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1._Carta

El uniforme de la escuela no podía modificarse de ninguna manera. Las chicas tenían que llevar falda no más abajo de la rodilla ni más arriba. Pero siempre había alguna que quería llevarla más corta a una de esas estaban reprendiendo aquella mañana en el patio de los naranjos. El establecimiento era de esos viejos. Los salones eran de madera y estaban construidos de manera que dividían el patio en dos. Los estudiantes y el cuerpo docente habían bautizado estos espacios acorde a lo que allí había. El primero era el patio del monumento, pues había una estatua que conmemoraba al fundador de la escuela. El segundo era el patio de los naranjos. Habían ocho árboles de aquella fruta más tres de limón. Eso era el área favorita para los estudiantes que andaban noviando. No era raro ver ese sitio lleno de parejas de la mano y besándose, aunque esto último era meritorio de una amonestación de parte de los inspectores y prefectos. Sin embargo, los esfuerzos por mantener las leyes de la escuela aparecían centrarse solo en el uniforme de las chicas. Nada de faldas cortas, nada de maquillaje, nada de aretes colgantes ni cabellos pintados o blusas demasiado escotadas. Pero durante el otoño a invierno a raíz del helado clima se les permitía llevar pantalón siempre y cuando estuviera hecho del mismo material que las faldas y tuviera el mismo color. No eran muchas las que llevaban esta prenda. Todas querían verse femeninas para conquistar al chico que les gustaba, como era el caso de una chica rubia con los ojitos azules que le robaba a su amiga que le hiciera un favor al amparo de uno de los naranjos.

–Mary te lo ruego– decía mientras apretaba contra su pecho un sobre de papel y miraba a su compañera, un tanto más alta, mostrarse indiferente a su petición– Solo está vez. Te prometo que no vuelvo a pedirte nada nunca más.

La pelirroja que llevaba  pantalón, la blusa blanca del uniforme con el emblema de la escuela, la chaqueta de esta y unas botas oscuras, parecía más un practicante de equitación que un estudiante del establecimiento. Su atuendo era según las normas aunque las botas hasta la rodilla se ganaron una mirada del inspector que había enviado a la chica de la falda corta a la oficina del director. El color era apropiado, el clima ameritaba ese calzado así que el hombre no encontró argumento para reprenderla a ella también y pasó como si nada hacia los salones que estaban enfrente.

Mary llevaba el cabello suelto se lo escarbó con una mano, mirando al fondo del patio a un chico alto de melena hasta el hombro de color blanco.

–Esta bien– exclamó algo fastidiada, pero logrando que su compañera sonriera y dieron unos brinquitos– Dame la carta.

–Has que la lea y me traes la respuesta por favor– le pidió la chica.

– Veré qué tal me va eh. No te estoy prometiendo nada– le respondió Mary y recibió el sobre con el que cruzó el patio hasta llegar con el chico de cabello blanco.

Su nombre era Mojito. Estaba en último grado y era célebre por su aspecto más que por otra cosa. Una persona con los ojos violeta y el cabello blanco no pasa inadvertida. No parecía un tipo muy sociable, casi siempre se le veía solo por los pasillos y patios, aunque era de trato afable. Justo cuando Mary fue hacia él, Mojito se había sentado en una banca bajo uno de los naranjos. Sostenía un vaso desechable de café en la mano y mordía una de esas galletas duras que vendían en la tienda al interior de la escuela.

Disfrutando su comida, Mojito vigilo a Mary todo el camino hasta llegar frente a él. No fue casualidad estar en el patio a esa hora ni que se sentará ahí. Ella se le quedó viendo un instante, él hizo lo mismo solo que sosteniendo una sonrisa medio gentil, medio resignada.

–Hola– le dijo la chica.

–Hola– le respondió él que estaba sentado con la espalda tan recta que parecía tener por columna un pilar de piedra.

–Esto es para tí– empezó a hablar Mary, pero todo su ímpetu de estrelló con esos cálidos ojos que la miraban como esperando algo y se derrumbó.

Mojito bajo la mirada al sobre que ella le ofreció dejando el vaso de café a su lado, en la banca, para recibir la carta.

–¿Para mí? ¿Qué es?– preguntó con cierto entusiasmo.

–Amm una invitación al festival de otoño– le respondió Mary haciendo que él comenzará a abrir el sobre, pero se detuvo al oír lo demás– A mí amiga le gustaría saber si quisieras ir con ella.

Mojito borró su sonrisa apenas oyó esa respuesta. Con gentileza le devolvió el sobre para tomar su vaso de café y ponerse de pie.

–No puedo aceptar la invitación. Dale mis disculpas por favor– le dijo.

Mary aceptó el sobre torciendo un poco la boca. No estaba muy contenta con la idea de tener que darle esa noticia a su compañera. Se rascó la cabeza y miró de reojo hacia donde estaba la otra chica.

–¿Irás con alguien más?– le preguntó levantando la vista hacia el rostro de él– Mi amiga es Ann. Va en tercero como yo y es linda. Graciosa y dulce...

–No lo dudo– respondió Mojito– Pero a mí me gusta alguien más– agregó.

–Ahh– murmuró Mary poniendo las manos en sus caderas– Ah bueno. Discúlpame entonces. Que estés bien– le dijo Mary y se dió la vuelta para volver con su amiga.

–¿No vas a preguntar quién es la chica que me interesa?– le hablo Mojito.

–No creo que sea buena idea que ella lo sepa– le respondió Mary deteniéndose a verlo por encima de su hombro.

–No, no creo que le agrade saber que la chica que me guste es su amiga– le dijo Mojito logrando que ella se girará a verlo.

–¿Te gusta Rox?– exclamó Mary muy sorprendida y sin considerar ninguna otra posibilidad– Ella está saliendo con un chico de segundo.

Mojito cerró los ojos y se sonrió.

–La que me gusta eres tú– le confesó dejando a la chica con una graciosa expresión de sorpresa que casi lo hizo reír.

–No hacía falta que te burlaras. Si te moleste lo siento– exclamó Mary muy seriamente.

–No es una burla. Realmente la chica que me gusta eres tú ¿Por qué crees que siempre estoy donde tú andas?

Esas palabras desataron un montón de pequeños recuerdos en Mary. Ella lo había visto varias veces, pero jamás le dirigió la palabra o lo miró siquiera. Coincidían mucho en la biblioteca, en el huerto y taller de música, incluso en el de literatura, desde hacía un tiempo y por esto mismo Ann se había atrevido a pedirle a ella que le diera la carta, pues Mary no era una extraña para Mojito. Pero a Ann jamás se le hubiera pasado por la cabeza que a él le gustaba Mary. Ni hablar de la propia Mary se le hubiera podido ocurrir algo como eso. Ella apenas podía decir que lo ubicaba de vista y pese a compartir tantos espacios él nunca le dirigió la palabra. Aunque en ese momento si recordó que no era raro que lo sorprendiera viéndola, pero ella pensaba que solo era casualidad. Mary no era muy hábil en cosa de chicos.

–Ah– dijo un poco incomoda, después de medio asimilar la confesión– Yo...– murmuró desviando la mirada y como buscando palabras en su vocabulario– ¿Por qué te gusto?– preguntó a lo bruto. Fue lo único que se le ocurrió.

Esa pregunta hizo reír a Mojito. ¿Cuántas personas le preguntan eso a alguien qué les está confesando les interesa? No muchas y menos con esa inocencia.

–Por cosas como esta– le contestó no diciendo nada más, dejando su frase en la interpretación.

–Bueno yo...es que yo– balbuceo Mary y bajo la mirada a sus zapatos.

Sucedía que ella no era muy atractiva para los chicos o eso creía. Por su manera de ser, su carácter, la forma en que vestía y sus intereses los muchachos no la consideraban una chica muy llamativa. Como amiga estaba muy bien. Mary tenía varias amistades entre sus compañeros de clase y otros chicos de la escuela, pero ninguno jamás se insinuó de modo romántico con ella como si lo hacían con la mayoría de otras chicas. No era algo que le importara en realidad, sin embargo, era muy consciente de eso y encontrarse de frente con una declaración como esa la desencajó por completo.

–Tengo que irme– logro decir, después de un rato, pero sin mirarlo a la cara.

No diciendo ni una palabra más Mary cruzó el patio medio corriendo para devolver la carta a su amiga que la estaba esperando con bastante ansiedad debajo del naranjo.

–¿Cómo te fue? ¿Qué te dijo?– le pregunto la chica recibiendo como primera respuesta su sobre de vuelta.

– A él le gusta otra persona– le contestó Mary no habiendo superado la impresión de la declaración de Mojito, por lo que sus palabras resultaron un poco insensibles para su amiga– Yo lo siento. Él dijo eso– se disculpó rápidamente, al ver  asomarse las lágrimas en los ojos de la chica– ¡Ann!– la llamó después de que ella se echara a correr producto del dolor que sintió ante esa revelación.

Mary se quedó bajo el árbol sin saber que hacer. Su primer impulso fue ir detrás de ella para consolarla, pero no se atrevió. Además no quería decirle quien era la chica que Mojito prefería, pues eso sería fatal para su relación amistosa. Siempre oyó eso de: "no te metes con el ex de tu amiga o con el chico que le gusta " No es que ella estuviera considerando ir por Mojito, pero estaba segura de lo que pasaría si Ann se enteraba.

La campana que anunciaba el fin de la hora de la comida sonó en todo el recinto y los estudiantes comenzaron a regresar a sus salones, casi al mismo tiempo que comenzaba a llover otra vez. Mary tardó bastante en regresar al suyo. La confesión de ese chico le quedó resonando la cabeza. Según ella no era importante, pero no pudo apartarla de su mente hasta la hora de la salida cuando la lluvia se hizo más abundante. Pensó en buscar a Ann para ver como estaba, pero cuando la vio irse con Rox se tranquilizó y decidió esperar que la lluvia perdiera fuerza para dejar la escuela. Ella vivía algo lejos y no había llevado paraguas o impermeable, aunque un amigo suyo le dió el de él al verla parada bajo el corredor.

–A mi me recogerá mi hermano en su automóvil– le dijo el chico para convencerla y unos minutos después el vehículo se estacionó fuera de la escuela.

Con aquella prenda puesta Mary dejó la escuela bajo la mirada de Mojito que se había quedado a ayudar en la biblioteca. Tal y como se lo confesó a la chica a él le gustaba ella. Era así hacia bastante tiempo, pero nunca se atrevió a hablarle gracias a una conversación que oyó de ella y otra chica, cuando él se encontraba haciendo exactamente el mismo trabajo que en ese momento, pero varios meses atrás.

–Tú nunca hablas de chicos ¿que ninguno te parece lindo?– decía una chica de cabello oscuro a Mary que parecía estar buscando un ejemplar en uno de los estantes. Él estaba justo del otro lado.

–Los hay muy lindos, pero no me interesan– respondió Mary.

–Hmmm. Los más guapos suelen ser los más patanes también, pero es genial son como los chicos de las novelas– comentó la chica– ¿Qué me dices de Mojito? El de último grado. Él se ve más o menos como tú...callado, serio y es muy lindo.

–¿Mojito? No lo conozco.

– Es ese de pelo blanco. El alto.

–Ahh, pues sí es lindo– comentó Mary sacando una sonrisa a Mojito que la oia– Pero taciturno.

–¿Taciturno?

–Melancólico, desapasionado, aburrido... Bueno, esa es la impresión que da. Y no me gustan los chicos con ese tipo de carácter. Son como de tierra y yo prefiero el fuego o el viento– le respondió Mary.

–No te entendí.

–Quiero decir...

– Olvidalo– exclamó la chica de cabello negro.

Mojito se deshizo de ese recuerdo para colocar los libros en el librero. No estuvo seguro de porque decidió confesarle lo que sentía de esa forma y en ese momento. Quizá le dolió enfrentarse a la indiferencia o bien en el fondo no era tan desapasionado como ella pensaba, ni como él creía.

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