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➤ Capítulo 8


Frené de lado para sólo tomar un instante y prepararme para empezar a girar en una pirueta eterna. Era sencilla, es de lo más básico posible pero aún así ha hecho que estemos repitiéndola una y otra vez.

Lo único complicado que tiene la pirueta de forma técnica es que debo conseguir ese efecto de subir y bajar, como si me estirara y encogiera, ese efecto que también se volvió algo muy distintivo de Neil. En Underground, su último programa corto, marcó la temporada por sus giros, fue el movimiento que más incluyó en sus dos rutinas, pero les dio un toque aún más representativo: el subir y bajar en un mismo giro sin cambiar la posición. No es algo raro, pero es peculiar verlo tantas veces en un mismo programa, trabajó más en los giros que en los saltos.

Por eso marcó Underground con los giros que acompañaban la música además de la caracterización que siempre lo distinguió. Ese año tenía el pelo hasta los hombros y teñido de un tono naranja rojizo. En Underground siempre lo llevaba suelto y despeinado además de su traje oscuro que imitaba al de la compositora de la canción. Mientras que en Shatter Me llevaba un recogido que parecía elegante aunque fuera simple y llevaba un traje completo de color gris oscuro con un par de líneas negras acompañadas de brillantes del mismo color fingiendo ser partes de cristal quebrado. 

En un programa convencía al público de estar en un mundo completamente nuevo, como si hubiera vivido siempre bajo tierra y al fin podía conocer la superficie, su presentación casi descuidada e inocente daba a entender que quería conocer el mundo exterior, que aún le faltaba mucho por conocer. En el otro se convertía en alguien que a pesar de haber vivido con todas las comodidades, nunca tuvo una vida real, que necesitaba algo que lo llenara para luego querer desaparecer y que alguien llegara a destrozarlo.

Pero el mundo se quedó con las ganas de ver aquellos giros en el programa libre y ahora soy yo la encargada de completar lo que no se pudo. Querer enseñar el programa que Neil no hizo no me da un éxito asegurado ni mucho menos, sólo hace que tenga una carga sobre mí. No soy él y perfectamente podría llevarme sólo decepciones y un apoyo nulo del público al querer imitar lo que realmente no soy.

El traje que me regaló mi madre lo usaré para el programa corto, claro que acepté el traje que Neil me regaló, el mismo que él usó. Quiero hacerlo lo mejor posible, no quiero ser simplemente su copia barata e inconclusa.

Muchos dijeron que Liam sólo intentaba imitar sin éxito a Bernard Girikanan, pero él cerró la boca a todos cuando el año pasado llevándose la plata y la admiración de todos con su forma de patinar, con su marca personal. Ahora me toca hacer lo mismo.

Creo que nunca he sido resaltable en el patinaje a pesar de ya llevar varios años compitiendo de forma profesional. Un par de veces alcancé podio y aún así no soy alguien fácilmente olvidable.

Siempre entrené, todos los días sin falta acudía a clases, lo daba todo por mejorar. Me esforzaba hasta recibir el visto bueno de mis entrenadores, nunca tuve suficiente, siempre necesité más, sé que conseguir un movimiento no significa nada por más que se perfeccione. No sirve de nada saber hacer mil saltos distintos hechos una vez, lo más cercano a la perfección es hacer un sólo salto mil veces. Y yo he practicado mil saltos tres mil veces sin tener lo suficiente.

Siempre seguí las reglas, cada consejo que me dan los entrenadores lo llevo a cabo al pie de la letra, intento imitar y seguir los pasos de mis ídolos soñando con ser así también. Tampoco presumí mis logros, mis medallas no están a la vista de nadie, sólo son para recordarme que no debo dormir en mis laureles, me recuerdan que algún día quisiera una medalla dorada o plateada en mi cajón. Pero por más que signifiquen que reconocieron mis logros, me hacen recordar todo lo que he entrenado, llorado y sacrificado hasta conseguirlas y aún así ser insuficiente para mí y para el mundo.

Incluso los nuevos son mucho más destacables sin importar su nivel. Hao es impresionante, su técnica, su agilidad y empatía sumados a su pasado conmovedor hacen que muchos tengan los ojos en él. Aria es muy entregada, siempre entrena, lo da todo al igual que yo, pero a pesar de ser tímida y no hablar mucho, cada vez que abre la boca en público todos esperan ansioso lo que va a decir. Incluso Kovacs... No tiene idea de artístico pero todos la ubican por ser la que venía de hockey y aún así se va a presentar en artístico en esta competencia.

¿Tan poco interesante soy? ¿Es que ya todos se cansaron de mí? Llevo mucho tiempo y nunca he resaltado por más que entrene todos los días, por más que respire y viva del hielo nunca he sido alguien a quien el público adore. ¿Ya se me acabó el momento de brillar? ¿Acaso lo tuve?

Me aterra la idea de tener que dejar lo que más quiero, la vida de un patinador no es larga, pero por más que yo jamás deje de patinar, el hecho de retirarme como profesional me asusta. Y llegados a este punto no sé qué es más doloroso, retirarse de una carrera tan brillante y exitosa como la que tuvieron Turner y Girikanan o retirarse de una carrera opaca e irrelevante como la mía.

— Otra vez —dijo Neil sin más mientras regresaba la canción justo para el momento de iniciar las piruetas y luego hacer el desplante para terminar girando un poco teniendo una rodilla en el suelo.

Me sé la coreografía al derecho y al revés, he estudiado la canción, los pasos, Bernard me ha corregido los movimientos y lo imito cada milímetro, él me dice que por ahora me ve completamente lista para la competencia, incluso para la temporada en sí. Pero Neil se niega a decir que estoy lista, y tampoco me ha dicho lo que me falta.

Debo descubrirlo sola, por eso no me quejo a pesar de tener que hacer mil y una veces el mismo paso y pensar en qué es eso que hace que no esté satisfecho conmigo.

Aunque estemos en el salón de danza, estoy practicando la coreografía casi de la misma forma que lo haría en el hielo. Por eso llevo calcetines para resbalar en la madera y tener un poco de soltura.

Lo repetí tres veces más. Cinco. Diez. Quince. Veinte. Treinta. Pero su cara seguía igual, sólo regresaba la canción y me miraba haciendo de sus ojos grises hielo que me llegaba a quemar por seguir sin saber qué diablos me falta.

— Toma agua si quieres —dijo después de pausar la canción.

Lo miré y asentí yendo por mi botella y al cabo de unos segundos volver al centro del salón para seguir.

Hice una vez más la rutina, pero al levantarme después del pequeño giro en con la rodilla en el suelo me tropecé teniendo que poner las manos en el suelo para no irme de boca.

La música se detuvo y yo me cubrí la cara respirando con frustración mientras caminaba de nuevo al punto de inicio.

—¿Qué me falta? —murmuré llegando a sentir una lágrima por mis ojos.

— ¿Qué dijiste? —preguntó él mirándome fijamente.

— No, nada —negué descubriendo mi rostro y sorbiéndome los mocos por el gesto de haber estado a nada de llorar.

— No, no, dijiste algo. ¿Qué era? 

Bajé la cabeza y me sujeté de la barra sintiendo apenas la fuerza abandonarme. Aunque lleve entrenando todo el día mi cuerpo está cansado, pero ahora que mi pequeño broche que impide que llore se ha roto, siento todo el peso de mi frustración caerme encima y ahora sí cuesta mantenerlo.

— Que qué me falta —dije teniendo que llevar mi dedo bajo el párpado para secar una lágrima.

Neil suspiró y luego empezó a aplaudir.

— Llevo semanas esperando a que lo digas en alto —rio un poco y luego estiró sus brazos hacia mí haciendo que caminara hacia él y me agacharas—. Creo que eres la persona que conozco que más tiempo ha tardado en expresar algo. Ni siquiera Thomas tardó tanto en dejar de fingir que nada le interesaba.

Me tomó de los hombros y me jaló hacia él para abrazarme con fuerza. No evité una pequeña risa por su último comentario a pesar de lo extrañada y desubicada que sigo.

— Lotte, no puedo recordar una sola vez que te haya oído expresar lo que quieres o lo que piensas por voluntad propia.

— No me gusta opinar si a nadie le interesa...

— Pues deberías hacerlo más. El "nadie te preguntó" sólo va para gente que habla sin pensar, para quienes están mejor callados, y lo malo es que siempre son ellos quienes no temen hablar. Pero tú tienes demasiado que compartir, muchos aprenderían de ti si contaras más cosas, si te abrieras más. Y si te da miedo o te incomoda que algún idiota venga a decirte que nunca pidió tu opinión pues tú sólo te volteas, lo miras a los ojos  y después de que se enamore de esos ojos preciosos que tienes, le dices que no necesitas que nadie te pregunte para que hables y que mejor cierre la boca porque a ti no te interesan los perdedores como él... o ella, lo que sea, me da igual. ¿Entendido?

Reí un poco secando de nuevo mis ojos una vez más.

— No te digo que hables aunque no quieras, pero cuando tengas ganas de hacerlo no te contengas y habla. Al menos a mí siempre me va a interesar escucharte y estoy seguro que a medio mundo igual. Lo mismo, el día que tengas algo que quieras contarle a alguien pero no sabes a quién, llámame, yo siempre voy a querer escucharte. No importa que sea algo importante o no, debes dejar de guardar todo para ti, ve y compártenos un poco. Eres mucho más valiosa e interesante de lo que piensas, ¿sí?

Mordí mis labios y asentí mirando algo insegura a sus ojos.

— No sólo como patinadora, como chica eres increíble y debes explotar todo eso. Mira esos ojos, ¿eh? Hasta a mí, me conquistas con ellos. Deja de ser tan modesta y deja que todos vean quién eres.

— Pero en el patinaje...

— Ahí es a donde voy, espérame un segundo, primero necesito nivelarte esa autoestima para que estés lista para lo que te viene —bromeó a pesar de lo serio que se veía en ese momento—. En el hielo eres perfecta. La capacidad que tienes para hacer esos saltos, para imitar a la perfección a Bernard y a quien tú quieras es increíble. El problema es que no   estás dejando que te veamos a ti realmente. Todos tenemos nuestra ración de Vigga Siegfrids, de Edgar Partinus, de Renée Jussieu, ya estamos hartos de Bernard Girikanan y Neil Turner; pero en todo este tiempo no hemos tenido nada de Liselotte Wisten. Queremos a nuestra Lotte y la queremos ver como realmente es. No queremos un espejo de su entrenador, tampoco una copia exacta de nadie más, es el tu toque personal lo que queremos. Por eso es que no te he dejado tranquila todo este tiempo, porque quería que te dieras cuenta de que lo que necesitas es expresarte y dejar de querer ser como otros, o que al fin te abrieras para pedir ayuda.

— Tal vez mi única marca personal sea que soy una sombra más. Dudo que todos puedan brillar como quisieran, tal vez me costaba aceptar eso: que mi lugar no está en el centro de atención.

— Lotte, la próxima vez que digas algo así te voy a poner a hacer cien abdominales y no nos vamos de aquí hasta que acabes —aunque me amenazaba en serio, no dejaban de causarme gracia sus respuestas—. Sólo vas a dejar de brillar si tú no quieres hacerlo, tú tienes una capacidad que si la quisieras soltar serías imparable. No eres el espejo ni la copia de nadie, en el momento en que te sueltes vas a brillar por tu propia luz. Y si te estoy diciendo esto es porque aunque vayas a hacer la misma canción que yo y hayas elegido la misma coreografía, no vas a ser como yo. Por más que te mates entrenando o hagas lo que sea, nunca vas a ser una Neil Turner 2.0, deja a ese estúpido en paz, ¿a quién le interesa? No te quiero decir que cambies la coreografía o algo así, lo que va a marcar la diferencia y dejar claro a todos que tú eres tú y nadie más es lo que vas a expresar.

Nos soltamos las manos y me senté bien delante suyo estando completamente embobada por lo que decía, me había capturado por completo contándome cosas que nunca esperé escuchar.

— Ya Vigga te habrá dejado claro que hay que expresar sentimientos y una pasión verdadera cuando patinas, pero es que cuando tú sales a patinar no puedo encontrar tus verdaderos sentimientos. Sólo veo lo preocupada que estás porque todo salga bien o cómo intentas reflejar algo que no sientes realmente. Seguro que has visto doscientas veces la rutina de Shatter Me que hice, y lo digo porque veo cómo intentas expresar lo que siento, no lo que tú sientes. No podemos sentir lo mismo, esa canción no puede hacernos sentir exactamente lo mismo... tus motivos por los que sientes que alguien debe destrozarte no son como los míos y debes expresarlos. Okay, ya dije los míos hace años, que reflexioné tarde y ahora todo esto significaba que sólo me llegó una bofetada de vida cuando lo tuve todo, me jodí el cuerpo, dejé lo que más me gustaba y ahora me da igual todo porque me encanta vivir, ajá, sí; ¿y qué hay de ti? ¿Qué te hace sentirte viva? ¿Qué te destrozaría si te lo quitaran?

¿Qué me destrozaría?

Creo que jamás me hice esa pregunta por básica que suene...

— Mi mérito —fue lo único que dije después de unos segundos de silencio. Alcé la cabeza al fin y lo miré para seguir hablando—. Siempre lo he dado todo y pero no es suficiente, ni yo ni nadie me ha reconocido lo que hago. He intentado hacerlo lo mejor posible, he sido dura conmigo misma como no lo he sido con nadie. Es como... si yo me golpeara para castigarme por no ser suficiente y nunca nadie me haya detenido. Tal vez... tal vez por eso nunca pude brillar, me opaqué por querer ser perfecta como todos aspiran a ser y terminé siendo una máquina más. No me van a reconocer el mérito de haber hecho un Axel, porque ni siquiera lo voy a pedir, porque quiero la perfección, porque quiero algo imposible.

Tragué intentando aclararme la garganta observando cómo Neil me miraba completamente atento a lo que le decía esperando escuchar más y más.

— Y hasta ahora no me di cuenta de que son las imperfecciones las que nos hacen perfectos, únicos.

Sonrió poco a poco y luego asintió.

— Sí... eso es. Cualquiera aspira a un triple perfecto, no seas una más del montón. El Axel lo puedes hacer con los ojos cerrados, eso es lo de menos, vale mucho más que vayas al hielo y falles todos tus saltos pero te ganes los corazones de todos y le des al mundo su ración de Liselotte Wisten. Lo mejor siempre se hace esperar.

Asentí y me di cuenta de la misma sonrisa que compartíamos mirándonos a los ojos fijamente.

— Así que ahora corre, ponte un suéter y ve fuera, que Shawn lleva un rato esperándote —rio.

Me di la vuelta y pude ver cómo, efectivamente, Shawn estaba ahí fuera sentado en el banco de la explanada.

Me sorprendí, realmente entre toda la práctica había olvidado que hoy íbamos a salir, es decir... Claro que recordaba que hoy teníamos el plan, pero por unos momentos lo olvidé.

Sonreí y recogí las cosas para luego abrir la puerta haciendo que Shawn se acercara y al ver cómo me disponía a ayudar a Neil para salir del salón, él entró para echarnos una mano.

Cerré el salón y entregué la llave a Neil.

— Bueno, nos vemos mañana —se despidió él nada más guardar la llave en el bolsillo de su chaqueta.

— Sí, hasta mañana —asentí.

— ¿No quieres que te acompañemos a otro lado o algo? —se ofreció Shawn.

— No, gracias. Ahora sólo voy a entregar la llave y luego vienen por mí, no se preocupen —negó con tranquilidad y una sonrisa—. Diviértanse.

Sólo reímos un poco y nos separamos al ir hacia la entrada mientras que Neil iba hacia las oficinas.

— ¿Qué tal fue hoy? —preguntó Shawn tomándome de la mano mientras caminábamos hacia la estación del metro.

— Bien... La verdad es que ahora estuve hablando con Neil y ya hemos arreglado varios de los asuntos que me costaban, ya sabes... todo eso que te conté.

Él sonrió y siguió tomando mi mano mientras bajábamos hasta el interior de la estación.

— ¿También coincide en que deberías ser tú misma? —por unos momentos me quedé callada y sólo pude sonreír agachando un poco la cabeza antes de asentir— Si te mostraras como eres ya tendrías todo el mundo muriéndose por ti.

Mis mejillas se enrojecían por todo lo que estaba diciendo. Se podría decir que no estoy muy habituada a que me halaguen tanto, es algo francamente nuevo.

Pero entonces nos detuvimos quedando un pasillo bastante despejado a pesar de la hora. No entendí muy bien el motivo de nuestra parada, sólo pude darme cuenta que estábamos bajo uno de los candelabros llenos de cristal que decoraban el techo. Justo detrás de él había una pared de mármol de color rojo y detrás mío entiendo que también. Es un pasillo estrecho y que es una ramificación del gran camino central, por eso no es tan concurrido.

Jamás dejaré de enamorarme de las estaciones de metro de Moscú, me hacen sentir como toda una princesa, como si esto fuera algún palacio por el que puedo caminar libremente, más de una vez he perdido mi metro a propósito sólo para sentarme y admirar la estación. También en más de una ocasión he venido aquí sólo para sentarme a leer tranquila y alejada del estrés que me provocaban las competencias hasta hace literalmente media hora.

Pero cuando me fijé en sus ojos pude ver su sonrisa sincera que brillaba bajo la luz del candelabro.

— Pero aunque tengas a medio mundo detrás tuyo, créeme que soy afortunado al ser yo el que pueda estar contigo así... como novios. Y me parece que está de más decir que esto es un regalo por cinco años de dejarme estar a tu lado —en ese momento sacó una caja cuadrada y de color azul marino de su bolsillo, me la entregó y nada más recibirla no contuve la curiosidad de abrirla de inmediato.

Separé las tapas con cuidado y encontré un collar dorado, pero más allá de la fina cadenita, lo que captó mi atención fue el dije. Era una figura pequeñita de una patinadora, su cuerpo era de oro y su vestido era, al parecer, de oro rosa. Estaba apoyada en un único pie curvando la espalda hacia atrás con los brazos hacia el cielo siendo esto sujetos por la argolla que la unía a la cadena.

— Shawn... —miré la pequeña figurita por unos segundos más antes de observar sus ojos tranquilos y la sonrisa con la que me miraba— Gracias... Dios, es precioso —reí casi sin poder creerlo y tomé el collar mirándolo mejor ya en mi mano.

— Me alegro de que te guste —cerró los ojos en su brillante sonrisa y tomó el colgante colocándose detrás mío para ponérmelo—. Ya está.

Me di la vuelta antes de que él volviera a su lugar y me lancé a abrazarlo.

— En serio, gracias, me encanta —insistí antes de que correspondiera besando mi cabeza—. Y creo que soy yo quien debe estar contenta por tener a alguien como tú ya por cinco años, Shawn.


Yelena, Aria, Katrine y yo estábamos en la pista mirando a "escondidas" cómo Byron se le estaba declarando a Solaria. No sé qué tan indiscretas seamos, pero definitivamente medio mundo ya sabe que algo pasa en la cafetería.

Decidimos alejarnos y nos detuvimos literalmente en la otra punta de la pista, no donde está el cristal que da a la cafetería.

— ¿Creen que ya le habrá dicho? —preguntó Yelena con las manos en sus bolsillos dando la espalda a la cafetería para que no pareciéramos aún más indiscretas a pesar de la distancia.

— Dales tiempo, los dos unos románticos, dudo que sea de los que lleguen y a los dos minutos ya la estén besando —respondió Katrine sujetándose con una mano de la barda para quitar un poco la nieve de sus patines.

— Bueno, la verdad es mucho mejor tener a alguien que prefiera estar de empalagoso a uno de esos que sólo quieran ir a besarse y luego ni un mensaje mandan —le dio la razón Yelena.

— ¿Ya les conté de mi primer novio? —pregunté recargada con los codos hacia atrás en la barra.

— No —Aria negó con la cabeza siguiendo a Yelena.

— Pues era uno de esos, encima yo era muy idiota porque era el primer novio y no dije nada. Así fue hasta que ya ni nos hablamos, entonces un día le dije que quería cortar porque me gustaba otro chico y el estúpido sólo me dijo "Ah, pues yo creí que ya no estábamos saliendo, igual ya tengo novia" —imité su voz exageradamente.

— ¿En serio? —Katrine se recargó más cómodamente para seguir escuchando. Cuando asentí no evité reír por su reacción— Ay, qué hijo de perra...

— ¿Y luego? —dijo Aria en voz bajita.

— Esta historia tuvo un final feliz porque ese estúpido era compañero de mi hermano en fútbol americano y se llevó sus buenos golpecitos en los entrenamientos —reí con maldadad para luego carcajearme por mi propia risa—. Además, era novio de primero de secundaria, esos no importan. Luego tuve otro... que fue más en serio... pero tampoco hubo una relación del todo buena. Y luego miro a Lotte con sus cinco años de casada con Shawn, a mi hermano y su novia de hace dos años, a Elliot y Acker que quién sabe cuánto tiempo llevan juntos... ¡A Doña Katrine y sus dos años de casada con Axel Blaze, y luego me miro a mí! —exageré las menciones haciendo que ellas se empezaran a reír.

— No te preocupes, ya llegará el adecuado —me acarició el brazo Aria con empatía.

— Se refiere a que ya llegará el momento adecuado para que Heath y tú se dejen de tonterías —intervino Yelena de forma más indiscreta y ambas nos empezamos a reír en voz alta.

— ¡Igual tú ponte lista porque dentro de nada es San Valentín y ya verás tú cómo nos va a todos con las prisas!

— ¡Sandra! ¿Verdad que ya es hora para que Adelina y Heath dejen de hacer el bobo y empiecen a salir? —dijo Yelena en voz alta atrapando la atención de Sandra quien pasaba detrás nuestro, por fuera de la pista.

— ¿Qué?

Cuando Yelena se lo repitió sólo pude ver la cara de emoción y sorpresa de Sandra.

— ¿¡En serio se gustan!?

—¡Sí! —dijo poniéndose delante de ella en la barra.

Me cubrí la cara y entonces escuché a Aria salvarme del momento.

— Oigan, ya se levantaron —avisó señalando la cafetería.

— ¿En serio? —me descubrí los ojos y al verlos estarse levantando, me impulsé de la barra y corrí lo más rápido que pude hasta la pared de la cafetería siendo seguida por las demás. Frené en seco levantando suficiente nieve como para manchar un poco el cristal y entonces conseguimos que al menos Solaria nos mirara de reojo algo sonrojada antes de salir.

En verdad no hay nada como los patines de hockey, seguramente con los de artístico y mi dominio aún algo confuso habría acabado golpeándome contra el vidrio.

Nos reímos por la indiscreción que cometimos y luego se nos unió Sandra mirando cómo ellos se alejaban por la salida.

— Se ven tan bonitos juntos... —suspiró con ternura siendo seguida por Yelena.

— A Solaria le gusta Byron desde hace mucho —dijo Katrine.

— ¿De verdad? Me alegro por ellos, seguro que les irá muy bien... —Sandra suspiró recargándose en la barrera con una sonrisa muy adorable, pero esta cambió cuando miró más concentrada la entrada de la pista— Adelina, mira.

Miré a donde apuntaba y nada más ver a Heath sentí mi corazón latir un poco más fuerte, pero a la vez unas ganas de tirarme y no hacer nada debido a lo que se viene ahora.

— Ahora te toca correr y ver a tu novio —Yelena me dio un codazo y las miradas de las demás hicieron que yo saliera de la pista para entregar los patines de vuelta a Aurelia y me  fuera casi corriendo a la entrada para encontrarlo hablando con una mujer.

Estaban en la calle parados a la orilla de la acera, y hasta ese momento no se me ocurrió que puede verse muy indiscreto el llegar como si nada e interrumpir su charla. Por eso, lo mejor que pude pensar fue hacerme la tonta y fingir que estoy saliendo de la pista en dirección a los cuartos o algo así... aunque perfectamente podría ir por dentro, por las pasarelas, pero eso da igual.

— Hola —lo saludé justo al pasar a su lado.

Por un momento se vio desubicado, pero cuando me miró sólo brillaron un poco sus ojos.

— Adelina, hola —me saludó dibujando una sonrisa en sus labios antes de que nos abrazáramos como saludo.

Debo confesar que disfruté ese abrazo. El olor peculiar de su ropa mezclado con su perfume es de esos aromas que enganchan pero no llegan a hostigar. Sí, soy una de esas locas que huelen a la gente.

— Mira, las presento —hizo un gesto con la cabeza para que me acercara un poco más a ellos—. Adelina, ella es mi mamá. Mamá, ella es Adelina, una amiga.

