27| Teversham.
¡Hey! El día de hoy nuestro querido personaje, Terrence Sullivan se encuentra cumpliendo años, así que puedes pasar dejandole tus felicitaciones a su instagram:
**Terrence__Sullivan.
Perdón por el retraso C:
Sin más que decir, disfruten su capitulo.
🌹🌹🌹
Capítulo 27: Teversham.
Nieve lame mi rostro despertándome de aquellos malos recuerdos de mi infancia que mantenía encerrados en lo más recóndito de mi mente. Recuerdos que han vuelto a aflorar debido a los acontecimientos recientes.
Me levanto y acaricio el cuello del animal. Monto en ella y a galope regreso a casa. Llevo una semana oculta en Teversham, el pequeño pueblo en el que habita mi abuela. El aburrimiento me estresa y lo único que puedo hacer, es salir a dar un paseo por las linde de la granja pues Nona no quiere que me interne en el bosque por miedo a que mi papá haya descubierto que ya no estoy en Cambridge.
Resoplo frustrada.
Ni que mi padre fuera un asesino en serie.
Una llamada entrante me trae de regreso al mundo, tanteo en la cama hasta dar con el celular.
— ¿Si?
— ¿Cómo te encuentras? —Pregunta con un deje de voz preocupado.
—Un poco aturdida con todo lo que me está pasando.
—Sí, supongo que ha de ser difícil sobrellevar todo esto.
—Ni que lo digas —Resoplo—. Parezco una prisionera. No me dejan ni internarme al bosque.
Él tira una carcajada.
—Coffee te extraña —musita al cabo de unos minutos llenos de silencio.
Mi corazón se encoge.
—Yo también extraño a ese cachorro hermoso.
—Terrence también te extraña.
—Deja de hablar en tercera persona, Terry —Blanqueo los ojos.
Ríe.
—Solo digo la verdad.
—Prefiero no saberla —Suelto de sopetón, pero luego me doy cuenta de que ha sonado muy grosero—. Bueno, por el momento no. —Intento remediarlo.
—Eres cruel. —Refunfuña.
—Cruel es bueno. —Contesto riendo.
🌹🌹🌹
El viento sopla con fuerza, anunciando una fuerte tormenta. Cierro Criaturas de la noche y lo deposito dentro de mi mochila. Bajo del árbol y monto en Nieve.
El cielo está de un negro oscuro, y los relámpagos y truenos ya se divisan en las afueras del pueblo.
Insto a la yegua para que vaya más rápido.
Llevo casi tres semanas en Teversham, y por fin a mi abuela le ha bajado un poco el pánico y me ha permitido ir a pasear por los campos donde habitan los caballos salvajes. Lo cual ha sido una mala idea ya que el clima no es nada favorable en estos momentos.
Como era de esperarse la lluvia es más rápida que nosotros y cae con suavidad pero sé que si no nos apresuramos esa suavidad se convertirá en un torrente de agua, parecida a un diluvio. Nieve sigue corriendo y yo me alzo la capucha negra sobre la cabeza en un vano intento de cubrirme de la lluvia.
Creo que nos hemos desviado del camino pues los senderos que vamos recorriendo no me son conocidos. La lluvia incrementa convirtiéndose en el torrente que predije a tal punto de que no se logra ver nada en el camino. La yegua relincha nerviosa y yo acaricio su cuello en un intento para calmarla.
A lo lejos puedo escuchar vagamente los gritos de hombres y mujeres. Nieve empieza a galopar y puedo lograr divisar a algunos mozos corriendo con una manada de caballos.
— ¡Deprisa!, ¡Deprisa! —grita uno de ellos—. ¡Llévenlos hacia los establos!
Frente a mi, pasan los mozos instando a los caballos a correr más deprisa. Me pego detrás de ellos, pues por mi mente pasa el vago pensamiento de que quizás son algunos mozos de los que trabajan en la granja de mi abuela.
Es tanta la conmoción y la fuerza con la que azota la lluvia que ni siquiera se fijan que yo voy tras ellos. Los relámpagos iluminan todo el claro en el que nos encontramos y observo la gran mansión que se extiende a unos kilómetros de nosotros. Uno de los mozos vuelve a ver hacia atrás y me descubre.
— ¡Eh tú! —grita.
Abro mis ojos, alarmada y obligo a Nieve a retroceder.
— ¿Quién eres? —Baja del caballo y se acerca caminando hacia mí.
Trago saliva y me obligo a responder.
—Soy Kiara, la nieta de Alisha Evans. Mis disculpas por seguirlos pero me he perdido y creí que eran trabajadores de la granja de mi abuela.
El ladea su cabeza y luego esboza una sonrisa. Aunque no puedo ver bien sus facciones, es joven y no ha de tener más que algunos diecinueve años.
—Bien, no hay problema. Síguenos puedes quedarte en la granja del señor William mientras pase la tormenta.
Sin más remedio opto por seguirlos, aunque en mi mente el nombre del dueño de la granja sigue retumbando en mi mente.
William.
Cuando llegamos a la mansión una de las sirvientas me da una toalla para que pueda secar mi cabello y me lleva hasta la chimenea para que mi ropa pueda secarse un poco. Aunque la chiquilla —cuyo cabello es tan negro como el carbón— insiste en que me la quite con el argumento de que puedo coger un resfriado, yo me niego.
Saco el móvil y llamo a mi abuela para decirle en donde estoy, cuando contesta puede notarse la preocupación en su voz; le digo donde me encuentro y su preocupación parece desvanecerse pues dice que el señor de la casa es muy amable y que además me encuentro a pocos kilómetros de mi casa pero que con la lluvia mejor me espere y no cometa ninguna locura.
Cuando guardo el celular en mi mochila, aparece la chiquilla pelinegra con una taza llena de chocolate y unas galletas.
— ¡Oh! no puedo aceptarlas —digo con mis mejillas coloreadas de rojo—. Es abusar de su hospitalidad. Para empezar nadie me ha invitado y...
La chica me interrumpe.
—No importa, el señor William atiende bien a sus huéspedes y nos ha dado órdenes de que todo aquel que se encuentre dentro de su casa reciba la atención merecida. Así que anda, cógelo —Me tiende la bandeja.
Con algo de timidez cojo la taza y empiezo a beber.
—Si mi pregunta no te molesta, —Sostengo la taza en mi regazo— ¿Quién es el señor William?
La joven sonríe y toma asiento en uno de los sillones de la sala. Sus ojos parecen brillar cuando empieza a hablar de su amo.
—Es el dueño de la casa y los terrenos que rodean este inmueble. Es un señor muy generoso —Sonríe—. Las cosechas que se recogen son para todos los que trabajamos, él no coge nada de ellas. Y siempre nos presta sus animales para nuestros trabajos agrícolas en el pueblo.
Recuerdo que eso mismo me dijo la abuela la vez anterior que la visite.
— ¿Y lo conoces?
Niega con su cabeza.
— ¿Por qué?
—Nadie le ha visto el rostro pero le estamos muy agradecidos porque a aquellos que son muy pobres les permite alojarse acá. Además nunca ha venido por estos rumbos, hasta hace unos tres días. Pero vino de noche cuando todos dormíamos. Solo sabemos que está en la planta de arriba en una de las habitaciones.
—Es extraño —musito.
Ella asiente.
—Aunque no tenemos porque renegar, —Sacude su falda— nuestro sueldo es muy bueno.
Termino mi chocolate y siento como el calor invade de a poco mi cuerpo.
— ¿Y si nunca le han visto?, ¿Quién les da su paga?
—Es...
— ¡Anabelle! —Le reprende una señora—. Sabes que no puedes revelar estas cosas a —Dirige una mirada hacia mí— extraños.
La pelinegra muerde su labio y baja la mirada.
—Lo siento —Me disculpo levantándome del suelo—. He sido yo la que le he preguntado. Nada de lo que ella ha dicho ha salido por voluntad propia.
La señora alza una ceja y se da media vuelta.
—Sígueme —Ordena gruñona.
Pongo la taza en la bandeja y tomo el rostro de Anabelle.
—Lo siento —susurro.
Ella sonríe.
—No es nada. La señora Grounie es la única que conoce al señor William, y solo por ese privilegio cree tener poder sobre nosotras.
Le sonrío y me apresuro a seguir el paso de la señora Grounie antes de que se dé cuenta que me he quedado con Anabelle.
—La lluvia ha aminorado un poco así que ya puedes irte muchachita. —dice llevándome hasta la puerta.
La rabia me invade y muerdo mi labio para no decirle las groserías que rondan por mi mente en estos momentos.
¡Prácticamente me está echando a patadas!
—Gracias por su hospitalidad. —murmullo entre dientes. Tomo el pomo de la puerta y cuando lo giro se escucha el repiqueo agudo de campanillas.
Todos se quedan estáticos y miran hacia el segundo piso. En las barandas aparece un hombre vestido con una camiseta blanca y unos jeans, dándole un aire casual. No tiene más de 30 ó 35 años quizás. La señora Grounie a mi par deja escapar un suspiro ahogado. Detrás de él aparece un joven con porte altivo y arrogante, quién deja ver su rostro y su mirada se enfoca en mí.
— ¡Señor William! —susurra la señora Grounie.
Y es al escuchar ese nombre que miro nuevamente hacia el segundo piso y mi corazón parece detenerse por un momento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro