➤ Capítulo 1
Mi despertador sonó por segunda vez sacándome del pequeño trance en el que estaba, tenía sueño... muchísimo, por eso odié la idea de levantarme, de que el tren saliera tan tarde y de haberme quedado a comer en la estación, odié siquiera haber venido...
Hace bastante tiempo que no madrugo así, bueno, no teniendo todo este desvelo, me recuerda a cuando iba al instituto: casi todos los días con este dolor de cabeza por desvelarme. En serio odio a mi yo de la noche, la Adelina que creyó buena idea ponerse a escribir mensajes nada más llegar al cuarto y no dormir aunque fueran ya las dos de la mañana.
Ni siquiera desempaqué...
Abrí mi maleta y saqué una muda apta para hoy, o al menos eso supongo. El pantalón deportivo negro quedaba casi a juego con mi camiseta del mismo color. No es un leggins, casi no tengo de esos... es un pantalón de deporte suelto, un chándal como de colegio, pero realmente es muy cómodo y dudo que haya problema en llevarlo a entrenar.
Evidentemente me puse un suéter, el que Acker me regaló de la selección rusa me pareció lo más adecuado para el hielo, después de todo está hecho para eso.
Ya para rematar me coloqué las extensiones... Mi hermano me las dio nada más mi cabello volvió a crecer. La coleta que tanto adoraba hacerme la perdí, era lo que más me gustaba de mi físico pero tuve que desprenderme de mi cabello cuando comenzó a caerse por la quimioterapia y era insoportable ver cómo cada día se me caía por mechones. Ahora vuelvo a tener el pelo corto, del mismo tamaño que me gustaba mantenerlo antes a excepción de la coleta. Pero Kurt me consiguió las extensiones y ahora las fijo a mi pelo imitando que es mi coleta como siempre.
Y no me podía faltar el pompón blanco que siempre llevo, el que me ganó el apodo de Campanita en San Petersburgo.
Caminé por el pasillo sin tener idea de dónde ir, se supone que debo ir al comedor pero no tengo idea de dónde está.
— Oye, perdón... —capturé la atención de una chica que estaba cerrando su puerta— ¿Sabes dónde está el comedor?
Ella se volteó y nada más mirarme sonrió.
— Sí, yo voy allá, vamos juntas —dijo como si me conociera de toda la vida, evidentemente eso no hizo más que alegrarme y recorrimos juntas el pasillo—. ¿Eres nueva?
— Sí, llegué ayer de hecho —respondí con una risa algo culpable.
— Te entiendo, te entiendo totalmente, cuando yo llegué tardé un montón en ubicarme. Tuve que ponerle una marquita a mi puerta porque sino la perdía —confesó riendo también—. ¿En qué especialidad estás?
— Artístico —respondí sin más.
— Ah, entonces si quieres te acompaño igual a la pista, yo soy de hockey.
Pero por más amable y radiante que era esta chica, no evité tragar de golpe al escuchar lo que dijo.
Yo tuve que dejar el hockey. Me lo prohibieron.
Actualmente mis huesos se encuentran en un estado muy lamentable a decir verdad, todos los tratamientos cobraron su precio y el hecho de que mi tipo de cáncer se genere directamente en la masa ósea hace que sea más susceptible a fracturas. Aunque apenas es un 12% más probable que me rompa un hueso, el problema está en que una fractura podría suponer otro tumor en esa zona más adelante. Y en general actualmente perdí suficiente masa corporal, no es que antes fuera tan robusta como quisiera, pero ahora soy débil, llevo un año sin hacer casi ejercicio, volver a hockey mixto en ligas profesionales no va a ser un buen plan.
Recibir cargas sin consideración, entrenar en una academia profesional, competir a nivel internacional... Me resumieron que estaba soñando si creía que después de un cáncer podría volver a eso con normalidad. Tendría que esperar al menos un año más para entrar y aún así seguiría con el riesgo de las fracturas que empeorarían.
Pero la ARDI pareció compadecerse de mí, el año pasado me ausenté en la reclutación por motivos evidentes, pero me ofrecieron la beca para este año. Tuve que explicar mis motivos del rechazo: no puedo jugar hockey. Pero días más tarde me ofrecieron una beca de prueba por decirlo así. Ya que la Academia se enfoca en explotar a deportistas y fomentar los deportes de invierno a nivel global, me ofrecieron entrar e intentar algún otro deporte siendo así una parte vital en su objetivo: a pesar de tener una discapacidad, seguir en algún deporte que mi cuerpo lo permita.
Quieren que les ayude a dar esa imagen de que no importa qué tan jodido estés, tú decides si quieres seguir adelante o tirarte a llorar.
Y evidentemente acepté. No sólo porque la ARDI me servirá como un apoyo increíble y una motivación después de haber pasado meses aislada del mundo y con el miedo de morir cada día, sino porque estoy increíblemente de acuerdo con ese mensaje.
En el tiempo que pasé enferma conocí a muchas personas, muchos casos distintos, y varios de ellos me insistieron en que era cuestión mía querer salir adelante o no. Y ahora que lo hice creo que no hay mejor forma de pagarles que ayudando a que más gente siga su consejo.
El patinaje artístico fue el deporte apto para mi cuerpo que más me llamó la atención y en el que más oportunidad tengo ya que sé patinar suficientemente bien por jugar hockey. Pero evidentemente yo quisiera seguir en mi disciplina anterior por más que me haya mentalizado a que me esforzaré en el patinaje artístico.
— Yo también era de hockey —asentí siguiendo el paso con tranquilidad—. Pero me tuve que cambiar. De hecho iba a entrar el año pasado, pero me enfermé y no se pudo.
Entonces ella me miró con asombro e inmediatamente dejé de hablar, ella siguió.
— ¿Eres Kovacs?
— Sí.
— Ah, sí... demonios... Me hablaron mucho de ti, los chicos de San Petersburgo fueron tus compañeros, ¿no? —se llevó las manos al cabello estirándolo hacia atrás— En serio quería conocerte.
Al escucharla decir eso le dediqué media sonrisa continuando por el pasillo que ya estaba en el piso de abajo.
— Yo igual. Siempre quise tener una compañera en el equipo, usualmente son todo chicos a no ser que te vayas a algún equipo femenino pero son bastante exclusivos, ya sabes.
— Sí, eso es lo malo. Encima yo soy de Australia, allá no es tan popular el deporte como aquí o en Canadá.
— Sí. Pero bueno, aquí tienes compañeros muy buenos me imagino, además cualquier día que tengamos un tiempo libre, practicamos un poco —le sonreí ladeando la cabeza y ella asintió—. Por cierto... ¿Cómo te llamas?
Ella se dio un tope en la frente y rio junto a mí.
— Sandra Fischer. Qué babosa, olvidé presentarme.
— No te preocupes —negué con una pequeña risa y entonces me señalé vagamente—. Adelina Kovacs.
Sandra abrió la puerta delante nuestro y nos abrimos paso a un comedor amplio donde tan sólo nos tomó un par de minutos servirnos algo decente de desayuno. Y en definitiva este omelette fue suficiente como para reparar mis horas de sueño perdidas.
A pesar de que actualmente parece que me voy a romper con un golpe, jamás he podido alejarme de la dieta del jugador de hockey. Incluso en los días más estables durante la quimioterapia intentaba retomar esa dieta. Lo mejor es que nunca me lo prohibieron, de hecho los médicos decían que estaba bien que comiera como si aún entrenara, y al ser equilibrado en casi todo, no había problema.
Para recuperar masa muscular y energía suficiente, los jugadores deben comer mucha proteína y carbohidratos. Evidentemente es la mejor dieta del mundo, o al menos lo es para alguien que venera la hora de comer con su vida.
— ¿Te sientas conmigo? —preguntó Sandra cuando ya tenía su bandeja llena y salió de la fila encontrándose conmigo al estarla esperando.
Asentí y la seguí hasta la mesa donde parecían estarle guardando ya su lugar.
— Mira, estos son los chicos del equipo —volteó para sonreírme al estar a unos pasos de ellos.
Y nada más dejar mi bandeja en la mesa, Acker se levantó corriendo para abrazarme y yo hice lo mismo de vuelta. Intenté apretarlo lo más fuerte posible aún mientras lo movía de lado a lado aunque sea bastante más alto que yo.
No le vino de sorpresa, siempre hemos estado en contacto y ayer mismo le confirmé que ya estaba aquí, pero eso no quita la emoción que ambos sentimos después de haber pasado un año sin vernos.
— Ay, te extrañé —dije bajando la voz cerrando los ojos y con la cabeza recargada en él.
— Y yo —puso su cabeza encima de la mía y después se separó para darme un beso en la cabeza antes de guiarme a mi lugar y él volver al suyo.
En la mesa éramos nueve pero sólo conocía a Elliot, Acker y ahora a Sandra, así que mientras desayunábamos me presentaron a los demás.
Shawn y Aiden Frost, Nathan Swift, Valentín Eisner y Sonny Wright. De paso me enteré de que Shawn es el capitán del equipo y de que Sandra es portera, sinceramente la ubicaba como winger pero me llevé una sorpresa al hacerla sonrojar.
La conversación fue bastante tranquila, hablábamos de temas usuales en el hockey e incluso de nosotros mismos. Sonny, Aiden y Valentín acaban de entrar este año, es decir, llegaron hace una semana o menos. Sandra lleva un año ya pero es su primera vez, igual que Elliot y Acker.
Por su parte, Nathan ya ha estado un par de veces aquí, va y viene al igual que Shawn. Por eso Swift no sólo es el traductor y profesor de ruso de Eisner, sino que también es u mentor en cuanto a esto. Ambos vienen de Viena así que me imagino que vendrán del mismo equipo o algo así.
Shawn estuvo en la selección canadiense y parece ser su tercera vez aquí así que viene bien preparado y con calma, esos serán los principales motivos de que sea el capitán. La selección canadiense tiene un nivel increíble, por no decir que son los mejores del mundo.
Sonó una campana cuando dieron las ocho y entonces empezamos a recoger nuestras cosas, al cabo de un rato volvimos a nuestros cuartos. Sandra y yo fuimos a la sección de las chicas y ellos a la de chicos, evidentemente. Sólo tomamos un par de cosas y nos reencontramos para ir ahora a la pista.
— Bueno, ya conociste a varios del equipo —me dijo con una sonrisita ya teniendo su bolsa colgada en el hombro y empezando a caminar por el lado contrario a las escaleras de antes.
— Sí, se ve que ya compenetraron bien —asentí.
— La verdad sí, unos más que otros, pero en general... somos bien equipo —afirmó aún notándose cómo no domina al cien por cien el ruso, pero realmente lo habla muy bien para llevar un año aquí—. Ah, podemos ir por donde bajamos, pero te llevo por aquí, así conoces mejor el edificio y todo. Además yo suelo venir por aquí, me gusta más —señaló nuestra ruta.
El pasillo de los cuartos dejó de tener puertas en el lado derecho dejando así unos cuantos metros de cristalera que mostraban los jardines que tenía la academia justo debajo de nuestro edificio. Pero al final del pasillo, el lado izquierdo llevaba a más habitaciones mientras que el derecho continuaba con los cristales en una pasarela de cristal hasta conectar con el edificio de enfrente: la pista de hielo.
Esto parece las pasarelas de las puertas de embarque en los aeropuertos, la verdad, pero no puedo negar que se ve increíble. A la derecha se ve la cerca que delimita el territorio de la academia y la puerta que da a la avenida. En esta calle ya hay coches e incluso se pueden ver a lo lejos otros edificios más céntricos. Por la izquierda seguía la vista a la explanada y se veía cómo nuestro edificio continuaba lo suficiente como para que hubiera otra pasarela igual, sólo que por ella circulaban un par de chicos.
