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Capítulo Uno: Buenas Noticias

I

Buenas Noticias

Debido a los recientes disturbios políticos en la capital y las poco favorables lluvias torrenciales en las afueras de la capital, el correo en la provincia de Piledriver se había retrasado como nunca antes. Las rutas conocidas se habían perdido entre el lodo, y la vegetación salvaje ocultaba cualquier pista o referencias conocidas para llegar a los pueblos más alejados. Hacía semanas que los habitantes de las zonas rurales no recibían noticias de ninguna índole en sus hogares, a menos que algún afortunado tuviera la suerte de que alguien se las diera de viva voz.

Si alguien del pueblo quería enterarse de alguna novedad, debía cabalgar algunas millas a la capital por un peligroso camino; y al contrario, si los citadinos deseaban llevar noticias al campo, debían pagar algunos peniques para enviar una carta o algún paquete, incluso cuando estos tardaran semanas en llegar.

Todos en Piledriver estábamos prácticamente incomunicados y eso hacía inmensamente feliz a mi tío, el Ex-Coronel Rochester Aubrey. Desde su retiro de su puesto militar, él deseaba que nosotros estuviéramos al margen de los dimes y diretes de la clase burguesa a la cual había pertenecido muchos años atrás. No era en absoluto ambicioso, al menos no comparándolo con su esposa Trudy, quien lo alentaba cada que podía a utilizar su apellido y antiguo cargo militar para introducirse de nuevo en la vida pública Mi tío, un hombre sabio, entendía perfectamente que su antiguo esplendor había pasado, y a pesar de todo, se le veía contento en su campestre estilo de vida. Deseaba pasar sus últimos días en Piledriver, rodeado de su maravillosa belleza verde y lodosa, aún incluso cuando careciera de los lujos de la ciudad. Yo lo entendía, ya que desde que llegué a vivir con ellos a mis ocho años de edad, me enamoré de Piledriver y de sus paisajes. En verdad, era algo que te quitaba el aliento y si tenías la cantidad adecuada de sentido común, no querrías salir de aquí jamás.

Me desviaré un poco, para contarles acerca de las circunstancias en las que llegué a vivir con mis tíos. Ustedes pensarán que son realmente tristes, pero las relataré porque incluso aunque me causen un agujero en el pecho, cada vez parecen doler menos y mi esperanza es que un día, termine por desaparecer.

Llegué a vivir con mi tío, su esposa y sus dos mellizos, cuando mis padres y mi hermana menor Charlotte murieron de fiebre escarlata en Francia. Para evitarme el contagio y una muerte segura, mis padres a bien, ordenaron antes de morir que residiera en Sussex con la hermana menor de mi madre, la tía Beau, la cabra más loca de la ciudad. Ella, además de ser la única figura materna que me quedaba en ese momento, resultó ser un ángel salvador para mi ya que sus cuidados y amor en tiempos tan difíciles, me ayudaron a sobrepasar este trago amargo siendo yo tan pequeña.

Lamentablemente, cuando se dio lectura y fe del testamento de mi padre, quedó estipulado que mi custodia y la de los pocos bienes que yo había heredado, pasaban a las manos del único hombre de mi familia directa: el hermano mayor de mi madre y de Beau, el Coronel Aubrey. A partir de ese momento, él se haría cargo de administrarlo todo hasta que yo cumpliera veintiún años. Como se podrán imaginar, la separación de la tía Beau fue dolorosa para ambas, sin embargo, mi tío y su esposa Trudy, que no era la más alegre por mi llegada, me recibieron con los brazos abiertos, al igual que mis primos Demián y Mariet, que pronto se convirtieron no solo en compañeros de juego para mi, si no en mis propios hermanos.

Dicha la naturaleza de mi origen, y mis razones para ser una habitante más de este adorable, y tengo que decirlo de nuevo, lodoso pedazo de tierra que es Piledriver, proseguiré a contarles lo que pasó una tarde de agosto, cuando la entrega del correo al fin se regularizó:

Los perros de mi tío, ladraron y persiguieron al Señor Maroullis, el cartero del pueblo, cuando trataba de cruzar el patio de la casa. El pobre viejecillo apenas pudo llegar a la puerta del servicio sin ser devorado por los gordos y esponjosos Spitz de la familia. Traía una carta proveniente de Londres, dirigida única y exclusivamente a mi tío. Llevaba la leyenda de urgente, pero tenía al menos dos semanas de retraso. Mi tío no pudo ocultar su sorpresa al ver que era una carta de James Archer, un entrañable amigo de la familia que unos pocos años atrás, había dado a parar a la casa por circunstancias ajenas a él.

Recuerdo que me pegué a la puerta del despacho de mi tío para escuchar las buenas nuevas de Archer, como yo solía decirle. Debo confesar antes de continuar, que tanto Mariet como yo, estábamos un poco desilusionadas porque solo se trataba de una pequeña carta, y no de sus acostumbrados paquetes con regalos para todos. Mariet y su mellizo Demian, tenían ya veinte años y yo contaba con diecinueve en aquel entonces, por lo que desde hacía unos cuantos años, Archer nos enviaba vestidos hermosos a nosotras y mosquetones de lujo para Demian, en lugar de juguetes. No se confundan, que interés no era lo único que nos unía a James Archer, si no que había un cariño especial y familiar que nos había mantenido en contacto a través de todo este tiempo.

Mi tío, en presencia de tía Trudy, leyó en voz alta el principio de aquella carta:

—“No se alarme viejo Rochester, que no escribo para anunciar malas noticias, sino al contrario, para decirle que su humilde servidor y los mediocres negocios que compartimos están en perfectas condiciones.”

—Más le vale—respondió mi tía con algo de mal humor y desdén.

—“Los tumultos en Londres no fueron más que una pausa como muchas otras que hemos tenido, por lo que parece que todo volverá a la aburrida normalidad, aunque asumo que no será pronto. Esa es la misma razón por la que espero que esta carta llegue a tiempo, antes del día...”

—¡¿Qué día?!—Tía Trudy volvió a interrumpir—¡No te quedes callado, Rochester, habla por favor!

—Hablaría si dejaras de interferir, mujer—el tío se aclaró la voz y prosiguió:—“el día veinte de este mes en el cual me gustaría, si es que no le representa inconveniente alguno, visitarlo a usted y a su apreciable familia en su hogar en Piledriver. Como sabe, soy un fiel admirador de su propiedad y debo de confesar, con tan poca vergüenza si es que así lo desea ver, que también tengo otros asuntos que me gustaría tratar personalmente. Como usted sabe, yo...”

De repente, mi tío paró su lectura en voz alta, para pasar los ojos sobre los renglones con gran prisa una y otra vez. Su rostro no podía con el asombro, por lo que mi tía Trudy no tardó en preguntar qué era lo que pasaba. Él, como siempre que estaba inquieto, encendió su pipa antes de contestarle a su señora. Parecía que lo que acababa de leer le había causado gran impacto, pero al responder, a mi no me pareció para nada algo malo:

—¿Qué pasa? Que Archer vendrá a visitarnos el día veinte. ¿No lo has escuchado?—mi tío, exhaló una fumarola gruesa que hizo toser a la tía.

—¡Es cierto!—mi tía contestó una vez que se recuperó de la tos, y que se dio cuenta del día en el que vivía—Con justa razón tienes esa cara: ¡este domingo es veinte, y no podremos prepararnos con tan poca antelación!

No era que mi tía no deseara la visita de Archer, sino que disfrutaba muchísimo ser una excelente anfitriona y no había tiempo para que Sally, el ama de llaves y George, el mayordomo, hicieran las preparaciones adecuadas para recibir a alguien tan importante como James Archer.

Ella siguió parloteando, haciendo una lista en voz alta de todas las cosas que debía enviar a comprar al pueblo, pero mi tío parecía no escucharla. Él seguía con la mirada pegada al papel. Mi tía, sin querer investigar más en los pensamientos de su compañero, salió intempestivamente del despacho, sin darme tiempo para huir de la escena.

—Niña, ¿qué haces aquí?

—Yo...iba camino a...—traté de inventar una mentira, pero ella no se quedó para escucharme. Simplemente salió directo a la cocina, llamando a Sally con todo lo que sus pulmones le permitían.

Me acerqué a mi tío, que apenas al notar mi presencia, ocultó la carta en uno de los cajones de su escritorio.

—Entonces, ¿qué buenas noticias nos trajo el correo, Coronel?—hice como si no hubiera escuchado nada, pero mi tío sabía que yo había escuchado todo.

Se notaba, y él sabía perfectamente que curiosidad e impaciencia eran mi segundo nombre y apellido.

—¿Buenas noticias?—él suspiró—No le llamaría “buenas” exactamente.

—¿Qué puede haber de malo en la visita de Archer, tío?, ¿no es él de tus mejores amigos?

Él pareció pensarlo antes de responderme.

—Si, si lo es. No me hagas caso, Rosalinda—exhaló de nuevo una fumarola de humo de su tabaco, cortesía por supuesto de Archer. Luego, dulcemente, me dio unas palmaditas en la espalda—. Como ya escuchaste, no tenemos tiempo, así que tú y Mariet vayan con tu tía antes de que vuelva locos a George y a Sally, y decidan renunciar. Anda, ve...

—Lo que usted ordene, Coronel—antes de salir, hice el mismo saludo que los militares de menor rango le hacían cuando lo veían por la calle, a pesar de que mi tío estaba más retirado del ejército que la luna de la tierra.

No faltó mucho para que Mariet se enterara de la visita de Archer, así que cuando al fin terminamos de arreglar el cuarto de huéspedes, y de desempolvar los artilugios lujosos que teníamos, supe que mi tía no era la única ansiosa porque llegara el día domingo. Aún en la oscuridad de media vela del cuarto que compartimos, mi prima no podía ocultar su sonrisa. Nunca la había visto sonreír tanto, ni cooperar con tanta alegría en los labores de la casa hasta ese día.

—Creo que mi corazón va a explotar si no le digo esto a alguien, Roslyn.

—¿Decirme qué...?, ¿que el polvo constipó tu mal humor y por eso eres toda sonrisas?

—No es eso. Es sobre James...

—Por supuesto que lo es. Últimamente todo es sobre él.

Y así sería mientras Archer estuviera en Piledriver. Sobre todo si se trataba de Mariet, quien era la admiradora más ferviente de Archer en el hogar. Todos sabíamos que él era el hombre de sus sueños y era más que obvio que mi prima era la más feliz por la inesperada visita del fin de semana.

—Pero es por una justa razón—ella tomó mis manos, y comenzó a hablar en voz baja—¿Te puedo contar un secreto?

—Siempre—esbocé una sonrisa, ansiosa por una jugosa confesión.

—Papá me dijo que la razón por la que James viene con tanta prisa es... para verme—contuvo el aliento.

Mariet me abrazó con lágrimas en los ojos y luego le pregunté:

—¿Verte como principal objetivo o...?—Mariet me interrumpió.

—¡Quiere casarse conmigo!—exclamó con moderada alegría.

Lo suficiente para que nadie nos escuchara. No tuve una reacción inmediata ante la noticia, pero luego me uní a su felicidad, devolviéndole su abrazo.

Todo era a pedir de boca: mi prima era muy hermosa y educada, pero su “mediocre” status social la había mantenido soltera por mucho tiempo. No porque no contara con pretendientes que pudieran olvidar el aspecto económico de la familia, sino porque ella y mi tía no encontraban a nadie apto para llevarla al altar. Había rechazado varias propuestas de matrimonio desde temprana edad debido a esta causa, pero en su mente, Mariet sabía que tarde o temprano llegaría un prospecto mejor. Quizás incluso en su mente siempre supo que se quedaría con su perfecto James.

Al principio, yo no entendía este afán de mis tíos y de Mariet de casarse con alguien por interés, pero luego, descubrí que Mariet además de su hija, era una una pequeña inversión familiar. Habían gastado muchos de sus pocos recursos en su instrucción y no había sido en vano: ella  era educada, hábil en cualquier cosa que se propusiera, elocuente y sobre todo, contaba con una gracia que mis tíos no le habían heredado. “Es una criatura extraordinaria”, decía mi tía orgullosa cada que tenía la oportunidad, sobre todo si yo estaba cerca. No es que ella pensara que Demian, o yo no lo fuéramos, pero ella no estaba dispuesta a poner su fe en alguien que terminara decepcionándola tarde o temprano. Sobre todo porque Demian tenía sus ojos bien puestos en la hija de un comerciante del pueblo y yo, bueno, yo nunca les dí indicios reales de estar hecha para un matrimonio, y menos para uno por conveniencia.