— Mucho gusto. Adelina Kovacs —me presenté dándole un abrazo como saludo al que ella correspondió con la misma sonrisa que yo.

— Elisa Moore, igualmente, cariño.

Me quedé de pie aún mirando a ambos con una sonrisa permanente.

— Hoy vino a pasar el día aquí y ahora ya estamos esperando el Uber para que vuelva a casa —siguió explicando él.

Estuvimos esperando un par de minutos allí, seguimos hablando hasta que llegó el Uber y finalmente nos despedimos. Me alejé un poco para dejar que se despidieran tranquilamente, y al cabo de poco más de un minuto, él se juntó conmigo.

— Bueno, ¿ya te vas a ir a tu habitación? —preguntó él sentándose a mi lado en el pequeño espacio que hay entre el muro bajo y la reja negra de hierro que marca los límites de la academia.

— Emm... Realmente no, ahora iba a ir a comprar unas cosas al supermercado, de hecho.

— Ah, ¿quieres que te acompañe?

Nada más aceptar, nos pusimos en marcha hacia el supermercado. Es una tienda relativamente pequeña pero cuenta con lo justo para habernos sacado de aprietos varias veces, y justo ahora ha sido una de ellas.

Pero no caí en la cuenta de que realmente no tengo nada que comprar, sólo lo inventé para no parecer una acosadora chismosa.

— Bueno, ¿qué necesitas? —guardó las manos en sus bolsillos nada más entrar y quedarnos delante de los pasillos.

— Necesito... —miré un poco a mi alrededor hasta que se me ocurrió algo— Sprite.

Esperé que se riera o algo por el estilo, pero simplemente señaló el pasillo con la cabeza.

— Pues vamos.

Finalmente tomé la botella y fuimos a pagar. Creo que ya sabe cómo esto es falso, se nota bastante que no había salido a comprar una botella de Sprite, pero al menos no lo tomó a mal ni nada.

Cuando salimos sinceramente no supe qué más hacer.

Ya estaba oscureciendo, y justo cuando me iban a rugir las tripas por el hambre, él me preguntó si quería cenar casi como si hubiera leído mi mente.

Terminamos por comprar una caja de pizza y llevárnosla a la academia. Depende del supervisor y de los alumnos, no nos dejan juntarnos en los cuartos a chicos y chicas. Muchos ya somos mayores de edad y apenas nos controlan, pero hay chicos que son menores y aún los tienen bastante controlados.

Seguramente lo que más les preocupa es que terminen escondidos en alguna de las habitaciones estando de pastelosos mientras faltan a clases o de lleno estén teniendo relaciones sexuales. Y creo que sí me preocuparía un poco si me encontrara a dos mocosos de quince años cogiendo en una habitación. Aunque la jugada que le salió mal a la ARDI es que, por ejemplo, Damian y Hikaru son chicos, menores y novios; es decir, no tienen ninguna restricción para quedarse juntos aunque tengan las mismas posibilidades de hacer todo lo que no nos permiten.

El caso de Acker y Elliot ya es otra cosa, ambos son mayores de edad así que en teoría no hay restricciones, excepto que si descubren que faltaron a clases por estar juntos sí que se meterían en un problema. Y en cuanto a relaciones heterosexuales... Bueno, creo que sería muy estúpido estar poniendo restricciones a parejas como Shawn y Lotte, chicos de 23 años que llevan como cinco años juntos.

Aún así, para evitar cualquier malentendido o regaño, decidimos sentarnos en la explanada. Ocupamos uno de los bancos y ahí nos sentamos a comer la pizza.

Por ahora sólo somos amigos, ¿no? Tampoco tendría que pasar nada pero, ya sin hacernos tontos, evidentemente yo quisiera quedarme acurrucada con el un par de horas.

Creo que no me di cuenta del momento en que empezó a gustarme más allá de las bromas que me hacían mis compañeros, cuando dejé de verlo como el amigo con el que chismeaba cada que podía. Algunos dicen que nos veríamos bien juntos, otros simplemente no han opinado o dicen que no pegamos mucho como pareja. Pero yo realmente no sé si esto pueda terminar en una pareja, quizás soy la única que está interesada en ello y he empezado a ilusionarme con que él también se siente así.

Y tampoco quisiera arruinar esta potencial amistad con un rechazo amoroso que termine por separarnos. Ay maldita sea, en serio me estresan estos asuntos del amor. Es tan bonito pero siempre que se empieza o se acaba hay que pasarlo más mal...

— ¿Y ya mejoraste con lo de tu programa? —preguntó mirándome mientras yo tomaba una rebanada.

Suspiré con agobio camuflando el estrés por este asunto de mi romance imaginario como pesadez por el programa y lo mal que voy en él.

— Pues la maestra insiste en que me falta algo. Evidentemente soy una papita en todo eso de los saltos y cosas demasiado artísticas, Siegfrids me corrige veinte movimientos al día por lo menos. Pero me ha estado insistiendo en que deba patinar con algo más de pasión. Y es que yo lo intento, pero siempre que patino me estreso.

— ¿En serio? Yo la verdad te veo bastante relajada siempre que patinamos juntos —rio por mis quejidos de estrés exagerado.

— Sí, cuando patinamos juntos o me pongo a hacer el baboso en las tardes es otra cosa, pero a la hora de entrenar me agobio bastante. Ya superé el miedo de los picos y ya controlo los patines de artístico algo mejor que antes, pero me estreso por tener que mantener los ejercicios, las poses que me indican, es frustrante cuando fallo demasiado algunos movimientos. Pero la verdad no me atrevo a intentarlos con todo y me termina frustrando más —suspiré bajando la mirada a mis piernas donde recargaba la botella y observaba las burbujitas de refresco subir a la superficie y estallar—. Al inicio me daba igual, había superado todo como si ya no fuera a pasar de nuevo. Pero algunos días después de entrenar, en la noche, me duelen los brazos o los huesos en general y... la verdad ahora tengo mucho miedo de romperme un hueso.

Me mordí el labio nada más acabar. Es la primera vez que confieso ese miedo en alto, ni siquiera se lo he contado a mi abuela o a Kurt cuando hablamos por teléfono, no quiero preocuparlos o conseguir que se opongan a que siga en la academia.

— No es el hecho de romperme el hueso en sí, es... ya sabes, me da miedo que regrese.

— Claro —asintió mirándome con una mueca empática antes de que sintiera su mano en mi hombro—, y esto no es como para decirte que no tengas miedo y que vayas como si nada, no. Pero creo que aquí el problema es que te estás forzando demasiado. No llevas ni tres meses en artístico, no vas a aprender ni perfeccionarlo todo a la primera, date tiempo y simplemente no te frustres, nadie te está presionando para que hagas ciertas cosas en tan poco tiempo y teniendo en cuenta que no debes sobre-esforzarte. La verdad es que el hecho de que estés en el hielo a pesar de todo ya es más que suficiente, no tenemos por qué pedirte más.

Su voz suave, todo lo que decía con un tono tan tranquilo y empático hacía que sus palabras me hicieran sentir algo mejor, principalmente porque no son palabras vacías, me lo dice porque realmente lo sabe.

Tal vez esto es algo que hace que me sienta aún mejor al hablar con él, que puedo contarle cosas y lo va a entender mejor que nadie. Por ahora sólo Yelena, Hao, Tammy y Heath saben que me pongo extensiones en el cabello además de los chicos que ya me conocían (Acker y Elliot). Y es que hay algunas cosas que son muy personales o que por tontas que suenen, a mí me afectan. El claro ejemplo es mi pelo: me dolió perderlo bastante más de lo que pensaba. Llevaba tanto tiempo dejándolo crecer y me deshice de él en un par de semanas, sentí como si algo en lo que llevaba tanto tiempo trabajando hubiera sido destruido en minutos. Aunque ahora tengo el pelo casi igual que antes, el cabello en mi nuca no llega más allá del cuello, por eso uso las extensiones para sentirme al menos algo cómoda imaginando que esa coletita que llevo en mi hombro es como la que tenía hace un año.

Desde que me creció el cabello de nuevo me hice esa trencita en mi lado izquierdo para sentir que al menos me decoraba un poco la cabeza. Y la primera vez que salí a dar una vuelta con los amigos de mi hermano (mi único grupo de amigos fuera de hockey) después del cáncer, mi abuela me consiguió un pompón blanco el cual pegamos a un pasador y lo usé para asegurar la trenza y para hacerme sentir yo misma a pesar de todo.

Llevaba meses viéndome al espejo con ojeras, con los ojos irritados, sin nada de pelo o con mechoncitos que crecían por aquí y por allá, y varias semanas después de que terminara el tratamiento me vi con el pelo algo más corto pero decentemente peinado e incluso con el decorado que siempre usaba. Realmente ese momento fue como si llevara mucho tiempo sin ver a una persona, como si la Adelina del pompón blanco fuera otra completamente distinta a la que no tenía pelo. Y la verdad sí cambié como persona, pero me costó asimilar que al fin podía volver a sentirme yo misma aunque llevara todos esos meses engañándome con que realmente no estaba pasando nada y yo me sentía genial emocionalmente. Tal vez eso sólo fue para no caer en una depresión y lastimar a mi familia. No estuvo mal, en absoluto, pero sí debí reconocer que realmente también lo pasé mal varias veces.

Cuando le conté esto a Heath sorprendentemente me entendió. Podemos hablar de cosas así y no necesito explicarle el contexto para que me comprenda. Es decir, no me molesta explicar a otras personas de lo que se trata, me gusta compartir e intentar que haya un poco más de conciencia de cómo es todo este asunto del cáncer, pero hay veces en las que sólo quiero decir una palabra y que me entiendan al inicio.

— Y luego está Vigga insistiendo en que debo centrarme más en el baile —rodé los ojos con suspiro pesado haciendo que riera un poco—. ¡Y es que lo intento! Pero la verdad es que nunca he bailado así, nunca he hecho ballet o nada del estilo, mucho menos en una presentación.

— Bueno, tampoco he bailado ballet nunca pero... Como no es precisamente ballet lo que estás haciendo, tal vez sólo debas imaginar como si estuvieras en uno de esos salones gigantes de los palacios donde se hacen los bailes de máscaras. Concéntrate y piensa en que ese es tu vals, es sólo para ti.

Me agarré del borde del banco y sonreí con algo de vergüenza antes de hablar sin atreverme a mirarle los ojos.

— Es que nunca he bailado un vals.

Sus ojos mostraron sorpresa por unos momentos antes de serenarse y sonreír de vuelta.

— Yo tampoco —metió la mano a su bolsillo y tras unos segundos de toquetear su celular, lo dejó sobre el banco y se puso de pie—. Pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Cuando procesé que me estaba invitando a bailar, cualquier pensamiento de nerviosismo se quebró cuando empezó a sonar la canción a mi lado. Era el Vals Número Dos.

Puse mi mano sobre la suya y entonces él me ayudó a levantarme. Inconscientemente me pegué a él, pero al parecer estuvo bien.

— Pon tu mano aquí —señaló su hombro izquierdo—, eso es, y la otra déjala aquí.

Coloqué mi mano izquierda encima de la suya y entonces él me rodeó la cintura por mi lado derecho antes de empezar a moverse.

— Hacia adelante, sí, ahora atrás —iba coordinando nuestros pasos los cuales sorprendentemente se veían mejor de lo que imaginé.

En cuestión de segundos le cogimos el ritmo y finalmente pudimos dejar de mirar sólo nuestros pies y nos miramos a los ojos provocándome una risita que le contagié.

Cuando cogimos aún más soltura, di un par de vueltas y seguíamos con el baile hasta que comenzamos a hacer un poco el bobo, como cuando salté con las piernas a los lados mientras él me tomaba de la cintura diciendo ser una pareja de artístico. También cuando lo tomé de las muñecas y dimos un par de vueltas antes de reírnos.

— Traigo como cincuenta rublos en el bolsillo y van a salir volando —rio cerrando la cremallera de su bolsillo para luego volver a tomarme las manos y nos coordinamos de nuevo para seguir el ritmo del vals de una forma algo más correcta aunque con nuestro toque de patosos.

Desde que me dijeron que mi canción sería el Vals Número Dos me emocioné un poco al saber que es una melodía que me gusta bastante, pero es que ahora es un sentimiento distinto, teniendo a Heath aquí y coordinándonos para bailar aunque ninguno de los dos sepamos hacerlo siento como si estuviera mucho más en mi territorio.

— Tómalo como ahora, es tu canción, de nadie más —murmuró observando perdidamente el pompón atado a mi pelo antes de mirarme a los ojos y volver a sonreír al compás de la parte lenta de la música—. Ya existe una Balada Para Adelina,  así que te toca crear un Vals Para Adelina.

Nada más terminar de hablar vino mi parte favorita de toda la canción, la combinación entre lo que dijo y la música hicieron que mi corazón se acelerara y un escalofrío me recorriera discretamente haciéndome ocultar mi mirada de vergüenza.

Di un par de vueltas más, justo en los últimos segundos antes de que él me atrapara ambas manos estando frente a frente. Sin soltarme, cruzó mis brazos haciendo que yo le diera la espalda, nos inclinó hacia la izquierda cargando prácticamente todo mi peso en su brazo izquierdo; todo en las últimas notas. En esos instantes yo había terminado con mi rostro tan sólo uno o dos centímetros del suyo.

Y antes de que acabara la última nota, apreté un poco su mano recortando esa distancia y tan sólo sentir sus labios encima de los míos.











*** *** ***

Hola a todos, ¿cómo están? ^^

*pone el Secreto de Amor* ¿Qué tal estuvo ese romance? 7u7

¿Saben? La escena del vals no estaba planeada... salió (como la mitad de cosas de esta historia) de broma que se volvieron muy serias, pero esta es de la que más me han gustado y... sentí bonito al escribirlo, me gustó mucho ^^

¡Este fue capítulo de puro romance! Uno nuevo y otro que celebra su aniversario <3 En la multimedia tienen la canción que podría considerarse el tema de Shawn ya que es una canción que le dedicó a Lotte el día en que él volvió a Canadá y no pudieron verse hasta el año pasado. Y aunque no sea la chica más expresiva del mundo, esta canción la marcó hasta el punto de llorar y ponerse nostálgica al escucharla si no está Shawn abrazándola ya.

¡Hoy conocimos más a Lotte! La preciosa Lotte y su novio el señor capitán del equipo cumplen cinco años de novios <3 Neil como siempre llegó para sacar al mundo de sus problemas. Adelina conoció a la suegra, fue a comprar el Sprite que no necesitaba y bailó el primer vals de su vida :')

Pura felicidad el día de hoy para compensar Takoyaki :^)

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado, yo disfruté mucho escribiendo ^^

Nos vemos en Takoyaki~

Atsushi~

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