— Mira —Sandra señaló con el dedo un punto en el cristal—, es la Plaza Roja.
Me tomó un tiempo ubicar bien lo que señalaba, pero al final reconocí una de las cúpulas de la catedral de San Basilio.
— ¡Se ve desde aquí! —no podía dejar de mirarlo. Ayer sólo vi la ciudad de noche, pero es que ahora, con toda la luz del amanecer, no puedo dejar de asombrarme por lo bonita que se ve.
— ¡Sí! Si no estás muy cansada cuando acabe tu entrenamiento, podemos ir a dar un paseo —ofreció ella con una sonrisa y la amplió cuando asentí.
Al final de la pasarela se encontraba una pista de atletismo algo reducida y bajo el techo del edificio, obviamente. Esta rodeaba el barandal que permitía una vista casi perfecta a la pista de hielo desde arriba.
— Aquí es la pista de... correr, los de hockey nos ponen aquí para calentar y todo, igual aquí se ponen las cámaras y así cuando hay una competencia. Aunque a partir del mediodía casi no se usa y luego las parejitas se fugan aquí y están en los rincones de amorosos para que no los vean —señaló una de las esquinas que, evidentemente estaba poco iluminada y al encontrarse fuera de los carriles era un punto ciego desde abajo.
Sólo tuvimos que caminar hasta la media pista ya que allí se encontraban las escaleras para bajar hasta la pista.
— De ese lado está el gimnasio —señaló el lado opuesto aún en la parte de arriba—, y en la parte de abajo están las gradas.
Una vez bajamos, a ambos lados había puertas, eran los baños según Sandra. Al terminar el pasillo de los baños llegamos al borde de la pista, resulta que el pasillo de los baños y escaleras es un hueco entre las gradas del otro lado.
— Esta es la pista que usamos siempre, hay otra que ya es muy... de competencia, pero la están remodelando así que llevamos unos meses sólo usando esta. Es más que nada por los lugares para el público, la pista mide igual así que no hay problema —se encogió de hombros como sin dar importancia al tema.
Caminamos un par de metros más antes de que ella se detuviera dejando su bolsa en su casillero.
— Bueno, vamos a buscar al entrenador de artístico —puso las manos sobre su cintura y tras respirar profundamente se decidió y empezamos a caminar hacia las gradas.
Entonces un chico algo más bajo que yo caminó en dirección contraria a la nuestra, pero Sandra lo detuvo.
— Oye, oye —él se paró y la miró atento—. ¿Dónde está tu papá?
— Ah... Ahora llega, fue a ver algo con el director. ¿Por? —respondió con una voz increíblemente adorable y encima con su actitud tan amable... me morí por ese chico, en serio, me dieron ganas de abrazarlo.
— Es que ella es de artístico y acaba de llegar —me puso las manos en los hombros haciendo que diera un paso al frente.
En ese momento los ojos del chico brillaron un poco y no evité querer explotar de ternura.
— ¡Ah, no hay problema! Que se quede conmigo, ahora vamos a empezar a calentar yo creo, así que puede quedarse con nosotros y ya cuando venga el entrenador vemos qué tal —me tomó e una muñeca y Sandra sonrió.
— Perfecto. Nos vemos para comer, mucha suerte —apretó un poco mis hombros y se fue tras dedicarle una sonrisa.
— Entonces eres nueva... ¿Cómo te llamas? —preguntó caminando en la misma dirección que Sandra, pero se desvió hacia su casillero.
— Adelina, Adelina Kovacs —me presenté siguiéndolo y esperando mientras abría su locker.
— Uhh, yo soy Hao Li, igual estoy en artístico como puedes ver —sonrió sacando sus patines y sentándose justo en el banco que estaba enfrente para ponérselos—. Si quieres ve poniéndote los patines mientras los demás llegan, tienen la mala costumbre de llegar a la última hora —bromeó entrecerrando un ojo mientras estiraba los cordones de sus patines.
— Bueno, es que no tengo patines de artístico —dije algo avergonzada. Ahora realmente parece que vengo completamente nueva, como si no hubiera pisado una pista de hielo en la vida.
— Ah, okay, okay. Entonces espera un segundo —siguió atando con fuerza su segundo patín antes de dejar sus tenis en el locker y levantándose con una sonrisa hacia mí para volverme a tomar de la mano—. Hola, Aurelia —Llegando al mostrador donde se piden los patines prestados para cuando la pista es abierta al público, él se recargó en él estirando los brazos hacia adelante buscando a aquella chica con la mirada.
— Hao, hola —una muchacha de cabello café apareció de detrás de las estanterías—. ¿Vienes a afilar tus patines? —preguntó repasando con un trapo la superficie del mostrador.
— No, hoy no —negó sonriendo—. Hay una chica nueva y no tiene patines de artístico, ¿nos prestas unos? —me señaló con el pulgar aún con aquella sonrisa en su voz.
— Ah, claro. Soy Aurelia Dingle, encantada —me estrechó la mano y correspondí devolviéndole la sonrisa—. Sólo pásame tus zapatos y dime tu talla.
Me senté en el banco para quitarme los tenis y luego entregárselos.
— Entonces del 37... —tomó mis tenis y fue a uno de los pasillos donde encontró unos adecuados y me los trajo al mostrador— Prueba con estos y si los sientes muy pequeños o grandes, me dices.
— Sí, gracias —asentí y fui a sentarme.
Mientras me ataba los patines escuché cómo Hao empezaba a hacerle conversación a Aurelia sonando de lo más lindo en el mundo de nuevo.
— ¿Y cómo ha estado tu abuelita? —recargó la cabeza en el mostrador.
— Bien, gracias, ya ahora está normal sólo que sí hay que tenerla bien abrigadita y todo —respondió con una sonrisa brillante.
— Pero al final sí se va a quedar a vivir con ustedes, ¿no?
— Sí, ya es mayor como para vivir sola —le dio la razón recargando los antebrazos en la barra igualmente.
Pero los interrumpí al levantarme caminando poco a poco con ellos. No es diferente a tener unos patines de hockey... sólo que la cuchilla de aquí es mucho más larga y gruesa, los patines son bastante más pesados y tienen los famosos picos en la punta.
— ¿Qué tal? ¿Te quedan bien? —preguntó ella asomándose un poco para verme mejor.
— Sí, estos están bien.
— Perfecto. Puedes pedirlos así, pero para que sea más cómodo pídelos por el número de la plaquita que tienen. Te di los 117 si no mal recuerdo.
— Sí, 117 —afirmé mirando la plaquita que tienen en los cordones.
— Eso. Entonces ya pídelos como los 117 y si no estuvieran pues ya te darán unos iguales, pero así es más práctico. Igual puede que haya días en loas que no esté yo. Yo suelo estar en la mañana, en la tarde suele venir la otra chica, Regina, pero igual con ella: dile 117 y te da estos. Te va a caer bien —me hizo un gesto con la mano y yo reí.
— Gracias —me despedí con la mano y ella hizo lo mismo.
— Adiós —Hao se despidió de ella y caminó junto a mí—. Listo, ahora vamos a la pista.
Finalmente llegamos a la entrada y él se quitó los protectores de sus filos antes de pasar y yo ir tras él.
— ¿Sabes patinar? —preguntó justo cuando yo pisé el hielo.
— Sí, sí —asentí y él sonrió dándome un poco de espacio—. Es que yo era de hockey así que no estoy acostumbrada —reí un poco a ver cómo me miraba ir avanzando poco a poco.
— Oh ya, ya —asintió varias veces—. Sí, te debe costar acostumbrarte, pero le cogerás el truco en un ratito. Cuidado con los picos, es lo que más suele hacer que los de hockey se caigan —me tomó del codo y señaló las puntas de los patines.
— Sí, eso es a lo que le tengo miedo —reí con vergüenza y él lo hizo igual en voz baja.
