〖 23 〗
El uso del depresor lingual era lo que más odiaba de sus mensuales visitas al doctor. Cuando se percató de que aquel mes ya había asistido a la cita agendada, se preguntó por qué sus padres insistían en llevarlo de nuevo.
¿Acaso era por el tema de sus dientes? Si le habían estado doliendo muchísimo los últimos días, pero como que... sólo había esperado que se le pasara rápido, para poder fingir que no era un verdadero problema.
El doctor le pidió abrir la boca y su ceño se frunció con disgusto cuando el depresor lingual presionó su lengua, con el distintivo sabor amargo impregnándose en su paladar. Ew...
—¿Y bien?— Venecia preguntó, con la mirada preocupada buscando la mirada de su hijo. —¿Tiene caries?
—Mi amor, quédate tranquila. Estoy segura de que Namjoon no tiene nada.— la tranquilizó Bo Hyun sosteniendo su cintura.
—¿Cómo estás tan calmado? ¿No ves que las caries son un factor determinante? ¡Si tiene algo, significa que no heredó mi inmunidad!
—Yo no tengo tu inmunidad y estoy perfectamente bien.
—¡No digas eso! Ya sabes lo nerviosa que me pone saber que puedes morir en cualquier minuto...
Namjoon observó a su doctor rodar los ojos frente a la disputa marital de sus padres y soltó una pequeña risa, que sonó más como un jadeo al hallarse con la boca ocupada. Las peleas de sus padres siempre le causaban gracia, pues aparte de que eran inofensivas, también tomaban rumbos un tanto... no relacionados con el tema inicial.
—Si no le hubiéramos dado helado no estaríamos aquí.— suspiró Venecia.
—Bueno, tú fuiste la que compró helado en vez de vegetales.
A Namjoon, sin embargo, le sorprendía bastante la paciencia que tenía el doctor Kaiser para lidiar con sus padres. Solía aspirar una profunda bocanada de aire antes de dirigirse hacia la pareja, con notable impaciencia bullendo por sus poros.
—No son caries.— informó, obteniendo la atención de Venecia y Bo Hyun en un santiamén. Ante sus expresiones aliviadas, decidió continuar. —No obstante, sí está sufriendo de un cambio importante en su desarrollo.
Los ojos de Venecia se ampliaron. —¿Q-Qué significa eso?
¿Me va a crecer otra lengua?, se cuestionó Namjoon, horrorizado. Su padre siempre le decía que le aparecería otra lengua si era muy parlanchín. ¿Acaso el tenía razón?
Con el miedo infantil que albergaba, observó asustado al doctor deslizarse sobre el pulcro suelo hacia su escritorio. En el instante en que un alfiler brilló en su mano, los ojos de Namjoon se abrieron en grande, temiendo que usara aquel objeto en su boca.
En cambio, el doctor Kaiser pinchó la yema de su propio dedo con la punta afilada del alfiler, causando que una gota de sangre brotara de la piel. Namjoon no comprendía a que había venido eso. ¿Por qué se hizo una herida, si se supone que él es quien cura las heridas de otros?
El doctor Kaiser, con una expresión calmada y una mirada que destellaba curiosidad, acercó lentamente su índice a la nariz de Namjoon. El pequeño pelinegro retuvo la respiración por un instante, todavía demasiado desconcertado como para saber qué era lo que el doctor intentaba con ello. No obstante, cuando el aire se volvió necesario y se vio obligado a inhalar, el aroma de sangre fresca ingresó por sus fosas nasales.
Rico, pensó incoherentemente, sobresaltándose cuando un objeto filoso y desconocido pinchó contra su lengua. ¿Y eso? Parpadeó con confusión, aún más extrañado cuando los rostros asombrados de sus padres fueron visibles.
—Tiene colmillos.— susurró Bo Hyun. Caminó cautelosamente hacia su hijo, y tocó suavemente una de las puntiagudas perlas que sobresalían de sus labios. —Venecia, él es...
—Un joven muy sano.— completó el doctor Kaiser, palmeando la espalda del muchacho. Namjoon no entendía muy bien qué estaba sucediendo, no hasta que las yemas de sus dedos rozaron sus propios dientes.
Una mezcla de miedo y sorpresa lo albergó al sentir contra su piel los colmillos a los que su padre se refería. Tras palpar la figura, notó que se parecían a los de su madre, solamente que eran... un poco más pequeños.
—Su dieta deberá cambiar desde ahora.— recetó el doctor Kaiser. —Nada de comida previamente cocinada. Tendrás que enseñarle a cazar.
—Si... Le enseñé a los potrillos de mi clan. Sabré que hacer.— Venecia sonrió, acariciando el cabello azabache de su hijo. Con el pecho hinchado de orgullo, conectó su mirada con la rojiza mirada de Namjoon. —Debes tener hambre ¿no?
—Mucha.— susurró Namjoon avergonzado. Había desayunando hacía tan poco... ¿De dónde provenía su apetito? Su estómago rugió y una risa ligera huyó de la boca de su madre.
—Ven, cariño. Vamos a casa.
Se despidieron del doctor Kaiser tras aclarar otras dudas relacionadas a su salud y a la nueva vida que la aparición de sus colmillos conllevaba. Namjoon tocaba sus afilados dientes de tanto en tanto, para verificar que continuaran ahí, y que no se le habían caído, o desvanecido por arte de magia.
El recorrido por el bosque le resultó eterno. Lo único en lo que podía pensar era en que deseaba comer, deseaba... ¿tocino? No. Por algún motivo le causaba repulsión. La sola idea de alimentos cocinados le provocaba náuseas.
¿Acaso era culpa de sus colmillos? ¿Por qué? No comprendía y sus papás no se molestaban en explicarle. Nunca lo hacían.
Ni si quiera aquella vez en que optó por ser directo. ¿Qué soy?, les había preguntado, tras varias visitas al doctor, que incrementaban su curiosidad. A lo que ellos respondieron que la especie no importaba, que lo único que importaba era lo que yacía en su corazón.
No le convencía en realidad, no del todo.
—Pero mira que monos tus colmillos, Joon.— habló su madre con adoración, esbozando una sonrisa amorosa. —Ya podrás cazar. Yo voy a enseñarte.
—Podrías cazar por él y traerle comida ¿sabes? Es sólo un niño.— se interpuso Bo Hyun. Venecia sacudió la cabeza, haciendo que los sutiles caireles rubios danzaran sobre sus hombros.
—No... Tiene que aprender. Algún día deberá valerse por sí mismo. ¿No es así, Joon?
—¿Valerme?— repitió confundido. Venecia asintió, propinando un cariño a su cabello.
—Claro... No podremos protegerte para siempre ¿o si?
Las palabras pendieron en el aire y un malestar se asentó en su pecho al procesar el significado de éstas. ¿Por qué no?, le habría gustado decirles. ¿Se irán? ¿Me abandonarán? Más aquella duda no era una posibilidad viable en aquel momento, pues Namjoon confiaba ciegamente en sus amados progenitores y en que jamás se marcharían, en que jamás harían bajo ninguna circunstancia algo que lo dañara.
Qué equivocado solía estar...
Por supuesto, no se le podía exigir demasiado. Sólo era un pequeño vampiro, un pequeño humano, un pequeño ser con una probable alma gentil e ingenua, que cerró los ojos para irse a dormir y a la mañana siguiente despertó desorientado, en un hogar vacío.
En la mitad del bosque, sin nadie que estuviera junto a él, un pequeño híbrido huérfano que esperó diariamente a que su familia regresara.
Que se enfrentó a amaneceres solitarios y a noches oscuras.
Sin nadie que golpeara su puerta.
La mano de Namjoon acarició el tronco del árbol imponente que se perdía entre la arboleda del bosque. Recordando vagamente, la voz de su madre incentivándole a practicar sobre la superficie de éste con sus nacientes garras. "Necesitas controlar la profundidad que alcanzan, Joon, necesitas medirte y no sobrepasar tus propios límites. ¿Podrás recordarlo?"
Podía.
Podía recordarlo irracionalmente nítido.
