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UNO

Es bastante curioso e interesante todos los diferentes hechos que nos ocurren a lo largo de nuestras vidas. Vivencias que muchas veces creemos que son meramente casualidad, otros piensan que ocurre debido a sus propios actos por lograr que ocurra, y está esa otra parte de la población que le atribuye toda esa causa a el destino.

Destino.

No pensé que tal cosa pudiese existir, de hecho estaba bastante escéptico. Estaba, hasta que el mismo destino se encargó de escupirme en el rostro para que dejara de ser tan lento y tonto. Para que reaccionara.

Ahora les iré narrando todo desde principio a fin, así sabrán a lo que me refiero con toda esta introducción. Que cuando pensaba que yo mismo debía crear mi propio camino, simplemente las cosas no salían como pensaba, y este pensamiento es el mismo que compartía con mi mejor amigo quien es mi primo, su nombre es Chad. Pero, por ahora no hablaremos de él, que él ya está bastante feliz con su hermosa esposa Charlotte, a ambos los aprecio un montón.

La cosa es que, sí, Charlotte (la esposa de mi primo) fue quien me hizo creer que había un destino, sin embargo no fue con ella como creía.

Mi destino no estaba con ella como llegué a pensar, ¿y por qué creía esto? Porque cuando la conocí fue de manera inesperada, sin buscar, sin planear, cosa que hacía antes de conocerla (el crear mi propio camino), pero con Charlotte fue distinto. Ella apareció de la nada, era en ese entonces como una escultura que desprendía mucha tristeza, sentada en aquel parque mientras su rostro tenía una expresión de dolor profundo, en ese modo me hizo sentir muchas ganas de brindarle consuelo, siendo alguien que también a primera vista me gustó, sí, me gustó apenas la vi.

Yo iba pasando, recién llegaba a la ciudad y quería caminar para ir conociendo todo, al tiempo que me dirigía a una panadería para comprar pan de maíz (si mal no recuerdo).

En ese momento sentí una inmensa necesidad de hablarle, así que lo que se me ocurrió fue preguntarle si en la esquina era donde vendían los panes de maíz, ella estaba algo retraída pero, me contestó. Cuando estaba yendome, no pude terminar de irme, ese impulso volvió y fue cuando de la nada, sin razón, sin siquiera pensarlo... Solo exclamé:

"¡Dicen que Roma no se construyó en un día! Así que no hay de qué preocuparse, todo estará bien."

De esa manera fue que pude darle algo se consuelo apesar de ser unos desconocidos en ese momento. No creí que volvería a verla, aunque de vez en cuando deseaba que así fuera.

Después de esa primera vez que nos vimos, volvimos a encontrarnos en el bufete donde trabajaba mi primo, pero yo no sabía que ella trabajaba ahí, mucho menos que él y ella trabajaban juntos y que se detestaban. Cuando iba llegando ella iba saliendo, y al vernos fue tan sorprendente para los dos, porque nos reconocimos inmediatamente, pero no tardó en irse sin despedirse, o al menos presentarse...

Ya iban dos encuentros, y mis ilusiones seguían creciendo. Pensaba en ella muy a menudo, y a veces imaginaba cómo sería el tercer encuentro, al que rogaba porque sucediera, ya que no sabía nada de ella.

Hasta que ocurrió el tercer encuentro de la forma más inesperada. Ella casi me atropella con su auto, caí sentado del susto y cuando la vi bajarse... Es entonces cuando me confundí, hasta que las dudas se fueron al instante que la vi, y pensé «Wow, increíblemente... El destino sí existe».

Lo que sigue a eso fue el comentario tan inédito que le dije en ese momento, recordé las palabras exactas de un artículo que había leído (cuando estaba en el segundo encuentro, esperando ansioso un tercer), escrito por una colega psicóloga, de nombre Valeria Sabater, el cual decía:

"El destino es una fuerza que está por encima de nosotros y que nos empuja hacia una sucesión inevitable de acontecimientos, de circunstancias de las que no podemos escapar. Algo así va mucho más allá de una simple sincronicidad, supone llegar a pensar que nada ocurre por azar, sino que estamos determinados."

Sin embargo, entendí con el tiempo que mi destino no era Charlotte, al menos no como creía. Ella sólo fue un medio para hacerme entender cosas que antes no comprendía, me hizo pensar mucho e incluso leer para tratar de encontrar respuestas a mis dudas. Al final, solo quedarme tranquilo era lo que debía hacer.

Eso sí, debo agradecerle que con ella creí en el destino, aunque no lo fuese.

Hay personas que llegan a nuestras vidas de manera temporal, más no para quedarse. Con ellas aprendemos mucho, maduramos, crecemos como personas y nos volvemos más fuertes. Y muchas veces confundimos a alguna de ellas como nuestro destino, es así, es algo que también escucho mucho de mis pacientes, y he ayudado a muchos a superar ese dolor o vacío que ha dejado esa persona con la que se confundieron al pensar que serían su destino.

—Cuando me pasó, irónicamente recurrí al alcohol, ni siquiera sabía por qué, ya que no soy bebedor, pero quería hacer que mi mente me dejara en paz. Me torturaba mucho con recuerdos de ella, de lo que pasó y lo que pudo haber pasado. En fin... Ella está pasando por lo que pasé yo. —Murmuré en mi soliloquio.

Dejé salir un suspiro mientras reescribía el nombre de la paciente en otra agenda más. Entonces, el ruido de unas hojas al ser tropezadas me alertaron... «¿Ella me habrá escuchado?» dirigí mi mirada a la entrada del pequeño pasillo que lleva al baño, no se veía nada. Decidí guardar silencio y continué escribiendo los datos faltantes.

Nombre: Kate Elena Fowler Raynor.
Edad: 27 años.
Estatura: 168 cm.
Peso: 51 kg.
Sesión: Día dos.

Un psicólogo jamás debe de compartir información personal con su paciente, y si eso ocurre se perdería el control para manejar la situación con profesionalismo, por lo tanto debo ser muy cuidadoso. Aunque en este caso fue inevitable no murmurar, igualmente mi paciente estaba en el baño, no creí que hubiese escuchado, preferí creer que no.

—¡Listo! Podemos continuar.

La escuché decir y apareció nuevamente frente a mi.

—Correcto —sonreí suavemente y la invité a sentarse—. Toma asiento, y continuemos.

Ella sonreía de manera ligera, juntaba sus manos sobre sus muslos, sus cabellos estaban algo fuera de lugar aunque eso no le impedía que luciera bonita. Cuando se removió en su asiento, bajó nuevamente la mirada a mi almanaque de escritorio y sí, parecía estar lista. Al menos así fue hasta ese entonces.

Kate era una paciente nueva, nuestra primera cita fue por recomendación de una amiga de ella que atendí hace un tiempo atrás. Llegó porque estaba pasando por bajones emocionales, mayormente amorosos, lo que ella piensa que era bipolaridad debido a los cambios repentinos que  la atacaban, usualmente de noche. Cuando estaba sola en su cama, su mente es cuando comenzaba a trabajar haciendo que la tristeza la invadiera.

—Kate, ya puedes responder la pregunta que había hecho antes. ¿Por qué dices que tu inconstancia es gran parte de tus desgracias?

Su mirada bajó al piso y volvió a subirla para fijarla en el calendario. Se veía un poco triste, aunque de pronto sonrió penosamente.

—Porque es verdad. He perdido muchas oportunidades que la vida me ofreció, solo debía ser constante y paciente, pero he sido una tonta.

—¿Ser inconstante en el modo amoroso, lo dices por algo en especial?

Nuevamente se formó en su rostro esa sonrisa penosa, y me sorprendió cuando se levantó y me preguntó si podía sentarse en el sillón; es uno más grande y cómodo, el cual uso para cuando el paciente quiere acostarse o reclinarse para estar más relajado porque probablemente será una larga sesión.

Cuando se acomodó, ella continuó.

—He perdido oportunidades de viajar, de hacer cosas que me hubiesen gustado... E incluso, en esto del tema amoroso, sí. Hace unos años atrás, cuando estaba más joven asistía a una iglesia con mi mamá, allí fue cuando vi a aquel muchacho que llamó mi atención. Tuvimos varios encuentros en la iglesia de forma que parecía que el destino quería juntarnos.

