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Capítulo I. La vida



Allie cerró los ojos, cerró los ojos y pensó que podía quedarse así para siempre. Al fin y al cabo, ese para siempre, para ella, no significaba ya mucho tiempo. Sintió como su pecho comenzaba a estrujarse y todo su cuerpo también, sintió como su estómago sentía un gran hueco y en su garganta había un nudo enorme.

Entonces lágrimas resbalaron por sus mejillas y apretó sus ojos con fuerza... No pudo evitar pensar cómo era aquello posible, por qué alguien de su edad tenía que pasar por eso. No pudo evitar pensar también cómo cualquier persona de cualquier edad podía pasar por algo así. Y otra vez le surgió aquella pregunta que llevaba con ella las últimas semanas: ¿qué era eso que llamaban vida?

Suspiró, aún con los ojos cerrados y sintiendo como las lágrimas seguían fluyendo en ella, no había hecho el esfuerzo por limpiarlas, aún no, quería que salieran más y más y más... Sintió que se ahogaba y comenzó a toser, abriendo los ojos con esta acción.

Sus ojos recorrieron el lugar, estaba en un cuarto de hospital, un cuarto grande, con una enorme pantalla frente a ella, una pequeña computadora plana a lado, colocada en aquel mueble donde también estaba un aparato, lo observó, era un aparato parecido a un pequeño control pero con un solo botón.

Lo tomó con una de sus manos y apretó aquel botón, no pasó nada porque no estaba configurado. Volvió a observarlo y le pareció imposible lo que aquel control podía hacer, ella ni siquiera quería eso que se supone pasaría al apretar el botón, ella quería pasar los últimos meses que le quedaban en completa tranquilidad, con su familia en su propia casa, viendo televisión, leyendo, escuchando música y tal vez platicando con sus amigos. No quería que la fueran a visitar ahí, no quería que vieran como su estado se iba deteriorando.

No, Allie quería que la recordaran bien, entera, sana, guapa tal vez, claro que era guapa, aunque últimamente ya no reconocía el aspecto que estaba teniendo.

Pensó en Dilan... ¿Qué diría Dilan cuando se enterara de todo? ¿Se arrepentiría por haberle hecho daño? ¿Iría a buscarla? Ante estos pensamientos Allie sonrió, no era una sonrisa de felicidad, para nada... era más bien una sonrisa llena de incertidumbre, de nostalgia, de miedo y de frustración. Por supuesto que Dilan no haría nada y por supuesto que ella ya no esperaba nada de él. No quería volver a verlo nunca más en lo poco que le quedaba de vida.

Se preguntaba si sería cierto que cuando estás más cerca de la muerte, todo lo vez con más paz y tranquilidad, porque al parecer en ella esto no era así. En ese momento, para ella todo era horrible, aunque tal vez, era porque acababan de darle la noticia tres semanas atrás. Recordaba el rostro de sus padres cuando escucharon al doctor, como se fue transformando en una mueca de tristeza, como sus labios cayeron y sus ojos comenzaron a llenarse de agua. Recordó las palabras de su padre: ¡Cómo es posible que ya existan autos voladores y aún no haya cura para esta maldita enfermedad...!

Allie se preguntaba lo mismo, ¿cómo podían crear un aparato que podía llevarte a ese lugar, y no podían curar la esclerosis, ni el cáncer, ni el ébola, ni la polio? Y sobre todo, ¿cómo era posible que aquellas enfermedades habían avanzado así y que en tan poco tiempo acababan con el cuerpo de los llamados seres humanos?

Ella tenía esclerosis múltiple. Todo ocurrió meses atrás, cuando por primera vez perdió el equilibrio. Pensó que era cansancio, la universidad se estaba volviendo más pesada cada vez, no había dormido mucho, y pensó que se debía a eso. Pero todo empeoró cuando no pudo tomar el vaso de agua que tenía frente a ella. Era como si su cuerpo no le hiciera caso a su cerebro. Recordó la sensación tan aterradora que aquello le causó. No podía mover sus brazos y gritó.

Los síntomas empeoraron, un día no pudo ver absolutamente nada, otro día sentía un hormigueo en todo el cuerpo, otro día no escuchaba. Y así, estudios tras estudios hasta llegar al resultado: tenía esclerosis múltiple y avanzada.

A los 18 años, tenía una esclerosis avanzada. A los 18 años y con toda una vida por delante, como ya tantas veces había escuchado. A los 18 años con su cabello café, largo y ondulado y sus ojos cafés y su estatura más alta que el promedio y sus piernas largas y sus pecas en el rostro. A sus 18 años con su personalidad soñadora, tímida y melancólica. A sus 18 años con tantas cosas por hacer. Y así era, a sus 18 años, tenía esclerosis múltiple.

Antes, tardaban más de 20 años en presentarse todos esos síntomas, pero actualmente todo había avanzado tanto, todo hasta las enfermedades, enfermedades a las cuales no se les encontraba cura y aquella, esa que tenía Allie era una de esas enfermedades, de las peores, de las que habían mutado de la peor manera.

Allie parpadeó varias veces para que las lágrimas no volvieran a salir, se acomodó en la cama y movió la mano para encender la pantalla, siguió moviéndola hasta encontrar algún canal entretenido. Pero lo cierto era que su mente estaba muy lejos de ahí...

Volvió aquella pregunta; ¿qué era en realidad la vida?

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