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➤ Capítulo 6



— A ver, Hikaru, ¿entonces qué? Decídete, cuéntanos —lo forzó un poco más Aiden cogiéndole la cabeza con ambas manos y sacudiéndola.

— Ya me decidí... y ya les dije —insistió en voz baja. Llevamos un buen tiempo cuestionándolo sobre el tema.

— Entonces... ¿te gusta? —pregunté con media sonrisa teniendo una mano en el bolsillo y con la otra sujetaba el palito de la brocheta.

— ¿Q-qué? —me miró completamente sonrojado mientras que Aiden empezaba a carcajearse en voz alta.

— ¿Te gusta Damien? —repetí con la misma tranquilidad haciendo que él mirara hacia abajo.

— ¡Ah, pobre tonto, lo acorralaron! —Aiden tomó aire como si se asfixiara y luego siguió riéndose.

— ¡Oye! —su hermano lo golpeó en el brazo pasando a su lado y mirándolo casi que con vergüenza ajena.

Aiden seguía riéndose de Hikaru, e incluso a Duske se le escapó una pequeña risa contagiada por las carcajadas de Aiden.

Pero mi mirada no dejaba de acosar a Hikaru, tal vez sea algo cruel... Pero es que todos nos llevamos igual, lo mismo pasó con Froy en su momento y a todos nos acaba pasando.

— S-sí —él asintió escondiendo su mirada, justo cuando varios nos detuvimos para mirarlo fijamente.

— ¿¡Se los dije o no se los dije!? —Aiden le recriminó a Nathan y Valentín al igual que a Axel.

— ¿¡Qué les vas a decir!? ¡Eso lo sabíamos todos! —Xavier le gritó a Aiden dando un paso el frente.

— ¿¡Así como ya sabemos que sólo te haces el idiota y no te atreves a pedirle salir a Liam!?

— ¡Elliot! —Acker volteó a verlo de golpe por haber intervenido de forma imprevista.

— ¿Qué? Es verdad —Elliot dijo como si fuera un niño pequeño argumentando su inocencia.

— Elliot, no digas nada, tú tampoco tuviste los suficientes como para pedirl-

— ¿Cómo que no?

— ¡A ver! —Acker alzó la voz por encima de Elliot y Xavier— O se callan, o los callo yo, ¿bien?

Hikaru, Nathan y yo nos estábamos riendo por la discusión, Duske también disimulaba un par de risas, mientras que Shawn se abochornaba por su hermano y compañeros. Por su lado estaba Valentín quien sólo sonreía cuando los gritos e insultos eran muy evidentes, de ahí en fuera parecía no entender lo que discutían.

— ¿Me vas a callar a besos? —Elliot le rodeó la cintura acercando su cabeza a la de él.

Pero Acker le dio un manotazo para que lo soltara.

— Te voy a callar a madrazos.

Apretó el paso y, por el tono de su voz, se notaba que realmente se había fastidiado.

— Ay no... ¿te enojaste? —Elliot dijo con un poco de pena y, al no recibir respuesta, caminó hasta él y le quiso abrazar los hombros desde atrás— No te enojes...

Nos reímos más discretamente por cómo Elliot pasaba de ser un matón de primera a un niño pequeño en sólo unos segundos.

Acker lo quería soltar, seguir caminando solo, pero Elliot no se separaba de él.

— No te enojes, mi amor, era broma, era broma —le seguía suplicando prácticamente mientras le besaba la mejilla por un lado.

— No, Elliot —movió la cabeza sin conseguir que lo dejara de besar.

— No, no, ven... —finalmente Acker se detuvo y se dejó abrazar por Elliot— Era un chiste, mi amor, perdona. No te enojes, no te enojes, ¿sí?

Los miraba con una pequeña sonrisa por las súplicas de Elliot frente a una pelea no demasiado seria. Además de que ellos son prácticamente la pareja de mis sueños, es decir... si vuelvo a tener pareja, definitivamente quisiera que fuera así, son ejemplares. Claro, con sus pequeñas peleas como todo el mundo. Pero ambos se quieren mucho, aunque vengan de cada punta del mundo y hayan crecido en distintos medios, no deja de encantarme cómo se complementan y cada día se aportan algo mutuamente.

— ¿Qué? ¿Está en sus días? —dijo Nathan sarcásticamente y yo sólo asentí.

— Literalmente. Está en prácticas todo este mes, y como son las últimas del semestre lo tienen a tope. Encima hoy está que se lo llevan los demonios —dije mirándolos aún ir caminando mientras mordía un pedazo más de carne.

— ¿Por? —preguntó Aiden arqueando la ceja.

— Llegó desvelado porque ayer entrenamos hasta tarde y tenía que estar en el hospital a las... cinco y media o seis de la mañana, estuvo haciendo papeleo y al parecer le tocó hacer el reporte de todo lo que habían hecho hasta el mediodía. No se lo aceptaron y tuvo que hacerlo de nuevo. Cuando iba a comer, lo llamaron para lo del reporte, cuando acabó ya le tocaba a todo su grupo ir a hacer la revisión en neonatología así que se fue sin comer y encima se murió un paciente. 

Shawn suspiró y me miró al igual que Duske y los demás, se veían bastante preocupados a la vez que intrigados.

— Fue un bebé, me imagino. Si lo tuvieron en neonatología, habrá sido por las complicaciones de los bebés prematuros, supongo. Luego les pueden fallar los pulmones, pueden tener sangrados cerebrales... Podría ser por muchas cosas, y a veces no se detectan hasta muy tarde, la verdad no lo sé, no me dijo más. Y no es el primero, pero... siempre afecta cuando muere un paciente —dije mirando fijamente a Elliot seguir caminando abrazando a Acker mientras caminaban delante nuestro, lo suficiente como para que al hablar de esto, no lo escucharan.

— Sí, me imagino —asintió Shawn mirándolos también.

Mantuvimos unos segundos más el silencio, hasta que fui yo quien habló esperando mejorar el ambiente.

— Bueno, pero al menos ya están calmados los dos, y mañana es sábado así que ya va a poder descansar bien —entonces volteé mi mirada a Hikaru—. Pero volviendo a lo otro... Hikaru, ya nos dijiste que sí. ¿Ya planeaste algo? ¿Vas a hablarle ya o qué planeas hacer?

Él desvió la mirada aún sonrojado y volvió a tartamudear.

— P-por ahora... Voy a invitarlo a dar un paseo o... o algo así —apretó la correa de su bolsito.

En ese momento casi todos empezaron a felicitarlo.

— No la riegues, por favor, haz una cita decente, Ichihoshi —dijo Xavier casi balbuceando pero en voz alta mientras sacaba algo de su mochila, y cuando lo vimos sacar un pequeño botecito, varios se rieron.

— Qué fino —rio Aiden al verlo ponerse crema para los labios.

— Cierra la boca —dijo mientras se ponía la crema.

— Pero bueno, no sólo nos centremos en el pobre Hikaru, ni en el fino de Xavier... Moore, ¿desde cuándo se te volvió costumbre el comprar religiosamente Shashlik cada vez que salimos? —Aiden guardó las manos en su anorak negro y rio caminando de espaldas para así estar delante mío y agacharse un poco.

— ¿Y por qué no hablamos del otro día cuando agradeciste al cielo que en Quebec se hable francés? —alcé una ceja mordiendo el penúltimo pedazo de carne de la brocheta.

— ¿¡Qué!? —su cara parecía de espanto, como si se acabara de enterar de que tiene examen en media hora.

— ¡Sí, yo lo escuché! —Elliot, quien seguía caminando tomando la mano de Acker, curvó un poco la espalda, lo suficiente como para mirarnos desde adelante.

Aiden tomó aire y lo contuvo tensando los dedos antes de sacarlo intentando no estallar.

— Sí, lo dijiste —afirmó su hermano como si nada.

— ¡Shawn! —lo miró haciendo el puchero por haber sido traicionado por su propio hermano.

— ¿De qué te preocupas? Sólo debes llegar y declarar tus sentimientos con tu dialecto canadiense y todo irá bien —vaciló Nathan antes de tomar la mano de Valentín como si lo estuviera invitando a bailar—. Renée, te amo locamente, cada vez que te veo patinar como una princesa desearía ser menos bruto para poder patinar contigo y conquistar al mundo entero juntos. Renée, te amo, verte es más importante que respirar a este punto, me estás matando lentamente.

Valentín reía algo abochornado viéndose cómo no entendía del todo lo que le decía Nathan. Pero es muy gracioso verlo, no es común verlo hacer estos juegos, suele ser bastante más serio y reservado.

— Ehh... —el más pequeño no sabía bien qué hacer, ni a donde mirar.

Nathan llevó la mano que tenía en el pecho a la cintura de Valentín mientras que con la derecha le tomó la barbilla dramatizando la voz muchísimo más a la vez que se juntaban ambos cuerpos.

— ¡Mírame a los ojos y dime que no me amas, Renée! —pero cuando todos esperábamos porque Valentín hiciera algo, él por fin se percató que le tocaba decir algo— Ich bin Aiden und du bist Renée —le susurró y él asintió entendiendo por fin.

— Te a-amo, Aiden —respondió tomándole las mejillas.

Je t'aime! —chilló Nathan dramatizando todavía más.

Ich liebe dich! 

— ¡Renée!

— ¡Aiden!

— ¡Renée!

— ¡Aiden!

Y entonces Nathan lo tomó por la espalda para inclinarse hacia adelante sujetándolo para así cubrir con el cabello sus rostros fingiendo que se besaban para que al final se levantaran y separaran sonriendo ampliamente.

— Tú haz así —le dijo Valentín aún sonriendo como queriéndolo convencer ignorando que todos nos estamos riendo.

— Así es, te acabamos de dar la clave del éxito, es tu problema si quieres ser un perdedor —suspiró Nathan con media sonrisa mientras se apretaba mejor la coleta y luego guardar las manos en sus bolsillos.

— Más claro no te lo pudieron decir —dijo Xavier mientras seguíamos caminando.

Finalmente llegamos al restaurante que habíamos acordado y ocupamos dos mesas repartiendo así el grupo a la vez que estábamos juntos. Y tras ordenar la comida, la conversación siguió. 

Al menos ya no estábamos bombardeando a Aiden; Xavier y Hikaru ya se habían librado también, Nathan había vuelto a ser el de siempre, Acker se había calmado y yo también me había librado de que siguieran indagando en mí.

Ahora ellos estaban hablando sobre el partido que hicieron hoy en la tarde como casi todos los viernes. Es verdad que Hikaru y yo estábamos hablando del asunto de Damien a pesar de ya haber aislado el tema de los demás. Él parecía estar más cómodo hablando del tema, principalmente porque ahora sí lo hablábamos en serio y me iba contando sobre lo que sentía, lo que tenía planeado hacer y me pedía un par de consejos.

No es que sea un experto en el amor ni mucho menos, pero ya he tenido experiencias y eso ayuda aunque sea un poco. Regina y yo fuimos novios un par de meses, fue en el primer año que estuve en la ARDI. Desde inicios de curso nos llevamos bien ya que en ese entonces ella estaba en el mostrador por las mañanas y Aurelia en las tardes. Hablamos varias veces y ambas se unían a nuestras salidas. Siempre terminábamos hablando ella y yo de nuestros propios temas.

Cuando entré a la Academia por primera vez tenía dieciséis años y Duske diecinueve, ya nos conocíamos desde Ekaterinburgo pero aquí fue cuando nos volvimos inseparables. Cuando Regina y yo nos hicimos novios ella tenía diecisiete y yo dieciséis, nos llevamos exactamente un mes, curiosamente. Y la relación siguió hasta finales de octubre, cuando empezamos a distanciarnos, había pasado más de un año desde que nos conocimos y unos siete meses desde que éramos novios, pero ambos decidimos cortar porque llegados a ese punto ya no nos queríamos como pareja, pero no nos llevábamos mal y lo último que queríamos era que termináramos peleados o haciéndonos daño.

Hablamos y la verdad es que esa conversación buscando lo mejor para nuestra amistad fue mucho más cómoda y sincera que nuestras últimas charlas como pareja. Terminamos bien, bastante bien diría yo. Evidentemente no seguimos como si nada de inmediato, pero con el tiempo fuimos recuperando cada vez más el contacto y actualmente nos llevamos bien.

Debo admitir que me dolió que tan sólo dos semanas después de terminar ella comenzara a salir con otro chico. Lo que me... molestó fue que pudo habérmelo dicho mucho antes y podría decir que quería cortar porque le gustaba alguien más, pero de todas formas no podía hacer nada más que intentar dejarlo atrás.

Ese año tanto Duske como yo salimos de la Academia, él para tomarse un descanso y poder centrarse en la carrera la cual empezaba a intensificarse algo más en esos semestres, y yo realmente lo hice por lo mismo. Ese año me gradué de la preparatoria e inicié la universidad. Mis clases comenzaron en agosto, y mi idea era tomar el rumbo el primer semestre, no entrar en esa temporada y comenzar la ARDI hasta el siguiente curso de la Academia (suelen iniciar por octubre). Pero el plan entero se quebró cuando a inicios de octubre de mi primer año en la universidad me regresó el cáncer.

Seguí con la universidad lo más normal posible, pero el siguiente año no entré a la ARDI, fue cuando peor estuve y también tuve que dejar las clases, podría decirse que a los diecinueve lo único que hice fue ver qué lado de la moneda ganaba: morirme o no. A finales del año pasado ya estaba algo más estable, fue cuando jugamos el partido contra San Petersburgo, desde entonces no he vuelto a jugar más. A las semanas de ese partido volví a la quimioterapia y no recuperé un ritmo estable hasta abril o mayo de este año.

Ya estaba al día en cuanto a los estudios, me había puesto al corriente y en teoría ya podría iniciar las prácticas de no ser porque no estoy lo suficientemente estable físicamente como para ello. Por eso seguí las clases teóricas de forma presencial y en línea al igual que una que otra práctica hasta que en septiembre me llegó la invitación para la ARDI, así me podría integrar en octubre iniciando el curso.

Duske entró como teníamos planeado -un año antes que yo-, él siguió con normalidad todo y ahora ya se ganó el puesto en la selección rusa. Tal vez intenta esforzarse el doble para cumplir el sueño de ambos... A veces pienso que soy muy egoísta por pensar en ello, tal vez ni se le haya pasado por la cabeza, pero me hace sentir mejor el ver a alguien a quien quiero cumplir sus sueños, sueños que resultan ser iguales a los míos: terminar una carrera, entrar a la academia y a la selección nacional.

— Date tiempo, ¿sí? Meterle prisa a estos asuntos siempre es lo peor, cuando se quiere ir rápido es cuando todo se jode —le dije antes de beber un sorbo más del refresco.

— Sí, no quiero que todo se arruine sólo por una estupidez —confesó Hikaru jugueteando con su espagueti.

Yo había pedido ensalada de papa, pero apenas voy a la mitad del plato mientras que todos los demás están por terminar. Es raro, aunque esté hablando suelo ser de los primeros en terminar, o al menos no me retraso tanto.

Desde las risas de antes empecé a sentirme un poco mal. Ya estoy acostumbrado a que de pronto, casi sin aparente motivo, empiece a tener náuseas e incluso llegue a vomitar. No es raro que me empiece a doler la cabeza en cuestión de segundos y que un dolor tan intenso se vaya en otro par de instantes sin alguna medicina.

Agitarme por las carcajadas hizo que ahora sienta que apenas debo moverme o sino voy a vomitar aquí mismo.

De hecho dejé de hablar, simplemente me quedé escuchando las conversaciones de los demás. También solté el tenedor, me recargué en el asiento y me quedé mirando a los demás como si nada, sólo espero a calmarme un poco y poder seguir comiendo normal.

— ¿Estás bien? —preguntó Duske tras darse cuenta de que llevaba ya unos minutos sin tocar el plato, sin hablar y sin separarme del respaldo.

— Ajá —asentí inclinándome hacia la mesa apoyando ambos codos para luego apoyar la cabeza en mis manos y apretarme las sienes.

Duske se me quedó mirando un buen tiempo.

De repente empecé a detestar todos los olores que había en el restaurante, odiaba tener olfato, el hecho de oler el plato de comida que tenía justo delante de mi cara hacía que detestara mi nariz.

Lo aparté un poco hacia adelante y volví a quedarme como antes. 

Escuché a Aiden preguntar qué me pasaba y Duske sólo respondió en gestos y unos cuantos susurros.

— ¿Quieres ir afuera para que te dé el aire? —escuché la voz de Acker quien estaba agachado a mi lado y me empezó a acariciarme la espalda. No vi el momento en que se levantó de la otra mesa y vino aquí.

Asentí. Me erguí y puse las manos en el borde de la mesa para levantarme e irme con él.

Pero cuando estaba a punto de levantarme, respiré con desesperación al sentir cómo mi garganta se tensaba con tal de que no vomitara en ese momento.

Me quedé quieto intentando respirar y tranquilizarme, pero lo siguiente fue una arcada.

Creo que ya todos saben que esto no es sólo una falsa alarma, ya me conocen lo suficiente como para saber que no es raro que me ponga así de la nada.

Duske me levantó mientras que Acker me jaló del brazo cruzando todo el restaurante hasta llegar al baño donde corrí al primer cubículo libre y tras un par de arcadas simplemente vomité.

— ¿Está bien? —preguntó Duske entrando al baño un par de segundos después.

Acker no contestó, o al menos no lo escuché.

Me detuve respirando agitado e incorporándome un poco.

— ¿Ya? —preguntó Acker dando un paso atrás por si ya iba a salir, pero antes de decirle que sí, vino una arcada más y volví a agacharme— Tranquilo... —me acarició la espalda asomándose un poco.

En el siguiente "descanso" me tocó la frente y siguió ahí esperando porque terminara.

Sólo vomité un poco más, ahí fue cuando sentí la garganta quemarme y él volvió a mirar.

Me levanté y fui hacia el lavabo para enjuagarme después de que él me dijera que se encargaría de limpiar.

— Mejor nos vamos ya —dijo Duske en voz muy baja cuando yo aproveché para mojarme la cara.

— Sí, vomitó bilis así que mejor evitar que... vuelva a vomitar sin haber comido algo más —dijo Acker lavándose las manos a mi lado para luego secarse y recargarse en el lavabo y mirarnos esperando por nuestra decisión.

En vez de alterarme, el escucharlos hablar me tranquilizaba, ambos tienen voces suaves y el tono que usaban justo ahora era tranquilo y bajo.

Me tomó unos segundos procesar lo que dijeron y entonces asentí.

— Vámonos —Duske me puso una mano en la espalda y mientras salíamos hacia el pasillo una vez más.


— De acuerdo, ven aquí —la maestra me llamó para volver a la orilla.

Así hice, fui hacia el muro y me detuve delante de ella.

— El principio ya está bien, pero el coro... debe ser más explosivo, estás dando muy buenas expectativas en el inicio y el coro debe llegar y superarlas. Luego recuerda bajar el ritmo para que el último coro sea el que mate a todos —me explicó y yo sólo la miraba asintiendo.

— Okay, lo haré de nuevo —asentí y fui más atrás.

Ella reprodujo la música un poco antes del coro, justo cuando debo hacer los bunny hops en los "la la la". Y un par de segundos después llegó el coro.

Frené en seco para luego mirar a los lados como si buscara algo, ponerme de puntillas usando los picos de los patines y hacer con los brazos el gesto de preguntarme algo antes de volver a usar todo el filo del patín cayendo mientras me cubría la cara y tras una pequeña vuelta descubrirla con una sonrisa exagerada.

Después de un poco más, volví a taparme la cara patinando hacia atrás preparando el salto que conseguí clavar para luego darme la vuelta con brusquedad y volver a fingir que le estaba preguntando a alguien, esta vez le preguntaba por qué abría los ojos sabiendo que puede ver cómo la gente es hipócrita delante suyo, sabiendo que está muy lejos de ellos...

— Hao.

Volví a mirar a Vigga y antes de que pudiera preguntarle cualquier cosa, ella siguió.

— Chico —me miró fijamente mientras me acercaba—, ¿por qué estás de puntillas?

En ese momento no supe qué decir, sinceramente me salí de contexto completamente.

— Emmm... ¿por la coreografía? —pregunté casi con miedo al no saber cómo responder.

— ¿Sólo por eso? —alzó una ceja— Yo creía que era porque querías ver la cara sonriente del payaso.

Sin saber qué más decir, ella me miró de una forma muy penetrante, era diferente a sus usuales miradas, esta era muy seria...

— Deberías preguntártelo, ¿por qué estás de puntillas? ¿Por qué abres los ojos? Sabes que el mundo del espectáculo es voluble, sabes que es muy obvio todo cuando miras la hipocresía cara a cara, que los cuentos de hadas ya acabaron. Piensa en ello, piensa mientras patinas, de nada sirve que me hagas una coreografía milimétricamente perfecta si ni siquiera sabes qué es exactamente lo que quieres proyectar.

Era eso...

— Sí, maestra —asentí aún un poco confundido.

— No eres el único. Todos aquí son experimentados, pero hay quienes aún necesitan pulir su cuerpo para que sea un reflejo de sus sentimientos, y para ello deben tener sentimientos primero —miró al resto de mis compañeros que estaban repasando sus saltos principalmente—. De acuerdo, en diez minutos terminamos así que ya descansa, pero quiero que te quedes pensando en eso.

Me sonrió dándome una palmada suave mientras salía del hielo.

Aunque hoy sea sábado, Vigga nos citó a todos para repasar los programas libres y de paso hacer lo mismo con los saltos y dejar todo a punto, era un entrenamiento libre.

Vigga Siegfrids estado trabajando muy duro en el asunto de nuestra expresividad, lo que dijo sobre proyectar los sentimientos. Pero es que realmente no sé qué más debería expresar.

Mi padre eligió la canción diciéndome que era una muy buena opción para debutar. Siempre he sido visto como de los menores del grupo, aunque tenga dieciséis años siguen tratándome casi como si fuera un niño gracias a la diferencia de edad, así que esta canción que parece hasta algo infantil me quedaba bien.

Me la enseñó y tras escucharla me preguntó si me parecía bien. Me gustó y claro que accedí, pero Vigga y mi padre quieren que encuentre el significado que hay detrás de una simple canción. Tal vez es muy obvio, tal vez es algo imperceptible, pero llevan un buen tiempo insistiendo con que me proyecte más, pero es que no encuentro nada más allá de la canción.

— Hola, Aurelia —la saludé sin mucho ánimo.

— Hola, ¿qué tal vas? —sonrió acercándose también.

Suspiré y me recargué en el mostrador ocultando mi cara.

— ¿Sigues con eso?

— Sí... —bufé cerrando los ojos por un momento.

— Aww, ya verás cómo si puedes, sólo debes tomarte un tiempo y pensar en todo, piensa en todos los significados que puede tener, piensa en... cosas que ni siquiera se te ocurriría asociar con la canción. Ya sabes cómo es tu padre, sus adivinanzas son imposibles de acertar —me animó dándome unas palmaditas en la cabeza.

— Sí... La maestra ya me dijo que debo pensarlo muy en serio, y eso voy a hacer, pero es que ya le he dado tantas vueltas que siento que ya no hay más que ver.

— Mira, yo veo que esa canción fue como un regalo de tu padre para ti, seguro que es algo muy especial, intenta pensar en qué te podría regalar. No sé qué dice, pero yo lo tomaría que es como su regalo para ti al debutar, como si fueran unos patines nuevos o algo así.

La verdad es que tiene mucho sentido.

— Ahora que lo dices así... realmente pude ser eso —me levanté de golpe y la miré sonriendo haciendo que ella hiciera lo mismo—. ¡Sí! ¡Gracias, Aurelia! 

Me estiré un poco, lo justo como para besarle la mejilla e ir corriendo hacia mi casillero.

Me quité los patines poniéndome rápido los tenis, tomé desesperado mi celular y me coloqué los audífonos reproduciendo una vez más la misma canción.

Mi padre me adoptó cuando yo tenía ocho años, aún recuerdo cuando lo conocí y los primeros regalos que me dio.

Nuestro primer encuentro fue aún en Shanghái, tal vez no fue el más ético, pero me alegro de que él precisamente haya sido el hombre con quien me topara. Yo le robé la billetera en uno de los mercados de la zona. Me dedicaba a eso: frecuentaba los mercados y lugares públicos para así robar algunas billeteras y conseguir algo de comer. El orfanato donde estaba realmente era decadente, éramos tantos niños y nos tenían con un control tan mecánico que no podían preocuparse por tus necesidades personales, te daban lo básico y poco más. 

Yo robaba para poder conseguir aún más dinero y comer decentemente, no las pequeñas raciones que nos daban allí, también soñaba con poderme comprar una casa y vivir allí o incluso ropa, zapatos nuevos... pero nunca llegaba a una cantidad suficiente, siempre terminaba fundiendo mis ahorros en comida. Siempre me fue fácil aprender trucos así que algunas veces aprovechaba para ganar unas cuantas monedas de turistas haciendo acrobacias en la calle, pero no ganaba tanto como con las billeteras.

Él se dio cuenta de que le había robado y terminó por atraparme, pero fácilmente se dio cuenta de que tenía hambre y que robaba para comer. Evidentemente eso está mal, ahora puedo verlo, pero en ese momento él se compadeció de mí y me llevó a comer.

Un par de días después lo encontré de nuevo, yo estaba listo para mi rutina de robar un par de billeteras y conseguir algo de almorzar, pero cuando lo vi, una espina de arrepentimiento me hizo acercarme a él. Tomé el control de mi mano y en vez de meterla en su bolsillo, jalé de su manga.

Ah, eres el niño de la otra vez, ¿este es tu puesto de trabajo entonces? —recuerdo cómo me lo dijo mirando el mercado como si yo le acabara de enseñar mi oficina.

Me llamo Li Hao. Y no trabajo aquí.

¿Entonces vienes a comprar?

Siempre me atrapaba en cosas así. Me hizo reconocer que era un ladrón y que eso estaba mal, hizo que me sintiera culpable de haber vivido y visto todo eso como normal. Volvió a llevarme a comer y una vez más estuvimos hablando. 

Se convirtió en costumbre vernos, antes de darme cuenta ya era como mi amigo. Lo que yo no sabía era que él ya había hecho contacto con el orfanato para empezar el proceso de adopción que apenas tomó tiempo.

En nuestras comidas yo le contaba algunas cosas sobre mí, le conté cómo es que llegué al orfanato, por ejemplo. Fui el tercer hijo de mi familia, decir eso hace muy evidente que sea huérfano.

La zona donde yo vivía era muy estricta al parecer, por eso me tuvieron que separar de mis padres cuando yo tenía dos años y medio. Creo que tenía una hermana mayor, luego mis padres tuvieron otro hijo y finalmente llegué yo, es decir, ya sobrepasábamos el límite de hijos por familia. Sólo me separaron a mí, o eso creo, pero nunca supe más de mis padres o mis hermanos. Por eso me crié en el orfanato hasta que él me adoptó, hasta que mi padre me adoptó.

Un día nos encontramos donde jamás lo esperábamos: la pista de hielo. Yo iba muy seguido allá desde que un día me atrapó la lluvia de noche y tuve que resguardarme en el edificio. Nunca le había puesto atención, pero ese día nada más entrar me quedé atrapado mirando cómo patinaban, jamás lo había visto pero ya me encantaba. Me dijeron que no podía quedarme allí así que tuve que esperar sentado en la escalera de la entrada aún deseando volver a mirar a pesar del frío que me calaba los huesos al no tener más que una camiseta de manga larga y mis pantaloncitos cortos.

Días después encontré una ventana a la que conseguía acceder gracias a un par de cajas encima de un basurero. Siempre que podía iba allí a ver a la gente patinar, de hecho era mi lugar secreto, donde comía teniendo el mejor espectáculo posible.

Un día me encontré al jefe entrando a la pista.

¡Hola jefe! —recuerdo haber corrido hacia él nada más verlo bajar de su coche. Recibí su saludo habitual y luego no evité reírme por lo iluso que era el entrenador— Oiga, jefe, no lo van a dejar entrar, a mí siempre me sacan. Pero mire, le voy a enseñar mi lugar secreto, es casi tan bueno como mirar desde dentro.

Le enseñé el lugar y hasta ahora entiendo por qué lo conmoví, antes para mí eso era rutinario y no había nada de raro en que tuviera que comer encima de cajas de madera y un basurero con el peligro de una caída que en ese momento yo apenas contemplaba.

Y me sorprendió como nunca cuando me dijo que podíamos entrar. Al inicio no le creí, pero cuando lo seguí dentro de la pista y sólo pasó una tarjeta por la barrera de seguridad de la entrada junto al ticket de la entrada que me acababa de pagar.

No podía creerlo, en serio había entrado finalmente y encima él era conocido en todo el lugar. Es más, llegó para dar clases a chicos más grandes que yo. Recuerdo cómo me prestó su sudadera que me cubría hasta las rodillas y luego me dejó en el borde de la pista para que viera en primera fila a los patinadores. Pero lo mejor fue cuando acabó su clase y fue a pedir unos patines para mí, ese fue el primer momento en que pisé el hielo y ahora no pudo ni imaginar qué habría sido de mí si jamás lo hubiera hecho.

Ya era la tercera vez que repetía la canción. Estaba recargado en la barda, viendo cómo los demás estaban saliendo ya, justo después de que Tammy repasara su rutina.

— Chica, ¿por qué estás de puntillas? —iba tarareando por partes la canción aún tratando de pensar en aquello que decía Vigga.

Miré hacia la derecha e inconscientemente terminé observando las ventanas. Sólo podía verse parte de la explanada, pero en el fondo podía verme a mí mismo asomado allí soñando con algún día entrar.

Yo estaba ahí fuera, con mi comida mediocre, mi ingenuidad y parado de puntillas intentando mirar...

— ¡Sí! —me incorporé de golpe quitándome los audífonos. Eso era, eso era.

Tenía ganas de correr y contárselo a todo el mundo, a Vigga, a Aurelia, a Byron, pero sobre todo a mi padre; quería decirle que al fin lo entendía, quería... simplemente volverle a agradecer por todo.

Pero no, lo mejor será decirlo todo a su momento. A Vigga se lo diré mucho más discretamente de lo que quisiera, esperaré porque Byron y Liam lo noten cuando entrenemos, le contaré a Aurelia cuando volvamos a hablar casualmente, y se lo demostraré a mi padre cuando sea la exhibición. Creo que darlo todo en la competencia, superarme a mí mismo delante de todos será la mejor forma de hacer sentir orgulloso a mi papá y así... agradecerle también todo lo que ha hecho por mí.

Chillé para mis adentros y sentí un escalofrío de emoción antes de que los demás desfilaran por aquí.

— ¿Todo bien? —preguntó Liam poniendo una mano en mi hombro mientras que Byron y Damien se sentaban en la banca de enfrente.

— Todo perfecto —asentí con seguridad haciendo que él sonriera levemente y caminara junto a mí hacia los asientos.

Liam y yo tenemos una visión bastante similar. Él también fue adoptado y me ha contado que tiene ese mismo sentimiento de querer... enorgullecer y cumplir las expectativas de sus padres. Yo soy todo lo feliz que podría desear con mi padre, no importa que sólo seamos él y yo; siempre nos divertimos, hablamos de todo, es mi entrenador, cumplió el rol de padre de todo a todo. Y Liam sí tiene padre y madre, pero es lo mismo: se siente inmensamente agradecido con ellos.

Esto puede haber influido en que nos llevemos bastante bien, el poder entender mejor que nadie lo que se siente entrar al hielo con sólo ese objetivo en mente.

Esperé a que los demás se quitaran los patines mientras hablábamos sobre ir a almorzar ahora todos juntos.

En eso, Vigga estaba hablando con Neil, él y Thomas Feldt acababan de llegar, al parecer su único propósito era hablar con ella. Debo decir que me causaba intriga saber lo que hablaban, puedo llegar a ser alguien bastante curioso por no decir chismoso.

Pero al cabo de unos momentos, no sólo era yo quien les prestaba atención.

— ¡Siempre temprano, de verdad que eres un ejemplo a seguir para los niños! —bromeó Neil en voz alta siguiendo con la mirada a alguien quien apenas estaba llegando a esta parte tras rodear la pista.

Era un hombre alto, que emanaba elegancia aún caminando algo apresurado y avergonzado por ese "regaño" de Neil. Me quiere sonar... realmente sé que lo he visto antes.

Pero antes de procesar nada, escuché cómo a Lotte se le iba el aire, cómo parecía estar al borde de un ataque cardíaco que dejaría a los de Byron como simples cosas de niños. Por segundos juraría que es pariente suyo por esa... elegancia aún en cosas tan penosas como llegar casi corriendo.

Pero finalmente uní piezas y di con la respuesta.

Saludó a Vigga con un beso en la mejilla e hizo lo mismo con Neil teniendo que agacharse un poco siendo atrapado por el abrazo del opuesto para luego corresponder y más tarde saludar a Feldt.

— Preséntate con tus niños —Vigga le hizo un gesto con la cabeza señalándonos.

— Sí, sí, lo siento, voy —la sonrisa en su rosto apenas se borraba, parecía que no se veían desde hace tiempo, y las bromas y forma de hablar de Neil no ayudan a querer mantenerse serio, es imposible ir a una clase suya y salir sin haber sonreído al menos una vez.

Caminó hacia nosotros dispuesto a presentarnos. Lotte, le tomaba la mano a Katrine mientras que Isabelle la detenía por atrás casi como si en verdad fuera a desmayarse.

Pero se giró hacia Neil de golpe tan sólo un par de segundos después.

— Neil —pero él sólo respondía carcajeándose aún esforzándose para disimularlo de forma inútil.

— Mi mayor miedo en el mundo era que ese cuerpecito de patinador se hubiera perdido desde la última vez que lo toqué —dramatizó causando que ahora fuera Feldt quien tuviera que cubrirse la boca para disimular la risa que era completamente inevitable.

Al menos la mitad de nosotros tuvo que tragarse las risas cuando Neil le dio una nalgada nada más voltearse. Y Vigga... se reía "discretamente".

— En este grupo hay tradiciones que jamás cambiarán. Aquí yo soy el que toquetea y da las nalgadas, y soy intocable porque siempre se ha tenido que mirar dos veces para encontrarme el cuerpo de patinador. No es mi culpa que tengas curvas peligrosas y yo no —siguió Neil haciendo que Vigga siguiera riéndose sin poder disimularlo en absoluto.

— Ahora también es tradición pasar vergüenzas frente a tus alumnos —dijo ella tranquilizándose poco a poco.

Él rio y aún tratando de disimular la vergüenza y las risas, caminó hacia nosotros.

Lotte y otros más estaban cumpliendo al menos treinta fantasías en el instante mientras que por otro lado me causaba gracia ver a Adelina simplemente mirando sin entender nada de lo que sucedía.

— Bueno, ya tuve mi ritual de iniciación, ya me humillaron frente a mis alumnos, así que ahora puedo presentarme en confianza... supongo —nos miró con las mejillas enrojecidas por la risa y su piel sumamente clara. Entonces respiró con más tranquilidad y puso las manos en su cintura—. A partir del lunes también les daré clases, si les parece bien seré quien les ayude con los saltos y coreografías. Me llamo Bernard Girikanan, y espero lo mejor de ustedes en todo momento.











*** *** ***

Ya llegó el que faltaba ewe

Creo que se veía venir... ¿no? Encima Neil siempre humillándolo: le quita el oro en las competencias, se lo tortea frente a sus alumnos... puras vergüenzas sufre este señor XD

Por cierto, había pensado en hacer un vídeo similar al de los programas libres para mostrar los temas de los chicos de hockey y el resto de personajes. ¿Qué opinan? ¿Les gusta la idea? :3

La semana pasada al final no pude actualizar, pero aquí está al fin :') Espero que les haya gustado el capítulo de hoy, muchas gracias por leer y nos vemos muy pronto~

Atsushi~

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