27. Abandono
Amanda Harley
Para efectos de este momento, comenzaba a hastiarme de esta sensación de abandono. Me encontraba pasándome las manos por el rostro atrás y adelante una vez más mientras caminaba por la calle. Por alguna razón estaba durmiendo demasiado, siempre estaba irritable y no soportaba la idea de pasar un segundo más con esta sensación, pese a que no pudiese hacer nada para sentirme mejor.
Había pasado casi un mes desde que rompí con Justin, pero a él lo había visto hacía dos días porque necesitaba gritarle cuatro cosas antes de que se me explotaran por dentro. Sin embargo, pensar en la conversación me daba un ataque de urticaria tan intenso que ya necesitaba sacármelo de la cabeza.
Por esa razón iba caminando en dirección a la tienda de Alice, a tomarnos un café y conversar, como buenas amigas que éramos aun a pesar de toda la porquería por la que yo la había hecho pasar.
Me extrañó mucho su mensaje que me invitaba a tomarnos un café, pero después de pensarlo bien, probablemente ella había visto a Justin, y si lo había visto como yo, era muy Alice de su parte que se hubiese preocupado por mí también.
En otro orden de cavilaciones, Justin me había puesto en jaque en mi propia ciudad. Yo no podía ir a mi casa porque no quería estar ahí, no podía ir en coche porque todos sus recuerdos eran demasiado latentes todavía, y luego de pasar dos semanas y media sin siquiera poder mirar sus fotos en Instagram, porque me había bloqueado, la tristeza se convirtió en ira y los pensamientos comenzaron a migrar a otra dimensión que yo ya conocía bien.
¿Cómo había podido dejarme en abandono? ¿Cómo había decidido marcharse luego de prometer que siempre volvería por mí?
Porque solamente le pedí unos minutos para pensar, y quizás no lo hice de la mejor forma, pero no esperaba que simplemente desapareciera sin dejar huella. Vaya que había una huella suya en mí y él no parecía notarlo, ni tener intención por volver a rellenarla.
Por eso fui a buscarlo hacía dos días. Y justo ahora, recordar el semblante de Justin en la oficina de Agaphe's donde sabía que estaría para buscar algunos antiguos archivos que había dejado en su ordenador, me dolía demasiado.
—¿Estás teniendo éxito? —inquirí al verlo levantar la mirada para verme al oírme hablar.
—¿Éxito? —musitó Justin sin entender de qué hablaba. Yo sentí el corazón en una caja y necesitaba huir de esta situación, pero necesitaba más sacarme esto del alma o me perseguiría por siempre.
—Pretendiendo que nunca he existido —concluí y vi en su rostro una mueca de dolor. Entonces se levantó de la silla y puso sus mejores ojos de convencimiento y yo tragué grueso ante la idea de sucumbir a abrazarlo tanto como necesitaba para mí misma hacerlo.
Porque vaya si existía una gran contradicción horrible cuando alguien te rompía el corazón, y era que en muchas ocasiones solamente deseabas que fuese esa persona quién te consolara, te abrazara y te recordara que todo iba a estar bien.
¿Cómo podía tu corazón anhelar que quien te hirió curara tus heridas?
No podía permitirlo ahora. Sin lugar a dudas él mentiría de nuevo.
—No estoy pretendiendo que no existes, Mandy, desearía poder... —levanté una mano para que se callara antes de empezar a mentir de nuevo.
—Mentiste —lo acusé y tan pronto empezó a negar y a caminar hacia mí seguí hablando—. Estabas tan enamorado de mí que te tomo 3 minutos borrarme de tu vida.
—Solo hice lo que me pediste. De hecho, yo...
—No, Justin, te pedí tiempo para pensar, para ordenar las cosas.
—Me pediste que me alejara de ti —me recriminó dando un paso más hacia mí cuando su aroma y su forma de moverse me hizo sentir mareada.
—Porque no puedo pensar con claridad cuando actúas así.
—¿Así cómo? —dirigió un dedo a mi mentón y se acercó peligrosamente cuando supe que debía huir.
—Déjame.
—No quiero, nunca quise.
—Déjame —supliqué de nuevo al ver que no se movía y su aliento seguía rozando la punta de mi nariz.
—Ahí vas otra vez —se quejó dando solamente medio paso atrás.
—La cosa es, Justin. Que yo sabía que estabas mintiendo —comencé a decir y él trato de agarrarme con ambas manos, pero di un paso más largo hacia atrás, marcando algo de distancia por mi bien.
—No estaba mintiendo.
—El amor no es efímero. Es permanente —aseguré—. Es imposible que me amaras hace dos semanas y esta semana ya no lo hagas porque no quiero verte —le recriminé.
—Por supuesto que todavía te amo, Amanda. No lo entiendes.
—Es evidente que no es así, que te sentiste a salvo, que te sentiste fuerte, amado y no desechado como alguna clase de niño indefenso y entonces pensaste que me amabas —no tuve remordimiento de decirle lo que pensaba cuando él se retrajo con mis palabras y supe que lo estaba lastimando.
—Te amaba, te amo...
—No, solo necesitabas escapar, y yo no quiero ser tu escape.
—No es así —soltó con frustración.
—¿No? ¿Y entonces por qué ya no existimos?
—Existimos, Amanda, aquí estamos.
—Sí, porque cobré un favor, descubrí donde estabas y vine por ti, a retarte por dejarme tirada como todos lo hacen, y no porque ti te importara conocer mis complejos de abandono y aun así abandonarme.
Podría entender mil veces que le doliera darme espacio, y todo lo que había sucedido con Alice. Pero esperaba un poco más, ¿saben? Esperaba que viniera por mí como prometió, esperaba que alguna parte suya estuviese deseando volver a estar conmigo y justo ahora todo apuntaba a que no era así.
Entonces yo solo podía odiarlo. Por abandonarme, por incumplir y por simplemente no ser lo que yo pensé que era.
Bajo ese firme pensamiento, crucé la puerta de la tienda de Alice y me detuve en seco al ver a Lanna sentada en el aparador de cristal. Sus ojos me escrutaron como la primera vez que me vio.
—Mary Alice —profirió con gesto serio—. Llegó tu amiga.
Hubo tantas cosas que supe con su simple forma de llamar a Alice que me helaron un poco la sangre. Lanna sabía lo que había pasado, y seguramente estaba tan enojada que lo único que la separaba de asesinarme era el sonido que existía en la parte trasera del local: Alice.
—Buenas tardes, Lanna —la saludé, aunque sentí cierto temor en mi interior al verla tan seria como no la había visto desde que la conocí. Ella simplemente respiró, como eligiendo qué decirme, y yo entendí que también me merecía que ella me odiara, aunque esto me entristeciera en un fuero muy externo—. La verdad no sabía que estarías aquí —completé al ver que ella no decía palabra.
—La última vez que las dejé solas, Alice terminó medio ebria con dos tipos en un callejón, así que perdóname si prefiero quedarme a ver que esté bien... —soltó con ese humor mordaz que la había visto usar con Justin.
—Estrellita, sé amable —se oyó desde la oficina donde Alice venía caminando con dos tazas de café y me extendía una—. Qué bueno que viniste, Mandy.
—¿Segura? —le pregunté rascándome el cabello y dirigiendo mi mirada a Lanna.
—Es inofensiva, te lo juro —me aseguró volviendo a extenderme la taza cuando la tomé.
—De verdad lo lamento, Alice —comencé.
—No te preocupes, Amanda. Hay cosas que se salen de nuestro control —me dijo, y yo deseé poder simplemente aceptar sus palabras. Pero la verdad es que esa situación en específico se salió de control bajo mi supervisión, era mi culpa y nada podía quitármela.
—No, de verdad lo siento. Nada de lo que sucedió ese día debió pasar —seguí y ella sonrió.
—Pues, lo de los tequilas no estuvo mal —dijo bebiendo café y recostándose de la pierna de Lanna con una media sonrisa cuando Lanna puso los ojos en blanco. Yo sonreí. Alice había sido una digna contrincante en el tema de los tequilas.
—Nunca imaginé que bebieras, Alice.
—La verdad no me gusta beber —admitió—. Pero parecía un buen momento para recordar viejos tiempos.
—¿Tenías algún amigo tequilero? —Alice sonrió.
—Mi hermano mayor —dijo con tranquilidad.
—Ah, deberías presentármelo —bromeé rompiendo la tensión cuando noté de nuevo que Lanna me miraba con intensidad—. Dime lo que quieres decirme, Lanna.
