Capítulo VIII. Visitas
El ruido tocando la puerta hizo que Allie despertara al fin, pasaban las nueve de la mañana y era la hora de tomar la medicina. Allie le indicó al enfermero que entrara, este también le llevaba el desayuno. Había ocasiones en que el desayuno era en la sala común donde se podía encontrar con los chicos y otras en los que desayunaban en su recámara, casi siempre era cuando tenían la visita de sus familiares y ese día era de visitas, como cada cuarto día de la semana. Las comidas eran siempre en la sala común donde todos los pacientes podían encontrarse.
Allie se dirigió al baño para darse una ducha antes de que llegaran sus padres, no le gustaba verse al espejo, cada que entraba al baño trataba en lo más posible evitar verse reflejada ahí. Su rostro ya no era el mismo, sabía que la enfermedad la estaba consumiendo y eso la entristecía en gran medida.
Pero en esta ocasión lo hizo, se colocó delante del espejo y se observó.
Ver ahí su reflejo la impacto enormemente, lo blanco de su piel ya no era ese color natural, a veces tenía rojizo en las mejillas, pero ahora era pálida, completamente pálida. Podía ver que tenía un poco sumidos los ojos y con algunas ojeras. La boca ya no era con ese color rosado casi rojo, estaba sin color, casi apagada. En realidad, todo su rostro estaba así, se notaban más sus pómulos por lo delgado del rostro, siempre había sido delgada, pero su rostro había sido más redondo. Y ahora ya no, ya era un rostro delgado también. Toda ya era mucho más delgada, era cierto, la enfermedad la estaba consumiendo.
Vio en su reflejo que algunas lágrimas le resbalaban por las mejillas y se quedó observándose llorar, tenía mucho que no se veía llorar a sí misma, y quería hacerlo, quería llorar, tal vez, por última vez.
Se metió a la ducha y el agua se mezcló con cada una de sus lágrimas, las cuales no dejaban de salir, pareciendo interminables. Sintió como el llanto le estrujaba el pecho y dejó que el llanto la atrapara por completo. Se dijo a sí misma que esa sería la última vez que lloraría así, ese sería el último llanto de su vida.
Se quedó algunos minutos de más ahí, sintiendo cómo el agua le mojaba todo el cuerpo. Aquello le ayudó y sintió cómo los suspiros incontrolables del llanto iban cesando. Poco a poco comenzó a sentirse más relajada y por primera vez después de muchas semanas, menos débil. Tal vez ese llanto la había liberado un poco, la había hecho deshacerse de esa carga que sentía en la espalda. Aunque sabía que la debilidad iba a regresar, esa ya no se iba a ir. Salió de ahí y se puso de nuevo la bata que usaban todos los internos.
Se sentó en la cama esperando a sus padres, quienes minutos después llegaron por fin. Se sentaron en los sillones que estaban en el cuarto, acomodándolos cerca de la cama donde se encontraba Allie.
Aquel día iba a desayunar con ellos como solían hacerlo en cada visita. No podía negar que los extrañaba, aunque cuando entro a la Universidad se había ido de la casa, había regresado un año atrás cuando comenzó a sentirse mal siendo apenas meses antes que le habían descubierto la esclerosis.
Solía llevarse bien con sus padres, era de una familia acomodada lo que le había permitido tener una vida lo más cómoda posible. En los últimos años había habido una gran división en el mundo, sólo existían las personas que pertenecían a las clases acomodadas y las personas que pertenecían a la clase baja y cada vez habían más y más inventos tecnológicos, los cuales únicamente las clases acomodadas podían disfrutar.
Antes de la muerte de su abuelo, dos años antes, Allie solía platicar con él de cómo era la vida en años pasados y se sorprendía realmente de saber que antes los autos no volaban, que antes no se podían ver en una pantalla los recuerdos de las personas. Era imposible, pensaba Allie. A la vez esto le daba curiosidad, quería ir a aquella época y conocer cómo era el mundo, pero los viajes en el tiempo aún solo estaban permitidos para muy pocas personas y ella no era una de esas.
Allie les sonrió a sus padres que la observaban con mucho cariño, ellos la adoraban, era su única hija y siempre habían estado orgullosos de ella.
—Te alimentan muy bien aquí —comenzó a decir Katy, observando toda la comida que había dejado el enfermero.
—Pero no sabe muy bien —respondió Allie haciendo una mueca de desagrado.
Su padre, Ed, sonrió.
—Estas acostumbrada a comer mucha comida barata, esto te ayuda al organismo.
¿De qué sirve? Si de todas maneras voy a morir, pensó Allie, pero sólo se limitó a sonreír.
— ¿Y qué tal han estado tus visitas a Valle Cielo? —preguntó Katy comiendo un bocado y simulando más emoción que la que realmente sentía.
Aunque estaban en una época adelantada, algunas cosas no cambiaban y su hija iba a morir. Por mucho que trataran de disimular eso estaba ahí, acompañándolos como un zumbido en el oído.
—Bien...—comenzó a decir Allie sonriendo sutilmente, mientras dejaba el vaso de jugo en el mueble donde tenían la comida— es... interesante —dijo pensando en Nina— no lo sé, es extraño también.
Sus padres asintieron.
—Lo imaginamos —respondió Katy— pero es una gran oportunidad, es como volver...—a vivir, pensó, pero no lo dijo, Allie esta vez fue la que asintió entendiendo lo que su madre trataba de decir.
—No nos has hablado mucho de eso, y yo quisiera saber cómo es —comenzó a decir su padre interesado, después le dio una mordida al pan que se llevaba a la boca.
Allie comenzó a contarles cómo era lo poco que había conocido, les dijo que podía estar en una ciudad (o lo más parecido a ella) y en la naturaleza, con árboles y pasto y en el mar. Al menos hasta ahora solo conocía eso. Sonrió al pensar en aquella vez en el mar con Nina.
— ¿Y hay muchos como tú? Quiero decir, jóvenes —preguntó de nuevo su padre.
—He visto a bastantes...—respondió Allie sonriendo— y tengo una guía.
— ¿Una guía? —preguntó su madre.
Allie asintió.
—Nina.
En ese momento el móvil de su madre sonó, haciendo que saliera del cuarto en seguida, Allie y su padre se quedaron platicando de la comida. Segundos después Katy regresó.
—Allie, alguien viene a visitarte —le dijo entrando al cuarto— está subiendo las escaleras.
Allie frunció el ceño, no quería recibir visitas y después de todo, ¿quién más podría ir?
— ¿Quién...? — preguntó confundida.
Antes de que su madre pudiera responder, se abrió de nuevo la puerta.
—Dilan —dijo Allie muy sorprendida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro