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Capitulo 1: Postulación

—¡¿Un crucero?!

Tomé la laptop en mis manos y lo comencé a leer la página. Sería como estar en el Titanic, pero ignorando la parte en la que chocaba con el iceberg y se hundía... esperaba.

—¡¿No es genial?! —preguntó Elsa, llena emoción.

—¿Estar meses en un barco de lujo que embarca en Barcelona? ¡Por supuesto!

Elsa y yo trabajábamos en un restaurante de lujo como parte del personal de cocina. Yo me especializaba en la parte de repostería y pastelería, mientras Elsa era parte del grupo de cocineros que hacían los platillos.

En el último tiempo habíamos querido ampliar nuestros horizontes y, aunque nuestro sueño era poner nuestro propio restaurante, primero necesitábamos el dinero.

Claro que ganábamos bastante trabajando para un restaurante tan prestigioso y lujoso y teníamos unos buenos ahorros hasta ese momento, pero queríamos experimentar algo nuevo, ¿qué mejor que cocinar en una cosa enorme que va flotando en el mar?

—Bien, debido a que tenemos los certificados que piden solo hay que entrar a la página y postular a una entrevista —Elsa tomó mi laptop y se sentó en mi escritorio.

Ambas compartíamos un departamento con otra chica, Amanda Roy, pero ella solía pasar mucho más tiempo afuera, ya que, cuando no estaba en el set de grabación de algún proyecto o practicando para obra teatral, estaba con su novio.

Elsa entró a la página para postular a los trabajos y comenzó a ver los requisitos que se pedía cumplir, además de los que ya sabíamos.

Antes de trabajar en un barco, pedían algo llamado "Estándares de capacitación, certificación y vigilancia para la tripulación", lo que servía para equipar a la tripulación con el conocimiento, la comprensión y las habilidades necesarias para llevar a cabo el papel de tripulación de manera correcta.

—Bien, si una no queda, la otra le traerá un recuerdo —dijo Elsa.

—Claro —accedí, aunque realmente esperaba que ambas quedáramos, pues no me imaginaba más de tres meses sin mi mejor amiga a mi lado.

Luego de que ambas hiciéramos nuestra postulación, fuimos al sofá para seguir viendo una serie que ambas amábamos.

Ese era nuestro día libre y como todos nuestros días libres, no cocinábamos nada, por lo que, Elsa pidió una pizza a nuestro restaurante de comida italiana favorito.

Cuando la pizza llegó, yo fui a buscarla a la puerta y pagué el monto correspondiente, para luego volver al sofá.

Estábamos en el clímax de un capítulo, cada una comiendo de un pedazo de pizza, cuando la puerta del departamento se abrió de golpe, llamando nuestra atención.

Elsa y yo giramos nuestras cabezas al mismo tiempo para ver por sobre el respaldo del sofá.

Amanda había llegado, pero no se veía bien. Tenía sus mejillas coloradas y los ojos hinchados.

—¿Pasó algo? —preguntó Elsa.

Amanda cerró la puerta con delicadeza y se acercó al sofá, para sentarse justo entre nosotras.

Elsa y yo la quedamos mirando, esperando a que respondiera la pregunta o dijera algo.

—Me terminó... ¡Mi príncipe me terminó!

El llanto salió disparado como si se hubiera abierto una manguera. Rápidamente las mejillas de Amanda se empaparon y yo no supe que hacer más que estrecharla en mis brazos.

El "príncipe" del que hablaba Amanda, era su novio. Sí, un apodo tan cursi como ese llegaba a dar vergüenza ajena, pero así era Amanda, toda una soñadora romántica.

Miré a Elsa de reojo y pude notar que estaba realmente incomoda.

Si había algo en lo que Elsa no servía, era en el amor y consolar. Mi mejor amiga era esa clase de persona que ponía las relaciones amorosas como última de sus prioridades, por lo que, jamás había experimentado lo que se sentía un corazón roto.

En cuanto a mí... bueno, yo no era ni tan romántica como Amanda, ni tan fría como Elsa, yo solo era yo, Lisa.

Mi primer novio lo había tenido a los seis años. Eran esas tontas relaciones en las que te tomabas de las manos y luego te preocupabas por el hecho de que pudieras haber quedado embarazada, hasta que tus padres te explicaban un poco mejor cómo funcionaba el proceso reproductivo y te podías relajar.

Si hablábamos de una verdadera relación, pues eso había sucedido a mis quince. Era esa época de la adolescencia donde te fijabas en el chico más rebelde y poco conveniente que conocías y lo observabas a lo lejos, pero yo había llegado mucho más allá. Fue una relación fugaz, probablemente una burbuja duraba más tiempo de lo que había durado ese noviazgo, ya que, después de besarnos y tocarnos por encima de la ropa, el chico me había dejado y esa fue la primera vez que sentí mi corazón romperse.

Aún recordaba cómo había llegado llorando a casa después de la escuela y mis padres no sabían que hacer para calmarme, hasta que una semana después conocí a Elsa y logró hacer que dejara de quejarme.

Elsa había llegado a la escuela después de un mes de comenzado el año escolar, ya que, se había tenido que mudar de ciudad por el trabajo de su madre.

Recordaba perfectamente cuando Elsa me oyó llorar en el baño y me preguntó qué me sucedía. Cuando le conté mi historia, golpeó su frente con la palma de su mano y me dijo:

—Hay niños muriendo de hambre en el mundo y tú lloras por un tonto que simplemente no te ama.

