo y lo giro entre mis dedos.

Ya hemos recorrido un buen trecho cuando él se detiene abruptamente.

— ¿Ocurre algo?

El me hace una señal de silencio con sus dedos y gira viendo alrededor.

— Escucha —susurra.

Cierro mis ojos y vuelvo a escuchar el sonido de ramas quebrándose.

— Escucha sus respiraciones, —murmulla— Sus jadeos.

Abro mis ojos. — Lobos.

— ¡Corre! —grita.

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