Las lejanas y enterradas sensaciones de ser amado por una familia. Hasta el irrevocable y eterno dolor de verse abandonado por ésta.
Podía recordar a un padre risueño, bañado en rayos de sol, de toque tibio y de abrazos cálidos.
Un contraste del que se había percatado cuando era un niño, pero el cual no se había detenido a analizar, por el temor de conocer la verdad que su amor ocultaba.
De descubrir lo que su amor prohibido implicaba para el resto del mundo.
Un amor que halló el camino, a pesar de las adversidades.
Verdadero.
Pero lastimosamente efímero.
Continuó caminando, atravesando el bosque, escabulléndose entre las ramas y los árboles, en búsqueda de un sendero.
No fue consciente de hacia dónde sus piernas se dirigían, hasta que el aroma reconfortante y familiar de Taehyung impregnó su nariz, haciéndole saber que estaba de vuelta en casa.
Sus pies pararon en seco tras cruzar el umbral, alzando la mirada del piso y encontrando enfrente el rostro apesumbrado de Taehyung, a pocos pasos de distancia. Trató de acercarse, casi por inercia, más se hallo clavado en su sitio, cuando los brazos tiernos del menor lo rodearon y lo atrajeron vehementemente a su cuerpo.
—Joonie.— susurró en su oído. Namjoon de aferró a la cintura de Taehyung, sus músculos tensos relajándose al sentir su calidez por sobre la ropa. —Lo siento tanto. Lo siento, Joonie. No te volveré a mencionar nada, pero no te vayas de nuevo, por favor...
Namjoon frunció el ceño, al percibir el tono desconsolado del menor, quien sollozaba sobre su hombro y temblaba bajo sus manos. Un mal presentimiento le obligó a desviar sus ojos hacia la ventana, notando apenas entones, el cielo negro siendo teñido por las estrellas.
¿Por cuánto tiempo se había ido?
—Mi amor.— pronunció tratando de tranquilizarlo. Lo empujó suavemente para poder examinar su rostro, pero las manos de Taehyung se aferraron con fuerza a su ropa, sin permitirle apartarlo.
—Creí que... que no volverías... No sé...— hipó, con las lágrimas calientes humedeciendo el hombro del pelinegro. —Estoy tan feliz de que estés aquí.
—Mi amor.— repitió, llamándole, sin hallar respuesta. Suspiró, sin querer verse obligado a utilizar la fuerza. —Tae.
El nombre caló en Taehyung y se alejó casi inmediatamente de Namjoon, intentando controlar el llanto incesante que brotaba desde adentro. Buscó las palabras para expresarle que ya no tenía de qué preocuparse, que junto a Namjoon estaba bien, más esto se redujo a nada, cuando las manos ásperas y tiernas del pelinegro acuñaron su carita mojada y sus ojos suaves se posaron en los suyos.
—Mírame, Tae...— Su frente se apoyó delicadamente sobre la suya y una sonrisa tenue curvó sus labios. —Estoy aquí.
Exhaló, con el amor desbordante que Taehyung avivaba con su sola existencia. El menor se balanceó hacia adelante, plantando un beso corto en su boca, y guiándole nuevamente a aquel lugar que fácilmente juntos alcanzaban, aquel paraíso situado en el más alto de los cielos.
Estás aquí, conmigo. Besó los esponjosos y dulces labios de Taehyung, deleitándose con la calidez que estos mandaban a cada fibra y amando la manera en que Taehyung se fundía entre sus brazos, simple y perfectamente, encajando de la forma correcta.
No importaba cuán efímero fuera, o cuán dolorosa sería su partida, una vez que el inminente momento llegara. Porque en aquel instante, nada de eso era relevante.
Estás aquí, ahora...
Y eso es todo lo que necesito.
Nunca se que poner al final de los capítulos, es por eso que casi no hay notas en la historia, pero hoy les quería agradecer porque hicieron que la historia llegara a #1 en TaeMon y a #2 en TaeJoon (๑˃̵ᴗ˂̵)
Muchas gracias por su apoyo~ ♡
-Alix
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