10| Te amo y no quiero perderte I
Capítulo 10: Te amo y no quiero perderte I.
Mis ojos se agrandan del miedo, mi corazón casi parece salir del pecho debido a los acelerados latidos que emite y mis tímpanos casi están desgarrados debido a mi mismo grito. Él solo esboza lo que parece ser una sonrisa pero en realidad parece una mueca.
Tiene los ojos profundamente rojos, las comisuras de sus labios están rojas y su ropa está hecha jirones, no dejando de lado por supuesto, que está colgado cabeza abajo con los mechones de su pelo colgándole. Tiene unas grandes ojeras alrededor de sus ojos y su piel más pálida que de costumbre.
— ¿T-Terrence? —Logro tartamudear—. ¿Q-que te pasó?
Él relame sus labios y sus ojos se dilatan viendo fijamente mi garganta.
Trago saliva y los recuerdos de aquel día en el parque vienen a mi mente.
—Comida —dice como si estuviera hipnotizado a la vez que me lanza una mirada sumamente lasciva—. Doncella deliciosa y suculenta.
— ¿Qué tienes? —susurro con miedo.
Él se acerca más hacia mí mientras me olfatea.
—Sangre. Deliciosa, deliciosa sangre.
Lo miro con pánico, estiro mi mano temblorosa y le toco la comisura del labio, llenándome el dedo de líquido rojo.
Inesperadamente él toma mi dedo y se lo lleva a sus labios, succionando la mancha roja.
Asustada, chillo y de un salto me bajo de la rama, cayendo de rodillas al suelo. Sullivan sigue boca abajo en una especie de trance mientras me mira de una manera recelosa.
Me pongo en pie, alerta a todo lo que pueda suceder. Lista para salir corriendo de aquí si es necesario. Él vuelve a sonreír de manera espeluznante para luego soltar una gran carcajada.
¿O sea qué?
Empieza a reír descontroladamente, las ramas del árbol sacudiéndose al compás de su risa.
—Deberías haber visto tu cara Collins —ríe al borde del colapso—. Parecías como si hubieses visto al mismísimo diablo. ¡Rayos! Ha sido gracioso —Y sigue riendo como el imbécil que es.
Miro hacia arriba, con mis manos hechas puños tratando de controlar la rabia que corre en mis venas; pero no puedo soportar sus risas y exploto.
— ¡No es gracioso! —Terry para de reír y empieza a disculparse pero yo lo interrumpo—: Créeme Sullivan —siseo—, no es para nada gracioso que una liebre se atraviese en el camino, ¡No es gracioso, sufrir un accidente!, ¡No es gracioso, no poder caminar por el dolor que ataca mi espalda!, ¡No es gracioso que me abandones en medio de la nada!
» ¡No es jodidamente gracioso, sentir que alguien te vigila! Y sobre todo: ¡No es gracioso, que la persona que más detesto en el mundo, aparezca colgado cabeza abajo con el aspecto de estar poseído por el demonio, con lo que parece ser sangre en su boca, desaliñado, con ojos enloquecidos, susurrando constantemente "Sangre, sangre. Quiero sangre" "Doncella suculenta y hermosa"
»No te lo perdonaré Sullivan. No perdonaré el hecho de que me hayas dejado tirada en aquel bosquecillo cuando más te necesitaba y luego aparezcas asustándome de esta manera. Yo no... —Pero ya no puedo seguir porque mi voz se quiebra y mis ojos se cristalizan.
Caigo al suelo de rodillas y tomo demasiado aire, tratando de reprimir el repentino llanto que parece agobiarme. Oigo como Sullivan cae al suelo justo a mi par, siento como se acuclilla y empieza a acariciar mi cabello, lo cual logra enfurecerme.
—No has estado sola —susurra suavemente y luego añade—: ¡Ah! Y solo para que lo sepas —señala sus comisuras rojas—, esto no es sangre, es jugo de fresa —Y como para resaltar lo que ha dicho, las limpia con su lengua haciendo un gesto de deleite.
Molesta, aparto su mano de mi cabello. Ni siquiera le pregunté que era y mucho menos quería saber.
—No me toques.
—Nunca has estado sola —Suelta un suspiro ignorando mi enojo—. Todo este tiempo era yo el que te seguía
»Sí, te diré que me molestó tu actitud cuando despertaste. Solo trataba de ayudarte, pero luego empezaste a despotricar cosas y bueno —Se pasa la mano por el cabello—, digamos que tengo un temperamento muy difícil...
¿Y hasta ahora se da cuenta?
Imbécil.
»No te lo negaré —entrecierra sus ojos—, cuando me marché, me marché decidido a dejarte abandonada, pero parece que mi consciencia decidió reprocharme la acción cometida y sentía esa espinita dentro de mí. Me puse a imaginar cosas y… —Suelta un suspiro— llegó un momento en el que no soporté la idea de tú estando sola acá.
Jadeo al escuchar lo que dice.
—Vamos —musita parándose y tendiéndome su mano—. Te ayudaré a llegar a casa.
Aparto un mechón de mi cara y lo miro desconfiada.
—Te lo prometo —esboza una sonrisa.
—No.
— ¡Qué! —exclama escéptico.
—Lo que has oído, no quiero tu ayuda.
— ¿Podrías dejar de lado tu orgullo solo por esta vez? —Inquiere con el ceño fruncido— Solo quiero hacer las cosas bien.
—No soy la damisela en apuros —Es mi respuesta, a la vez que me cruzo de brazos—. Puedo llegar a mi casa yo sola.
Alza una ceja y revolea sus ojos.
—Bueno, entonces demuéstramelo.
Bufo y logro ponerme en pie, sacudo mis jeans y empiezo a caminar tranquilamente logrando incorporarme nuevamente al camino que seguía antes de desviarme. Puedo escuchar los pasos de Terrence tras de mí y no puedo evitar apretar mis puños.
— ¡Por qué rayos me sigues! —exclamo con fastidio.
—Solo quiero ver hasta donde llegas.
— ¡Ush! ¡Eres insoportable! —Me quejo.
🌸🌸🌸
Caminamos —Y digo caminamos, porque literalmente Terry parece mi sombra— durante un largo tiempo, lo cual no hace más que aumentar mi cansancio, hambre y sed. Hemos dejado atrás las agujas de pino y hojarasca, para caminar en un terreno lleno de polvo y muchísimas piedras.
Hay un momento en el que tropiezo pero consigo mantener el equilibrio, lo cual me hace sentir aliviada.
— ¿Estás bien? —escucho esa voz irritable.
—Solo estoy cansada.
Continúo caminando hasta que siento como hala de mi mano, logrando que de vuelta y quedemos cara a cara.
— ¡Qué rayos te pasa! —grito.
—Ni siquiera sabes a donde lleva este camino, Kiara —Frunce su ceño a la vez que sus ojos buscan los míos—. Sube a mi espalda.
— ¡Tú estás muy loco si crees que voy…! —Terry no me deja continuar, pues blanquea sus ojos y aprovechando que aún tiene su mano sobre la mía me hace girar y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro sobre su espalda—. ¡Bájame!
—Mantén tus ojos cerrados, no los abras por nada en este mundo a menos que yo te diga ¿Sí? —Da indicaciones ignorando mis quejas.
—No voy a hacer nada de lo que digas, ¡Bájame ya!
—Sujétate.
Es lo único que dice antes de dar el primer paso hacia adelante, por puro reflejo —Y porque también no quiero caerme— enredo mis manos alrededor de su cuello y mis piernas en su cintura. Pareciera que estaba esperando a que solamente hiciera eso pues empieza a correr, el viento azota con demasiada fuerza mi rostro obligándome a cerrar mis ojos y a ocultarme en su cuello, pues es tanta la intensidad del aire que siento como si mi oxigeno se cortara.
Al cabo de unos minutos siento como va disminuyendo la velocidad hasta detenerse por completo.
—Abre los ojos, testaruda.
Rechino mis dientes pero obedezco, alzo mi cabeza y puedo contemplar un verde y florido prado extendiéndose frente a nosotros. Diversidad de caballos salvajes pastan y al tratar de enfocar más mi vista, puedo divisar algunos potros.
Estoy tan maravillada por la vista enfrente de mí que no me percato que aún sigo sobre la espalda de Terrence, y es hasta que éste presiona con demasiada potencia mis muslos, que salgo de mi trance.
Antes de que se sobrepase de los límites y le dé un golpe, mejor decido bajarme de él. Terry parece percatarse de lo que estaba haciendo pues enfoca su mirada en mí y pasa su mano por el cuello pareciendo avergonzado.
—Tu yegua está aquí —musita aclarando su garganta—. Será mejor que te apresures porque ya es muy tarde.
Con una mirada recelosa saco el móvil y en efecto, el reloj marca las tres de la tarde. He pasado demasiado tiempo acá y de seguro en casa ya estarán preocupados.
Dando un suspiro, le doy la espalda a Terrence y empiezo a caminar con cuidado pues el lugar en el que estamos es un poco empinado. Logro llegar hasta el plan y no muy lejos, diviso a una yegua blanca con una montura sobre ella; empiezo a correr como desquiciada hasta donde se encuentra el animal y me lanzo sobre ella abrazándole por el cuello.
— ¡Estúpida yegua, me dejaste abandonada! —exclamo y solo recibo un resoplido por parte de ella como respuesta.
Sin perder tiempo y con una leve sonrisa, me apresuro a montar en ella. Sacudo las riendas y ella empieza a galopar, alejándose rápidamente de toda la manada. Nieve toma otra dirección y parece muy segura de donde va, sin embargo, no puedo evitar dirigir mi mirada hacia el lugar donde estaba Sullivan.
Prácticamente lo dejé plantado.
Al cabo de una media hora, ya hemos avanzado un buen trecho y frente a mis ojos, se encuentra el arroyo que cruzamos en la mañana, lo que me indica que ya estamos muy cerca de casa y no puedo evitar respirar con alivio.
Cuando vamos cruzando, Nieve se detiene y baja la cabeza para empezar a beber agua ávidamente por lo que aprovecho para bajarme y desemperezarme un poco. La yegua termina de beber y sacude su cola, acaricio su cuello y monto de nuevo en ella pero por más que halo de la rienda, se niega a moverse.
— ¡Vamos Nieve! ¡Camina!
Ella únicamente se limita a mover su cola y se mantiene estática.
—Nieve no me hagas esto, por favor —exclamo cansada.
Ella alza su cabeza y mueve sus orejas como si percibiera algo, empieza a relinchar sumamente nerviosa y sin previo aviso empieza correr como si alguien la estuviera persiguiendo. Apenas me queda tiempo para sujetarme fuertemente porque Nieve parece un tranvía en estos momentos.
Con cuidado logro mirar hacia atrás brevemente y solo alcanzo a ver una sombra persiguiéndonos. De inmediato enfoco mi mirada hacia el frente mientras siento como lo que nos persigue poco a poco se acerca, lo que provoca que Nieve se ponga más nerviosa y corra con más fuerza.
Vuelvo a mirar hacia atrás y respiro aliviada al ver que lo hemos dejado, nieve parece sentirlo pues disminuye la velocidad y termina trotando justo cuando faltan unos pocos metros para salir del bosque. A medida nos acercamos más, puedo escuchar el bullicio de personas y a alguien gritando mi nombre. Intrigada, apresuro más a nieve y es cuando la veo, parada, con un rifle en su mano y gritando mí nombre.
Mi madre.
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