—¿Puedes creerlo, Roslyn? ¿James y yo...?—Mariet se quedó muda; los pucheros de alegría le impidieron continuar.

Por todo el conjunto de reacciones en ella, entendí que quizás no era del todo el interes lo que le ponía así. Ella de verdad sentía algo profundo por Archer. Su rostro, pálido como la leche normalmente, estaba colorado y vivaz como nunca antes. Sus mejillas con hoyuelos combinaban perfecto con el rojo de su cabello.

—Pero...¿había algún acuerdo previo entre ustedes?, ¿él te ha dicho algo en alguna de sus cartas?

Ellos dos se enviaban cartas regularmente, pero todos lo hacíamos de la misma manera con Archer, por lo tanto, estaba un poco sorprendida por la inesperada noticia. Yo había mantenido correspondencia con él durante algunos meses con regularidad, pero Archer jamás había mencionado que mi prima le interesara. Tal vez la timidez se lo había impedido.

—No terminé de sospecharlo hasta hoy, que ha hecho expreso su deseo de pedir mi mano—Mariet habló rápido, como siempre—Papá aún no termina de entenderlo, pero ya se le pasará. Él mejor que nadie sabe que James es un buen hombre.

—Extraordinario diría yo—dije, sin querer sonar sarcástica en absoluto.

Archer en verdad lo era y Mariet no podía pedir más al tenerlo como marido: él, además de contar con una gran reputación en Londres como negociante, tenía un maravilloso ingreso anual con el que ambos vivirían de manera holgada, , muy muy holgada. Además, su futuro esposo era realmente apuesto, o al menos eso era lo que Mariet decía. Sé que ella se había fijado en él desde que lo conoció y hablaba todo el día de la gallardía con la que Archer se paseaba, luciendo la ropa prestada de su padre durante el tiempo que vivió con nosotros en Piledriver. Recordaba su risa, es más, no hacía otra cosa más que hablar de eso, y de la forma en que olían sus manos y hasta el tono exacto del gris en sus ojos. A los catorce años había tenido un verano entero para aprenderse a James Archer de pies a cabeza, y esa noche, mi prima me confesó que desde aquel entonces, estaba completamente enamorada de él.

Cuando Mariet se cansó de parlotear al respecto, me dio un beso en la mejilla y se dio media vuelta en la cama para quedarse perdidamente dormida.

Sentí algo de envidia por ella, pero no piensen mal de mi. Me sentía feliz por ellos, sobre todo por Archer, que era uno de los hombres más buenos que yo había conocido. Por otro lado, deseaba ser igual de feliz que Mariet, ya que en ese momento, todo se había alineado en el universo para hacer su sueño realidad.

Yo, sin embargo, tenía que esperar que algo de esa magnitud tan maravillosa me ocurriera, pero ¿cuáles eran las posibilidades de que el destino le concediera algo tan hermoso como eso a alguien como yo? Claro, si fuéramos justos, esa sería la forma más dramática para preguntarlo, ¿no lo creen?

De todos modos no importaba mucho, porque el universo actuaba de muchas maneras diferentes, y no solo a favor de mi prima Mariet. Quizás pronto podría actuar también para mi.

N/A: Hola a tod@s. Como pueden ver, o no, he tratado de editar esta  historia para darle un poco más de profundidad que la versión primera. La verdad, esta parte de actuar de narrador omnisciente se me dificulta demasiado, así que narraré desde el punto de vista de Roslyn, porque sé que de esta forma lograré transmitir un poquito más que de la anterior manera. Si algo me gusta hacer, es que mis lectores se metan en la historia y escuchen, vean, sientan a los personajes y estoy casi segura que de esa nueva manera lo lograré. Por favor, dejen sus opiniones, para ver si continuo como lo tengo planeado o bien, definitivamente paro de romperme la cabeza xDDD

Les quiero! Sobre todo gracias a Alexia y a Maria Gabriela que se pasaron recientemente a preguntar por esta historia...gracias! Me han inspirado *-----*

Ale ;)

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