Luego de su duro comentario solo pude llorar más fuerte pensando en los niños que morían de hambre en todas partes del mundo, lo que asustó a Elsa y la obligó moralmente a consolarme. Desde ese día nos volvimos mejores amigas.

Después de mi primera experiencia de desamor, sufrí muchas más, pero en todas tenía a Elsa para hacerme entrar en razón y prestarme su hombro para llorar. El problema era que Elsa solo sabía consolarme a mí, a nadie más.

—Ni siquiera puedo odiarlo —balbuceó Amanda.

Vi como Elsa puso una expresión de desagrado, pero yo entendía a Amanda, no podías odiar a alguien de la nada cuando estabas enamorada de él.

—¡¿Qué hice mal?! —preguntó con desesperación.

Eso hizo que Elsa se hartara.

—En vez de preguntar estupideces, ¿por qué no mejor haces algo para sentirte menos miserable?

Elsa aún no aprendía a evitar hacer preguntas de esa índole a alguien que estaba sensible.

Amanda reaccionó llorando más fuerte aun y yo ya comenzaba a sentir mi blusa mojada con sus lágrimas.

—Tal vez se pueden arreglar —sugerí.

El llanto comenzó a bajar de intensidad paulatinamente, hasta que Amanda levantó su cabeza y me miró con ilusión.

—¿Crees eso?

—C-claro...

No, realmente no estaba segura. Para dar una opinión en una situación como esa debía saber más detalles que quien habían terminado con quien y las razones.

—¿Y no te dijo por qué terminó contigo? —pregunté, intentando averiguar más información.

Amanda negó limpiando sus mejillas con sus manos.

—Bueno, dijo que la relación se había vuelto algo monótona y que se había aburrido... —sus ojos comenzaron a aguarse nuevamente—, pero eso n-no tiene sentido...

Elsa y yo nos miramos de reojo. A veces esas cosas pasaban, a las relaciones se les apagaba la chispa que alguna vez las hizo especiales y divertidas y comenzaban a ser tediosas.

—¿Ahora que haré? —Amanda agarró su cabeza con ambas manos y comenzó a quejarse.

—Pues sigues con tu vida y ya —respondió Elsa—. ¿No es lógico?

El llanto volvió a empezar.

Me levanté del sofá y tomé a Elsa de su camiseta para que me siguiera hasta la cocina.

—No podemos irnos en el crucero si es que nos aceptan y dejarla sola —dije.

Elsa me miró horrorizada.

—No me quedaré aquí solo por ella... Amanda me agrada, pero no demasiado. Una cosa tan estúpida solo la haría por ti.

Sonreí enternecida, pero luego recordé de lo que estábamos hablando realmente.

—Pero es cruel... está sola en esta vida.

—¿Qué no tiene papás? —me encogí de hombros—. ¿Otros amigos?

—Los de su novio...

A diferencia de mí, Elsa no se interesaba mucho en la vida de Amanda. Para Elsa, ella sólo era la chica que nos había ofrecido habitaciones en su departamento a un módico precio de renta.

Yo sabía que Amanda era demasiado dedicada a su novio, el que no era gran cosa más allá de ser guapo, y por eso no tenía muchos amigos, ni mucho tiempo para ella.

En parte, me alegraba de que hubieran terminado, así, Amanda aprendería a valorarse un poco más.

—No pienso quedarme aquí por ella —volvió a decir Elsa.

—Elsa...

—¡Lisa!

Entonces, una ampolleta se encendió sobre mí cabeza, literalmente, ya que, Elsa se apoyó en la pared apretando el interruptor que encendió la luz de la cocina justo sobre mi cabeza.

—¡Podríamos decirle que vaya con nosotras!

Elsa apagó la luz y me miró confundida.

—Ella no sabe hacer un huevo frito... la última vez que le pedí que prendiera el horno, prendió el tostador.

Eso era cierto, Amanda no sabía hacer nada más elaborado que comida instantánea, pero ese no era mi plan.

—No sólo buscan cocineros en un crucero, ella podría postular a algo más, ya que, hizo el curso con nosotras.

—Sí porque cree que en tres años podrá ser parte del entretenimiento de un crucero, pero aún no es lo suficiente experimentada para eso.

—Pero ahora podría ser garzón.

Elsa se quedó pensado un momento, hasta que soltó un suspiro de agotamiento.

—Bien... ya que.

Le di una gran sonrisa de felicidad y salí de la cocina hacia el sofá, donde Amanda seguía soltando lágrimas en menor cantidad.

—Te tenemos una propuesta —le dije a Amanda, sentándome a su lado.

Ella me miró con sus ojos enrojecidos y agudos.

—¿Una propuesta? —preguntó extrañada, limpiando sus mejillas con las mangas de su camiseta.

Yo asentí y noté como Elsa se puso detrás de mí con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Elsa y yo postulamos para un trabajo en un crucero, quizás podrías postular tú también y así tomar una clase de trabajo vacaciones —expliqué.

Amanda suspiró.

—¿Y qué haría yo? No soy cocinera como ustedes y no creo que algún barco me quiera para hacer shows aún...

—Pero hay puestos de garzón.

—¿Qué es un garzón?

Oí a Elsa quejarse a mis espaldas y pude imaginar su expresión de fastidio característica.

—Un mesero, los que toman órdenes y llevan la comida a las mesas de los restaurantes.

—Oh, entiendo.

Pareció quedarse pensando un momento en la propuesta hasta que asintió con una pequeña sonrisa.

—Creo que podría hacer eso mientras no sea una estrella.

Yo le di una sonrisa amable.

—Claro que puedes hacerlo. Ahora, vamos a postularte.

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