—¿Qué haces aquí, Amanda? —soltó Lanna con tono de «sería mejor que te fueras».
—Alice me llamó —repliqué con falsa inocencia.
—¿Por qué viniste? Hace dos meses nos evitaste por semanas.
—Porque no quería verlas, Lanna —fui tajante ante su tono mordaz.
—Ahora yo no quiero verte cerca de Alice, y aquí estás.
—Porque ella me invitó, no puedes controlar eso.
—Por favor —musitó Alice—. Creo que ya estoy grande para que hablen de mí como si no estuviera presente —Lanna simplemente la miró.
—¿Y entonces qué haces aquí? ¿Qué esperas conseguir de nosotras? —prosiguió como si Alice no hubiese dicho nada, pero bajó su mano y la puso por encima de la de Alice que se recargaba en su pierna.
Yo suspiré sintiéndome indefensa otra vez. La verdad es que me había convencido de que fui hasta allí para no preocupar a Alice, no hacerla pasar un mal rato o simplemente no despreciar su invitación. Hasta ese momento no habría podido admitir que necesitaba algo de ella, y tampoco lo iba a decir en voz alta, porque la forma mordaz de hablar de Lanna me hacía sentir en peligro.
—No lo sé —mentí. Lo que necesitaba era dejar de sentir este agujero en el pecho que me hacía sentir cada vez que estaba en una situación de abandono.
—¿Cómo lo llevas? —me preguntó Alice con ese tono cálido suyo que cerraba las paredes a mi alrededor.
—No lo hago —fui honesta.
—¿De verdad estabas enamorada de Justin? —inquirió Lanna. Pero la respuesta me secó la garganta al instante.
—Es demasiado pronto para hablar de eso —musitó Alice cortando el tema, yo levanté el café y me di un trago.
—Estoy bien —volví a mentir cuando me senté en una silla que estaba al lado del aparador.
—¿Por qué rompiste con Justin? —inquirió Lanna mirándome con el mismo gesto retador.
—Porque pasé tanto tiempo pensando que iba a ser mal novio que me sorprendí al ver que la mala persona era yo —me burlé de mí misma, Alice negó con la cabeza, y a Lanna no le hizo gracia, pero yo me tomé un sorbo de café y suspiré. Tal vez esto era una mala idea.
—Por más de acuerdo que pueda estar contigo... —comenzó Lanna cuando Alice le dio un codazo y la miró a los ojos—. ¿Estás diciendo que Justin te hace ser una mala persona?
—Dios, no —repliqué acto reflejo—. Supongo que yo soy así, y esta relación simplemente lo aflora.
—¿Cómo puede ser? —preguntó Alice.
—Como Chernóbil —repliqué—. Todo el mundo abandonó el lugar cuando hubo el desastre nuclear, y al volver solo se dieron cuenta de que seguía siendo tóxico, solamente habían ignorado su existencia por mucho tiempo.
Por primera vez entonces vi a Lanna soltar una risa. Pero era medio irónica, casi podía decir que tenía un chiste tan negro como el abismo entre sus labios, pero Alice le dio un codazo que la hizo retroceder en sus palabras.
Yo simplemente sentía muchas palabras acumuladas en la garganta, demasiadas para poder callármelas todas. Y es que, aunque yo fuese Chernóbil, todo en mí estuviese dañado y no hubiese nada que pudiera repararlo, me habría gustado que Justin, aunque fuera lo intentara.
—Vamos, Amanda. Puedes decirlo —me alentó Alice como si supiera lo que estaba pensando.
—Claro, si quieres hablar mal de Justin, adelante —bromeó Lanna y yo suspiré con molestia.
—No es mi estilo.
—Es psicológicamente saludable decir lo que sientes para poder sitiarlo —añadió Alice mientras tomaba una silla para sentarse más cerca de mí.
—Me siento estafada —admití en pocas palabras.
—¿Porque Justin te dejara? —inquirió Lanna—. ¿Porque tú se lo pediste? —me quedé pensando en sus palabras y asentí.
—No esperaba que fuese tan obediente —admití. Lanna se encogió de hombros.
—¿Por qué no? Siempre lo has acostumbrado a hacer lo que quieres —me sentí tan aludida con su comentario que tomé aire para responderle y luego lo solté.