— Mira, ustedes como que clavan los filos para impulsarse y por eso hacen eso... como si corrieran. Con estos lo que debes hacer es clavar la punta e impulsarte —hizo lo que explicaba y yo lo imité avanzando un poco—. Sí, así, ya sólo es cosa de cogerle el truco.
— De acuerdo... ¿Y para frenar es igual? —pregunté aún deslizándome lentamente para entonces raspar el hielo hacia el lado frenando casi de inmediato.
— Sí, es igual —asintió riendo al ver cómo sí me detuve al intentarlo—. No sé si se puedan hacer todas las frenadas, pero sí hay distintas. La del tango, la de hockey... —hizo las diferentes posiciones con clama.
— No levantan nieve —dije al darme cuenta de que sus frenadas eran muy limpias, no levantaban nieve y apenas la raspaban.
— No, creo que con estos patines apenas se puede levantar nieve, pero aún así no nos dejan, hay que hacer la menos posible —negó de nuevo con una sonrisa—. Los de hockey sí levantan un montón.
— De hecho en mi equipo nos saludamos frenando enfrente del otro y manchándolo de nieve. Incluso hacemos concursos de ver quién alza la nieve más.
— Algún día debo verlo —cerró su chaqueta—. ¿Quieres dar una vuelta? Para acostumbrarte y así.
— Okay, vamos.
Al cabo de unas cuatro vueltas a la pisa fui cogiéndole el truco a los patines con picos y perdí ese miedo de caerme, o al menos por culpa de los picos.
— Mira, ya llegaron los demás, vamos para que te presentes —me tomó de la muñeca una vez más y ahora aproveché para cogerle el ritmo y llegar a la vez.
Frené comprobando que apenas podía levantar nieve y entonces junté un poco mis pies antes de mirar a los chicos que ya estaban allí.
— Chicos, ella es nueva, se lama Adelina y va a estar con nosotros en artístico —me presentó y yo sonreí mirándolos. Pero él rompió el mini silencio que se empezaba a formar—. Preséntense... —juntó las manos y las movió hacia adelante y atrás como si empujara a alguien.
— Soy Tammy di Calafiori —saludó una chica de cabello oscuro y unos peculiares ojos violeta—. Umm... Ellas son Aria White y Abigail Coffee.
Señaló a otras dos chicas quienes me saludaron de vuelta, ambas lucían un cuerpo bastante entrenado, es decir, son delgadas pero se ven fuertes. Es el tipo de cuerpo de los patinadores, supongo.
— Yo me llamo Liam Willow, soy de Bélgica —se presentó un chico que estaba a nuestra derecha, era bastante alto, el más alto del grupo al parecer, tenía un rostro fino y el cabello de color morado oscuro, a decir verdad tuve que controlar mis ganas de acariciarlo por razones evidentes—, bueno, ella y yo somos de la misma ciudad de hecho y... somos de artístico, obvio —rio un poco a pesar de su semblante serio por su aclaración obvia.
Cerca de la pared estaba otra chica, era igualmente alta y delgada, su rostro era afilado y su cabello negro y lacio estaba recogido en un moño. Aunque llevaba ropa deportiva se veía muy elegante tal y como estaba.
— Liselotte Wisten —se presentó también con un gesto de la cabeza y la voz firme pero fina. Esa chica emanaba elegancia se viera por donde se viera.
Respondí al gesto y seguí mirando a quienes se presentaban.
Había dos chicos más aparte de Liam y Hao.
— Yo soy Damien Levine, mucho gusto —este chico igualmente tenía un porte elegante y fino, casi como de un miembro de la realeza, a diferencia de Liam quien no se veía vulgar en absoluto, pero más que el conde de algún territorio, lucía como un hombre de negocios ya experimentado—. Y los presentaré, él es Byron Kim.
Señaló al otro chico a su lado quien no podía hablar debido a tener la liga de cabello en la boca, pero se deshizo de ella pronto dejando su cabello recogido en una coleta.
— Me llamo Bae Kwan Kim, pero todos me dicen Byron así que... adelante —hizo un gesto con la mano y yo reí un poco.
Una chica de cabello corto, lacio y azul marino me sonrió también presentándose.
— Yo soy Yelena Brown, soy de Estados Unidos. Ella es Renée Alöis Jussieu, pero todos le decimos Renée. Y ella es nuestra otra chica española, Solaria Olivares, Tammy y ella son de España —se movió hasta poner una mano sobre el hombro de cada una—. Y por último nuestra querida Katy, es Katrine Smirnov, pero yo le digo Katy aunque no le guste demasiado —rio con algo de travesura—. Ella es de aquí, de Rusia.
— Sí, ahora faltan otras dos chicas pero ahora llegan —dijo Byron acomodando bien su cabello en su espalda.
— ¿Qué les pasó? —preguntó Liselotte yendo directa por los ojos de Byron.
— A Kim se le rompió el patín la semana pasada, ahora deben estar con Aurelia —respondió el rubio.
— Sí, ahí están —Liam miró hacia allá confirmando lo que decían sus compañeros.
— Bueno, aprovechando las presentaciones... —Yelena fue de nuevo con Aria y la tomó de los hombros— Nuestra Aria es la más joven del grupo, entró este año. Como ya te dije, Tammy y Solaria son españolas... Renée, Damien y Kim, la chica que ahora viene, son nuestro trío de Francia. Lotte y Liam son de Bélgica, de Brujas... Lotte y Kim son las mayores así que ya compiten en ligas profesionales y todo.
Iba explicando cosas juntando las palmas de sus manos una y otra vez mientras merodeaba entre nosotros.
— Byron es de Corea, Hao de China, Abigail de Alemania y nuestra Katy es la única nativa de aquí —dijo con un tono de pillería frenando al fin.
Yo reí un poco y sentí que ahora sólo faltaba yo por decir toda mi información.
— Bueno, pues... Soy Adelina Kovacs, soy de Hungría pero prácticamente he vivido desde siempre en San Petersburgo...—sin saber qué más decir por los nervios repentinos, guardé mis manos en los bolsillos— Me llaman Campanita así que si quieren, adelante. Bueno, y antes era de hockey así que soy nueva en artístico.
Pero justo cuando Lotte parecía estar a punto de sufrir un ataque por lo último que dije, un hombre entró junto a otra chica de cabello azul y un par de mechas blancas.
— Él es el entrenador, Zhao Jinyun, es el padre de Hao —me dijo Yelena sacándome un pequeño susto ya que el hombre capturó mi atención nada más entrar al hielo y no la vi venir—. Y ella es Isabelle Trick pero todos le decimos Bellatrix, es de Estonia.
Asentí sin querer resaltar mucho nuestra conversación en voz baja.
Hao se acercó a su padre y le dijo algo en lo que supongo que es chino y él asintió con una sonrisa. Se paró delante de nosotros y entonces Hao volvió al grupo.
— Buenos días, chicos. Veo que ya estamos todos. La compañera Kim ahora viene, está terminando de ponerse sus patines, no tardará nada —dijo con una extrema confianza, y no me extraña, tenía nuestra atención capturada por completo—. Bueno, supongo que ya se habrán presentado todos, ¿no, Hao?
— ¡Sí, todos presentados! —afirmó guardando sus manos en los bolsillos.
— Entonces ya podemos comenzar con nuestro entrenamiento de hoy.
*** *** ***
¡Hola a todos!
Este fue el primer capítulo. ¿Qué tal estuvo? ¿Les gustó? ¿No les gustó? Háganmelo saber unu
En lo personal disfruté mucho escribiéndolo. Tal vez se hizo un poco pesado porque hay bastante explicación y demás, pero pronto será más ameno el asunto uwu
Como vieron, el capítulo de hoy sólo tuvo una narradora, pero lo más seguro es que conforme vaya avanzando la historia, haya dos narradores por capítulo (como en Takoyaki) o incluso más, depende de cómo sea el capítulo.
En fin, muchas muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado. Digan si algo no les gustó y lo tomaré en cuenta UwUr
¡Nos vemos pronto!
Tomen agüita :3
Atsushi~
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