—¿Juntarlos? —me tomé la barbilla muy concentrado en lo que ella iba contando.

—Si hubiese seguido yendo quizás hubiésemos sido amigos, y a lo mejor algo más que eso... ¿No cree usted?

—Es una probabilidad.

—Después me di cuenta que me gustaba. Aún recuerdo cuando pasaba cerca de mí, mi corazón aceleraba sus latidos haciendo que mis nervios se alborotaran —guardó silencio viéndose pensativa—. Cuando dejé de asistir me preguntaba siempre... ¿se habría fijado en mi? ¿Le habré llamado la atención en algún momento? ¿Pensará en mí y en por qué no fui más?, eso me frustró mucho tiempo.

Su historia llamó mucho mi atención, era bastante curioso el hecho de que ella se sentía frustrada por alguien a quien solo veía más nunca intercambió palabras... Y es que a muchos les ha pasado y me incluyo, lo de sentir atracción por alguien en quien no conoces pero, observas seguido.

Cuando Kate se despidió para irse del consultorio tuve una extraña sensación, como eso que llaman deja vu. Justo cuando vi sus ojos café oscuros, sus cabellos... ¿Por qué se sentía tan familiar? Me quité mis gafas, arrugué mi entrecejo y la vi irse de espaldas.

Kate... «Quizás me metí mucho en su historia». Sacudí mis pensamientos y cerré mi libreta. Tomé mi celular y miré la hora, ya debía ir por mi merienda.

A esa hora era precisamente, como acostumbré, a ir cualquier café para merendar y despejarme un rato de mi trabajo, aunque sinceramente sentía que nunca me separaba de lo que hacía, y creo que es por eso que me encanta tanto la psicología, porque siento que está en mí, es algo que vive conmigo. Suelo hacerlo sin darme cuenta, fuera de mi horario laboral, constantemente estoy observando, analizando y comparando conductas hasta encontrar posibles respuestas, incluso pienso y medito en artículos o algún fragmento de un libro al que haya leído referente al tema. Así que podría decir que nunca paro.

Al momento que salí, y llegué a mi destinada cafetería me acomodé en mi asiento mirando la carta del menú que recién me había entregó la jovencita de cabello largo que trabajaba allí como mesera. Su ojos sombríos me hicieron recordar a una vieja amiga con quien compartía la música cuando estaba en mis veintitantos, en aquel tiempo ella tocaba el piano y yo el bajo, aunque esa historia con ella se volvió complicada en el momento en el que pensé que era amistad pues ella lo vió como algo más.

La jovencita nuevamente se acercó a la mesa con la bandeja que tenía mi pedido, le agradecí y tomando la taza di un soplo para aliviar lo caliente para así poder beber a gusto, sumergiéndome en un viaje de sabores dulces y algo amargo que combinaban perfecto, al igual que mi mente se disparó, me hizo proyectar aquellas imágenes donde tocaba el bajo, y ella estaba en el piano a mi derecha, de vez en cuando nos veíamos inspirados por la música en pleno servicio de la iglesia, todo sonaba tan bien, hacíamos un buen equipo. De pronto, mi mirada se dirige al frente donde estaban todos los hermanos de la congregación y mis ojos se conectan con los de una chica con gafas que llama mi atención, aunque debido a la mascarilla no podía apreciar por completo su rostro, pero nuestras miradas cruzaban una y otra vez creando una extraña sensación en mi.

«Ella... ¿Qué habrá sido de ella?» me preguntaba mientras terminaba mi taza.

Tomé una de las galletas de coco, mi mente aún seguía indagando porque no me sentía conforme de alguna manera, la llevé a mi boca justo cuando apareció la jovencita mesera nuevamente, mi mente estalló ante el recuerdo...

—¡Es ella! —dije perplejo levantándome de golpe de la silla.

****************
Si estás aquí, por fis no seas invisible, quiero saber tus reacciones, me motivan a seguir, anda, anda.

Los quiero un montón <3

Saluditos

¿Si saben a quién se refiere Griffin? Jaja

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