—Necia —la regañó Alice.
—Nada de esto fue mi idea. Nunca hemos hecho lo que yo quería.
—¿No? Porque fingirte novia de tu crush suena muy a cliché romántico para ser idea de Justin —siguió Lanna cuando Alice le dirigió una mirada molesta.
—Fue totalmente su idea. Yo simplemente le hacía un favor a un amigo.
—Un amigo que te hizo ser una persona tóxica —se mofó.
—Exacto —le repliqué yo y ella se sorprendió.
—¿Qué dices? ¿Qué desde que no estás con él eres menos tóxica? —me arrinconó, pero yo me negué a darme por vencida en esto.
—Ajá —musité.
—Basta, necia —le demandó Alice, pero Lanna me miraba como si se tratara de un duelo a muerte.
—¿Qué si él se fuera, se marchara a cientos de kilómetros de esta ciudad serás menos tóxica? —soltó Lanna entre dientes y algo en sus palabras me hizo sentir frío.
—Sí, entre más lejos esté de él, más razonable soy, porque él me hace ser ilógica en todo —en realidad esto lo pensaba, pero prefería ser ilógica e irracional que estar lejos de él.
—Lanna, ya —le pidió Alice cuando Lanna simplemente soltó una sonrisa triunfante y yo encontré la verdad tras su pregunta.
Un agujero se me abrió en el estómago que fue mucho más grande de lo que pude entender.
—¿Se marcha? ¿A dónde? —le pregunté sintiéndome mareada.
—Basta —le dijo Alice a Lanna—. Si no puedes controlar lo que tienes para decir, déjame a solas con Amanda y te paso a buscar más tarde.
Pero yo no podía darle crédito a lo que Lanna estaba diciendo. ¿Justin se marchaba? ¿A dónde? Porque una parte de mí, una muy recóndita, aislada y escondida, se sentía ciertamente segura al saber que en cualquier momento podría encontrarme con Justin. Estaba a su alcance, estábamos en el mismo espacio geográfico, y la ciudad no era tan grande. Nos encontraríamos, él regresaría a mi casa un día, cualquier día. Se daría cuenta y volveríamos a estar juntos.
Como fuera, esto de "marcharse a otro lado del mundo" no sonaba a vacaciones, sonaba a que se mudaría lejos, muy lejos, donde encontrarme no sería tan sencillo y donde no nos tropezaríamos al azar en la calle o nada similar.
—¿Justin se marcha? —le pregunté a Alice y ella me miró de frente y asintió.
—Con su padre a Wisconsin —me respondió con la voz baja—. No puede hacerle frente a permanecer aquí con tantos recuerdos.
Algo en sus palabras me airó en sobremanera. ¿Por qué Alice tenía esta información? ¿A qué se refería con tantos recuerdos? ¿Qué estaba sucediendo y por qué yo no lo sabía? Respiré demasiado profundo sintiéndome presa del pánico, bajé la taza de café y metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Me levanté y necesité huir lo antes posible, porque de lo contrario probablemente explotaría contra la gente incorrecta.
—Amanda, cálmate —escuché desde la voz firme de Lanna que me hizo detenerme de salir huyendo.
—¿Qué me calme? —le pregunté sin poder creer en lo que me estaba diciendo.
—Sí, cálmate. Lo vas a empeorar todo.
—¿Cómo podría? —solté con demasiada fiereza cuando ella se bajó del aparador y me hizo frente.
—Tú misma acabas de decir que si está lejos es mejor para ti.
—No, no fue eso lo que dije —le repliqué.
—Lo dijiste, que eras menos...
—... Menos tóxica, pero la verdad es que no me importa serlo si... —pero Lanna levantó la mano para que me callara en un gesto sumamente hostil que casi me vuela los tapones.
—Respuesta equivocada —dijo con un gesto tan odioso que yo di un paso más para encararla cuando Alice me haló de la mano y me hizo retroceder.
—No quiero hacer esto —me excusé con Alice volviendo a querer huir cuando ella me haló nuevamente para que la mirara.
—Realmente es una respuesta equivocada, Mandy. En Chernóbil explotó una planta nuclear hace décadas, no se hizo tóxico por la llegada de nadie. Si quieres dejar de actuar de esa forma, tienes que trabajar en ti misma, o terminarás alejada de todo el mundo.
