➤ Capítulo 2
Los dos estábamos recargados en la parte baja del muro de la pista. Ellos estaban jugando en el otro lado así que apenas había riesgo de que estuvieran chocándose por aquí.
— Mira, lo que hace Schiller —lo señalé y entonces Hikaru fijó su atención completa en él—. Pibotea al defensor, se mueve hacia atrás y da un pase al lateral entre sus propias piernas.
— Cierto... Wow, en serio se ve cool —rio una vez Elliot recibió el pase y marcó burlando la defensa de Sandra.
— Schiller lo hace mucho, pero aunque ya se algo típico en él, los demás en pleno partido no se van a poner a pensar quién es ni lo que hace, van a pensar mientras actúan. Obvio, a no ser que sea lo único que hagas en todo el partido, no van a reaccionar tan rápido a las jugadas.
— Sí, todo pasa muy muy rápido —asintió.
— Igual Swift tiene su técnica personal. Lo que suele hacer es que, cuando ve oportunidad, roba el puck directamente con el patín. Hace como si estuviera frenando sólo para barrer el puck y ya luego controlarlo normal y dar pases. Haz de cuenta... como las barridas en fútbol.
— ¿En serio? —cuando asentí él recargó los brazos de nuevo en la barra— La verdad es que yo estaba en un equipo de niños, al verlos jugar así parece que es un mundo nuevo por completo.
No evité reír un poco por lo que dijo.
— No lo veas así, es tu mundo, sólo llevas una semana así que date tiempo para adaptarte.
Justo entonces dio la hora y los demás tuvieron que abandonar la pista.
A las dos de la tarde se abre la pista al público, hasta entonces está cerrada exclusivamente para el equipo de hockey y los de patinaje artístico. Ellos inician, tienen las primeras tres horas ellos, luego nos toca a los de hockey. Mientras tanto, cada uno aprovecha sus clases fuera del hielo. Para hockey es un entrenamiento físico promedio y hora libre para ir al gimnasio o entrenar algo individual fuera del hielo. Los de artístico tienen clase de ballet, danza y creo que también acondicionamiento físico.
Ahora ya salieron del hielo e imagino que irán a ducharse y cambiarse para la hora de comer. Dos y media se abre la cafetería de nuevo, pero somos libres de salir a comer por la ciudad. De hecho, a partir de las dos podemos hacer lo que queramos a no ser que nos hayan citado para algo en específico. Pero muchos prefieren repasar algo en la pista a pesar de que ya haya gente (evidentemente no se hará un partido de hockey), o se enfocan en entrenar más. Aunque los que aún no están en la universidad deben ir por la tarde a clases en el edificio de detrás de la pista grande.
Los que estamos en la universidad también tenemos clases por las tardes, pero nosotros no nos libramos de tomar el metro e ir hasta la universidad. Mi problema es que este año yo ya entraría en prácticas en el hospital, por eso tengo parada la carrera al menos por ahora.
Y es que las cosas cambiaron bastante. No era tan difícil estudiar para ser médico mientras yo era el paciente, pero jugar a ser médico siendo paciente es algo ya muy diferente. No puedo aguantar la presión de mantener mi vida constantemente, ni de lejos voy a poder cumplir la responsabilidad de dos vidas sin que una de las dos acabe dañada.
Hay quienes dicen envidiar que ahora yo puedo estar dedicado completamente al hockey y que puedo disfrutar mis veinte años sin estudiar (aunque realmente yo sigo llevando clases teóricas). Mientras que hay otros que dicen que debe ser horrible sentirte aislado del mundo, tener que atrasar mis estudios y en general sentirme atrasado con respecto a los demás.
Y ambos tienen razón. Me siento de las dos maneras cada día. Puedo entrar en una desesperación horrible por sentir que desperdicio mi vida y en cuestión de minutos agradezco poder tomarme un respiro de la universidad.
Pero aunque no hubiera atrasado mis prácticas, seguiría algo desfasado respecto a los estudios. Aunque yo intentara ponerme al corriente con todo lo que veían, aunque tomara más clases en línea que cualquiera, seguía habiendo semanas en las que no podía ni decir mi nombre, y no faltaban los días en que toda mi memoria fallaba.
Olvidaba lo que había leído hace horas, a veces pasaba una hora en el mismo párrafo por no poder entender su contenido por más que lo leyera una y otra vez. Incluso le pedía a mi madre que lo leyera, que me lo explicara y yo simplemente no podía centrarme en un maldito párrafo. Esa frustración indescriptible me atrasó un par de días que se fueron acumulando en meses.
Y mi único alivio respecto a esto es que la gente lo llega a comprender. Mis profesores dicen que no debo preocuparme por atrasarme en el temario, que es completamente entendible por qué me ausento, por qué no puedo entregar trabajos. Dicen que es incluso obsesivo el querer entregar un trabajo a pesar de en condiciones lamentables.
Y es que es una obsesión. Tengo una obsesión por no querer ser inútil.
Me desprecio cuando soy sólo una carga más, odio sentirme inútil. Por eso siento que lo mínimo que puedo hacer es aparentar llevar una vida normal aunque realmente no pueda tener eso.
— ¿Qué tal vas? ¿Ya no te duele el golpe? —pregunté mirando la pierna de Hikaru.
— Ya estoy bien —asintió.
— Bueno —me erguí sujetándome de la barra para estirar mi espalda un poco—. En lo que llega la gente y está la comida, ¿quieres practicar las frenadas?
Tardó un poco en procesar lo que dije y entonces asintió con una sonrisa que me causó algo de ternura por su emoción.
— De acuerdo, voy por unos patines —asentí y fui caminando hacia el puesto.
Él se había quitado ya las protecciones, sólo tenía los patines, pero yo simplemente tenía mi ropa común.
— Aurelia, hola —la saludé poniendo una mano en el mostrador.
— Ah, hola. ¿Cómo va todo? —sonrió quitando la nieve de unos patines con un trapo antes de colgarlos.
— Bien, gracias —sonreí agachándome para sacarme los zapatos y entregárselos—. Del 39.
— Okey, unos del 39 de hockey —asintió con su común sonrisa alegre y los tomó para luego ir por los patines que me dejó en el mostrador.
— Gracias —cuando me di media vuelta me crucé con una chica que se recargaba en el mostrador también.
— Oh, hola. ¿Los 117? —preguntó Aurelia con su común tono alegre.
— Unos igualitos a los 117 pero de hockey si puede ser —respondió ella con un leve tono de burla.
Me senté en el banco y empecé a ponerme los patines cuando entonces Duske se paró a mi lado.
— ¿Vas a patinar? —preguntó él aún con el stick en su mano.
— Sí, voy a enseñarle a Hikaru las frenadas.
— ¿Quieren que los acompañe? —colocó su mano libre en su cadera apoyándose más en el stick.
— Si quieres, estaría perfecto. Tú frenas muy distinto así que podríamos enseñarle mejor —me levanté un poco sólo para cambiar de pierna y proceder a atar los cordones de nuevo.
Duske sonrió un poco y se quedó esperándome allí.
— ¡No me abraces así, cochino! —era la chica de antes intentando apartar un poco a Elliot de ella mientras que Reese le tomaba el hombro para que la dejara— ¿No ves que ahora soy de artístico? Debo ser fina y pulcra.
Shawn se le acercó ya teniendo los zapatos puestos mientras reía también.
— ¿Y cuando estabas en hockey? —preguntó girando el stick en su mano.
— Uy, cuando estoy en hockey... —rio terminando de atar sus patines.
— Huele peor que todos los chicos juntos —exageró Elliot.
— Exactamente —ella asintió recargándose hacia atrás antes de empezar a reírse—. Es que tengo el modo artístico y el modo hockey. El modo piquitos mortales en los pies y el modo máquina de nieve.
Se me escapó una sonrisa discreta por la conversación ajena. Me levanté y entonces Duske y yo fuimos con Hikaru quien nos esperaba en la entrada.
Por segundos fuimos los únicos en la pista. Entré y lo primero que hice fue coger velocidad para luego patinar hacia atrás en cross. Y justo cuando pasé al lado de Hikaru, me preparé para frenar. Frené de la conocida "parada de hockey", es decir, ambos pies raspado hacia el mismo lado con el cuerpo de lado e inclinado hacia atrás de una forma que parece imposible no caerse.
— ¿Esta la sabes hacer? —le pregunté nada más pararme bien y Duske frenó a nuestro lado.
— No tan pronunciado, pero sí —asintió raspando con un solo pie hacia afuera como imitando el gesto.
— Okay, eso es muy básico, sólo es cuestión de que lo domines más y más, algún día no te darás cuenta y ya estarás frenando así o más pronunciado.
— Es cuestión de equilibrarse. Pero ya con el stick es aún más fácil —dijo Duske ya libre del stick ya que en horas abiertas no podemos tener ningún equipo de hockey en el hielo—. El equilibrio está en echar la cadera lo más hacia atrás que puedas, los pies hacia adelante bien clavados, y el pecho y los brazos hacia adelante. Como un triángulo.
— Oh, de acuerdo, de acuerdo. Dejen que lo intente.
Hikaru tomó velocidad patinando en un círculo amplio teniéndonos como centro y luego intentó la frenada.
— Eso es, sólo que ahora como que te contuviste en el último momento, intenta frenar con todo. Si estás raspando bien, no te vas a resbalar. Inténtalo otra vez.
Y así hizo, estuvo repitiendo un par de veces.
Pero cuando se detuvo para hablar con Duske y conmigo, de pronto sentí algo de nieve salpicarme en la cara. Me volteé hacia la derecha y vi a la chica de antes, apenas incorporándose de la brutal frenada. Hacer eso en pleno juego es bastante arriesgado, eso es más para vacilar y, principalmente, levantar más nieve.
— Perdón, se me fue la fuerza —se disculpó sacudiendo un poco de nieve del hombro de Duske.
— Está bien —asintió él.
— Es que los vi frenando y... me acerqué —dijo aún con un poco de vergüenza por habernos mojado.
— Sí, le estamos enseñando a frenar en seco, aún le cuesta un poco dominar eso —expliqué frotando mis manos al haber quitado un poco de nieve de mi ropa.
— Ah, ya veo. Sí, frenar de golpe cuesta al principio —asintió con empatía—. Mira, algo que hacemos mucho para eso es ir corriendo de esquina a esquina y frenar antes del muro. Así hasta que te canses, te prometo que funciona —le explicó ella riendo un poco al final—. ¿Quieres probar?
— Ah, sí, por favor —asintió de golpe.
— ¿Les importa si me lo robo un momentito? —nos preguntó y no evité reír un poco.
— Todo tuyo.
Duske y yo nos quedamos viendo cómo parecía una carrera interminable entre ambos, corrían y frenaban en el muro antes de seguir. Y parecía magia, Hikaru, al cabo de un par de intentos, podía frenar con más seguridad estando ya impulsado para seguir hacia el lado opuesto.
— ¿Qué tal? ¿Kovacs controla bien? —preguntó Duske a modo de broma cruzado de brazos al ver que yo me quedé mirándolos.
Pero al escucharlo sólo pude voltearme de golpe.
— ¿Es Kovacs? —al cabo de unos segundos me di cuenta de lo bobo que parecía así asombrado.
— Sí, Reese lo contó cuando recién empezamos hoy. Dijo que Kovacs había entrado pero a artístico.
— Oh, fue cuando yo estaba con el entrenador, por eso no lo escuché. Pero qué cambio, ¿no? Que en un año pase de hockey a artístico nivel ARDI...
— Eso pensé. Ni Reese ni Ember dijeron mucho, sólo que se cambió —y es esa la mirada de Duske cuando intenta arreglar algo en lo que se equivocó. Siempre que dice algo que no debe e intenta arreglarlo, pone esa mirada por más que su voz suene completamente segura.
Aún así no quise cuestionarlo. Kovacs no es la vida de Duske así que no voy a incomodarlo sólo por saber más.
Suspiré y me crucé de brazos.
— Nunca la vi, sólo se me quedó la imagen de que estuvo en el partido contra San Petersburgo el año pasado, que se lesionó en ese juego. Pero nunca la vi bien. Se me habrá quedado grabada porque era la única mujer del partido y por el accidente —murmuré intentando dejar de ver a Hikaru quien frenaba casi al mismo tiempo que ella—. ¿Habrá sido por la lesión?
— No creo —cortó Duske aún con esa mirada y simplemente empezó a avanzar hacia ellos—. Vamos.
Lo seguí y, al acercarnos, ellos se detuvieron.
— Veo que es efectivo —dije riendo un poco al ver cómo ambos descansaban en la orilla.
— Yo aprendí a frenar así en dos días, así que es bastante efectivo —respondió ella tomando aire entre risas.
Pero justo cuando yo iba a seguir hablando, Hao se acercó por detrás y capturó su atención avisándole de que ellos ya estaban a punto de ir a comer y que si quería ir con ellos.
Ella asintió y se despidió de nosotros para irse con él. Fue a cambiarse los zapatos y se fueron.
Empezaron a llegar unas personas así que Hikaru tenía un poco más de cuidado con sus frenadas, pero aún así no eran demasiadas.
Mientras Duske estaba con él, yo me quedé a un lado intentando recordar cómo se hacía la frenada de halcón. Y después de un par de veces lo conseguí.
Dejando sólo mi pie izquierdo en el hielo avanzaba un poco hacia atrás para luego golpear la punta de este con la mitad de mi pie derecho formando una especie de T. Aunque no me siento con la confianza como para hacerlo mientras voy con más velocidad y menos en pleno juego.
Y no pasó mucho hasta que ellos me dijeron que si me parecía que ya fuéramos saliendo. Ellos dos se ducharían y luego saldríamos a comer.
Pero mientras los esperaba en el vestuario, me quedé sentado mirando mi reflejo en el espejo que ya estaba algo empañado.
Por más que no me vea muy diferente en mi físico, siento que por más que me mire una y otra vez, nunca voy a poder mirarme como lo hacía hace un tiempo. Me cuesta visualizarme con un uniforme y protecciones, no me veo jugando como lo hacen los demás.
Me es completamente imposible verme como hace un año, como las últimas veces que jugué, incluso veo los primeros meses en la academia muy lejanos. La primea vez que estuve en la academia era otro mundo, entré a los dieciséis y me fui al acabar la preparatoria, para poder centrarme en empezar la universidad, mi plan era volver una vez me hubiera estabilizado o encontrara una forma de coordinar mis horarios. Pero ese plan de volver a los diecinueve o incluso a los dieciocho se fue a la basura.
A los dos meses de empezar la universidad, diagnosticaron que el tumor cerebral que tuve desde los trece hasta los quince años había vuelto. Y así fue cómo la academia pasó de ser lo que impulsaría mi vida como jugador profesional, a ser lo que me mantenía con ganas de levantarme cada día. Mi meta era poder volver aquí, cada día yo lo terminaba pensando en que faltaba menos para que pudiera volver.
La carrera y el hockey eran mi obsesión para no sentirme inútil, y muy en el fondo sé que eran mi salvación para intentar dejar de vivir con tanto miedo diario.
— Ahora intenta de nuevo —dijo Liam de pie a mi lado.
Asentí y volví a intentar el movimiento que me indicó. La mariposa, ese movimiento del que me vacilaba todos los días con Elliot, se ha vuelto mi tortura. Llevo todo el día intentando aprender a hacerla.
Debo mantener todo mi peso en un pie mientras que estiro la otra pierna hacia atrás inclinando mi cuerpo hacia adelante.
Liam, Tammy y Hao se ofrecieron para ayudarme a practicar esta tarde aunque ya no tuviéramos la pista para nosotros, sino que había que compartir con las personas que vienen a pasar la tarde.
No tengo idea de cómo los tres me lo han explicado una y otra vez, lo demuestran sin siquiera sudar y yo aquí sigo sin poder hacerlo decentemente. Definitivamente mi temor es el pico del patín. Llevar el cuerpo hacia adelante hace que sienta que me voy a ir de boca y encima el pico se va a atascar y la caída será el doble de horrible.
— Okay, eso estuvo mejor —dijo Tammy una vez yo volví a poner todo mi peso en ambas piernas y regresé con ellos.
— Sí, ya es un buen avance —afirmó Liam.
Pero entonces vimos al entrenador acercarse a la orilla para llamar a Hao. Él se acercó y mientras hablaban, yo descansaba un poco. Aunque debo reconocer que no es tan físicamente agotador como el hockey, o al menos no en el preciso instante.
— Listo, el entrenador dice que ya podemos cambiar de movimiento —dijo él juntando las manos al volver con nosotros—. Te toca aprender un salto de tres.
Con tan sólo escuchar la palabra "salto" supe que esto iba a ir mal, pero cuando Liam avanzó un poco en nuestra área -el centro de la pista- e hizo la demostración, tuve que ahorrarme mis ganas de tirar los guantes al suelo y renunciar.
— El salto de tres o salto de vals es el salto básico. En la mañana ya estuviste practicando el dar saltitos pequeños con ambos pies, ahora toca ir por tu primer salto de verdad —respondió él frenando de espaldas para quedar a mi lado.
Sólo suspiré y asentí intentando convencerme de que podía hacer eso.
— Es fácil, no te preocupes —asintió Tammy dando pequeños aplausos como forma de ánimo.
— Es tu primer salto así que normal que te dé nervios, pero una vez lo aprendes ya vas a tener soltura para los siguientes —dijo Hao de pie junto a Tammy.
— Y yo creo que es el único que vas a hacer —dijo Liam colocándose sus guantes negros también algo pensativo—. Sí, en prácticamente todos los demás hay mucho impacto en las rodillas y espalda hasta que lo aprendes a hacer bien, además esas caídas son bastante... feas.
— Sí, el entrenador me dijo que casi seguro que no haré muchos saltos, voy a tener rutinas incompletas —le di la razón frotando mis manos antes de guardar los guantes grises que me prestó Sandra.
— Pues mejor, así sólo debes aprenderlo muy bien y terminarás haciéndolo con facilidad —dio media sonrisa en mitad de su rostro serio y entonces puso sus pies como formando la letra T—. La punta del pie izquierdo es la dirección a donde vas a saltar. El derecho lo tienes aquí atrás, entonces lo único que debes hacer es cambiar. Es como si dieras media vuelta, pero hacia adelante y saltando. Debes caer con el pie derecho apuntando hacia donde tú estabas antes y dejas tu pie izquierdo atrás, en el aire. Y ya.
—Te impulsas con los brazos: los llevas estirados hacia atrás y cuando saltas te impulsas, en el salto deben ir cruzados en el pecho y cuando caes los estiras —hizo la demostración Hao.
Tan sólo suspiré y puse mis pies en T esperando por poder hacerlo. Y al menos en mi primer intento no acabé en el suelo.
Sorprendentemente es menos difícil de lo que parece. Evidentemente no me sale bien, lo que estoy haciendo se ve sin forma y mal hecho, pero al menos la base no es difícil, es cuestión de coger más confianza y poder saltar en serio.
Creó que esto es más fácil que la maldita mariposa. Ojalá y le corten las alas...
— ¿No podemos volver a dar giros? Eso era divertido —pedí cuando ya llevábamos al menos quince minutos intentando el salto—. Al menos me salía.
El formal Liam rio un poco estando de brazos cruzados y luego me miró casi con lástima.
— Cinco intentos más y te enseñamos más giros.
— ¡Eso es un trato! —chasqueé los dedos haciendo reír a Hao y le saqué otra sonrisa a Liam antes de seguir intentando.
Y fue en el cuarto intento cuando aterricé de una forma algo más sólida, sigue sin ser el salto, mi cuerpo se ve como un churro retorcido, pero al menos caí sin empezar a girar por la inercia, por primera vez sentí algo de dominio teniendo estos patines.
— ¿¡Vieron!? —chillé una vez me giré hacia ellos estando más estable en el hielo.
— ¡Sí! —Tammy aplaudió un poco y sonreía mientras que Hao igualmente lo hacía.
— Ay, soy tan feliz... —suspiré volviendo a mi posición de inicio para el último intento. Esta vez no fue tan buena como la anterior pero de nuevo caí firme, ahora supe controlar mi caída.
— Ya mejoraste. Date un par de días y ya lo vas a controlar en movimiento —asintió Liam mientras me juntaba con ellos una vez más.
— Este fue mi logro del año, se los juro —reí negando con la cabeza—. Jamás me había sentido tan estúpida sobre hielo.
Jugueteaba con mis pies haciendo medios círculos con cada uno al mismo tiempo, es decir, haciendo sculling hacia adelante y atrás sin avanzar realmente nada. Se le llama sculling o limón ya que se crea con las cuchillas una especie de limón al abrir y cerrar. Es lo más básico del patinaje, es la forma básica de ir hacia adelante y atrás, además de clavar y arrastrar. Pero esto yo ya lo podía hacer en hockey así que no me costó adaptarlo a lo que me pedían: sculling y un saltito, luego hacia atrás, luego media vuelta... Pero definitivamente me siento genial al haber hecho algo como este intento de salto.
— Listo, lo prometido es deuda. ¿Quieres aprender a hacer molinete en un pie? —preguntó Liam acercándose a mí.
Asentí y me dio un repaso de cómo dar vueltas desde un punto fijo y luego él mantenía una pierna flexionada teniendo los tobillos casi juntos sólo que un pie no tocaba el hielo.. Sé dar vueltas, es decir, molinetes, pero sin usar los picos, es decir, avanzando y juntando mies pies mientras me detengo para girar, eso lo he hecho desde siempre, y ellos dicen que está bien porque en plena secuencia no voy a poder detenerme a clavar los picos e impulsarme, eso es para cuando uno va a aprendiendo.
— Y luego hay otras versiones con un pie, pero algunas yo no puedo —al detenerse o parecía mareado en absoluto aunque estuviera dando vueltas como un trompo hace dos segundos—. Hao.
Él asintió y cogió un poco de velocidad para luego empezar a girar. Su giro era haciendo una mariposa, pero entendí a lo que se refería Liam sobre no poder hacerlo cuando vi que él doblaba la rodilla que tenía en el aire, hacía como la posición de la rosquilla, o al menos yo así nombré a los giros que hoy estaban practicando Damien, Yelena y Lotte. Pero él en vez de hacer una rosquilla hacia atrás -como queriendo tocar su cabeza con el patín-, lo hacía hacia arriba.
Se veía... peculiarmente bonito, era difícil verle una forma tan limpia como a la rosquilla o a su inicio de giro en mariposa, pero por alguna razón me gustó mucho.
Él se detuvo y sonrió al ver que había conseguido el giro. Hao es definitivamente uno de los mejores en flexibilidad del grupo, lo dejó claro en clase de ballet hace rato.
— Me encantó —aplaudí un poco y Tammy se rio.
Hao vino hacia nosotros y entonces Liam me miró.
— Si aprendes a hacer eso vas a ser una bonita coincidencia —dijo con una voz suave.
Pero al no entender miré a Hao quien tan sólo rio un poco.
— Ese giro se llama Adelina. Es un giro en mariposa, pero la variante de flexionar así la pierna se llama Adelina.
No sé cómo expresar lo que sentí. Fue una especie de sentimiento cálido a la vez que una frustración importante ya que por ahora me encuentro demasiado lejos de siquiera conseguir una mariposa decente.
Aunque sea ajena al patinaje artístico, sentí una especie de humillación al no poder siquiera intentar una Adelina.
Sólo sonreí y estuvimos practicando los giros un buen rato más.
Pero llegó el momento en que decidieron que ya era suficiente. Salimos de la pista y en cuanto nos pusimos los zapatos, ellos fueron por las escaleras hacia los edificios, teníamos planeado cenar ya.
Pero entonces vi a Hikaru rondar por la pista junto a Shawn, me acerqué al vidrio pero no me vio. Tan sólo reí un poco e intenté ir por la zona que no tiene la protección.
Pero cuando me acerqué allá, vi que el chico de antes, el que estaba con Hikaru, estaba con los brazos apoyados en la barra mirando a la gente patinar, más concretamente a sus dos compañeros quienes no estaban practicando realmente, sólo patinaban a estilo libre.
— Hola —saludé colocándome en la misma posición que él a su lado apenas captando su atención—. ¿Se puede?
— Ah, hola. Sí, claro —volteó a verme y luego los dos continuamos con la mirada hacia el frente.
— ¿Siguen patinando?
— Sí, llevan ya un buen rato. De hecho los estuve viendo a ustedes también —sonrió y me miró sin mover demasiado el cuello.
Suspiré sintiéndome algo avergonzad por momentos.
— ¿Viste ese pedazo de fracaso? Ay por Dios, ahora ya todos conocen mis vergüenzas —intenté bromear del asunto rodando los ojos.
— Todos tuvimos nuestro comienzo. Además se ve bastante difícil todo lo que te pusieron a hacer.
— Algo así... Lo que más miedo me da es que, según el entrenador, eso es lo más sencillo, ¿sabes?
Los dos reímos sin muchas ganas y suspiramos mirando a la pista intentando calmarnos.
— ¿Entonces eres nueva en artístico?
— Sí, te juro que hoy fue el primer día en que me subí a unos patines de artístico, es un mundo nuevo —asentí.
— ¿Hoy? Pues entonces tienes algo especial para que te hayan elegido. ¿Eres buena bailarina? ¿Gimnasta?
— Bueno, hoy tuve mi primera clase de ballet y creo que no fue muy elegante verme saltar como grillo, el maestro se desesperó conmigo y todo. De hecho entré por otros factores —realmente ahora estoy tan cansada por el maldito día eterno que llevo que no tengo ganas de explicar toda la situación.
El entrenador les explicó a los de artístico lo que sucedió, por qué estoy aquí. Algunos lo tomaron bien, otros mal y a otros les dio igual. En definitiva hoy fue mi día de preguntas: todos me preguntaban sobre las diferencias ente el hockey y artístico, me preguntaban sobre cómo estaba, preguntaban sobre el cáncer, sobre mi antiguo equipo...
— Entiendo —asintió.
Pero no soporté el silencio que se empezó a crear.
Detesto el silencio, detesto esa calma. Y si de por sí soy algo alterada, le cogí pánico al silencio, a la tranquilidad y armonía del ambiente. Mi segundo día en el hospital fue todo un calvario. Desperté sin los calmantes que había estado teniendo, así que el hecho de acomodarme en la cama dolía como nunca lo imaginé. Ese día ya había pasado el shock, ya empezábamos a movilizarnos para afrontar nuestra nueva vida, ese día yo ya podía pensar con calma.
Y fue ese momento en que mi hermano se fue a casa con mis abuelos para que ellos descansaran, cuando mi mamá decidió que era buena idea salir a fumar en la calle de enfrente para calmarse, cuando tuve el primer ataque de pánico de mi vida.
Todos los pensamientos golpeaban mi cabeza. Sólo podía asociar esa sensación con el momento en que nos dedicábamos a lanzar pucks contra la pared de la cafetería de la pista enfadando a las chicas de artístico. Pensé en el hockey, pensé en que llevaba casi dos días sin levantarme y que me faltaban varios más para volverlo a hacer.
Tenía miedo.
Y no había nada que me tranquilizara. El reloj me alteraba con su sonidito, el otro ruido que había era gracias a los aparatos que decían que aún estoy viva, y cada desgraciado latido me daba miedo. Pasé un par de minutos rezando un rosario fugaz intentando que por cada latido hubiera uno que lo siguiera. Y es que es un pensamiento estúpido, no sé si yo podré escuchar cuando mi corazón deje de latir, pero me asustaba que eso pasara en instantes.
Por unos momentos me daban ganas de empezar a patalear y hacer una rabieta como una bebé berrinchuda. Y es que ese ataque de pánico era un berrinche, yo estaba tan desesperada por tener a alguien que sólo quería llamar la atención, quería que alguien viniera a abrazarme, a distraerme de mi propia mente.
Pero una vez superé ese pensamiento infantil, sucumbí a mi miedo. Lloraba porque quería que mi mamá ya regresara, quería que alguien me diera un abrazo, que me dijeran lo que fuera, sólo quería mantenerme distraída, dejar de escuchar ese silencio. Incluso empecé a tararear en compensación por mi nula capacidad de cantar, pero eso no sirvió, de hecho empezar a hacer ruidos con la boca desató mi llanto real.
Cuando iba a jardín de niños yo lloraba si llegaban tarde por mí. Mi mamá me había abandonado con mis abuelos y me daba miedo que ahora ellos hicieran lo mismo dejándome en la escuela. Sólo había llorado por mi madre dos veces: cuando me dejó por regresarse a vivir su vida adolescente en Hungría, y cuando yo suplicaba que ya acabara de fumar y volviera conmigo.
He llorado incontables veces por querer que mi abuelita viniera. Cada vez que tardaban en recogerme del jardín de niños, casi cada día al entrar a clases en mi primer año, cuando era pequeña y no la veía entre el público en los eventos de la primaria. Incluso en mi primer partido de hockey me alteré porque no los veía en las gradas. Siempre he tenido ese miedo por el abandono, entiendo que no pueden estar conmigo a cada segundo, pero a veces no puedo evitarlo. Y el único que me ha consentido muchos caprichos del tipo ha sido Kurt ya que él también se sintió abandonado cuando mamá nos dejó sólo por no querer dejarse de sentir joven.
Mientras que mi abuelita me decía "Yo intentaré estar contigo siempre, pero el día en que yo no pueda debes valerte por ti misma", Kurt me consentía cuando mis abuelos querían educarme en ser autosuficente. Me juraba que nunca se separaría de mí. A mis diecinueve años ya sé qué es razonable y qué no, que no puedo atar a nadie a mí, que debo valerme por mí misma para así ayudar a los demás, pero como todo humano, me gusta tener un recordatorio de que no me han abandonado.
Y ese día tuvo que llegar una enfermera, me dieron un calmante y ella pasó un rato conmigo. Casi como si fuera una niña de cinco años, me prestó su teléfono para intentar distraerme. Y es que en verdad muero por devolverle ese favor a la mujer y a todas las personas que pueda. Ella tomó el tiempo de su descanso para sentarse conmigo y empezamos a ver una película en su teléfono.
Cuando mi madre volvió, le explicaron el asunto pude ver la frustración y culpabilidad en su rostro. Ella vive con el remordimiento de todo lo que pasó cuando éramos niños Kurt y yo. Pero ese día le dije que no se le ocurriera disculparse conmigo, que no me hablara de sus problemas, que sólo se sentara conmigo y viéramos la película juntas.
Y a los dieciocho fue la primera vez que vi una película sólo con mi madre mientras ella me abrazaba. Durante esa hora y media de película no me importó sentirme como una niña chica que mira la tele con su mamá, me gustó de hecho. Me gustó porque nunca lo hice cuando tenía ocho, tuve que esperar diez años y un diagnóstico grave para que pasara.
— Por lo que vi tú eres de hockey, ¿no?
— Sí —su mirada se vio algo extraña, pero entonces sólo volvió a mirarme y me estrechó la mano—. No me había presentado. Soy Heath Moore —cuando respondí a su gesto y estaba a punto de presentarme, él me ganó—. Adelina Kovacs, sí.
— ¿Cómo sabes? —reí por aquella casualidad.
— Acker me contó de ti, pero sinceramente no te había visto sin casco hasta hoy cuando estuvimos con Hikaru.
Asentí aún sorprendida por esto. Pero entonces finalmente mi cerebro hizo la conexión adecuada.
— ¡No me digas que eres ese Moore! —di un paso atrás cubriéndome la boca y todo. Él asintió ocultando un poco su risa— Ay mi madre... Dios. ¿El de Ekaterimburgo? ¿Me lo juras? —volvió a asentir y yo no contuve risas por mi propia reacción— No te reconocí, lo prometo.
— No pasa nada. Hace más de un año que nos vimos la primera vez y ni siquiera hablamos —restó importancia al asunto y una vez yo me volví a recargar en el barandal, él siguió hablando—. ¿Y cómo estás? La primera vez que te vi saliste con una lesión, ¿fue grave?
Supongo que no hay de otra, evadir la situación justo ahora quedará bastante mal. Debo superar la pereza de nuevo.
— Bueno, me rompí una vértebra —vi de reojo cómo apretó los dientes en una expresión de dolor ajeno. Pero ese acto hizo que dejara de incomodarme la pregunta.
Me molesta que la gente se entrometa así como si nada, y aunque entiendo que tenga curiosidad de ver cómo se desenlazó algo que él mismo vio, hasta que vi real empatía quise hablar como si nada.
— Acker lo supuso desde que salí del hielo, él sabe bien de esto. Mi mamá fue por mí, Acker vino conmigo al hospital... Y al final sí fue una fractura, no fue algo muy serio, por suerte —expliqué suspirando un poco. Pero cuando él estaba a punto de hablar, yo tomé aire con profundidad—. El problema vino después. Las radiografías tenían algo raro, entonces hicieron más estudios. Al final resultó que tenía un tumor en la vértebra, por eso se rompió tan fácil.
No supe qué pensar cuando vi sus ojos, querían expresar algo, querían gritar lo que su boca entreabierta no podía.
Quizás tiene a alguien cercano con lo mismo y no fui lo suficientemente delicada con el tema... Maldita sea. Al poco tiempo de que me diagnosticaron, empecé a perder ese miedo, dejé de verlo como mi peligro de muerte. Claro que estaba latente, claro que me podía morir si ocurría una metástasis o si mi cuerpo se moría antes que el tumor. Pero dejé de temerle, empecé a tomarlo como un parásito indeseado, claro que lo odiaba, claro que me fastidiaba, pero le perdí ese miedo.
Y cuando era más pequeña le tenía un pánico al cáncer ya que un par de amigas tenían abuelos con cáncer, evidentemente yo temía que le sucediera a mis abuelos también. Pero nunca esperamos que a mí me tocara, en cuestión de días cambió nuestra percepción de la vida. Mi madre tuvo que mentalizarse a que actualmente su hija de dieciocho años tenía más riesgo de morirse que su madre de 64.
Pero no todo el mundo lo toma de la misma forma. Tal vez él está en la situación de mi madre, que debe prepararse para que en cualquier momento aquella persona pueda empeorar.
— Pero ahora estoy bien. Estuve en tratamiento y tuve una operación hace como medio año. Han estado controlando todo y parece que todo va bien, estoy limpia. Sólo que tuve que dejar el hockey porque tengo los huesos algo débiles y si me rompo uno puede formarse otro tumor o complicarse la curación... Pero al menos me dieron la oportunidad de entrar a artístico y sinceramente lo voy a aprovechar.
Le sonreí intentando aminorar el daño que pude haber hecho con lo que dije antes. Intentaba demostrar cómo sí es posible recuperarse.
Él sonrió de vuelta y nos quedamos mirando unos segundos.
— No te vi entrenar con los de hockey. ¿Estás lesionado o algo? —miré sus piernas por si tenía alguna venda o algo, aunque ahora que lo pienso no habría estado patinando al mediodía si tuviera torcido un tobillo o algo por el estilo.
Escuché una ligera risa suya y entonces habló.
— Tengo lo mismo que tú, sólo que en el cerebro.
Mierda...
No lo pensé, no había contemplado esa opción siquiera. Y creo que ahora entiendo bien su expresión de antes. La entiendo porque ahora es la que yo tengo.
— Y... aún no estoy limpio, pero eso intentamos. La verdad es que ahora estoy bastante bien —dijo intentando imitar lo que hice. Al momento quise corregir lo malo que pude haber dicho, insistiendo en que ahora yo estaba bien, que había salida. Pero él no puede decir lo mismo.
Asentí intentando tragar saliva, tenía la garganta fría por el aire que dejaba entrar, apenas podía hablar. Pero saqué una sonrisa torcida y nerviosa.
— ¿Ahora estás en tratamiento? —dije en voz baja, muerta de vergüenza.
— Sí, de hecho... —metió la mano en el cuello de su suéter de lana gris y por esta misma abertura sacó el extremo de un tubo transparente. Era la entrada a un catéter central permanente.
Y aunque parezca contradictorio, ese gesto hizo que yo me desinhibiera un poco, de hecho sonreí con un poco de emoción.
— Oye, yo igual lo tengo —reí un poco por lo tonto que sonaba que ambos nos hubiéramos emocionado por ello. Abrí mi sudadera y jalé el cuello de mi camiseta mostrando así la piel de mi pecho—. Bueno, es un porta-catéter pero viene siendo lo mismo... Igual estuve con quimioterapia.
Él asintió y se separó un poco mientras yo volvía a cerrarme la cremallera. A diferencia de él, yo tengo un círculo de metal relleno con una especie de goma, se llama reservorio, y allí es donde se pueden inyectar vías centrales sin tener que encontrar la vena o algo así, ese círculo es el blanco donde pinchar para acceder a mi vena subclavia. Por allí recibí la mayoría de mis quimioterapias. Él tiene igualmente una vena importante conectada al catéter, pero no tiene reservorio, sino que el catéter se extiende hasta el exterior y sale por la piel siendo así mucho más fácil el acceso. A mí todavía deben atravesarme la piel para llegar al reservorio, en su caso sólo hay que acceder por la tapa del catéter, es decir, podrían ponerle una vía él no va a sentir absolutamente nada.
Esto me explicaron las enfermeras cuando me iban a hacer la operación para colocarme el porta-catéter, realmente fue muy interesante toda la explicación.
— ¿Cuánto tiempo estuviste? —preguntó con la voz bastante calmada.
— Unos... cinco meses, sí —confirmé una vez lo recordé bien.
— Fue poquito tiempo, no te hizo daños colaterales, ¿verdad? Te ves bastante recuperada, la verdad, te ves bien.
— No, todo bien —afirmé con seguridad—. Es que incluso yo no sentía muy fuertes los efectos secundarios, un par de días sí me tuve que tomar algún medicamento para las náuseas y el dolor de cabeza, pero en general estuve mucho mejor de lo que predijeron. ¿Tú?
Chasqueó la lengua ladeando un poco la cabeza mirando de reojo a las personas que pasaban delante.
— Es que yo ya estuve cuando tenía trece, ahora llevo casi dos años otra vez así que sí me ha dejado un poco... fastidiado, por no decir otra cosa. De hecho ahora tengo interrumpidas las quimioterapias porque se me agudizó la anemia y encima se me empezaron a dañar los riñones, ya de por sí tengo un poco tocados los pulmones así que con esto lo pararon definitivamente. Pero en unos días voy a regresar a la radioterapia y, si todo sale bien, a inicios del próximo año me van a operar. Pero aún así... también me siento mejor de lo que parece —su sonrisa quería hacer que yo dejara de sentirme mal, y por más que eso era imposible, sí ayudó un poco que él se viera relajado frente a la cantidad de daño que tiene.
Y de nuevo... todo eso es por culpa de un par de células defectuosas.
Él me dio una caricia en el brazo casi viéndose más preocupado por mi que yo por su condición. Le correspondí aún con algo de dificultad y él suspiró una sonrisa percatándose de que el cuello de su jersey estaba desacomodado por el tubo que salía de él.
Mientras él acomodaba el extremo del tubo de nuevo bajo su ropa, pude ver a Shawn hacerle señas a Hikaru, parecían algo alterados. Y cuando quisieron venir hacia aquí, supuse que ellos no querían que nos encontráramos. Nuestros compañeros nos han omitido por completo la enfermedad y, prácticamente la existencia del otro, o al menos por mi parte así ha sido. Ni Acker, Elliot, Sandra o los de artístico me dijeron algo.
— Creo que... ellos no querían que nos encontráramos, ¿no? —dijo con media sonrisa y yo asentí riendo un poco— Se agradece, pero no fue tan fatal como esperaban.
— Sí... Me gustó hablar contigo —sonreí antes de empezar a escuchar cómo Shawn y Hikaru frenaban delante de nosotros intentando que dejáramos de hablar, se pusieron a comentar temas tan aleatorios que fue evidente a la vez que cómico lo que querían evitar.
Heath rio suavemente y entonces les sonrió.
— No se preocupen, ya lo hablamos. Todo está bien, ¿sí?
*** *** ***
Hola a todos, este fue el capítulo de hoy >w<
Fue algo largo, pero la dinámica de este fanfic será más a lo "menos capítulos pero más largos", mientras que Takoyaki viene siendo lo contrario XD
Por cierto, créditos de la foto del atardecer para Nicolás Medina. Verán por aquí varios edits con sus fotos bien preciosas º3º
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. Muchas gracias por leer.
¡Nos vemos pronto! <3
Atsushi~
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