—Pero yo... —las ideas se me acumularon en la cabeza tan de golpe que tuve que sostenérmela para que no explotara.
—Quizás no estabas acostumbrada a ser tan cercana a una persona. Es normal que las amenazas surjan, pero tus reacciones dependen de ti, simplemente debes pensar más las cosas antes de actuar —completó Alice.
Suspiré y bajé la cabeza pensando un instante en esta posibilidad. ¿Sería cierto que no tenía que dejar a Justin? ¿Que todo esto de la distancia y el tiempo no era más que una niñería que no me ayudaría? ¿Que simplemente lo había perdido por algo que dependía enteramente de mí y no de nuestra cercanía? Porque sabía Dios que yo podía luchar contra todos mis demonios con su mano gigante enroscada entre mis dedos.
El simple recuerdo me hizo humedecer los ojos.
Pestañeé varias veces y miré a Alice quien seguía con una mirada preocupada delante de mí.
—Gracias, Al, tienes razón —pero se me atragantó un suspiro en la garganta—. Pero eso no quita que vaya a marcharse y dejarme atrás.
—¿Ya hablaste con él? —yo asentí y suspiré.
—Supongo que simplemente iba a marcharse y dejar todo atrás —dije comprendiendo la forma como Justin actuó cuando nos encontramos.
—Tú le pediste que te dejara en paz, Amanda —me recordó Lanna.
—Sí, y lo odio. Pero si realmente quiere irse, no puedo detenerlo —ella puso los ojos en blanco y se volvió al aparador donde se sentó resoplando—. ¿Qué harías tú? ¿Irte arrastrando? ¿Por alguien que no pudo cumplir sus promesas?
—Es por eso que no puedes verlo apropiadamente, Amanda —siseó Lanna desde el aparador—. Porque no tienes que arrastrarte, simplemente es ir al encuentro de la persona que amas, y recordarle lo mucho que la necesitas a pesar de todas las estupideces que dijiste por no pensar detenidamente las cosas que querías.
Tragué grueso ante sus palabras y devolví la mirada a Alice que asintió aprobando lo que Lanna dijo. Pero mi orgullo no me permitía dejar de sentirme tan pero tan abandonada. Justin decidió irse de mi vida, decidió marcharse a pesar de que prometió volver siempre, decidió irse a otro estado a más de cuatro horas de aquí y dejarme en total y completo abandono.
—Muchas gracias por el café —le dije a Alice respirando profundo cuando ella simplemente me abrazó haciéndome sentir en casa. Le devolví el abrazo recostando la cabeza en su hombro y suspiré un instante sin poder entender lo ilógico de una situación como esta.
La había puesto en peligro, le había mentido, había estado jugando con su mente, y la había sacado de la vida de uno de sus únicos amigos, y Alice estaba genuinamente preocupada por darme lo que sabía que yo necesitaba en ese instante para poder levantar la cabeza y ser yo misma.
Salí de esa tienda con un poco más de fuerzas. Tenía la fuerza suficiente para comprarme una botella de tequila y hacerle frente a mi padre, a quien había estado evitando para que no viera en mi esta actitud de perdedora que tenía desde hacía un mes.
Ya era hora de matarnos a tequilas y levantarme mañana volviendo a ser la Amanda Harley que podía hacer frente a la vida.
Seleccioné mi marca favorita y caminé hasta el porche de la casa de mi padre cuando vi un Camaro negro estacionado en la esquina. Se me heló la sangre al verlo y no quise verificar la placa, porque sería demasiado horrible que no fuera Justin. Y es que, ¿qué haría Justin en la casa de mi padre? Mi mente ya comenzaba a jugarme pasadas con respecto a esto del abandono, y lo odiaba.
Caminé a paso seguro con la botella de tequila en la mano y cuando pasé al interior de la casa se me heló el cuerpo entero al ver a Justin sentado en una mesa con mi padre tomando lo que parecía ser brandy con algo más.
Mi papá levantó la cabeza y me miró de frente como si estuviera enojado. Justin no se giró, a pesar de que sé que me escuchó entrar en la cocina.
—¿Qué haces aquí? —apenas y pude pronunciar al verlo tan cerca. Justin respiró profundo, se levantó de la silla y se dio media vuelta para mirarme.
—Te dije que siempre volvería por ti.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro